Todos los párrafos corresponden al
libro: Mensajes para los jóvenes de Elena G. de White, fundadora de la iglesia
adventista del séptimo día.
Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de
adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del
corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de
grande estima delante de Dios. (1 Pedro 3: 3,4)
Párrafo 1
Nuestra fe, llevada a la práctica, nos
inducirá a ser tan sencillos en el vestir y celosos de nuestras obras, que
seremos considerados peculiares. (pág. 351)
Las enseñanzas bíblicas con
respecto a la forma de vestirse apuntan a abandonar lo ostentoso, esto se debe
a la tendencia de muchas personas tratar de aparentar lo que no son, con el
tiempo esa apariencia termina convenciendo a la misma persona de lo que, en
principio, era para los demás.
Sin embargo, este párrafo enseña
algo totalmente opuesto y se ha pasado al otro extremo, el resultado de esa
sencillez mal entendida será el mismo o peor que el que se viste para ostentar,
ser considerados peculiares. Ellos terminarán convencidos de eso.
En principio este párrafo no
dice que el propósito de ser sencillos en el vestir sea llegar a ser
considerados peculiares, está presagiando que esa será una consecuencia
inevitable. La autora, probablemente sin querer, confiesa que el método que
utilizaba para ser sencillos, no funciona.
El principal propósito de
esta enseñanza es engañar, porque la fe llevada a la práctica, no dará ese
resultado que allí se presagia. Si así fuera no habría necesidad de enseñar
tanto acerca de la forma de vestirse. Es evidente que la fe que profesan los
seguidores de Elena de White tampoco funciona. Pero ellos no lo creen así
porque creen que su sencillez en el vestir, es resultado de que sí, han puesto
en práctica su fe.
“De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta
en el corral de las ovejas, mas sube por otra parte, el tal es ladrón y robador”.
(Juan 10: 1)
Párrafo 2
La
apariencia exterior es frecuentemente un índice de lo que es la mente, y deberíamos
cuidar lo que exponemos para que el mundo juzgue nuestra
fe. (pag.344)
Este párrafo se complementa con
el anterior, allí decía que la fe llevada a la práctica induciría ser sencillos
en el vestir, pero ahora se insta a cuidar lo que se expone. Al parecer, la fe
no siempre induce a ser sencillos, a veces hay que forzar la situación para que
eso pase.
También puede ser el párrafo
esté dirigido a los que asisten a la iglesia de la autora pero no ponen en
práctica la fe. Entonces para que eso no se note habrá que cuidar lo que se
expone. Así, el “mundo” no se dará cuenta de su falta de fe cuando los juzgue.
Los que están dentro de su iglesia, es decir sus hermanos, tampoco se darán
cuenta; o lo que es aun peor, ellos mismos no se darán cuenta.
Aunque esa situación estaría
contradiciendo lo que dice al principio:
“La apariencia exterior es frecuentemente un índice de lo que
es la mente”
Si lo que dice ese párrafo
fuera verdad, entonces ¿por qué en vez de cuidar lo que exponen no cuidan lo
que tienen en la mente? Lo otro será entonces una consecuencia. La respuesta es
clara: para los seguidores de Elena de White, aparentar es más fácil, más
rápido, pero por sobre todas las cosas, aparentar es posible, lo otro, sin
Cristo no se puede.
La autora en sus enseñanzas
suele dar a entender que “mundo” significa todo lo que no pertenece a su
iglesia, a sus instituciones y sus actividades. Hasta incluso, como es el caso
de este párrafo, le da ese nombre a la gente que no pertenece a la iglesia
adventista o al cristianismo.
“Para que el mundo juzgue nuestra fe” Para la autora, eso quiere
decir: para que la gente que tiene otra
creencia religiosa juzgue nuestra fe.
Conclusión, la gente que no
profesa la misma fe de la autora, pertenece al mundo.
El resultado de toda esta
mala definición del término: “mundo”
será que los adventistas terminarán creyendo que pertenecen al reino de Dios
por descarte, sólo porque no pertenecen a ese lugar que ellos llaman: mundo.
