Casi todos los párrafos presentados a
continuación pertenecen al libro: El camino a Cristo, escrito por Elena de
White, fundadora de la iglesia adventista del séptimo día.
A menudo los defensores de Elena de White, seguramente
por estar consientes que en sus escritos existen párrafos con declaraciones
realmente cuestionables, recomiendan la lectura de todo el libro en cuestión o
varios de ellos a fin de terminar de entender su doctrina; dicen que de esa
manera se entenderá que esos cuestionamientos eran infundados.
En los párrafos analizados a continuación no se
percibe de inmediato un doble sentido en los mensajes. En principio porque en
ellos hay declaraciones contradictorias y refutables, eso distrae al lector y
le hace creer que esos errores son propios de una persona común, algunos dicen que
no hay que darles tanta importancia sino tolerarlos. No se dan cuenta que esos
errores no son tales, sino que se complementan con otros para formar esos mensajes
con doble sentido.
Por eso, haciendo lo que se aconseja, es decir ahondando
en la lectura de sus escritos, empiezan a surgir elementos que evidencian que
la autora utilizaba el doble sentido a fin de dar a conocer el mensaje que
verdaderamente quería dar.
Los que apoyan y defienden sus escritos al final, tienen
razón, para entender sus enseñanzas hay que leer varias partes que hablan del
mismo tema.
Los siguientes son sólo unos ejemplos de muchos que se
encuentran en sus escritos.
“La guerra contra
nosotros mismos es la batalla más grande que jamás hayamos tenido. El rendirse
a sí mismo, entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; mas para
que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios”. (El camino
a Cristo Pág. 38)
Ese párrafo se complementa
con el siguiente:
“¿Y qué
abandonamos cuando damos todo? Un corazón corrompido para que Jesús lo
purifique, para que lo limpie con su propia sangre y para que lo salve con su
incomparable amor. ¡Y sin embargo, los hombres hallan difícil dejarlo todo! Me
avergüenzo de oírlo decir y de escribirlo”. (El camino a Cristo Pág. 41)
Se supone que si la
batalla es tan grande como dice el primer párrafo, entonces debe ser difícil
pelearla. El segundo párrafo minimiza esa dificultad a tal punto de avergonzar
a la escritora de los que hallan difícil abandonar todo, eso debería minimizar
también lo grandiosa de esa batalla. La autora, seguramente abrumada por tanta
vergüenza, no tuvo en cuenta ese detalle.
El siguiente párrafo
aclara un poco cual la enseñanza de estos escritos:
“¿Creéis que es
un sacrificio demasiado grande dar todo a Cristo? Haceos a vosotros mismos la
pregunta: "¿Qué ha dado Cristo por mí?” El Hijo de Dios dio todo para
nuestra redención: la vida, el amor y los sufrimientos. ¿Y es posible que
nosotros, seres indignos de tan grande amor, rehusemos entregarle nuestro
corazón?” (El camino a Cristo Pág. 40)
Aparentemente, con sólo
un brevísimo análisis de lo hecho por Cristo, termina uno convencido de dejarlo
todo y entregarse a Él, lo cual repentinamente, sólo consiste en entregarle el
corazón. Eso es prueba de que esa batalla tan grandiosa mencionada en el primer
párrafo, no era para tanto.
La consigna es simple, hay
que comparar los dos sacrificios para poder entender que nuestro sacrificio es
muy poco comparado con el de Cristo. Con razón la autora se avergonzaba de
algunos, no solamente no quieren hacer un esfuerzo, sino que ni siquiera son capaces
de razonar un poquito.
Aquí es donde empieza a
evidenciarse lo que quiso decir con los párrafos anteriores. La autora les está
diciéndoles a esos “hombres que hallan
difícil dejarlo todo”, que ella no se dejaba convencer por cualquier excusa
disparatada que ellos pudieran dar, el argumento presentado por esos incrédulos,
para la autora, no tiene fundamento razonable.
