El siguiente
es un artículo que se puede encontrar en internet, habla de la Divinidad de
Cristo según las enseñanzas de Elena de White, fundadora de la iglesia
adventista del séptimo día.
La primera
parte es el artículo original, se llama: “quiero saber”
A continuación
del artículo viene la segunda parte, allí se explican todos los errores
cometidos en las enseñanzas de la autora.
Primera
parte
Quiero saber
La divinidad de Cristo
¿Se afirma con
claridad la divinidad de Cristo en los escritos de Elena de White?
Las primeras
descripciones que la Sra. de White realizó de la vida de Cristo en Dones espirituales (Spiritual Gifts, 1858) y en El
espíritu de profecía (Spirit of
Prophecy, 1876-1877), hacen poca alusión a la deidad de Cristo. Pero, en
obras posteriores como Patriarcas y
profetas (1890) y El Deseado de todas
las gentes (1898), se afirma con claridad la divinidad y la preexistencia
eterna de Jesús. Lo que sigue es solo una muestra de lo que la autora ha
escrito sobre este tema.
Afirma su
preexistencia y divinidad
Elena G. de White
confiaba en la Biblia como fuente de instrucción sobre esta doctrina
fundamental. “Pero si no fuera por la Palabra de Dios, no tendríamos ningún
conocimiento acerca de que una persona llamada el Señor Jesús jamás visitara
nuestro mundo, ni tampoco ningún conocimiento de su divinidad, como lo indica
su existencia previa con el Padre” (Exaltad
a Jesús, p. 124). En la Escritura, los temas vitales del cristianismo, como
la divinidad de Cristo, “son revelados desde el Génesis hasta el Apocalipsis” (Consejos para los maestros, p. 413).
Negar la naturaleza
divina de Jesús sería incurrir en un engaño lamentable. “Otro error peligroso
es el de la doctrina que niega la divinidad de Cristo, y asevera que él no
existió antes de su venida a este mundo. Esta teoría encuentra aceptación entre
muchos que profesan creer en la Biblia; y, sin embargo, contradice las
declaraciones más positivas de nuestro Salvador respecto a sus relaciones con
el Padre, a su divino carácter y a su preexistencia. Esta teoría no puede ser
sostenida sino violentando el sentido de las Sagradas Escrituras del modo más
incalificable. No solo rebaja nuestro concepto de la obra de la redención, sino
también socava la fe en la Biblia como revelación de Dios. Al par que esto hace
tanto más peligrosa dicha teoría, la hace también más difícil de combatir. Si
los hombres rechazan el testimonio que dan las Escrituras inspiradas acerca de
la divinidad de Cristo, inútil es querer argumentar con ellos al respecto, pues
ningún argumento, por convincente que fuese, podría hacer mella en ellos. [...]
Ninguna persona que haya aceptado este error, puede tener justo concepto del
carácter o de la misión de Cristo, ni del gran plan de Dios para la redención
del hombre” (El conflicto de los siglos,
pp. 578, 579).
Es verdad que Cristo
se hizo hombre, pero esa humillación no debe hacernos dudar de “su divinidad y
su existencia antes de que el mundo fuera formado” (Mensajes selectos, t. 1, p. 285). De modo que, al compartir el
mensaje con otros, debemos hacer saber a la gente “que creemos en Cristo, en su
divinidad y en su preexistencia” (Obreros
evangélicos, p. 420).
En la enseñanza
bíblica, Jesús está vinculado con la humanidad y simpatiza con sus
sufrimientos, al tiempo que “por su divinidad está unido con el trono del
Infinito” (El Deseado de todas las gentes,
p. 410). La certeza de su divinidad garantiza la salvación que nos ofrece. “En
Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra [...] La divinidad
de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna” (Ibíd., p. 489; ver también A fin de conocerle, p. 37). Elena de
White es categórica en esto. “La cuestión de su divinidad ha sido definida para
siempre [...] Los ángeles del cielo se inclinan en adoración ante él. Sus
enemigos disciernen el error que han cometido y toda lengua confiesa su
divinidad” (En los lugares celestiales,
p. 358).
Luego de la
resurrección, los apóstoles proclamaron con poder “la divinidad de Jesús” (Los hechos de los apóstoles, pp. 34,
35). La conclusión resulta obvia: “La divinidad de Cristo debe ser
constantemente sustentada” (Alza tus ojos,
p. 56).
Las evidencias de su
divinidad
Durante su existencia
terrena Cristo había mostrado “convincentes evidencias de su divinidad” (Alza tus ojos, p. 78). Desde sus
primeros años “abundaban las evidencias de la divinidad de su carácter” (El Deseado de todas las gentes, p. 70).
En ocasión del bautismo del Señor, se oyó la voz de Dios “atestiguar la
divinidad de Jesús” (Ibíd., pp. 90,
91, 696).
Las mismas palabras
de Cristo eran una “evidencia siempre presente de su divinidad” (Ibíd., p. 168); lo mismo puede decirse
de su obra. “La evidencia de su divinidad se veía en su adaptación a las necesidades
de la humanidad doliente” (Ibíd., p.
