lunes, 24 de noviembre de 2014

Un hijo pródigo y una niña consentida




Son dos párrafos, uno pertenece al libro: El camino a Cristo, el otro pertenece al libro: Mensajes para los jóvenes, ambos escritos por Elena G. de White, fundadora de la iglesia adventista del séptimo día.



“Dios no nos trata como los hombres se tratan entre sí. Sus pensamientos son pensamientos de misericordia, de amor y de la más tierna compasión. Satanás está pronto para quitarnos la bendita seguridad que Dios nos da. Desea quitarnos toda vislumbre de esperanza y todo rayo de luz del alma; mas no se lo permitáis. En la parábola vemos cómo será recibido el extraviado: "Y estando todavía lejos, le vio su padre; y conmoviéronsele las entrañas; y corrió, y le echó los brazos al cuello, y le besó' (S. Lucas 15: 18 - 20).
Más aún esta parábola, tan tierna y conmovedora, es apenas un reflejo de la compasión de nuestro Padre celestial. El Señor declara por su profeta: "Con amor eterno te he amado, por tanto te he extendido mi misericordia' (Jeremías 31: 3). Cuando el pecador está aún lejos de la casa de su padre desperdiciando su hacienda en un país extranjero, el corazón del Padre se compadece de él; y cada deseo profundo de volver a Dios, despertado en el alma, no es sino la tierna invitación de su Espíritu, que insta, ruega y atrae al extraviado al seno amorosísimo de su Padre”. (El camino a Cristo pág. 48)


Se podría hacer una comparación entre ese párrafo y el siguiente, también escrito por la misma autora:


A una hija consentida:

“Tienes un temible informe del año pasado, que está abierto a la vista de la Majestad del cielo y de las miríadas de ángeles puros e inmaculados. Pueden haber estado ocultos a los mortales tus pensamientos y actos, tus sentimientos violentos y no santificados. Tienes un registro manchado en el cielo. Allí están anotados todos los pecados que has cometido.
Dios te mira con desaprobación, no te percatas de tu condición perdida y arruinada. A veces sientes remordimientos pero pronto se sobrepone tu espíritu independiente y orgulloso y ahogas la voz de la conciencia.
No eres feliz; y sin embargo imaginas que si pudieras hacer tu voluntad sin restricciones, lo serías. ¡Pobre niña! Ocupas una posición semejante a la de Eva en el Edén. Imaginaba ella que si tan sólo comía del fruto del árbol que Dios le había prohibido tocar siquiera, so pena de muerte, se exaltaría grandemente. Comió, y perdió todas las glorias del Edén”. (Mensajes para los jóvenes pág. 73)


Se puede apreciar un gran contraste entre el primer párrafo y el segundo. El pecador mencionado en el primer párrafo, que está siendo tratado como si fuera el hijo pródigo, bien podría ser un pecador semejante o mucho peor al de la niña del segundo. También la niña podría estar pasando por una situación similar a la del hijo pródigo, es decir, podría algún día regresar de su viaje lejos del padre. Pero la autora no la trata como tal, la crítica es llamativamente diferente en el segundo caso.

En el primer párrafo, el pecador está “desperdiciando su hacienda en un país extranjero”. En el segundo, el pecador está en una condición “perdida y arruinada”.

En el primer párrafo, el corazón del Padre se compadece de él. En el segundo, Dios lo mira con desaprobación.

En el primer párrafo, el pecador suele tener deseos profundos de volver a Dios. En el segundo, el pecador no se da cuenta de nada y parece desprovisto de sentimientos.

En el primero, el Espíritu influye en los sentimientos del pecador. En el segundo, el pecador a veces siente remordimientos que no logran conmoverle.

En el primero, Dios tiene sentimientos de amor y misericordia. En el otro, Dios tiene un terrible informe de todos los pecados que ha cometido.  

En el primero, el pecador recibe una tierna invitación de su Padre. En el segundo, se condena su actitud con sarcasmos y amenazas pero no hay absolutamente ninguna invitación por parte del Padre.

En el primero, la autora pide al pecador que no pierda la vendita seguridad de la compasión de Dios. En el segundo, la autora explica al pecador que tiene el registro manchado en el cielo, pero no le pide nada ni aporta la solución.