La verdad es que no
quieren dejarlo todo, asegura, no les interesa, denuncian esa dificultad sólo
como excusa.
Elena de White en esta
enseñanza está utilizando uno de sus más frecuentes métodos de persuasión,
meter culpa. Cuando dice “me avergüenzo”, en realidad está diciendo: ustedes
deberían sentir vergüenza, por haber dicho eso.
Cuando dice, “Cristo dio
todo por ustedes”, pero ustedes no quieren entregarlo todo, también estaba
tratando de hacerles sentir culpa y vergüenza.
Ese no es el método bíblico, Cristo enseñó a sus discípulos que si
alguno no recibe el mensaje evangelizador hay que dejarle e irse a otro lugar. Entonces
¿por qué la autora utiliza el recurso de la culpa para tratar de convencer al
pecador de cambiar su postura errónea? ¿Habrá aprendido ese método a través de
una de sus visiones?
Los que le crean a la
autora serán persuadidos por coerción, en vez de seguir a Cristo, huirán del
reproche, o buscarán el elogio que recibirán también de parte de la autora, esa
será motivación, en eso se ocupará su voluntad.
Demagogia
Esos “hombres que hallan difícil dejarlo todo”, puede que nunca hayan
existido en realidad, son personajes ficticios inventados por la autora para
hacer un poco de demagogia. Ella jamás se encontró con personas así, jamás los
escuchó decir eso, ni sintió vergüenza al escribirlo. Eso lo sabe cualquiera
que haya salido a evangelizar alguna vez, a ese argumento no lo da nadie. La
autora inventó la situación para poder expresar su reproche. Nadie rechaza a
Cristo por ser difícil tarea seguirlo, si lo rechazan es porque no creen.
Si alguien no recibe el mensaje es porque no tiene necesidad espiritual,
esa es la enseñanza bíblica, no se debe tratar de convencer de nada a una
persona así. Evidentemente la autora no lo entendía así, ella utiliza la culpa
primero y el razonamiento después para conmover a las personas. Sus enseñanzas
son, por lo tanto, anti bíblicas, perversas y causan daño tanto en los
creyentes como en los incrédulos.
En otros escritos, la
autora asegura que Dios no fuerza la voluntad, sin embargo, recurrir al método
de meter culpa o a la manipulación a través del elogio o el reproche, es forzar
la voluntad, o incluso pasarla por encima.
Reprochar la actitud de
esos hombres es, en realidad, es un elogio oculto para los miembros de su
iglesia para convencerlos de que están en el lugar correcto. Elogia a sus
seguidores llamándolos triunfadores por haber peleado y ganado la gran batalla
de entregarse a Dios.
Cuando asegura que los
incrédulos deberían sentir vergüenza, los miembros de la iglesia de la autora
sienten alivio de no pertenecer a esa clase. Probablemente no se dan cuenta que
cuando la autora les mete culpa a los demás, en realidad les está metiendo
culpa a ellos, quienes la sentirían si no aceptaran hacer el sacrificio que la
autora insta a que se haga.
El que evangeliza de esa
manera encontrará dos tipos de personas. Por un lado, el que se deja meter
culpa, ese se convertirá en un falso cristiano, porque la culpa, el elogio y el
reproche, poderosas herramientas para manipular, habrán cumplido su propósito.
Eso sumado al razonamiento al que apelaba la autora, convencerá al creyente que
está haciendo lo correcto.
El creyente, en vez de
buscar y encontrar a Cristo, huirá de la culpa y encontrará refugio haciendo su
propio sacrificio y siendo obediente a la doctrina. En vez de tener fe en
Cristo, lo aceptará por ser esa una acción razonable. Como si la fe y el
razonamiento fueran compatibles entre sí al momento de aceptar a Cristo.
Por otra parte, está el
que no se deja meter culpa y rechaza esa doctrina y a todo el cristianismo. Ese no será seducido por ese tipo de
enseñanzas, al contrario, esas declaraciones le causarán más rechazo aun.