188). La capacidad de leer los pensamientos secretos de los hombres era una
evidencia adicional de la divinidad de Jesús (Ibíd., pp. 205, 420, 611, 667). Al devolver la vida, Jesús volvió a
mostrar su divinidad. “Este milagro culminante, la resurrección de Lázaro,
había de poner el sello de Dios sobre su obra y su pretensión a la divinidad” (Ibíd., p. 487). Incluso quienes juzgaron
a Cristo “habían recibido pruebas inequívocas de la divinidad de Aquel a quien
condenaban a muerte” (Ibíd., p. 686).
Revistió su
divinidad con humanidad
Elena de White piensa
que es importante que entendamos “por qué revistió su divinidad con humanidad,
y con mansedumbre y humildad vino al mundo como nuestro Redentor” (A fin de conocerle, p. 38). Al revestir
su divinidad con humanidad, Jesús mostró humildad y condescendencia (Ibíd., p. 58). Al asumir la humanidad,
Cristo ocultó su divinidad y dejó a un lado su gloria (Alza tus ojos, p. 88). A fin de poder morir en sacrificio por el
hombre, Jesús “cubrió su divinidad con humanidad” (A fin de conocerle, p. 276).
Vez tras vez, la Sra.
de White menciona que Cristo “ocultó su divinidad bajo el manto de la
humanidad” (Alza tus ojos, p. 244), o
que “revistió su divinidad con humanidad” (Cada
día con Dios, pp. 298, 357; Mensajes
selectos, t. 1, pp. 377, 378).
Para ser nuestro
Salvador, Jesús debía ser divino y humano. “El Redentor del mundo revistió su
divinidad con humanidad para que pudiera alcanzar a la humanidad, pues se
necesitó de lo divino y de lo humano para traer la salvación al mundo,
necesaria por la caída del hombre. La divinidad necesitaba de la humanidad para
que la humanidad proporcionara un canal de comunicación entre Dios y el hombre.
El hombre necesita un poder exterior y superior a él para que lo restaure a la
semejanza de Dios” (Mensajes selectos,
t. 1, pp. 440, 441).
La divinidad de
Jesús fue reconocida
A lo largo de su
ministerio, muchos percibieron su verdadera identidad y naturaleza. Los magos
de Oriente lo adoraron, y “reconocieron la presencia de la divinidad” (El Deseado de todas las gentes, p. 45).
También Simeón y Ana habían reconocido la divinidad de Jesús y habían dado su
testimonio en ese sentido (Ibíd., p.
198). Para el tiempo de la crucifixión, también José y Nicodemo se habían
convencido “de la divinidad de Jesús” (Ibíd.,
pp. 719, 721).
En ocasiones, su
divinidad fulguró a través de la humanidad
A pesar de su
condición humana, hubo momentos en que la naturaleza divina de Cristo no pudo
esconderse. “Mientras estuvo en la tierra, a veces la divinidad fulguraba a
través de la humanidad y se revelaba su verdadero carácter (A fin de conocerle, p. 60). Ocurrió en
su primera visita al Templo; en su contienda con Satanás, cuando resucitó a
Lázaro; en la purificación del Templo; y en sus disputas con los dirigentes
religiosos (El Deseado de todas las
gentes, pp. 60, 104, 493, 541, 542).
Su naturaleza
divino-humana
Elena de White tenía
claro que existía una doble naturaleza en la persona de Jesús. “¿Fue la naturaleza
humana del hijo de María transformada en la naturaleza divina del Hijo de Dios?
No, ambas naturalezas fueron misteriosamente fusionadas en una sola persona: el
Hombre Cristo Jesús. En él moraba toda la plenitud de la Divinidad
corporalmente. Cuando Cristo fue crucificado, fue su naturaleza humana la que
murió. La Deidad no se debilitó ni murió; eso habría sido imposible” (Alza tus ojos, p. 258).
En Jesús coexisten
ambas naturalezas. “La humanidad de Cristo estaba unida con la divinidad” (Consejos sobre el régimen alimenticio,
p. 180). Esta unión de sus naturalezas permitió a Jesús revelar a Dios entre
los hombres. “El Salvador anhelaba profundamente que sus discípulos
comprendiesen con qué propósito su divinidad se había unido a la humanidad” (El Deseado de todas las gentes, pp. 619,
620).
Se trata, por cierto,
de un profundo misterio. “La divinidad y la humanidad se hallaban combinadas
misteriosamente, y el hombre y Dios fueron uno solo. En esta unión es donde
encontramos la esperanza de la raza caída” (Exaltad
a Jesús, p. 69). Lo cierto es que la divinidad y la humanidad se unieron o
combinaron en Cristo (Joyas de los
testimonios, t. 2, p. 345; Mensajes
selectos, t. 1, pp. 379, 478).
A la luz de lo que la
Biblia y el Espíritu de Profecía enseñan acerca de Cristo, los adventistas del
séptimo día creen en: (1) su divinidad y (2) preexistencia; (3) su encarnación
y (4) humanidad; (5) la subordinación al Padre durante su ministerio terrenal;
(6) su impecable perfección y (7) su muerte vicaria; (8) su resurrección, (9)
ascensión y (10) ensalzamiento final. La divinidad de Cristo es, entonces, un
pilar fundamental de la fe y un elemento vital para comprender su obra
redentora.
