lunes, 9 de diciembre de 2013

Elena de White enseña con doble sentido




Casi todos los párrafos presentados a continuación pertenecen al libro: El camino a Cristo, escrito por Elena de White, fundadora de la iglesia adventista del séptimo día.



A menudo los defensores de Elena de White, seguramente por estar consientes que en sus escritos existen párrafos con declaraciones realmente cuestionables, recomiendan la lectura de todo el libro en cuestión o varios de ellos a fin de terminar de entender su doctrina; dicen que de esa manera se entenderá que esos cuestionamientos eran infundados.

En los párrafos analizados a continuación no se percibe de inmediato un doble sentido en los mensajes. En principio porque en ellos hay declaraciones contradictorias y refutables, eso distrae al lector y le hace creer que esos errores son propios de una persona común, algunos dicen que no hay que darles tanta importancia sino tolerarlos. No se dan cuenta que esos errores no son tales, sino que se complementan con otros para formar esos mensajes con doble sentido.

Por eso, haciendo lo que se aconseja, es decir ahondando en la lectura de sus escritos, empiezan a surgir elementos que evidencian que la autora utilizaba el doble sentido a fin de dar a conocer el mensaje que verdaderamente quería dar.
Los que apoyan y defienden sus escritos al final, tienen razón, para entender sus enseñanzas hay que leer varias partes que hablan del mismo tema.
Los siguientes son sólo unos ejemplos de muchos que se encuentran en sus escritos.


“La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que jamás hayamos tenido. El rendirse a sí mismo, entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; mas para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios”. (El camino a Cristo Pág. 38)


Ese párrafo se complementa con el siguiente:


“¿Y qué abandonamos cuando damos todo? Un corazón corrompido para que Jesús lo purifique, para que lo limpie con su propia sangre y para que lo salve con su incomparable amor. ¡Y sin embargo, los hombres hallan difícil dejarlo todo! Me avergüenzo de oírlo decir y de escribirlo”. (El camino a Cristo Pág. 41)


Se supone que si la batalla es tan grande como dice el primer párrafo, entonces debe ser difícil pelearla. El segundo párrafo minimiza esa dificultad a tal punto de avergonzar a la escritora de los que hallan difícil abandonar todo, eso debería minimizar también lo grandiosa de esa batalla. La autora, seguramente abrumada por tanta vergüenza, no tuvo en cuenta ese detalle.
El siguiente párrafo aclara un poco cual la enseñanza de estos escritos:


“¿Creéis que es un sacrificio demasiado grande dar todo a Cristo? Haceos a vosotros mismos la pregunta: "¿Qué ha dado Cristo por mí?” El Hijo de Dios dio todo para nuestra redención: la vida, el amor y los sufrimientos. ¿Y es posible que nosotros, seres indignos de tan grande amor, rehusemos entregarle nuestro corazón?” (El camino a Cristo Pág. 40)


Aparentemente, con sólo un brevísimo análisis de lo hecho por Cristo, termina uno convencido de dejarlo todo y entregarse a Él, lo cual repentinamente, sólo consiste en entregarle el corazón. Eso es prueba de que esa batalla tan grandiosa mencionada en el primer párrafo, no era para tanto.
La consigna es simple, hay que comparar los dos sacrificios para poder entender que nuestro sacrificio es muy poco comparado con el de Cristo. Con razón la autora se avergonzaba de algunos, no solamente no quieren hacer un esfuerzo, sino que ni siquiera son capaces de razonar un poquito.

Aquí es donde empieza a evidenciarse lo que quiso decir con los párrafos anteriores. La autora les está diciéndoles a esos “hombres que hallan difícil dejarlo todo”, que ella no se dejaba convencer por cualquier excusa disparatada que ellos pudieran dar, el argumento presentado por esos incrédulos, para la autora, no tiene fundamento razonable.
La verdad es que no quieren dejarlo todo, asegura, no les interesa, denuncian esa dificultad sólo como excusa.

Elena de White en esta enseñanza está utilizando uno de sus más frecuentes métodos de persuasión, meter culpa. Cuando dice “me avergüenzo”, en realidad está diciendo: ustedes deberían sentir vergüenza, por haber dicho eso.
Cuando dice, “Cristo dio todo por ustedes”, pero ustedes no quieren entregarlo todo, también estaba tratando de hacerles sentir culpa y vergüenza.