Cualquiera de los dos
resultados son muy esperados por Satanás.
El
sacrificio de Cristo.
Cuando la autora dice que
Cristo dio mucho, se refería a lo mucho que tenía en el cielo y tuvo que dejar
para venir al mundo. Oportuno es aclarar que Elena de White creía en la
preexistencia de Cristo antes de su nacimiento, por esa razón solía relatar lo grandiosa
que era la vida de Cristo en el cielo antes de su venida al mundo como el
mesías, allá era un príncipe y lo tenía todo.
Debería haber explicado
de dónde sacó tanta información, no la sacó de la biblia por cierto, ya que
allí nada dice acerca de cómo era esa vida previa y mucho menos los detalles de
ella.
De todas maneras, también
se nota que no tomaba mucho en cuenta las enseñanzas de Cristo. Meter culpa no
fue, bajo ningún aspecto, parte de sus enseñanzas. Persuadir no fue su método,
menos aun utilizando el elogio o el reproche. Apelar al razonamiento, nunca.
Los siguientes párrafos hablan de la vida previa de Cristo:
“En él no había
pecado alguno y, lo que es más, era el Príncipe del cielo; mas por causa del
hombre se hizo pecado”. (El camino a Cristo Pág. 41)
“Dios permitió
que su Hijo amado, lleno de gracia y de verdad, viniese de un mundo de
indescriptible gloria, a un mundo corrompido y manchado por el pecado,
oscurecido con la sombra de la muerte y la maldición. Permitió que dejase el
seno de su amor, la adoración de los ángeles, para sufrir vergüenza, insulto,
humillación, odio y muerte”. (El
camino a Cristo Pág. 9)
Tantos
detalles de lo que Cristo tuvo que renunciar y tanto énfasis en lo que tuvo que
padecer aquí en el mundo, también sirve para avergonzar y meter culpa a los que
no quieren sacrificarse para salvarse.
Vaya tarea
evangelizadora. ¿Creía la autora que los cristianos verdaderos son hijos del
rigor? Para alguien que afirmaba tener inspiración divina era muy humana la
enseñanza de la autora. Se nota que la autora creía que hay que reprochar la
actitud de algunas personas para que muevan sus cuerpos perezosos y empiecen a
hacer algo para salvarse.
¿A eso le llama entregar
el corazón?
Al parecer, las
enseñanzas de Cristo ya no son tan importantes. Lo importante en realidad es
tener en cuenta que Él se sacrificó más que nosotros, eso debiera convencernos
de entregarnos a Él.
¿Esas son las buenas
noticias del reino de Dios, que nuestro sacrificio es menos que el de Cristo?
La autora no estaba
tratando de convencer a la gente de entregarse a Cristo, estaba utilizando uno
de sus métodos de engaño. Muy sutilmente y de manera muy poco perceptible, puso
distancia entre el hombre y el cielo para así poder comparar nuestro esfuerzo
con el de Cristo. Es posible que para algunos sea difícil darse cuenta de ese
artificio, pero está vergonzosamente a la vista: poner distancia entre el cielo
y los hombres lleva a negar la comunión con Dios.
Comparar los dos
sacrificios, el de Cristo con el nuestro, construye una pared, una separación
entre Dios y los hombres. Ese es el logro más esperado por Satanás.
Sin esa distancia no se
puede hacer la comparación. Esa separación nunca debería existir, sin embargo
la autora la utiliza para evangelizar. La separación no está dicha pero se
percibe de las siguientes formas:
Cristo en la gloria y el
hombre en la miseria.
Cristo no merecía la
muerte y el hombre no se merecía ese sacrificio.
Cristo no tenía la
obligación de venir al mundo, y el hombre no quería cumplir con los mandatos de
Dios.