Segunda parte: Contestación
Estilo del artículo
En principio habría que destacar que el
artículo no trata el tema de la
divinidad de Cristo basándose en referencias bíblicas. Si bien es evidente que no tiene la intención de hacerlo, sino que puntualmente se concentra en lo que Elena
de White dijo al respecto, la verdad es que no hubiera podido probar nada de lo
que allí dice con la biblia. En el artículo hay mentiras, contradicciones con
la biblia y con sus mismos dichos.
En primer lugar, el artículo rechaza e incluso repudia a otras doctrinas:
“Engaño lamentable”, “otro error
peligroso”
Califica de testarudas a
las personas que creen en otras doctrinas diferentes a la de la autora:
“inútil es querer argumentar con ellos,
ningún argumento, por convincente que fuese, podría hacer mella en ellos.”
Luego, desalienta y acobarda a cualquiera que quiera siquiera conocer otras doctrinas, pero al igual
que los párrafos anteriores no pueden ser probados con la biblia:
“Esta teoría no puede ser sostenida sino violentando el sentido de las
Sagradas Escrituras del modo más incalificable”
“rebaja nuestro concepto de la obra de la redención.” “socava la fe en
la Biblia como revelación de Dios”
Los que le crean a la autora, después de leer
el artículo, seguramente quedarán atemorizadas por lo peligroso de esas otras falsas doctrinas, tendrán
cierto rechazo a las personas que crean en ellas y no les escucharán ni
enseñarán nada.
Sin embargo, los
verdaderos cristianos no tienen miedo, culpas, creencias ciegas, ni rechazan a
las personas. Al contrario, están dispuestos a enseñarles lo que necesitan
saber, no solamente la verdad de la biblia sino también acerca de artículos
como ese.
“porque
nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. (Hechos 4: 20)
Anti bíblico
Las siguientes son ideas anti bíblicas, todas encontradas en el
artículo:
La preexistencia de Jesús, indica su divinidad
La divinidad y otros temas son revelados desde el Génesis hasta el
Apocalipsis
La certeza de su divinidad garantiza la salvación que nos ofrece
En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra
Por su divinidad está unido con el trono del Infinito
Hay muchas denominaciones
religiosas, como la de la autora, que apoyan la idea de la preexistencia de
Jesús. Hay que respetarlas, se debe dar lugar a la libertad individual de cada
persona a sostener su creencia religiosa.
Sin embargo, cuando el
artículo dice que la preexistencia de Jesús indica su divinidad, descalifica a
otras doctrinas, les acusa de creer en un Cristo que no es divino.
“La preexistencia de Jesús, indica su divinidad”
¿Por qué la preexistencia
de Jesús habría de indicar su divinidad? ¿Sólo porque la autora lo dice? Eso no
tiene sustento bíblico, siquiera tiene lógica.
¿Cómo algo que no podemos
ver, puede indicar otra cosa que tampoco podemos ver?
Todo hay que creerlo por
fe, la existencia misma de Cristo, su divinidad, su preexistencia. No hay ni siquiera
una de esas cosas que indique la otra.
Elena de White no creía
que Cristo hubiera podido empezar a existir recién a partir de nacer como humano,
porque así no hubiera podido ser divino. Seguramente Elena de White creía que
Dios no era lo suficientemente poderoso para lograr eso.
¿No se le ocurrió a la
autora decir que la no preexistencia de Jesús indica aún más su divinidad? Claro,
si hubiera hecho eso, hubiera confesado lo que no quería y que jamás hiso: que
Cristo fue un hombre verdadero.
Elena de White reprende a
las doctrinas que no creen en la preexistencia de Cristo, pero ninguno de esos
dichos tiene sustento bíblico:
“Es un error peligroso”
“Contradice las declaraciones más positivas de nuestro Salvador respecto
a sus relaciones con el Padre”
“Rebaja nuestro concepto de la obra de la redención”
“Socava la fe en la Biblia como revelación de Dios”
“Inútil es querer argumentar al respecto con quienes tienen otra
creencia”
Todas esas declaraciones,
no sólo no se pueden probar con la biblia, sino que de ninguna manera podría
salir de la doctrina bíblica.
“Inútil es querer argumentar con ellos”
Argumentar no es inútil,
sirve para que quede en evidencia que casi todos los que explican el tema de la
divinidad, no tienen la capacidad de hacerlo, como Elena de White.
Ese párrafo en realidad quiere decir: -inútil
es querer hacerles cambiar de opinión-
No se puede creer que
alguien denuncie la obstinación de otros admitiendo la propia, o peor aún,
siendo más tercos todavía.
¿Esa declaración, tiene
sustento bíblico? No, porque es imposible que la biblia enseñe a no evangelizar
por causa de un prejuicio.
Si tuviera sustento
bíblico, “ellos”, los engañados con respecto a ese tema, también podrían
aprender de la biblia la inutilidad de argumentar con los otros, así se
quedarían con ese engaño por culpa de la biblia. Así, la única forma de
evangelizar a esos equivocados sería en el caso de que ellos no conocieran la
biblia.