Ese no es el método bíblico, Cristo enseñó a sus discípulos que si alguno no recibe el mensaje evangelizador hay que dejarle e irse a otro lugar. Entonces ¿por qué la autora utiliza el recurso de la culpa para tratar de convencer al pecador de cambiar su postura errónea? ¿Habrá aprendido ese método a través de una de sus visiones?

Los que le crean a la autora serán persuadidos por coerción, en vez de seguir a Cristo, huirán del reproche, o buscarán el elogio que recibirán también de parte de la autora, esa será motivación, en eso se ocupará su voluntad.


Demagogia


Esos “hombres que hallan difícil dejarlo todo”, puede que nunca hayan existido en realidad, son personajes ficticios inventados por la autora para hacer un poco de demagogia. Ella jamás se encontró con personas así, jamás los escuchó decir eso, ni sintió vergüenza al escribirlo. Eso lo sabe cualquiera que haya salido a evangelizar alguna vez, a ese argumento no lo da nadie. La autora inventó la situación para poder expresar su reproche. Nadie rechaza a Cristo por ser difícil tarea seguirlo, si lo rechazan es porque no creen.

Si alguien no recibe el mensaje es porque no tiene necesidad espiritual, esa es la enseñanza bíblica, no se debe tratar de convencer de nada a una persona así. Evidentemente la autora no lo entendía así, ella utiliza la culpa primero y el razonamiento después para conmover a las personas. Sus enseñanzas son, por lo tanto, anti bíblicas, perversas y causan daño tanto en los creyentes como en los incrédulos.

En otros escritos, la autora asegura que Dios no fuerza la voluntad, sin embargo, recurrir al método de meter culpa o a la manipulación a través del elogio o el reproche, es forzar la voluntad, o incluso pasarla por encima.
Reprochar la actitud de esos hombres es, en realidad, es un elogio oculto para los miembros de su iglesia para convencerlos de que están en el lugar correcto. Elogia a sus seguidores llamándolos triunfadores por haber peleado y ganado la gran batalla de entregarse a Dios.
Cuando asegura que los incrédulos deberían sentir vergüenza, los miembros de la iglesia de la autora sienten alivio de no pertenecer a esa clase. Probablemente no se dan cuenta que cuando la autora les mete culpa a los demás, en realidad les está metiendo culpa a ellos, quienes la sentirían si no aceptaran hacer el sacrificio que la autora insta a que se haga.

El que evangeliza de esa manera encontrará dos tipos de personas. Por un lado, el que se deja meter culpa, ese se convertirá en un falso cristiano, porque la culpa, el elogio y el reproche, poderosas herramientas para manipular, habrán cumplido su propósito. Eso sumado al razonamiento al que apelaba la autora, convencerá al creyente que está haciendo lo correcto.
El creyente, en vez de buscar y encontrar a Cristo, huirá de la culpa y encontrará refugio haciendo su propio sacrificio y siendo obediente a la doctrina. En vez de tener fe en Cristo, lo aceptará por ser esa una acción razonable. Como si la fe y el razonamiento fueran compatibles entre sí al momento de aceptar a Cristo.

Por otra parte, está el que no se deja meter culpa y rechaza esa doctrina y a todo el cristianismo. Ese no será seducido por ese tipo de enseñanzas, al contrario, esas declaraciones le causarán más rechazo aun.
Cualquiera de los dos resultados son muy esperados por Satanás.


El sacrificio de Cristo.


Cuando la autora dice que Cristo dio mucho, se refería a lo mucho que tenía en el cielo y tuvo que dejar para venir al mundo. Oportuno es aclarar que Elena de White creía en la preexistencia de Cristo antes de su nacimiento, por esa razón solía relatar lo grandiosa que era la vida de Cristo en el cielo antes de su venida al mundo como el mesías, allá era un príncipe y lo tenía todo.
Debería haber explicado de dónde sacó tanta información, no la sacó de la biblia por cierto, ya que allí nada dice acerca de cómo era esa vida previa y mucho menos los detalles de ella.
De todas maneras, también se nota que no tomaba mucho en cuenta las enseñanzas de Cristo. Meter culpa no fue, bajo ningún aspecto, parte de sus enseñanzas. Persuadir no fue su método, menos aun utilizando el elogio o el reproche. Apelar al razonamiento, nunca.
Los siguientes párrafos hablan de la vida previa de Cristo:


“En él no había pecado alguno y, lo que es más, era el Príncipe del cielo; mas por causa del hombre se hizo pecado”. (El camino a Cristo Pág. 41)