Cristo, tuvo que dejar
toda esa gloria en la que estaba para venir a este mundo corrompido y lleno de
sufrimientos sólo para salvarnos. En cambio el hombre, por haber caído en
pecado ya no tenía posibilidad de volver a tener comunión con Dios.
La autora afirma también
que si el cielo no hacía nada al respecto, el hombre habría permanecido así
para siempre.
(El hombre) “Fue
hecho cautivo por Satanás, y hubiera permanecido así para siempre si Dios no
hubiese intervenido de una manera especial”. (El camino a Cristo Pág. 13)
Según ese párrafo, tanto el
cielo como la tierra tienen la capacidad de seguir existiendo eternamente sin
que el hombre tenga comunión con Dios. Se da a entender que la separación entre
Dios y los hombres es un estado normal, es una opción válida incluso para Dios.
Imponer la idea de que el
hombre puede existir sin Dios y que Dios puede no amar al hombre ni intervenir
por él, es lo que más desea Satanás. Hacer creer eso es su treta más antigua,
la misma que utilizó para engañar a Eva. Poner distancia entre Dios y los
hombres.
El siguiente párrafo
refuerza la idea de la separación y distancia.
“Dios permitió que
su Hijo amado, lleno de gracia y de verdad, viniese de un mundo de
indescriptible gloria, a un mundo corrompido y manchado por el pecado”. (El
camino a Cristo Pág. 9)
Nótese que dice: “Dios
permitió”, contradiciendo la enseñanza bíblica:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
(Juan 3: 16)
Al decir: “permitió que viniese” la autora deja
implícita la idea de que pudo no hacerlo. El párrafo bíblico dice Dios dio a su
hijo por amor al mundo, sin embargo la autora se refiere al mundo no como amado,
sino como corrompido y manchado.
La autora necesitaba
hacer esas modificaciones para que quede claro que Cristo hubiera podido no hacer
ese sacrificio si no quería, no tenía la obligación de hacerlo. Dios no lo iba
a obligar, ese es el mensaje. Así, la separación entre Dios y los hombres queda
como algo aceptable.
Según la biblia, Dios
envió a su hijo por amor al mundo. También según la biblia, Dios no puede dejar
de amar al hombre. Por lo tanto es imposible que Dios pudiera no haber intervenido
para salvar al hombre.
Sin embargo, Elena de
White tenía sus propias ideas al respecto. Dice que Dios pudo no haber
intervenido si no quería, afianzando la idea que la separación entre Dios y los
hombres es algo natural.
Pero ¿será natural y
aceptable esa separación? La autora se avergonzaba de los hombres que no
quieren sacrificarse, pero ¿Si Cristo hubiera optado por no sacrificarse, la
autora se habría avergonzado de eso también?
¿Por qué es válido para
Cristo optar por no sacrificarse, pero vergonzoso para los hombres? No parece
muy coherente, más teniendo en cuenta que si el hombre no quiere sacrificarse
no lo hace mal a nadie. Pero si Cristo hubiera optado por no hacerlo, nadie se
podría salvar.
Ironías
burlas y sarcasmos
A los que no están
dispuestos a aceptar a Cristo, la autora aconsejó hacerse una pregunta: ¿Qué ha
hecho Cristo por mí?
Eso es incoherente con la
doctrina cristiana. Una persona que aun no se ha entregado a Cristo no lo
conoce. ¿Cómo contestará esa pregunta?
La misma autora dice que
Cristo renueva el corazón, entonces ¿Cómo puede saber lo que Cristo hiso por
él, si aún no ha renovado el corazón?
Sin embargo, una persona
como aquella que no se dejaba meter culpa, podría hacerle caso a la autora y
razonar un poco como a ella le gustaba. En vez de preguntarse que ha hecho
Cristo por él, podría formularse otras cuestiones, muy razonables:
Si mi salvación depende del sacrificio que tengo que hacer ¿Para qué
se sacrificó Cristo?