La autora no quería que
los adventistas hablen del tema con personas de otras creencias, no sea que
alguien les haga saber la verdad, la cual no era precisamente la que ella
enseñaba.
También era inútil tratar
de cambiar la doctrina de Jesús, pero Él no enseñó que sea inútil argumentar
con otros, al contrario, no le negó la verdad a nadie, aun cuando buscaban
matarle por esas verdades que decía. Todos los que trataban de argumentar con
Jesús encontraban alguna respuesta, siempre recibían la respuesta correcta.
Enseñanza
engañosa
Nadie debería tomarse el
atrevimiento, como hace la autora, de calificar la palabra de Dios, ponerle
categorías o niveles de importancia a sus partes.
“contradice las
declaraciones más positivas de
nuestro Salvador”
Como si Cristo hubiera
enseñado algunas cosas menos positivas que otras. Este no es un error o una
falla cualquiera o simplemente una forma de expresarse de la autora, sino que
opera como una forma de engaño.
Al aceptar la explicación
de la señora White, el creyente estará aceptando las “declaraciones más
positivas de nuestro salvador” Se consigue así distraerlo de la verdad de
Cristo y de otros objetivos del cristiano. Lamentablemente, los seguidores de
Elena de White, suelen creerle y hacerle caso, creen firmemente en la
prexistencia de Cristo y creen que por eso ya tienen la garantía de poseer la
doctrina correcta.
“La certeza de su divinidad garantiza la salvación que nos ofrece”
Nadie tiene certeza de su
divinidad, pero supongamos que la autora hubiera querido decir:
-la fe en su divinidad garantiza
la salvación que nos ofrece-
Seguiría siendo mentira y estaría
contradiciendo a las enseñanzas de Cristo.
“Por tanto,
cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a
un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7: 24)
Entonces, el único que tendrá certeza de la
salvación que Cristo ofrece, será el que escuche sus palabras y las ponga en
práctica.
Inútil es querer argumentar con ellos, dice
la autora, eso es para desalentar a los interesados en el tema. Pero lo
llamativo es el miedo que intenta imponer a sus fieles, los siguientes
términos, todos anti bíblicos están destinados a atemorizar:
“error peligroso - engaño
lamentable - esto hace tanto más peligrosa dicha teoría - difícil de combatir -
inútil es tratar de argumentar - socaba el concepto de salvación - rebaja
nuestra fe”
Supongamos por un momento
que hubiera errores así de peligrosos como asegura la autora, ¿no sería más
conveniente atribuírselo a la doctrina que no confiesa la humanidad de Cristo
en vez de aquella que no confiesa su divinidad?
La autora dice que la
certeza de la divinidad de Cristo garantiza la salvación que nos ofrece. Sin
embargo la biblia no lo dice, al contrario, dice que no confesar su humanidad
es garantía que poseer el espíritu del anti Cristo.
Si existieran esos
errores tan peligrosos, entonces no confesar la humanidad de Cristo, sería
extremadamente peligrosa. Como era de esperarse, el artículo de eso no dice
nada.
La
divinidad de Cristo ¿se veía?
“La
evidencia de su divinidad “se veía” en su adaptación a las necesidades de la
humanidad doliente”
Alguien tendría que
haberle dicho a la autora de esos escritos, que la frase: “se veía” es
relativa, que depende del observador. Además se contradice con la biblia.
“Por eso
les hablo en parábolas; porque viendo, y oyendo no oyen ni entienden.” (Mateo 13: 13)
A los sacerdotes de su
época, Cristo les llamó guías ciegos, y a los seguidores de ellos,
también les llamó ciegos.
“Dejadlos;
son ciegos guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el
hoyo”. (Mateo 15:14)
Cristo dijo: “no oyen ni entienden”, “mirando no ven”.
Sin embargo Elena de
White pareciera tener su propia versión de los hechos, ella dice: La evidencia
de su divinidad “se veía”.
Si Cristo hubiera dicho, por
ejemplo: “ellos ven, pero dicen que no ven”. O si hubiera dicho: “saben, pero
dicen que no saben”. Entonces sí, quedaría claro que Cristo había dado “convincentes evidencias” o “pruebas
inequívocas” de su divinidad.
Muy por el contrario:
Cristo dijo: “no saben, pero dicen que saben”. Lo cual, es el perfecto opuesto
a lo dicho por Elena de White.
Esta idea errónea de ver
las cosas que tenía la autora, se vuelve muy llamativa cuando observamos que
todas esas declaraciones sobre las evidencias de su divinidad, sólo son aplicables
a la gente contemporánea a Jesús, como si la tarea de Cristo estuviera
destinada sólo a la gente de su época:
“Mientras estuvo en la tierra, a veces la divinidad fulguraba a través
de la humanidad y se revelaba su verdadero carácter”
“Incluso quienes juzgaron a Cristo habían recibido pruebas inequívocas
de la divinidad de Aquel a quien condenaban a muerte”
Afirmar que la divinidad
de Cristo “se veía” es realmente absurdo. ¿Las personas de la actualidad y toda
la gente posterior a la muerte de Cristo ya no pueden ver su divinidad? ¿Cómo
lo harán, si ya no está en la tierra?
