domingo, 6 de julio de 2014

Salvados por deducción






Los siguientes párrafos pertenecen al libro: El gran conflicto, escrito por Elena de White, fundadora de la iglesia adventista del séptimo día.





El siguiente párrafo se refiere a la destrucción de Jerusalén por parte de los romanos.


“Los judíos habían forjado sus propias cadenas; habían colmado la copa de la venganza. En la destrucción absoluta de que fueron víctimas como nación y en todas las desgracias que les persiguieron en la dispersión, no hacían sino cosechar lo que habían sembrado con sus propias manos. Dice el profeta: ¡Es tu destrucción, oh Israel, el que estés contra mí;. . . porque has caído por tu iniquidad!" (Oseas 13: 9; 14: 1)”. (pág. 39)


Nótese el modo de relatar que utiliza la autora, lo hace en forma de sentencia, como si de cada situación sacara conclusiones, esa característica está presente también en otros párrafos, hacerlo así tiene un propósito específico, sentenciar también para el futuro, la autora afirma que todo lo acontecido a Israel se repetirá.


“Entonces los que no obedezcan al Evangelio serán muertos con el aliento de su boca y destruidos con el resplandor de su venida.  (2 Tesalonicenses 2:8.) Así como le sucedió antiguamente a Israel, los malvados se destruirán a sí mismos, y perecerán víctimas de su iniquidad”. (pág. 41)


El comportamiento de la gente de aquel entonces y el comportamiento de la gente de la actualidad, son muy parecidos, es por eso que la autora toma esas similitudes como evidencias para apoyar sus sentencias y predicciones para el futuro.
La autora ha señalado otras similitudes además de esa, por ejemplo, entre los primeros cristianos y los cristianos de la actualidad. El propósito sigue siendo el mismo, sentenciar a futuro. Se supone que todo eso sirve para que los cristianos de la actualidad sepan cuáles serán las situaciones que deberán enfrentar y así no cometer los mismos errores que judíos y en cambio aprender de los primeros cristianos. 



“Los que son llamados a sufrir la tortura y el martirio, no hacen más que seguir las huellas del amado Hijo de Dios. "El Señor no tarda su promesa." (2 Pedro 3: 9.) Él no se olvida de sus hijos ni los abandona, pero permite a los malvados que pongan de manifiesto su verdadero carácter”. (pág. 51-52)


Este párrafo se refiere a la persecución que padecieron los primeros cristianos, pero, dada las similitudes antes mencionadas, también predice una futura persecución. Sin embargo comete un error, seguramente por estar dicho en forma de sentencia. No todos los perseguidos siguen las huellas del Hijo de Dios como dice el párrafo.
No es un error cualquiera, es una artimaña, porque al decir: “los que son llamados” no se especifica nada, así la autora está dejando abierta esa sentencia a cualquier destinatario, eso es para apoyar la creencia adventista de una persecución futura hacia ellos, que ahora está latente.
Los judíos también fueron perseguidos, pero ellos no siguieron las huellas de Cristo, eso demuestra que la conclusión a la que ha llegado la autora, está equivocada. La pregunta que surge es: ¿Estarán equivocadas todas esas conclusiones y todas las similitudes?


Similitudes


Los adventistas tienen en su doctrina la creencia de que algún día, al igual que los primeros cristianos, serán perseguidos. Aseguran que eso ocurrirá en un futuro cercano, en lo que ellos llaman: “la gran persecución”.
Los judíos también fueron perseguidos, perseguidos a muerte, pero la mayor parte de la gente de Israel ni se imaginaba que su final sería así de trágico. Elena de White describe a los judíos de esa época de la siguiente manera:


“apóyanse en Jehová diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros." (Miqueas 3: 9-11.)


No lo decían sínicamente, de verdad lo creían. Los adventistas y los judíos coinciden hasta aquí con estas tres similitudes: ser perseguidos, creer ser el pueblo verdadero y que no vendrá castigo sobre ellos.
El siguiente párrafo contiene más similitudes entre los adventistas y los judíos, el ser prósperos y esperar la destrucción de los malvados.