¿Y que abandonó Cristo cuando dio todo? Si lo que hiso fue abandonar
temporariamente la gloria que tenía en el cielo, entonces su sacrificio no fue mucho.
Si los que hiso fue rechazar la gloria pasajera del mundo, la cual no era nada
comparada con la que tenía antes, entonces su sacrificio no fue nada.
Se mantuvo puro para limpiar con su sangre a la humanidad para que todos
puedan ser salvos de la perdición eterna. Sin embargo algunas personas como
Elena de White, ¡hallaba esa una tarea difícil para un príncipe del cielo! ¡Que
vergüenza!
La autora se avergonzaba
de los que dicen que es difícil dejarlo todo, luego, sin vergüenza ninguna,
habla de lo mucho que dio el Hijo de Dios. Con todo eso, sutilmente y con un
poco de ironía, está insinuando que el sacrificio de Cristo no fue para tanto,
deja suponer que si no hubiera hecho ese sacrificio habría sido una omisión
vergonzosa de su parte.
Pide al incrédulo que se
haga una pregunta: ¿Qué ha hecho Cristo por mí?
Pero después ella misma
la contesta: Tuvo que dejar la gloria y la adoración de los ángeles.
Si hasta pareciera que en
vez de evangelizar, se estaba burlando del sacrificio hecho por Cristo. Con
ironía dice: tuvo que venir a sufrir muerte y humillación. Sólo faltó que
dijera: ¡ay pobrecito, no te sacrifiques demasiado!
Enfatiza ese sacrificio detallando
el padecimiento que tuvo que soportar, dice que en el mundo había: sufrimiento,
vergüenza, insulto, humillación, odio y muerte. Cuando en realidad está
queriendo decir, otra vez irónicamente, que los hombres son los que sufren todo
eso. ¿O es que hay alguna persona que no haya pasado o no tenga que pasar por
todo lo que allí se menciona?
¡Tuvo que venir al mundo!
dice. ¡Que sacrificio más grande! Si hasta pareciera que el mundo le daba
nauseas a Cristo. Para colmo, no sólo tuvo que venir sino que además tuvo que
rechazar toda la gloria que este le ofrecía. Cuando en realidad es el hombre el
que tiene que abandonar toda gloria, incluso la poca que hay acá si quiere
salvarse.
Con sutileza y algo de
perversidad da a entender que la gloria del mundo que Cristo rechazó en
realidad no fue nada. Claro, comparada con lo que tenía en su cielo glorioso,
ese rechazo en realidad más que un sacrificio fue, total desinterés.
Tuvo que dejar la gloria
y adoración de los ángeles, dice la autora. Si hasta pareciera que el mismo
Satanás fue un ingenuo y no razonaba cuando le ofreció la gloria del mundo. Es
fácil imaginarnos a Cristo contestándole a Satanás: ¿Cuál grandeza? ¿Es que te
has vuelto loco? Acá sólo hay sufrimiento, miseria, odio y muerte.
Lo que en principio
parecía un reproche a esos hombres que no quieren dejar todo por Cristo, de a
poco se va entendiendo que en realidad la autora estaba reprochando al mismo
Cristo, por hacerse pasar por el salvador sacrificado, cuando en realidad nos
abandonó acá para que nosotros hagamos el sacrificio, porque el suyo, al
parecer no alcanza.
Meter tanta culpa al
creyente al principio parecía ser un recurso de manipulación, sin embargo ahora
se entiende la verdadera intención, la culpa y la vergüenza en realidad
sutilmente le estaba siendo atribuida a Cristo.
Cristo estaba en la
gloria antes de hacerse hombre, mientras eso pasaba los hombres sufrían.