“mientras estuvo en la tierra a veces la divinidad fulguraba…”
Entonces, ¿cómo hicieron
las personas que vivieron en una época posterior a Cristo para obtener la
certeza de su divinidad a fin de garantizarse la salvación?
“La certeza de su divinidad garantiza la salvación que nos ofrece”
¿Cómo harán eso sin
recibir pruebas inequívocas de su divinidad?
¿Y la gente de la
actualidad cómo puede hacer? ¿Dónde está esa divinidad de Cristo, fulgurándose
a través de su humanidad para que las personas de nuestra época también puedan
salvarse?
¿Dónde está la humanidad
de Cristo, dejándose fulgurar por su divinidad, a fin de que nosotros también
tengamos pruebas inequívocas de su verdadero carácter, y así garantizarnos la
salvación?
“mientras estuvo en la tierra”
“la divinidad fulguraba a través de la humanidad”
“habían recibido pruebas inequívocas de la divinidad”
La respuesta a todos esos
interrogantes es sencilla: Elena de White estaba totalmente equivocada en sus
ideas: “verle” a Cristo no depende, en absoluto, de las pruebas que Él haya
aportado. Para verlo hay que dejar de ser ciego. Cristo siempre se mostró tal
cual era, pero sólo algunos alcanzaron a verlo.
Jesús enseñaba a todas
las personas de su época a dejar de ser ciegos. Nosotros, en nuestra época,
gracias a sus enseñanzas, también podemos aprender lo mismo.
Si nosotros, muchísimos
años después de Cristo, podemos llegar a conocer, “ver” y seguir a Cristo,
aprendiendo su palabra. ¿Con que propósito la gente de aquella época, tuvo la
posibilidad de presenciar que su divinidad fulguraba a través de su humanidad?
La autora pareciera
suponer que el mismísimo Cristo no confiaba mucho en el poder de sus propias
palabras.
Contradicciones y necedades
El artículo continúa
diciendo: Cristo “cubrió su divinidad con humanidad” “ocultó su divinidad bajo
el manto de la humanidad”
¿Cómo pudo Cristo ocultar
su divinidad y a la vez dar convincentes evidencias de su divinidad?
Esto no solamente
contradice lo anterior (“se veía”), sino que es totalmente falso.
El hecho de que Cristo
ocultara su divinidad, no solamente le convierte en un engañador o en alguien
que deliberadamente no muestra la verdad, sino que la autora va todavía más
allá, ella creía que hacer eso, era humildad.
“Al revestir su divinidad con humanidad, Jesús mostró humildad y condescendencia”.
Es decir que para la
autora, humildad significa ocultar una verdad y no mostrar el verdadero ser.
Eso podría explicar la
razón de que la doctrina de la señora de White tiene una clara tendencia a
fomentar las apariencias del cristiano como objetivos válidos. Enseñaba que un
cristiano humilde, era alguien que aparentaba serlo, más allá de la verdad que
esa apariencia ocultaba.
Más adelante, el artículo
dice:
“Mientras estuvo en la tierra, a veces la divinidad fulguraba a través
de la humanidad y se revelaba su verdadero carácter”
Según la señora White,
Cristo no solamente ocultaba su divinidad sino que lo hacía ineficazmente. Así,
los testigos de esa fulguración lograban entender su verdadera naturaleza.
¿A veces se revelaba su verdadero carácter? ¿Eso quiere decir
que Cristo mayormente ocultaba deliberadamente su verdadero carácter? Elena de
White creía que así era.
Al comienzo del artículo
dice:
“Elena G. de White confiaba en la Biblia como fuente de instrucción
sobre esta doctrina fundamental.”
Pues entonces, en ese
artículo se debería haber mostrado la parte bíblica donde dice que Cristo “ocultó” su divinidad, o que Cristo
ocultó una verdad detrás de su parte humana. Seguro que la buscaron, pero no la
encontraron. La biblia no dice eso, ni siquiera lo insinúa.
Elena de White asegura que desde sus primeros
años, Jesús mostraba evidencias de su divinidad:
“(María) a veces vacilaba entre Jesús y sus hermanos, que no creían que
era el enviado de Dios; pero abundaban las evidencias de la divinidad de su
carácter”. (Alza tus ojos, Pág. 70)
La autora no solamente dice: “evidencias”,
sino que después asegura que eran “convincentes evidencias” de su divinidad. ¿Qué
tan convincentes pueden ser esas evidencias si el mismo Cristo dudó de ello?
Cuando Satanás tentó a Jesús, es exactamente eso lo que hiso, hacerle dudar de
su divinidad. ¿Por qué ayunó y oró Cristo tantos días? ¿De qué no estaba
convencido? ¿No tenía ya suficientes evidencias de su divinidad? Incluso les
mostraba esas evidencias a sus hermanos.
Al parecer, el mismo Cristo no podía ver esas
convincentes evidencias que le daba a los demás. O tal vez sí las había visto
pero no le convencían ¿Puede ser que Cristo haya sido un desconfiado? bueno
pero ¿tan desconfiado?
Aparentemente sí, incluso Satanás se había
dado cuenta de que ese era su punto débil, eso explica por qué le tentó a
convertir las piedras en pan y a tirarse de una montaña, para que se saque las
dudas probando a Dios.