En este caso la situación es
aún peor, los adventistas creen que los pertenecientes al reino de Dios se
diferencian de los mundanos por la forma de vestirse. Esa idea es errónea,
porque diferenciarse de un incrédulo es difícil y a veces imposible. Pero
pretender que se pueda hacer ese juicio a través de la vestimenta, eso si, es
absolutamente imposible.
¿Por qué se preocuparía un
cristiano de que un mundano juzgue su fe?
El mundano juzgará bien a
veces, y a veces juzgará mal. Lo peor que pudiera pasar es que un mundano
juzgue a un cristiano por su forma de vestir y lo considere una persona de fe.
Eso sería un muy mal juicio.
Párrafo 3:
Nunca
debemos dar al mundo la impresión falsa de que los cristianos son un pueblo
lóbrego y triste. (pag.402)
Aquí se evidencia que la
autora creía que “mundo” son todos
los no cristianos, todo lo que no tenga que ver con las actividades de su
iglesia o de sus instituciones.
Las personas que no
pertenecen al reino de Dios, es decir las engañadas, pertenecen al mundo. Nadie
que está engañado pertenece al reino de Dios y nadie que no está engañado
pertenece al mundo. Eso quiere decir que los mundanos usualmente tendrán una
impresión falsa de los cristianos. Entonces, ¿cómo se hace para no darle al
mundo una impresión falsa? ¿Desde cuándo las personas engañadas juzgan
correctamente?
Una impresión falsa depende
directamente del observador, no del observado. Si una impresión falsa
dependiera de lo que hagamos, entonces tendríamos que acusarle a Cristo de
inepto. Él tendría la culpa de que le hayan juzgado mal.
El párrafo habla de no dar
una mala impresión, no quiere dar una imagen falsa. Pero suponiendo por un
momento que el pueblo de Dios sea lóbrego y triste, entonces lo que enseña el
párrafo es a falsear las actitudes. Sin embargo, sabemos que el pueblo de Dios
no es lóbrego ni triste. Entonces el párrafo no enseña nada, ya que sólo habría
que actuar naturalmente.
Entonces, la única
posibilidad es que la enseñanza podría estar destinada a algunos que asisten a
la iglesia de la autora y deliberadamente intenten aparentar seriedad o algo de
eso y terminen dando una falsa impresión de tristeza o lobreguez. Si ese fuera
el caso, entonces lo dicho anteriormente por la autora no sería verdad:
“La apariencia
exterior es frecuentemente un índice de lo que es la mente” (párrafo 2)
Tampoco sería verdad lo que
denuncia la autora en otros párrafos:
Los que son devotos de la moda: “Diariamente
practican el engaño, el fraude, pues quieren aparentar lo que no son”. (pág.
357)
Debería haber hecho una
reprimenda similar a los miembros de su propia iglesia, ellos serían los que
practican el engaño. Pero la autora no dice nada de eso ni utiliza esos
términos: “fraude” o “engaño” para referirse a esos que pertenecen a su iglesia
y dan una apariencia falsa.
Cuando habla de los devotos
de la moda les critica duramente diciendo: practican el engaño.
Cuando haba de los
adventistas aconseja: Nunca debemos dar una impresión falsa.
Lamentablemente, la autora ni
siquiera menciona la idea, ni la posibilidad de que alguien que se viste con
ropas sencillas, también pudiera estar practicando el fraude y el engaño.
Más allá de que no quede
claro a quien está dirigido el mensaje. La pregunta es: ¿esa enseñanza viene de
Dios?
Es difícil siquiera imaginar que
exista un Dios que juzgue y condene a un hombre por haberle hallado culpable de
mostrar sentimientos. Parece una ficción, sería igual al juicio que se lleva a
cabo al final de la película “The wall”
de Pink Floyd, en la que la persona juzgada es hallada culpable de mostrar
sentimientos, lo cual no debía haber hecho, se supone que debería haberlos
ocultado. Entonces es condenado a ser expuesto ante sus pares, sin paredes de
por medio, sin todas las estructuras que lo distanciaban de los demás. Paradójicamente,
liberándolo.
Párrafo 4:
Muchos se
engañan al pensar que una buena apariencia y un atavío llamativo les
conquistarán la consideración del mundo. (pag.343)
¿Se habrá expresado mal? Seguramente
habrá querido decir que conquistar la consideración del mundo a través de la buena
apariencia es una actitud de una persona engañada.