Después de su venida y sacrificio, vergüenza humillación y muerte, subió al
cielo donde sigue disfrutando de todos los beneficios de ese lugar. Lugar que
la autora muy oportunamente ya no lo denomina “cielo” sino “mundo”, con el
objeto de enfatizar esa comparación entre la gloria que ellos tienen allá, con
nuestra desgracia que sufrimos acá. Nótese el detalle:
“Dios permitió
que su Hijo amado, lleno de gracia y de verdad, viniese de un mundo de indescriptible gloria, a un mundo corrompido y manchado por el
pecado”. (El camino a Cristo Pág. 9)
¿A quien se le ocurre
llamar “mundo” al cielo?, sólo a alguien que quiere comparar al cielo con el
mundo.
El “mundo” de gloria es
el lugar donde Cristo mora.
El “mundo” corrompido y
manchado es el que nos ha tocado a nosotros.
Ahora se entiende la
razón de la existencia de esa pared que separa al hombre del cielo, era
necesaria para que la ironía de la autora tuviera lugar, para poder comparar
esos dos mundos había que ponerlos a cierta distancia.
El siguiente párrafo, también
escrito por la misma autora, vuelve a mencionar la idea de que es por culpa del
pecado del hombre que Cristo tuvo que dejar su gloria para venir a sacrificarse,
contradiciendo a la biblia, la cual dice que fue por amor:
“Siglo tras
siglo ha subido de nuestra tierra un continuo lamento de aflicción, y la
creación aun gime bajo la fatiga terrible del dolor como consecuencia de la
desobediencia del hombre. El cielo mismo ha sentido los efectos de la rebelión
del hombre contra Dios. El Calvario está delante de nosotros como un recuerdo
del sacrificio asombroso que se requirió para expiar la transgresión de la ley
divina. No
consideremos el pecado como cosa trivial”. (El camino a Cristo Pág. 29)
Esa última frase: “no consideremos el pecado como cosa trivial”,
hay que interpretarla un poco para que se entienda, quiere decir: nuestro
pecado es tan grande que hasta los que están en el cielo sufren las
consecuencias, así de grande es nuestra culpa.
Sin embargo, la ironía
también sigue presente y también tienen una continuidad en estas declaraciones.
Lo que la autora está diciendo es que no fue por amor que Dios dio a su hijo en
sacrificio, sino que lo hiso para arreglar el desastre que nosotros hicimos acá
y que fue tan grande que ellos allá sufrían las consecuencias y había que
solucionar esa situación, a ver si de esa manera la creación entera dejaba de
gemir tanto.
El calvario, según ese
párrafo, no es símbolo de amor y esperanza, sino que es como una especie de
reproche constante que no debe apartarse de nosotros. Es como si Dios nos
pusiera la cruz y al Cristo crucificado delante de nuestros ojos y dijera: -miren
lo que hubo que hacer para arreglar tanta desobediencia-.
“El cielo mismo ha sentido los efectos de la rebelión del
hombre contra Dios. El Calvario está delante de nosotros como un recuerdo del
sacrificio asombroso que se requirió para expiar la transgresión de la ley
divina. No consideremos el pecado como cosa
trivial”
Este tipo de ironías y
mensajes con doble sentido era constante también en otros escritos de la misma
autora, por ejemplo en el siguiente párrafo:
“Satanás es
un engañador. Cuando pecó en el cielo, ni siquiera los ángeles leales
alcanzaron a discernir plenamente su carácter. Esta es la razón por la cual
Dios no lo destruyó de inmediato. Si lo hubiera hecho, los ángeles santos no
habrían comprendido la justicia y el amor de Dios”. (Alza tus ojos. pág. 75)
Según este ultimo párrafo, la
culpa de que el cielo haya sido afectado por el pecado ya no es del hombre como
se ha dicho antes. Toda la culpa la tiene el cielo, allí empezó todo.
Si se apela al razonamiento
como le gusta a la autora, se puede deducir que el hombre es el que ha sufrido
las consecuencias del pecado que hubo en el cielo. Esa situación sumada a la
ignorancia de los ángeles que no comprendían lo que estaba pasando, dieron
lugar a toda la hecatombe.