Que ingenuo que fue Satanás, si hubiera sido
más astuto, mejor le hubiera tentado haciéndole creer que no era humano, sino
Dios. Así Jesús, por desconfiado y por no creerle a Satanás, habría terminado descreyendo
su divinidad.
Que mala memoria la de Satanás, le invitó a
Jesús de que se aporte pruebas a sí mismo de su divinidad, olvidándose de que Él
ya tenía muchas.
Que falta de astucia la de Satanás, porque
tal vez Cristo no era un desconfiado sino un desmemoriado, entonces cuando
Satanás le tentó a que aporte pruebas, repentinamente se acordó que ya tenía
muchas y muy convincentes.
En conclusión, Cristo no aceptó su divinidad
por fe, sino recurriendo a las pruebas que tenía, así cualquiera.
El artículo también
dice:
“Incluso quienes juzgaron a Cristo habían recibido pruebas inequívocas
de la divinidad de Aquel a quien condenaban a muerte”
Si los que juzgaron a
Cristo habían recibido pruebas inequívocas ¿por qué Cristo pidió a Dios que los
perdonara diciendo, no saben lo que hacen? ¿También ellos tenían mala memoria?
¿No era que habían
recibido pruebas inequívocas? ¿Habrá alguien que se atreva a decir que Cristo
le mintió a Dios?
Si, lamentablemente hay
alguien, Elena de White pensaba que Cristo hiso eso. Sólo faltaba que dijera
que Cristo le dijo una mentira piadosa a Dios, por humildad.
El
sacrificio de Cristo
“La
divinidad y la humanidad se hallaban combinadas misteriosamente, y el hombre y
Dios fueron uno sólo”
“ambas naturalezas fueron misteriosamente fusionadas en una sola
persona: el Hombre Cristo Jesús. En él moraba toda la plenitud de la Divinidad
corporalmente”
Esos párrafos están
confesando un dogma, por eso dice: “misteriosamente
fusionadas”. Sin embargo el artículo todo, sin dar muchas explicaciones,
hace caso omiso de esa fusión y la niega todo el tiempo. Las declaraciones de
Elena de White, al hablar de la divinidad de Cristo y de su humanidad, claramente
tiene esas dos partes separadas y haciendo tareas diferentes. A la parte humana
la descalifica, la trata de efímera, de falsa.
“Cuando Cristo fue crucificado, fue su naturaleza humana la que murió.
La Deidad no se debilitó ni murió; eso habría sido imposible”
Esta creencia de que la
deidad no podía morir, no solamente niega otra vez la encarnación de Dios, sino
que también niega su muerte y sacrificio. Otra vez se está separando a la
humanidad de la divinidad; esa “fusión” de las dos naturalezas que antes se
mencionó, aquí es ignorada por completo.
La autora tenía como
doctrina algo muy parecido al nestorianismo de la edad media, esa doctrina
decía que la humanidad de Cristo y la divinidad no estaban realmente unidas.
Creencia que la iglesia católica abolió, declarando herejes a sus adeptos.
Prohibió su doctrina bajo pena de muerte.
La mentalidad dogmática
de la autora era la misma que la inquisición, pero como no tiene el poder de
aniquilarlos no hace otra cosa más que expulsar a los que piensan distinto. Los
castiga con algo que ella se encargó oportunamente de manifestar que no es un
castigo: el abandono.
“inútil es querer argumentar con ellos”
Elena de White pinta esa
actitud como un acto de tolerancia, cuando en realidad es un acto de extrema
intolerancia.
La autora asegura, contundentemente, lo
siguiente:
“La Deidad no se debilitó ni murió; eso habría sido imposible”
¿Qué clase de sacrificio
es ese? Porque así cualquiera es un héroe si el regreso a su casa está
asegurado. Así es fácil decir: “El hijo del hombre no tiene donde recostar la
cabeza.”
“Y Jesús le dijo: Las zorras tienen madrigueras y
las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la
cabeza”. (Mateo 8: 20)
Muy fusionado, muy
combinado, pero a la hora de la verdad se desaparece. ¿A dónde fue a refugiarse
la divinidad mientras el cuerpo moría? ¿A su madriguera?
Si “la deidad no se debilitó”, entonces ¿para qué quería recostar la
cabeza? Es obvio que, para la autora, era sólo la parte humana la que dijo eso.
La autora asegura que la
divinidad de Cristo necesitaba que su “humanidad
proporcionara un canal de comunicación entre Dios y el hombre”. Pero aquí
se nota que a veces la comunicación era recíproca, es decir la parte humana
también le decía cosas a Dios. Claro, como la Deidad no se debilitaba, entonces
había que informarle de vez en cuando lo que le estaba pasando al cuerpo.
La autora
asegura que “hubo momentos en que la
naturaleza divina de Cristo no pudo esconderse”, pero por lo que dice ese
párrafo bíblico, más bien parece que hubo momentos en que la naturaleza humana
de Cristo no pudo contenerse.