En el primero, Satanás desea quitarnos toda vislumbre de esperanza y todo rayo de luz del alma. En el segundo, Elena de White quita al pecador toda esperanza y todo rayo de luz del alma. Incluso dice que su propio remordimiento resulta inútil.

Lo único que explicaría esta situación es que la autora haya conocido personalmente a esa niña, en cambio el pecador del primer párrafo sólo es un personaje imaginario que hace referencia a los pecadores en general.
Eso demuestra que no todos los que se muestran tolerantes y usan palabras piadosas para describir una situación, pueden después ponerlas en práctica. Cuando la autora se encuentra con un pecador de verdad termina abruptamente la compasión y la tolerancia.

El mensaje del primer párrafo está dirigido a esas personas que no creen que Dios pudiera perdonarles sus pecados por ser muchos, también a aquellos que no creen que Cristo pudiera cambiarles sus temperamentos o tendencias pecaminosas. Para lograr animarles, la autora utiliza palabras de aliento, esperanza y compasión.
Sin embargo, el cambio es rotundo cuando amonesta a la niña, quien probablemente había sido instruida en la doctrina adventista, por eso no tenía escusas que justificaran su comportamiento, en cambio los otros sí, ellos desconocían la doctrina.

Vaya forma de amonestar a los indisciplinados que tenía Elena de White. Califica a la persona de “pobre niña”, lo cual es una burla, porque seguramente no era pobre ni era niña. Le compara con Eva, lo cual es una forma de desprecio, eso es para expresar su rechazo. Le predice un destino trágico que le hará perder la gloria, eso es para que tenga miedo. Expone su caso poniendo sus pecados a la vista de todo el cielo, eso es para avergonzarla. Finalmente señala su mentalidad soñadora y casi delirante, eso es para condenarla.
Así no se amonesta a los indisciplinados, así se reprime.

La niña era una consentida, es muy probable que no aceptara correcciones de nadie, menos aún de sus padres, probablemente hacía berrinches cada vez que no obtenía lo que quería, o replicaba con ira cuando recibía alguna crítica.
Seguramente tenía la costumbre de enfocar toda su atención en trivialidades o hacer comentarios desvergonzados o escandalosos acerca de esos temas, mientras que los temas religiosos no le importaban nada.  
Es fácil suponer que fuera muy aceptada por algunos de los jóvenes de su edad por su carácter muy atractivo y fácil de intimar, pero a la vez fuera rechazada por el resto, por ser caprichosa o intolerante. Sin embargo es casi seguro que nunca pasara desapercibida. Probablemente recurría a su sensualidad para atraer la atención y ser siempre el centro de atención.

Es llamativa la frase: “Pueden haber estado ocultos tus pensamientos y tus sentimientos violentos”, eso es lo más llamativo del párrafo, porque la autora pareciera estar hablando de sí misma.
Es una tendencia natural del ser humano creer que los otros son como uno. Se suele decir que para conocer bien a una persona hay que escuchar que dice de los demás, cuando elogia o cuando reprocha a otros, incluso cuando insulta, la persona suele, sin darse cuenta, estar hablando de sí misma.
Para un ladrón todos son ladrones, un paranoico que se cree perseguido es principalmente un perseguidor, un hipócrita desconfía de la autenticidad de los demás, una persona muy trabajadora, suele insultar a los demás llamándoles: haraganes.
Ese ataque tan feroz hacia esa niña, no era otra cosa más que la prueba de que la manera que tenía la autora de conseguir lo que quería era justamente atacando violentamente, muy propio de una consentida. Sus propios sentimientos violentos brotaban cada vez que tenía permiso de dejarlos en libertad sin restricciones.

¿Qué habría pasado si amonestaba con la misma autoridad a esos que trataba de seducir en el primer párrafo? Probablemente habrían salido corriendo lo más lejos que sea posible de la iglesia de la autora, incluso es probable que le hubiesen devuelto todo el desprecio, las ofensas y las maldiciones, por atrevida.  
Pero no la niña, ella no podía hacer eso, sencillamente porque la autora tenía autoridad sobre ella, tenía el permiso de sus padres, quienes no sabían manejar la situación y recurrieron a la autora por ayuda, eso explicaría la razón por la que se tomó el permiso para atacar tan despiadadamente a la niña, que seguramente era una adolescente.