“Dios permite que los malvados prosperen y manifiesten su enemistad contra él, para que cuando hayan llenado la medida de su iniquidad, todos puedan ver la justicia y la misericordia de Dios en la completa destrucción de aquéllos”. (pág. 52)


La autora dijo eso cuando relataba la destrucción de Jerusalén, el párrafo habla de malvados, se refiere a los judíos.
Sin embargo hay otra similitud, porque los judíos decían exactamente lo mismo de sus opresores romanos. La destrucción de los malvados romanos era algo que los judíos esperaban como resultado de la venida del mesías, cuando en realidad, los malvados que estaban prosperando y que en un futuro serían destruidos, según la autora, eran ellos mismos, no los otros.
Los adventistas utilizan ese mismo párrafo para referirse a las personas malvadas de la actualidad, es decir, a los mundanos que ahora progresan pero en un futuro serán sus perseguidores y también serán destruidos. Pareciera que el mismo párrafo sirve para describir tres situaciones diferentes.

Teniendo en cuenta que no hay muchas iglesias cristianas que hayan crecido tanto desde su fundación como la iglesia adventista, los adventistas podrían estar cometiendo un error similar al que cometían los judíos al pensar que el párrafo se refiere a otros, porque podría estar señalándoles a ellos.
Ellos no lo creen así, porque están convencidos de que su progreso se debe a que Dios así lo permite.

Los adventistas tratan de imitar a los primeros cristianos, pero según lo visto hasta ahora en esos párrafos, ellos tienen las mismas características que tenían los judíos.

Creer ser el pueblo verdadero
Ser prósperos
Creer que Dios les permite progresar
Creer que Dios está de su lado
Ser perseguidos
Esperar la destrucción de los malvados
Creer que no vendrá un castigo sobre ellos.

¿Es posible entonces que los adventistas hayan equivocado el camino, a tal punto de convertirse en ese pueblo al que Dios permite que progresen para después destruiros?

¿Es posible probar que sí, son ellos?
¿Es posible probar lo contrario?

La autora utiliza esas similitudes para engañar y confundir. Los adventistas que le crean a la autora, creerán estar comportándose igual que los primeros cristianos cuando en realidad se comportarán igual que los judíos y cometerán todos sus errores.
No hay que minimizar esas similitudes, la biblia asegura que habrá similitudes y diferencias entre los verdaderos y falsos cristianos que serán difíciles de apreciar a simple vista:


Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.” (Mt 24: 40-41)


La autora menciona el siguiente párrafo bíblico para apoyar su doctrina:


“El apóstol Pablo declara que todos los que quieren vivir píamente en Cristo Jesús, padecerán persecución." (2 Timoteo 3: 12.) (pág. 52)


Elena de White tergiversa ese párrafo bíblico, y comete el error de decirlo al revés.

“Los que son llamados a sufrir la tortura y el martirio, no hacen más que seguir las huellas del amado Hijo de Dios”.


Los adventistas no solamente tienen un comportamiento similar a los judíos, sino que nunca han sido perseguidos, es decir no tienen las características de los primeros cristianos.
Incluso los judíos tienen más elementos que los adventistas si quisieran proclamarse como el pueblo verdadero, porque ellos sí han sido perseguidos. Sin embargo aun así, los adventistas creen ser el pueblo verdadero a pesar de tener esos elementos en contra.
También creen que, a pesar de ser pecadores como cualquier ser humano, estarán exentos de todo castigo que vendrá del cielo hacia los malvados pecadores. ¿Qué les ha convencido de todo eso?
La respuesta está en los mismos párrafos mencionados y en otros que aparecen en esas páginas, analizándolos con detalle se evidencia la razón.


Enseñanza engañosa


La autora convenció a su iglesia de que ellos son el verdadero pueblo de Dios, que estarán libres de todo castigo, mas no de las persecuciones hechas por los malvados.
Logró todo eso utilizando la artimaña del error. Luego, utilizando párrafos bíblicos fuera de contexto y tergiversados. Finalmente utilizando un razonamiento muy particular que la autora implementó con ese fin.

Así es como se hiso:

Primero, la autora asegura que Israel se destruyó a sí misma porque le había llegado la hora de la venganza. Luego, en el mismo párrafo, compara a ese pueblo con los malvados de los últimos tiempos y predice que les pasará lo mismo. Esa comparación entre los judíos y los malvados de los últimos tiempos está allí con un propósito:

Hacer creer al lector que los judíos eran malvados y por lo tanto merecían ser destruidos.