¿Qué clase de “canal de comunicación
entre Dios y el hombre” es ese? El hijo del hombre no tiene donde recostar la
cabeza ¿Eso era lo que Dios tenía para decir a los hombres? ¿Para eso necesitó
de la parte humana? La deidad estaba perfectamente a salvo, sabía perfectamente
donde estaba y sabía también que allí se quedaría. ¿Eso es no tener donde
recostar la cabeza?
“La Deidad no se debilitó ni murió; eso habría sido imposible”
Claro, a la autora le
resultaba difícil creer que el universo pudiera existir con un Dios muerto, sin
embargo no se hace problemas en creer que el cuerpo resucitó, eso le parecía
más fácil, por lo tanto optó por creer lo que para ella era lo más
aceptable.
A esta altura es más que
evidente que la autora jamás creyó que Dios se hubiera podido hacer un hombre
verdadero. Para colmo, aparentemente es ella la que decide cuales son las cosas
que para Dios son posibles y cuales imposibles.
El seductor
y el anticristo
Al comienzo de la primera parte del artículo
hay una pregunta:
¿Se afirma con claridad la divinidad de
Cristo en los escritos de Elena de White?
Es evidente que sí. Pero surgen más preguntas:
¿se afirma con claridad la humanidad de Cristo en sus escritos? ¿Se confiesa
que Cristo es venido en carne en los escritos de Elena de White?
La biblia enseña lo
siguiente:
“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de
Dios; porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo.
En
esto conoced el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo es
venido en carne es de Dios:
Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo es venido en carne,
no es de Dios: y éste es el espíritu del anticristo, del cual vosotros habéis
oído que ha de venir, y que ahora ya está en el mundo”. (1 Juan 4 1-3)
“Porque han invadido el mundo muchos seductores que no confiesan a
Jesucristo manifestado en la carne. ¡Ellos son el Seductor y el Anticristo!” (2 Juan: 7)
La versión “Dios habla hoy” (biblia
evangélica) dice:
“De esta manera pueden ustedes saber quién tiene el Espíritu de Dios:
todo el que reconoce que Jesucristo vino como hombre verdadero, tiene el
Espíritu de Dios.” (1 Juan 4:2)
Elena de White no
solamente no confiesa que Cristo fue un hombre verdadero sino que se pone peor aún,
separa la humanidad de Cristo de su divinidad y a la parte humana la denomina:
falsa.
“la divinidad fulguraba a través de la humanidad y se revelaba su verdadero carácter”
Esa frase niega que Jesús sea el Cristo.
Acepta al padre, pero niega al hijo.
“¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este
es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo” (I Juan 2:22)
Está claro que si Elena de White hubiera
dicho: -Cristo no era un hombre verdadero- o si hubiera dicho –Jesús no era el
Cristo- no hubiera podido engañar a nadie. Por eso es que hay que conocer sus
enseñanzas y deducir como pensaba.
El siguiente párrafo pareciera
confesar la humanidad de Cristo:
“Ambas naturalezas fueron misteriosamente fusionadas en una sola
persona: el Hombre Cristo Jesús”
Sin embargo, no lo hace, no confiesa que
Cristo ha venido en carne, al contrario, el párrafo asegura que el Hombre
Cristo Jesús, era una persona que tenía dos naturalezas “misteriosamente fusionadas”. ¿Será que la autora tenía un biblia que
en vez de decir “ha venido” decía “se ha fusionado”?
Pero como si fuera poco, la autora confiesa que no entendía esa
fusión. Sin embargo podía entender la separación, además creía en eso. Eso se
nota por haber llamado “misteriosa” a la fusión.
¿Por qué no llama también
“misteriosa” a la separación que ocurrió cuando Cristo murió?
Las doctrinas cristianas
suelen tener como “misterios” a muchas cosas, pero todas tienen algo en común:
el opuesto a esa situación es creíble porque se la puede entender. Por ejemplo,
la virginidad de María es un misterio, eso es porque la situación es opuesta a
lo normal. La ascensión de Cristo al cielo también es un misterio, eso es
porque su opuesto, es decir, quedarse y morir como todos, hubiera podido
entenderse.
Entonces los misterios
pueden creerse, pero no entenderse porque lo normal es lo opuesto. Así, Elena
de White, con la palabra “misterio”, confiesa creer en la separación entre la
divinidad y la humanidad de Cristo.
Que la humanidad crea en
esa separación, es el sueño cumplido de Satanás.
De hecho, la autora habla
de esa separación todo el tiempo y explica cómo se comportan separadamente, a
la parte humana de Cristo la llama falsa. Eso es negar a Jesús como el Cristo.
Es llamativo que alguien
que cree en la preexistencia de Cristo, al mismo tiempo considere un misterio a
la fusión. Si no creyera en su preexistencia entonces sí, se entendería que la
considere un misterio.
La explicación es simple,
la autora creía en la preexistencia, pero sólo de la parte divina de Cristo, el
cuerpo lo adquirió en el mundo, nació de María. La autora no le da ninguna
importancia a ese cuerpo, por eso no le da ninguna importancia a la
resurrección.
La autora dice que la
divinidad no murió, entonces ¿Cómo hiso para resucitar? ¿Por qué lo hiso? ¿El
cuerpo, ese disfraz, apareció otra vez? ¿Para qué, si ya no necesitaría más
seguir ocultando su divinidad?