Ese cambio de actitud entre los dos párrafos es muy típico de una histérica, primero suplica ser aceptada para después encontrar un motivo para rechazar o para irse, así el otro se queda con culpa.
La autora trasladó esa histeria a Dios, a ese Dios falso en el que ella creía, que no era otra cosa más que un producto de sus delirios. Habla de una tierna invitación del Espíritu, que insta, ruega y atrae al extraviado, es evidente que ella es la que ruega y trata de atraer.
Después dice: tienes un terrible informe, el registro manchado, ¡pobre niña!, eres semejante a Eva; eso es para rechazar y despreciar a quien ya tiene cerca, para que se quede con toda la culpa.

La autora dice: ¡pobre niña!, no eres feliz, luego le quiere hacer creer que esa infelicidad es gloriosa comparada con lo que sería si hiciera su propia voluntad:

“ocupas una posición semejante a la de Eva” “comió y perdió todas las glorias del Edén”

Que crueldad por parte de la autora, tratar así a una persona que no es feliz.
Lo que se logra con eso es ponerla en una encrucijada, la pobre niña estará entre Escila y Caribdis, tendrá dos opciones, una peor que la otra.
Una de las opciones será hacer su voluntad sin restricciones, seguramente es lo que estuvo haciendo hasta ese entonces, lo cual la llevaría a merecer el castigo de Dios, la presión de sus padres y el desprecio de la autora por ser culpable.
De seguro la niña quería ser feliz, todos quieren eso, pero lamentablemente es posible que no supiera cómo hacerlo, las consentidas suelen no ser felices. Pero si además de eso ha recibido, por su actitud, todo el desprecio de sus propios hermanos de iglesia, definitivamente no será feliz, será infeliz y rencorosa.

Segunda opción, hacerle caso a la autora y quedarse nomás con esa infelicidad creyendo que eso es correcto y es la voluntad de Dios que así sea. Para eso deberá reprimir todo sentimiento de infelicidad, frustración, o ansiedad para así terminar creyendo que logró quedarse con la gloria que Eva no supo conservar, creerá haberse librado de la culpa a Eva le correspondió. Lamentablemente, se convertirá en infeliz y culposa.

¿Y qué hay del hijo pródigo? ¿Qué pasó con el viaje de ida y vuelta que hiso?
¿Es que tal vez esa parábola enseña a reprimir o a reprimirse? ¿Enseña a meter culpa o a sentirla?
De seguro fue exactamente eso lo que Elena de White hiso de adolescente: reprimirse, por eso nunca conoció la verdadera doctrina del Padre. A ella habría que decirle:

“Pueden haber estado ocultos a los mortales tus pensamientos y actos, tus sentimientos violentos y no santificados”.

Pueden haber estado ocultos, pero no para todos, porque los hipócritas siempre tienen momentos en que se delatan.

Todo lo que dice el párrafo es anti bíblico. Lo que la autora dice de Eva demuestra que no entendió nada del relato del génesis.
Al parecer, creía que Eva se comportó como esa pobre niña consentida ¡Pobre Eva! No era feliz. La pobre no tuvo una niñez en donde aprender las verdades de la vida y no recibió las correcciones pertinentes que pusieran límites a sus caprichos, Eva tuvo que ejercer el rol de niña consentida, de grande. Eso le saca un poco de culpa porque, al parecer, fue un error de Dios. De manera que ni siquiera Eva es tan culpable como la niña.

La idea de que Eva no fuera feliz en el Edén, para muchos sería inconcebible, aunque no para Elena de White.
Según la biblia, Eva fue engañada, creyó que Dios estaba celoso. Es una mentira de la autora que Satanás haya aprovechado la condición de consentida para hacer caer a Eva en pecado.

 Ocupas una posición semejante a la de Eva en el Edén Comió, y perdió todas las glorias del Edén”

¿Qué habrá querido decir con “semejante a Eva”?

¿Estaba reprochándole a la niña su habitual condición de pecadora? Es muy poco probable que fuera eso, porque la niña habría podido deducir muy fácilmente que la autora estaba equivocada, sencillamente porque todos pecan, incluso la autora. Cualquier semejanza de pecadora que tuviera la niña con Eva, también la tenía la autora con Eva.