Hacer creer sin decirlo, esa es la clave. El párrafo hace una predicción, incluso porfiándole al párrafo bíblico que ella misma menciona, el cual dice otra cosa totalmente distinta.


“Entonces los que no obedezcan al Evangelio serán muertos con el aliento de su boca y destruidos con el resplandor de su venida.  (2 Tesalonicenses 2:8.) Así como le sucedió antiguamente a Israel, los malvados se destruirán a sí mismos, y perecerán víctimas de su iniquidad”. (pág. 41)


Llamativamente, el párrafo bíblico mencionado, que se supone está allí para apoyar lo dicho por la autora, no habla de malvados, no habla de judíos y tampoco dice que haya quienes se destruirán a sí mismos. Pero lo más importante es que no dice que los malvados serán destruidos.
Entonces, ¿Cuál es la razón por la que la autora manipula la biblia y menciona, en el mismo párrafo, a los malvados, a los judíos y a los que no obedecen el evangelio?

Para hacer creer que los malvados y los que no obedecen el evangelio son la misma cosa.

Esa tergiversación de conceptos no solamente logra hacer creer cosas que no se han dicho, sino que impone una forma de pensar y razonar. Los lectores que le crean a Elena de White, terminarán razonando igual que ella. Incorporarán una compulsiva forma de deducir cosas, pero a la vez se creerán personas razonables.
Es como un juego, hay una comparación primero y una deducción por descarte después. Es como una especie de metalepsis que les lleva a deducir por sí mismos cosas que no se han dicho. Así, la autora no necesita explicar lo que dice, sus lectores deducirán la idea que ella quiere trasmitir, sin ver siquiera las tergiversaciones bíblicas que hace y los errores que comete.

Por otra parte, la cercanía entre el párrafo bíblico mencionado y lo que dice después, hace creer que lo declarado por la autora tiene ese sustento bíblico que lo hace creíble.
Nótese detalladamente que el párrafo no dice que Israel era un pueblo malvado, pero la idea quedó sobreentendida.
El propósito:

Hacer creer a los miembros de su iglesia que no serán destruidos, por no ser malvados.

El mecanismo de pensamiento implementado por la autora aquí está siendo utilizado para trasmitir ideas e interpretar la biblia. Ese mismo mecanismo será utilizado por sus seguidores para interpretar la biblia de una manera equivocada cada vez que la estudian.  

¿Los adventistas son el pueblo de Dios verdadero porque no son malvados? Por increíble que parezca ¡Se han juzgado a sí mismos y se han hallado inocentes!
Si lo que dice ese párrafo fuera verdad, es decir, si los malvados estuviesen destinados a destruirse a sí mismos, entonces en esa destrucción no quedará nadie vivo. Los adventistas no lo creen así por una sola razón, no creen ser malvados.

Ahora sabemos cuáles eran los errores de comportamiento que tenían los judíos, según Elena de White, eran malvados.


Dos grupos


Claramente en la enseñanza de todos estos párrafos hay dos grupos, los que se condenarán a la destrucción final y los que se salvarán. Lo llamativo es que la autora sólo se dedica a exponer y señalar donde está el primer grupo, los que se condenarán. Así es como, por descarte, los adventistas se posicionan en el otro, eso es porque tener un comportamiento distinto o simplemente por estar en otra parte.
El siguiente párrafo contiene otra artimaña igual a la anterior y está hablado del mismo tema:


“Los que son llamados a sufrir la tortura y el martirio, no hacen más que seguir las huellas del amado Hijo de Dios. “El Señor no tarda su promesa”. (2 Pedro 3: 9.) Él no se olvida de sus hijos ni los abandona, pero permite a los malvados que pongan de manifiesto su verdadero carácter para que ninguno de los que quieran hacer la voluntad de Dios sea engañado con respecto a ellos”. (pág. 52)


El párrafo dice: “no se olvida de sus hijos”, acto seguido habla de los malvados que gozan de una libertad dada por Dios. Ese contraste entre los dos grupos, es decir, los malvados y los hijos de Dios, les hace deducir a los adventistas, por no ser o no creerse malvados, que estarán dentro del grupo de los que serán llamados “hijos de Dios”. Otra vez la deducción por descarte está siendo utilizada para creerse en el lugar correcto.
El propósito:

Lograr que los adventistas deduzcan que estarán dentro del grupo de los perseguidos.