“Dios permitió que su Hijo amado, lleno de gracia y de verdad, viniese de un mundo de indescriptible gloria, a un mundo corrompido y manchado por el pecado, oscurecido con la sombra de la muerte y la maldición. Permitió que dejase el seno de su amor, la adoración de los ángeles, para sufrir vergüenza, insulto, humillación, odio y muerte”. (El camino a Cristo Pág. 9)


Tantos detalles de lo que Cristo tuvo que renunciar y tanto énfasis en lo que tuvo que padecer aquí en el mundo, también sirve para avergonzar y meter culpa a los que no quieren sacrificarse para salvarse.
Vaya tarea evangelizadora. ¿Creía la autora que los cristianos verdaderos son hijos del rigor? Para alguien que afirmaba tener inspiración divina era muy humana la enseñanza de la autora. Se nota que la autora creía que hay que reprochar la actitud de algunas personas para que muevan sus cuerpos perezosos y empiecen a hacer algo para salvarse.
¿A eso le llama entregar el corazón?

Al parecer, las enseñanzas de Cristo ya no son tan importantes. Lo importante en realidad es tener en cuenta que Él se sacrificó más que nosotros, eso debiera convencernos de entregarnos a Él.
¿Esas son las buenas noticias del reino de Dios, que nuestro sacrificio es menos que el de Cristo?

La autora no estaba tratando de convencer a la gente de entregarse a Cristo, estaba utilizando uno de sus métodos de engaño. Muy sutilmente y de manera muy poco perceptible, puso distancia entre el hombre y el cielo para así poder comparar nuestro esfuerzo con el de Cristo. Es posible que para algunos sea difícil darse cuenta de ese artificio, pero está vergonzosamente a la vista: poner distancia entre el cielo y los hombres lleva a negar la comunión con Dios.

Comparar los dos sacrificios, el de Cristo con el nuestro, construye una pared, una separación entre Dios y los hombres. Ese es el logro más esperado por Satanás.
Sin esa distancia no se puede hacer la comparación. Esa separación nunca debería existir, sin embargo la autora la utiliza para evangelizar. La separación no está dicha pero se percibe de las siguientes formas:

Cristo en la gloria y el hombre en la miseria.
Cristo no merecía la muerte y el hombre no se merecía ese sacrificio.
Cristo no tenía la obligación de venir al mundo, y el hombre no quería cumplir con los mandatos de Dios.
Cristo, tuvo que dejar toda esa gloria en la que estaba para venir a este mundo corrompido y lleno de sufrimientos sólo para salvarnos. En cambio el hombre, por haber caído en pecado ya no tenía posibilidad de volver a tener comunión con Dios.

La autora afirma también que si el cielo no hacía nada al respecto, el hombre habría permanecido así para siempre.


(El hombre) “Fue hecho cautivo por Satanás, y hubiera permanecido así para siempre si Dios no hubiese intervenido de una manera especial”. (El camino a Cristo Pág. 13)


Según ese párrafo, tanto el cielo como la tierra tienen la capacidad de seguir existiendo eternamente sin que el hombre tenga comunión con Dios. Se da a entender que la separación entre Dios y los hombres es un estado normal, es una opción válida incluso para Dios.
Imponer la idea de que el hombre puede existir sin Dios y que Dios puede no amar al hombre ni intervenir por él, es lo que más desea Satanás. Hacer creer eso es su treta más antigua, la misma que utilizó para engañar a Eva. Poner distancia entre Dios y los hombres.
El siguiente párrafo refuerza la idea de la separación y distancia.


“Dios permitió que su Hijo amado, lleno de gracia y de verdad, viniese de un mundo de indescriptible gloria, a un mundo corrompido y manchado por el pecado”. (El camino a Cristo Pág. 9)


Nótese que dice: “Dios permitió”, contradiciendo la enseñanza bíblica:


“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna”. (Juan 3: 16)


Al decir: “permitió que viniese” la autora deja implícita la idea de que pudo no hacerlo. El párrafo bíblico dice Dios dio a su hijo por amor al mundo, sin embargo la autora se refiere al mundo no como amado, sino como corrompido y manchado.

La autora necesitaba hacer esas modificaciones para que quede claro que Cristo hubiera podido no hacer ese sacrificio si no quería, no tenía la obligación de hacerlo. Dios no lo iba a obligar, ese es el mensaje. Así, la separación entre Dios y los hombres queda como algo aceptable.