Seguramente la idea está mal
expresada o está mal traducida al español, porque con una buena apariencia o un
atavío llamativo, resultará altamente probable que se pueda conquistar la
consideración del mundo. Eso no es un pensamiento engañoso, es real.
Este párrafo, en principio,
refuta todos lo dicho anteriormente. Hasta hace unos párrafos atrás, había que
dar una buena impresión al mundo, también había que instarlos a que nos juzguen
por la vestimenta, incluso era posible llegar a ser considerados peculiares.
Ahora, abruptamente, resulta que todo eso no es otra cosa más que una forma engañosa
de pensar.
Por otra parte, ¿Que habrá
querido decir con: buena apariencia? ¿Entonces
los cristianos deben vestir de forma que den una mala apariencia? ¿Esa sería su
peculiaridad?
Hasta ahora se había
mencionado la sencillez en el vestir, pero no se había dicho nada de que esa
forma no tiene que dar una buena apariencia.
¿Qué es: atavío llamativo? ¿Tampoco se debe usar eso? ¿Cómo se hace para ser
considerado peculiar y a la vez no ser llamativo?
Párrafo 5:
Dios quiere
algo a cambio de este gran sacrificio que ha
hecho a favor de ustedes. Quiere que sean cristianos no sólo de nombre, sino
en su manera de vestir y conversar. (pág. 344)
Lo primero es una blasfemia,
lo otro parece un chiste.
Ahora resulta ser que la
salvación ya no es por gracia, sino que Dios pide algo a cambio. Seguramente la
autora ante eso respondería: Es por gracia, pero igualmente Dios pide algo a
cambio.
Entonces es cuando surge la
gran pregunta: ¿Qué pasa si no le damos lo que pide? ¿Seremos salvos igual?
Este párrafo tiene la misma
mentalidad que los otros anteriores, la autora no confiaba mucho en la fe de
los miembros de su iglesia, entonces les enseña a comportarse como si fueran
buenos cristianos, no importa si lo son o no.
El resultado será siempre el
mismo, los que así se comportan creerán ser verdaderos cristianos cuando no lo
son. Obviamente la autora de estos escritos se creía cristiana sólo porque
aparentaba serlo.
Si hubiera sido una cristiana
verdadera hubiera sabido que un verdadero cristiano siempre se comporta como
tal. Pero no al revés, es decir, alguien que se comporta como verdadero
cristiano, no necesariamente lo es.
No existen cristianos “sólo de nombre”, existen los que dicen
ser cristianos y no son.
El término: “sólo de nombre” deja entender que existen
cristianos que están incompletos, que están a medio camino. Esa es una doctrina
anti bíblica. Se entra al reino de Dios o no se entra, no existe una tercera
posibilidad.
Peor aún, la autora deja
entender que los cristianos “sólo de nombre”, que aprenden a vestir y
conversar como cristianos, entonces sí, serán completos y cumplirán lo que Dios
quiere a cambio de su gran sacrificio.
El resultado será que en
iglesia de la autora habrá muchos que se crean cristianos porque se comportan
de esa manera. Pero nadie se dará cuenta de eso, ni siquiera ellos. Porque al
vestir como manda la autora, creerán estar haciendo todo lo que hace un
cristiano completo. Habrá muchos así, o quien sabe, tal vez sean todos así.
Párrafo 6:
La vida de las nueve décimas partes de los que son
devotos de la moda, es una mentira viviente. Diariamente practican el engaño, el fraude, pues quieren aparentar
lo que no son. (pag.357)
Lamentablemente para ellos, lo que dice el párrafo es verdad. Pero lo
hacen inconscientemente o por ignorancia, para ser aceptados en la sociedad. Engañan
porque están engañados también, quieren aparentar lo que no son, porque ni
ellos mismos saben quiénes son.
Ese mismo porcentaje se da también en los que visten con ropas sencillas
a fin de ser aceptados en sus grupos religiosos, o para ser aceptados por Dios.
O peor aún, para no ser rechazados por ellos, lo cual es peor que esos devotos
de la moda.
La diferencia es que a los primeros se les puede dar a conocer a Cristo
algún día y así dejarán de ser esa “mentira viviente”. Pero a los otros: ¿Cómo
hacerle ver la verdad de Cristo?, si ellos ya creen haberla encontrado.