Nótese detalladamente que la autora no dice que los malvados harán la persecución, tampoco dice que la persecución está pronto a suceder, ni siquiera predice una persecución. Pero esas ideas se deducen y quedan sobreentendidas.

Hay otra situación muy notoria en ese párrafo, dice que los hijos de Dios no estarán engañados porque Él permite que los malvados se muestren tal cual son.

para que ninguno de los que quieran hacer la voluntad de Dios sea engañado respecto a ellos

Solamente con esa frase, la autora no necesita decir que habrá dos grupos. Los malvados y los adventistas. Los perseguidores son “ellos”, eso es todo lo que dice, así por deducción, los adventistas quedan afuera de ese grupo.
Los dos grupos están siempre presentes en sus enseñanzas, de otra manera no se podría hacer esa comparación y descarte.

Los que crean en todo eso, se pasarán buscando a los malvados y potenciales perseguidores. Una vez que los encuentren, dirán que Dios fue quien les ha mostrado donde están. Encontrarlos sólo tiene un propósito, lograr que los adventistas se comparen con ellos a fin de confirmar que los malvados son otros, los destruidos serán otros.  
En vez de buscar y encontrar la forma de amarlos como Cristo ordenó, se pasarán la vida empeñados en no ser uno de ellos.
En vez de poner empeño en obedecer el evangelio como enseña la biblia, pondrán empeño en no ser malvados, como enseña Elena de White.

Al principio parecía que se habían juzgado ellos mismos y hallado inocentes, pero resulta que no es así. Ellos juzgan a todo el mundo y lo hallan culpable.
Al principio parecía que toda esta enseñanza de la autora era compararse con los judíos malvados a fin de quedar como buen cristiano, pero resultó que no fue así. La intención fue compararse con todo el mundo y trabajar para no cometer sus errores. Los adventistas llaman a esa actitud: “salirse del mundo”.
Uno de los objetivos que tienen los adventistas es no pertenecer al mundo, en el cual se encuentran todos los que no pertenecen al reino de Dios. Por no parecerse ni hacer lo mismo que los mundanos, creen no pertenecer al mundo. Deducen entonces que pertenecen al reino de Dios. 

El siguiente párrafo confirma la idea de que por no ser parte de ellos, es decir de los mundanos, ya están del lado de Dios. La autora manifiesta esa idea muy sutilmente, utilizando muy eficazmente el mismo método anterior.


“No podemos saber cuánto debemos a Cristo por la paz y la protección de que disfrutamos. Es el poder restrictivo de Dios lo que impide que el hombre caiga completamente bajo el dominio de Satanás. Los desobedientes e ingratos deberían hallar un poderoso motivo de agradecimiento a Dios en el hecho de que su misericordia y clemencia hayan coartado el poder maléfico del diablo”. (El gran conflicto, pág. 39-40)


El párrafo acusa a un determinado grupo de personas de estar viviendo sin agradecer a Dios por la gracia que reciben. Los adventistas se identifican con el grupo de los agradecidos puesto que todos trabajan activamente en las actividades de su iglesia y agradecen a Dios en oración por todo lo que tienen. Además, la autora muy oportunamente dice: “desobedientes e ingratos”. Los adventistas no creen ser para nada desobedientes, otra vez por descarte, pertenecen al grupo de los bien vistos por Dios.

Para los que le creen a Elena de White la situación está muy clara, los malvados, desobedientes y desagradecidos son los que están en contra de Dios. Los adventistas no creen ser ni una de esas tres cosas, por eso deducen que son el pueblo verdadero.

Definitivamente el engaño y los engañados no existían para Elena de White.

Como era de esperarse, la biblia no coincide en absoluto con el criterio de Elena de White, Mateo 25 nada dice que los rechazados por el Rey serán los desobedientes, desagradecidos o malvados. 


Mateo 25


“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”.
 (Mateo 25: 34-36)


“Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”. (Mateo 25: 41-46)