Según la biblia, Dios envió a su hijo por amor al mundo. También según la biblia, Dios no puede dejar de amar al hombre. Por lo tanto es imposible que Dios pudiera no haber intervenido para salvar al hombre.
Sin embargo, Elena de White tenía sus propias ideas al respecto. Dice que Dios pudo no haber intervenido si no quería, afianzando la idea que la separación entre Dios y los hombres es algo natural. 

Pero ¿será natural y aceptable esa separación? La autora se avergonzaba de los hombres que no quieren sacrificarse, pero ¿Si Cristo hubiera optado por no sacrificarse, la autora se habría avergonzado de eso también?
¿Por qué es válido para Cristo optar por no sacrificarse, pero vergonzoso para los hombres? No parece muy coherente, más teniendo en cuenta que si el hombre no quiere sacrificarse no lo hace mal a nadie. Pero si Cristo hubiera optado por no hacerlo, nadie se podría salvar.


Ironías burlas y sarcasmos


A los que no están dispuestos a aceptar a Cristo, la autora aconsejó hacerse una pregunta: ¿Qué ha hecho Cristo por mí?
Eso es incoherente con la doctrina cristiana. Una persona que aun no se ha entregado a Cristo no lo conoce. ¿Cómo contestará esa pregunta?
La misma autora dice que Cristo renueva el corazón, entonces ¿Cómo puede saber lo que Cristo hiso por él, si aún no ha renovado el corazón?

Sin embargo, una persona como aquella que no se dejaba meter culpa, podría hacerle caso a la autora y razonar un poco como a ella le gustaba. En vez de preguntarse que ha hecho Cristo por él, podría formularse otras cuestiones, muy razonables:


Si mi salvación depende del sacrificio que tengo que hacer ¿Para qué se sacrificó Cristo?

¿Y que abandonó Cristo cuando dio todo? Si lo que hiso fue abandonar temporariamente la gloria que tenía en el cielo, entonces su sacrificio no fue mucho. Si los que hiso fue rechazar la gloria pasajera del mundo, la cual no era nada comparada con la que tenía antes, entonces su sacrificio no fue nada.

Se mantuvo puro para limpiar con su sangre a la humanidad para que todos puedan ser salvos de la perdición eterna. Sin embargo algunas personas como Elena de White, ¡hallaba esa una tarea difícil para un príncipe del cielo! ¡Que vergüenza!


La autora se avergonzaba de los que dicen que es difícil dejarlo todo, luego, sin vergüenza ninguna, habla de lo mucho que dio el Hijo de Dios. Con todo eso, sutilmente y con un poco de ironía, está insinuando que el sacrificio de Cristo no fue para tanto, deja suponer que si no hubiera hecho ese sacrificio habría sido una omisión vergonzosa de su parte.
Pide al incrédulo que se haga una pregunta: ¿Qué ha hecho Cristo por mí?
Pero después ella misma la contesta: Tuvo que dejar la gloria y la adoración de los ángeles.

Si hasta pareciera que en vez de evangelizar, se estaba burlando del sacrificio hecho por Cristo. Con ironía dice: tuvo que venir a sufrir muerte y humillación. Sólo faltó que dijera: ¡ay pobrecito, no te sacrifiques demasiado!
Enfatiza ese sacrificio detallando el padecimiento que tuvo que soportar, dice que en el mundo había: sufrimiento, vergüenza, insulto, humillación, odio y muerte. Cuando en realidad está queriendo decir, otra vez irónicamente, que los hombres son los que sufren todo eso. ¿O es que hay alguna persona que no haya pasado o no tenga que pasar por todo lo que allí se menciona?
¡Tuvo que venir al mundo! dice. ¡Que sacrificio más grande! Si hasta pareciera que el mundo le daba nauseas a Cristo. Para colmo, no sólo tuvo que venir sino que además tuvo que rechazar toda la gloria que este le ofrecía. Cuando en realidad es el hombre el que tiene que abandonar toda gloria, incluso la poca que hay acá si quiere salvarse.
Con sutileza y algo de perversidad da a entender que la gloria del mundo que Cristo rechazó en realidad no fue nada. Claro, comparada con lo que tenía en su cielo glorioso, ese rechazo en realidad más que un sacrificio fue, total desinterés.
Tuvo que dejar la gloria y adoración de los ángeles, dice la autora. Si hasta pareciera que el mismo Satanás fue un ingenuo y no razonaba cuando le ofreció la gloria del mundo. Es fácil imaginarnos a Cristo contestándole a Satanás: ¿Cuál grandeza? ¿Es que te has vuelto loco? Acá sólo hay sufrimiento, miseria, odio y muerte.