¿No ascendió Cristo al
cielo con cuerpo y todo? Si la respuesta es sí, entonces ¿Cómo era esa
preexistencia? ¿Sin cuerpo? Si la respuesta es no, entonces Cristo ya no es el
verdadero porque ya no tiene el cuerpo.
La respuesta sigue siendo
la misma. La autora nunca creyó en la humanidad verdadera de Cristo, ni antes
ni después de la muerte. Para su doctrina, la humanidad de Cristo era una
mentira, un disfraz, un elemento falso.
¿Tanto le costaba a la
autora creer en la encarnación de Dios? ¿Tan limitado era el Dios de Elena de
White?
La autora incluso
trasladó esa limitación a la cena del Señor. Para ella y para los adventistas,
el pan y el vino no son el cuerpo y la sangre de Cristo, sino que sólo los
simbolizan.
Por otra parte, esa
“fusión”, aparentemente, fue efímera y convenientemente deficiente:
“fue su naturaleza humana la que murió” “La
Deidad no se debilitó ni murió; eso habría sido imposible”
Allí habla de separación,
y como era de esperarse, no se refiere a esa separación como un misterio. No
dijo algo como –se separaron misteriosamente-.
¿Era imposible que la
deidad muriera? Entonces, también le era imposible pecar, porque si pecaba
moría. ¿Cristo tenía la capacidad de pecar? Sí, tenía la capacidad para pecar,
eso quiere decir que esa separación no se produjo solamente en el momento de la
muerte, estuvo siempre.
Es evidente que para
Elena de White, la parte humana de Cristo no estaba unida a Dios. Ese último
párrafo revela que esa fusión, para la autora, nunca ocurrió.
El que no confiesa que Cristo ha venido en
carne tiene el espíritu del enemigo de Cristo, dice la biblia. Parece ser un
asunto serio, ¿Por qué la autora no lo toma en serio? Más bien le da suma
importancia a confesar la divinidad.
El anti Cristo está en las congregaciones
cristianas, las personas seducidas por él creen ser cristianas verdaderas cuando
no lo son. Cristo nos une a Dios, el anti Cristo nos separa de Dios pero
aparenta lo contrario.
Las siguientes son declaraciones hechas por el
espíritu del anti Cristo, puesto que ninguna de ellas confiesa que Cristo vino
como hombre verdadero. Pero todas hablan de su divinidad.
“Negar la naturaleza divina de Jesús sería incurrir en un engaño
lamentable”.
“De modo que, al compartir el mensaje con otros, debemos hacer saber a
la gente que creemos en Cristo, en su divinidad y en su preexistencia”
“Los ángeles del cielo se inclinan en adoración ante él. Sus enemigos
disciernen el error que han cometido y toda lengua confiesa su divinidad”
“La divinidad de Cristo debe ser
constantemente sustentada”
“La certeza de su divinidad garantiza la salvación que nos ofrece”
“La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida
eterna”.
Elena de White enseña que Cristo era, en
realidad, Dios disfrazado.
“revistió su divinidad con humanidad”
“cubrió su divinidad con
humanidad”
“ocultó su divinidad bajo el manto de la humanidad”
Otros escritos de la
misma autora, dan a entender que Cristo era Dios oculto en un cuerpo, teniendo así humanidad
pero sólo en apariencia. Decir que la humanidad de Cristo era sólo una
apariencia es negar que Jesús es el Cristo.
“De esta manera, ocultó su gloria bajo la
apariencia de la humanidad” (Alza tus ojos pág. 41)
“Jesucristo tomó forma humana para poder abarcar con su brazo humano la
raza, mientras se asía con su brazo
divino al trono del Infinito” (Elena White, mensajes para los jóvenes.
Pág. 135)
“Al revestirse de la
naturaleza humana, Cristo eleva a la humanidad.” (El camino a Cristo pág. 12)
Es decir que para la
autora de esos escritos, Cristo no era devenido en carne sino que esa carne era
una “vestimenta”, un “manto”, una “apariencia” o algo que usó para “cubrir” la verdad.
Los siguientes párrafos no
permiten confesar que Cristo fue un hombre verdadero.
“La divinidad de Cristo debe ser constantemente
sustentada”
“toda lengua confiesa su divinidad”
El artículo todo, apoya la doctrina de Elena
de White, pero hace un intento de confesar que Cristo se hiso hombre:
Es verdad que Cristo se hizo hombre, pero esa humillación no debe
hacernos dudar de “su divinidad y su existencia antes de que el mundo fuera
formado”
“Es verdad que Cristo se hizo hombre, pero…” No es una frase escrita por la autora, es una
parte escrita por los autores del artículo.
Conclusiones
¿Creía Elena White que Cristo era un hombre verdadero?
Es evidente que no.
¿Confesó Elena de White que Cristo fue un
hombre verdadero? No.
Cristo no tenía un brazo divino y otro humano.
Ni metafóricamente, ni espiritualmente.
Cristo fue un hombre verdadero.
Humildad, no significa ocultar el verdadero
carácter.
El verdadero carácter de Cristo jamás estuvo
oculto.
Cristo jamás ocultó nada.
CRISTO JAMÁS OCULTÓ SU DIVINIDAD.