Otra vez utilizando el doble
sentido, la autora está echándole la culpa al cielo de todo nuestro padecimiento,
sutilmente está diciendo que la culpa la tienen los ángeles en complicidad con
Dios. Los hombres tuvieron que padecer siglo tras siglo todo ese lamento y
aflicción, sólo para darles una lección de justicia a los ángeles.
Ahora se entiende ese
párrafo:
“Siglo tras siglo ha subido de nuestra tierra un continuo
lamento de aflicción. No consideremos al pecado como cosa trivial”
En realidad, le está diciendo
eso a Dios. Él fue quien lo consideró trivial, por eso no destruyó a Satanás de
inmediato. Creyó poder manejar la situación y hasta sacarle algún provecho,
pero se le fue de las manos.
Dios cometió ese error y
nosotros sufrimos las consecuencias.
Cuando dice: “la creación aun gime bajo la fatiga
terrible del dolor como consecuencia de la desobediencia del hombre” en
realidad está diciendo –como consecuencia de la desobediencia que hubo en el
cielo-.
Cuando dice: “El cielo mismo ha sentido los efectos de la
rebelión del hombre contra Dios” Es obvio que quiso decir –El hombre mismo
ha sentido los efectos de la rebelión de los ángeles-
Elena de White habla de todo
el sacrificio hecho por Cristo, sacrificio que pudo no haber hecho. Pero en
realidad, dice que el hombre es el que sufre humillación odio y muerte sin
posibilidad de no hacerlo.
Al principio parecía que la
autora cometía un error al recurrir a la culpa para instar al hombre a darlo
todo por Cristo, pero al final queda claro que la culpa sutilmente estaba
siéndole atribuida a Dios.
Eso explica porqué la autora tergiversa
la enseñanza bíblica, en vez de decir que Dios dio a su hijo por amor al mundo,
dijo lo siguiente:
“Permitió que dejase el seno de su amor, la
adoración de los ángeles, para sufrir vergüenza, insulto, humillación, odio y
muerte”
Nótese
que dice: “permitió”; Luego dice: “vergüenza, insulto, humillación, odio y
muerte”
Es
obvio que eso no se refiere a Cristo, sino al mundo. Lo que está diciendo es
que nosotros acá somos los que tenemos que sufrir todo eso y que Dios lo
permite, pudiendo evitarlo. Si pudo evitar la venida de Cristo, también puede
evitar el sufrimiento, pero no, lo permite todo.
Ahora
se entiende aquel párrafo:
“El hombre fue hecho cautivo por
Satanás, y hubiera permanecido así para siempre si Dios no hubiese intervenido
de una manera especial”.
Luego
de mencionar que en el mundo hay sufrimiento, humillación odio y muerte, la
autora sarcásticamente dice: “si Dios no
hubiese intervenido”
Sólo
faltó que dijera: ¡oh, que intervención más efectiva!
¿Qué
tanto peor le habría ido a la humanidad si Dios no intervenía? Otra vez, muy
sarcásticamente la autora dice: “hubiera
permanecido así para siempre”.
El
hombre no vive para siempre, menos aun si está en pecado y sin la intervención
de Dios. ¿A quién convencía la autora con su razonamiento? ¿Desde cuándo un
pecador que no quiere aceptar a Cristo se preocupa por el destino del mundo
después de su propia muerte?
Es
obvio que la autora, con esa frase, se refiere a Cristo. Él era el que estaba
en la gloria y “hubiera permanecido así
para siempre” de no ser por esa interrupción que hiso para venir a
sacrificarse.
Todo
este análisis es resultado del razonamiento. Es lo que la autora pidió que se
haga. Lo hiso porque sabe que a Cristo no se lo encuentra razonando. Razonar es
una enseñanza anti bíblica.
Pero no hay que engañarse con
respecto a Elena de White. La burla que expresa hacia Cristo, hacia su
sacrificio y hacia todas las personas que creen en Él, no lo hiso por
incrédula, sino por considerarlo su enemigo.