¿Era una amenaza? Muy poco efectiva, porque la niña no estaba en la gloria como Eva. ¿De qué gloria se perdería? ¿Perderá la gloria de no ser feliz?

¿Era una predicción? Una predicción muy poco creíble y fácil de comprobar que no se cumplirá, sencillamente porque la niña no vivió jamás en el Edén o en su gloria.

¿Se estaba condenando una actitud? Errada observación de la autora, porque aunque la niña cambiara su actitud no se quedaría en la gloria que Eva perdió. La diferencia es rotunda, la niña no tenía un Edén que perder.

¿Hay algo que la niña pudiera hacer para no tener que dar a luz a sus hijos con dolor? No, no podía.

“Ocupas una posición semejante a la de Eva” dice la autora. ¿Y qué pasó con el antiguo pacto y todas las leyes de Moisés? ¿De repente todo eso ya no es importante? ¿Todo eso fue una pérdida de tiempo, el pueblo de Dios no evolucionó ni mejoró nada? ¿Y qué pasó con Cristo y el nuevo pacto?
Qué poca fe le tenía Elena de White a Cristo. Creía que todo lo realizado por Dios y por su pueblo no servía para nada, el hombre sigue ocupando la misma posición que al principio. La muerte de Cristo en la cruz como sacrificio, al parecer, no sirvió de nada ni cambió nada la condición del hombre.

Alguien tendría que haberle explicado a la autora que nadie ocupa una posición semejante a Eva, sin embargo, todos ocupan una posición semejante al hijo pródigo o al de su hermano. Algunos aún no han emprendido el viaje, otros están lejos de la casa y otros han regresado ya. Lamentablemente también están los que, pudiendo emprender el viaje o queriendo hacerlo, no lo harán jamás por miedo a la desaprobación del padre, esos ocupan una posición semejante al hermano del hijo pródigo. Eso último es lo que logra Elena de White con su doctrina represora.

Entonces, ¿cuál era la semejanza que la autora vio entre la niña y Eva?

La autora necesitaba poner a la niña en una posición semejante a Eva para poder entrar con el mismo engaño que utilizó la serpiente, separarla de Dios.

Eva quiso ser como Dios. Para querer ser como Dios, primero hay que creerse distante, ese es el trabajo más antiguo y constante de Satanás, negar la comunión con Dios.


“Una y otra vez la Biblia nos muestra como somos Uno solo en Cristo y que nuestro concepto de separación obedece a una estrategia, del demonio,  en donde desde la misma creación del mundo con la caída de Lucifer, se inició el proceso de la separación del creador”.

Reflexión sobre la soberbia (evangelio en línea)


Eso es exactamente el trabajo que hace la autora con su reprimenda, cuando dice: Dios te mira con desaprobación, está haciéndole creer que no puede tener comunión con Él. Cuando dice: tienes el registro manchado en el cielo a la vista de todos, está poniendo distancia entre ella y el cielo.

Eva no creyó estar en comunión con Dios y creyó entonces que se puede vivir sin Él. Ese fue el logro de Satanás.

La niña no creerá estar en comunión con Dios, y creerá entonces que ha estado viviendo sin Él. Ese será el logro de Elena de White.

Esa distancia y esa separación no existen, menos aún por decisión de Dios y culpa del pecador como insinúa Elena de White. Cristo es el mediador, lo único que se debe hacer para estar en comunión con Dios es tener fe en Él, ese es su logro.

La niña podrá cambiar, podrá abandonar su actual condición, podrá arrepentirse de todos sus pecados, pero nunca encontrará a Cristo. No mientras siga creyendo que el pecado logra que Dios mire al hombre con desaprobación.

En los dos párrafos el pecador podría ser el hijo pródigo, pero es evidente que la autora no entendió la parábola, eso explica que haya dicho a la niña que Dios le miraba con desaprobación. Ni siquiera está de acuerdo con lo que ella misma dice de la parábola: “tierna y conmovedora” eso explica tanto maltrato verbal hacia esa niña.
Él hijo pródigo, al igual que la niña, imaginaba que si pudiera hacer su voluntad sin restricciones sería feliz. Sin embargo, a la autora en ningún momento se le ocurrió compararla con el hijo pródigo, ni siquiera le da algo de aliento, compasión o esperanza. En el párrafo no hay nada ni parecido a: Dios te ama.