Lo que en principio parecía un reproche a esos hombres que no quieren dejar todo por Cristo, de a poco se va entendiendo que en realidad la autora estaba reprochando al mismo Cristo, por hacerse pasar por el salvador sacrificado, cuando en realidad nos abandonó acá para que nosotros hagamos el sacrificio, porque el suyo, al parecer no alcanza.

Meter tanta culpa al creyente al principio parecía ser un recurso de manipulación, sin embargo ahora se entiende la verdadera intención, la culpa y la vergüenza en realidad sutilmente le estaba siendo atribuida a Cristo.

Cristo estaba en la gloria antes de hacerse hombre, mientras eso pasaba los hombres sufrían. Después de su venida y sacrificio, vergüenza humillación y muerte, subió al cielo donde sigue disfrutando de todos los beneficios de ese lugar. Lugar que la autora muy oportunamente ya no lo denomina “cielo” sino “mundo”, con el objeto de enfatizar esa comparación entre la gloria que ellos tienen allá, con nuestra desgracia que sufrimos acá. Nótese el detalle:


“Dios permitió que su Hijo amado, lleno de gracia y de verdad, viniese de un mundo de indescriptible gloria, a un mundo corrompido y manchado por el pecado”. (El camino a Cristo Pág. 9)


¿A quien se le ocurre llamar “mundo” al cielo?, sólo a alguien que quiere comparar al cielo con el mundo.

El “mundo” de gloria es el lugar donde Cristo mora.
El “mundo” corrompido y manchado es el que nos ha tocado a nosotros.

Ahora se entiende la razón de la existencia de esa pared que separa al hombre del cielo, era necesaria para que la ironía de la autora tuviera lugar, para poder comparar esos dos mundos había que ponerlos a cierta distancia.  

El siguiente párrafo, también escrito por la misma autora, vuelve a mencionar la idea de que es por culpa del pecado del hombre que Cristo tuvo que dejar su gloria para venir a sacrificarse, contradiciendo a la biblia, la cual dice que fue por amor:


“Siglo tras siglo ha subido de nuestra tierra un continuo lamento de aflicción, y la creación aun gime bajo la fatiga terrible del dolor como consecuencia de la desobediencia del hombre. El cielo mismo ha sentido los efectos de la rebelión del hombre contra Dios. El Calvario está delante de nosotros como un recuerdo del sacrificio asombroso que se requirió para expiar la transgresión de la ley divina. No consideremos el pecado como cosa trivial”. (El camino a Cristo Pág. 29)


Esa última frase: “no consideremos el pecado como cosa trivial”, hay que interpretarla un poco para que se entienda, quiere decir: nuestro pecado es tan grande que hasta los que están en el cielo sufren las consecuencias, así de grande es nuestra culpa.
Sin embargo, la ironía también sigue presente y también tienen una continuidad en estas declaraciones. Lo que la autora está diciendo es que no fue por amor que Dios dio a su hijo en sacrificio, sino que lo hiso para arreglar el desastre que nosotros hicimos acá y que fue tan grande que ellos allá sufrían las consecuencias y había que solucionar esa situación, a ver si de esa manera la creación entera dejaba de gemir tanto.

El calvario, según ese párrafo, no es símbolo de amor y esperanza, sino que es como una especie de reproche constante que no debe apartarse de nosotros. Es como si Dios nos pusiera la cruz y al Cristo crucificado delante de nuestros ojos y dijera: -miren lo que hubo que hacer para arreglar tanta desobediencia-.


“El cielo mismo ha sentido los efectos de la rebelión del hombre contra Dios. El Calvario está delante de nosotros como un recuerdo del sacrificio asombroso que se requirió para expiar la transgresión de la ley divina. No consideremos el pecado como cosa trivial”


Este tipo de ironías y mensajes con doble sentido era constante también en otros escritos de la misma autora, por ejemplo en el siguiente párrafo:


“Satanás es un engañador. Cuando pecó en el cielo, ni siquiera los ángeles leales alcanzaron a discernir plenamente su carácter. Esta es la razón por la cual Dios no lo destruyó de inmediato. Si lo hubiera hecho, los ángeles santos no habrían comprendido la justicia y el amor de Dios”. (Alza tus ojos. pág. 75)


Según este ultimo párrafo, la culpa de que el cielo haya sido afectado por el pecado ya no es del hombre como se ha dicho antes. Toda la culpa la tiene el cielo, allí empezó todo.
Si se apela al razonamiento como le gusta a la autora, se puede deducir que el hombre es el que ha sufrido las consecuencias del pecado que hubo en el cielo. Esa situación sumada a la ignorancia de los ángeles que no comprendían lo que estaba pasando, dieron lugar a toda la hecatombe.