Párrafo 7
No habrá
mejor modo de hacer brillar su luz en bien de otros que por la sencillez
en el vestir y en la conducta. (pág. 346)
Pareciera que la autora
confunde sencillez con humildad. Hay muchas maneras de hacer brillar la luz,
pero la sencillez en el vestir, definitivamente no es la mejor.
En cuanto a la conducta puede
ser, pero la palabra conducta no especifica nada, por lo que no podría ser
comparada con otra cosa, a fin de saber si hay otro modo mejor o no.
Aquí hay un par de mejores
formas:
Darle de comer al hambriento,
darle ropa a quien no tiene, enseñar a los necesitados espirituales que Dios
los ama, perdonar a quien nos ofende, dar la otra mejilla, etc.
Otra muy buena forma de
hacerlo sería: Eliminar la soberbia.
Creer pertenecer a una clase
determinada de personas y así manifestarlo, es una forma de soberbia. Pero
manifestar que no se pertenece a una determinada clase, vistiéndose de forma
distinta, es patética, es la misma soberbia, pero que intenta disimularse y no
lo logra.
El siguiente es un párrafo
extraído de un artículo llamado: Reflexión sobre la soberbia, que se puede
encontrar en: evangelio en línea.
“Una de las actitudes del soberbio es: El sentido de
identificación, es que permite identificarnos con alguien, algo y nos da un
sentido de pertenencia, por ejemplo yo soy Hernando, yo soy Colombiano, yo soy
ingeniero, etc. Y con cada “etiqueta que nos agregamos
afianzamos ese sentido de identidad, tenemos muchas dependiendo de muchas cosas
a que grupos pertenecemos, y con que nos identificamos (católicos, y dentro del
catolicismo a que comunidad etc., etc.)”
Párrafo 8: (resumido)
¿Cómo puede
el que alguna vez ha probado el amor de Cristo, satisfacerse con las frivolidades
de la moda? Apenas pueden ser distinguidos del incrédulo. (pág. 353)
Surge otra pregunta: ¿Cómo
puede el que alguna vez ha rechazado las frivolidades de la moda, creer por eso
que ha probado el amor de Cristo? No puede, en absoluto, ser distinguidos del verdadero
creyente.
Dentro de las congregaciones
religiosas no se distinguen entre ellos quien es el incrédulo y quien no, ¿cómo
podrían distinguirlos desde afuera?
La gente en los tiempos de Jesús,
¿podía distinguirlo a Él de un incrédulo? Algunos si, otros no, entonces la
distinción no dependía de Jesús, sino de quien miraba. De hecho muy poca gente pudo
ver a Cristo como lo que era realmente. Es decir que Él también apenas podía
ser distinguido del incrédulo.
Entonces: ¿Cómo pretende
Elena White que un creyente se distinga del que no lo es?
¡Ah sí! Por la vestimenta.
Párrafo 9 (resumido)
Los
cristianos son fieles en su trato con sus hermanos y con el mundo. En su
vestido evitan lo superfluo y ostentoso. La línea de demarcación entre una clase tal
y el mundo será demasiado clara para ser confundida. (pag.347)
“una clase tal y el mundo”
Aquí hay otra evidencia que
la autora creía que “mundo” significa la gente que no pertenece a su iglesia o
al cristianismo.
Lo que dice el párrafo no es
verdad, puesto que los verdaderos cristianos no son fieles con el mundo, al
contrario, para ser cristianos hay que no pertenecer al mundo y que este no nos
pertenezca.
Por otra parte, no existe tal
línea de demarcación visible entre los cristianos y los que no lo son.
En el siguiente párrafo
bíblico, podemos hallar que esa línea de demarcación a la que hace referencia
Elena White, difícilmente sea visible.
“Entonces estarán dos en el campo;
el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un
molino; la una será tomada, y la otra será dejada.” (Mt 24: 40-41)
Cuando Cristo fue crucificado, estaba en medio de dos ladrones. La gente
los miraba desde abajo ¿Pudieron desde ese lugar saber que uno de ellos creyó
en Cristo y el otro no? Según Elena de White si, pudieron. Por la vestimenta o
porque había una línea inconfundible.