Leyendo con detalle esa parábola, veremos que en ningún momento el padre le aconsejó al hijo que no se fuera, tampoco le rogó que volviera, pero lo más importante de todo es que nunca, bajo ningún aspecto, jamás le amenazó con un destino trágico si se iba, no le reprochó su actitud al irse ni al volver, no registró con manchas sus acciones, no le comparó con nada ni le calificó de nada, no despreció su condición, no condenó su forma de pensar ni su imaginación.
Muy por el contrario, el padre le dio entera libertad sin reproches y no hubo ningún intento siquiera de reprimir su actitud. La situación es exactamente opuesta a lo hecho por la autora con la niña.

El hijo pródigo nunca fue temeroso ni culposo, nunca dudó de sí mismo, no reprimió nada de sí mismo ni temió al momento de decidir irse o cuando decidió volver.
Si hubiera tenido miedo o si hubiera reprimido sus sentimientos o si hubiera controlado sus pensamientos, nunca se habría ido. Pero de haberse ido igual, jamás hubiera vuelto, por miedo a no ser recibido, por haberse ganado la desaprobación del padre.

¿Qué habría pasado si el hijo pródigo hubiera recibido una enseñanza igual a la que Elena de White le dio a esa hija consentida?

En el mejor de los casos se habría ido para no volver jamás, pero sin embargo, podría haber pasado algo mucho peor: Podría haber aprendido a reprimir sus sentimientos y nunca haberse ido, habría quedado de por vida creyendo que la represión es una virtud, se habría convertido en una persona semejante a su hermano, el que no se fue, quien en la parábola está allí justamente para mostrar ese contraste.
El hermano que nunca se fue, muestra la diferencia y la similitud que hay entre una persona que entiende la doctrina del padre y otra que no entiende. Después de su regreso, el hijo pródigo siguió haciendo las tareas que hacía antes, las mismas tareas que hacía su hermano, esa es la similitud.
El hijo pródigo entendió la doctrina de su padre, el otro no, esa es la diferencia. ¿Quién puede notarla? Nadie más que el que hiso el viaje.

Nadie, por más conocedor que sea de las escrituras puede revelar a otra persona los misterios del reino de Dios, ni Cristo pudo hacerlo, “no entienden” decía. Sólo la persona puede acceder a esas revelaciones de Dios, lo hará poniendo en práctica la palabra.

La autora calificó a la parábola como “tierna y conmovedora”, eso no solamente rebaja la palabra de Dios hasta sus raquíticos niveles de conocimiento, sino que evidencia que no ha sacado de ella ninguna revelación de los misterios del reino de Dios.
Probablemente los adventistas, al igual que la autora, no consideran necesario aprender mucho de la parábola. Un adventista que no cumple con las reglas de la iglesia, como se vio con el caso de la niña, no es considerado un hijo pródigo. Un adventista muy obediente y cumplidor de todo, tampoco.

¿Hay hijos pródigos entre los adventistas? Al parecer no, porque creen que la enseñanza es para otros, al igual que la autora. Para ella, un hijo pródigo es alguien que se ha alejado de su iglesia o alguien que aún no ha entrado.
Esa patética interpretación de la parábola es lo que lleva a los adventistas a ni siquiera intentar ponerla en práctica.
Hay algo que deberían saber, las enseñanzas de Cristo jamás son para otros.
Al principio mismo del primer párrafo la autora dice:

“Dios no nos trata como los hombres se tratan entre sí. Sus pensamientos son pensamientos de misericordia, de amor y de la más tierna compasión”

Lo que dice el párrafo es totalmente falso. Otra vez está hablando de sí misma, es muy evidente que la autora creía que todos eran como ella. Al parecer no conoció nunca a un verdadero cristiano, si eventualmente se encontró con alguno, no lo reconoció como tal. Eso demuestra que tampoco entendió Mateo 25.
Un verdadero cristiano aprende de Cristo y no trata a las personas como lo hacía Elena de White.


“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”.
 (Mateo 25: 34-36)