Otra vez utilizando el doble sentido, la autora está echándole la culpa al cielo de todo nuestro padecimiento, sutilmente está diciendo que la culpa la tienen los ángeles en complicidad con Dios. Los hombres tuvieron que padecer siglo tras siglo todo ese lamento y aflicción, sólo para darles una lección de justicia a los ángeles.
Ahora se entiende ese párrafo:

“Siglo tras siglo ha subido de nuestra tierra un continuo lamento de aflicción. No consideremos al pecado como cosa trivial”

En realidad, le está diciendo eso a Dios. Él fue quien lo consideró trivial, por eso no destruyó a Satanás de inmediato. Creyó poder manejar la situación y hasta sacarle algún provecho, pero se le fue de las manos.
Dios cometió ese error y nosotros sufrimos las consecuencias.

Cuando dice: “la creación aun gime bajo la fatiga terrible del dolor como consecuencia de la desobediencia del hombre” en realidad está diciendo –como consecuencia de la desobediencia que hubo en el cielo-.

Cuando dice: “El cielo mismo ha sentido los efectos de la rebelión del hombre contra Dios” Es obvio que quiso decir –El hombre mismo ha sentido los efectos de la rebelión de los ángeles-

Elena de White habla de todo el sacrificio hecho por Cristo, sacrificio que pudo no haber hecho. Pero en realidad, dice que el hombre es el que sufre humillación odio y muerte sin posibilidad de no hacerlo.

Al principio parecía que la autora cometía un error al recurrir a la culpa para instar al hombre a darlo todo por Cristo, pero al final queda claro que la culpa sutilmente estaba siéndole atribuida a Dios.
Eso explica porqué la autora tergiversa la enseñanza bíblica, en vez de decir que Dios dio a su hijo por amor al mundo, dijo lo siguiente:


“Permitió que dejase el seno de su amor, la adoración de los ángeles, para sufrir vergüenza, insulto, humillación, odio y muerte”


Nótese que dice: “permitió”; Luego dice: “vergüenza, insulto, humillación, odio y muerte”
Es obvio que eso no se refiere a Cristo, sino al mundo. Lo que está diciendo es que nosotros acá somos los que tenemos que sufrir todo eso y que Dios lo permite, pudiendo evitarlo. Si pudo evitar la venida de Cristo, también puede evitar el sufrimiento, pero no, lo permite todo.
Ahora se entiende aquel párrafo:


“El hombre fue hecho cautivo por Satanás, y hubiera permanecido así para siempre si Dios no hubiese intervenido de una manera especial”.


Luego de mencionar que en el mundo hay sufrimiento, humillación odio y muerte, la autora sarcásticamente dice: “si Dios no hubiese intervenido
Sólo faltó que dijera: ¡oh, que intervención más efectiva!

¿Qué tanto peor le habría ido a la humanidad si Dios no intervenía? Otra vez, muy sarcásticamente la autora dice: “hubiera permanecido así para siempre”.
El hombre no vive para siempre, menos aun si está en pecado y sin la intervención de Dios. ¿A quién convencía la autora con su razonamiento? ¿Desde cuándo un pecador que no quiere aceptar a Cristo se preocupa por el destino del mundo después de su propia muerte?

Es obvio que la autora, con esa frase, se refiere a Cristo. Él era el que estaba en la gloria y “hubiera permanecido así para siempre” de no ser por esa interrupción que hiso para venir a sacrificarse.

Todo este análisis es resultado del razonamiento. Es lo que la autora pidió que se haga. Lo hiso porque sabe que a Cristo no se lo encuentra razonando. Razonar es una enseñanza anti bíblica.
Pero no hay que engañarse con respecto a Elena de White. La burla que expresa hacia Cristo, hacia su sacrificio y hacia todas las personas que creen en Él, no lo hiso por incrédula, sino por considerarlo su enemigo.