¿Creía Elena de White que en su congregación no había ningún mundano?
Deténgase un adventista en una esquina céntrica a observar a las
personas que pasan y cuente cuantos crédulos
ve pasar, a ver si puede.
Que un adventista se ubique estratégicamente a las puertas de su
iglesia, lápiz y papel en mano y anote cuantos incrédulos entran al culto.
Luego júntense los crédulos y visítenlos a fin de enseñarles la verdad de Dios.
Párrafo 10
Algunos
pueden entrar en el salón de bailes y participar de todas las diversiones que
proporciona. Otros no pueden ir hasta allí, pero pueden asistir a fiestas de
placer, espectáculos y otros lugares de diversión mundanal, y el
ojo mas avizor no alcanza a discernir diferencia alguna entre su apariencia y
la de los incrédulos. (pág. 372)
También hay muchos que pueden
entrar a una iglesia adventista y participar de todas las actividades que allí
se realizan. Otros pueden no ir allí, pero pueden asistir a reuniones
religiosas, campañas de evangelización y otras actividades evangélicas, y el
ojo más avizor no alcanza a discernir diferencia alguna entre su apariencia y
la de los verdaderos cristianos.
“Entonces estarán dos en el campo; el uno
será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino;
la una será tomada, y la otra será dejada.” (Mt 24: 40-41)
El ojo ese al que hace referencia la autora,
¿podría decir cuál de las dos mujeres o cual de los dos en el campo es el
incrédulo?
Párrafo 11
La sencillez
en el vestir le dará a la mujer sensata la mejor apariencia. Juzgamos el
carácter de una persona por su manera de vestir. (pág. 351)
La palabra carácter, deber
ser una de las palabras más utilizadas por Elena de White en sus todos sus
escritos. Pero lamentablemente hay una mala noticia para todos los que han
procurado muchos años hacer todo lo que la autora enseñó sobre el carácter.
Dios no juzga el carácter. No juzgó nunca, no juzga y no juzgará a nadie por su
carácter.
La sencillez en el vestir
seguramente le dará también a la mujer insensata la mejor apariencia ¿Cómo le
juzgamos a ella?
Algunos dirán: ¡qué buena
apariencia tiene la insensata!
Otros diremos: por su
sencillez en el vestir, cree que aparentará tener un buen carácter. ¡Qué
insensata!
Ellos dirán: aparenta tener
buen carácter por su sencillez en el vestir. ¡Qué sensata!
Es reiterativo el hecho que
la autora en vez de enseñar a ser sensata, enseña a aparentar serlo.
Si la manera de vestir fuera
realmente un reflejo del carácter. Entonces: ¿Por qué no trabajan sobre el
carácter directamente? Lo otro vendrá solo.
La respuesta a esa pregunta
es inevitable: aparentar, es más fácil, más rápido, pero por sobre todas las
cosas: es posible de hacerse.
En cambio, llegar a tener un
buen carácter practicando una doctrina tan contradictoria y absurda, es
realmente difícil.
Si juzgamos y creemos distinguir entre un creyente y un
mundano por la manera de vestir, entonces juzgamos mal. La manera de vestir es
muy poco dato para juzgar el carácter. Sobre todo después de conocer los
propósitos ulteriores de ese intento de aparentar.
¿Todos los adventistas tienen
un carácter edificado, son fieles creyentes, sensatos, se van a salvar e ir al
cielo? Probablemente no. ¿Pueden distinguirlos por su manera de vestir? Casi
nunca.
Por ultimo: el párrafo enseña
a juzgar, pero la biblia dice otra cosa:
“No juzguen, y no serán juzgados; no
condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados”. (Lucas 6:
37)
“El hipócrita no aspira a ser virtuoso, sino a
parecerlo; no admira intrínsecamente la virtud, quiere ser contado entre los
virtuosos por las prebendas y honores que tal condición puede reportarle.
Faltándole la osadía de practicar el mal, a que está inclinado, conténtese con
sugerir que oculta sus virtudes por modestia; pero jamás consigue usar con
desenvoltura el antifaz.”
“El hipócrita está constreñido a guardar las
apariencias, con tanto afán como pone el virtuoso en cuidar sus ideales.”
José Ingenieros (libro: El hombre mediocre)
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