Son dos párrafos, uno pertenece al libro: El camino a Cristo, el otro
pertenece al libro: Mensajes para los jóvenes, ambos escritos por Elena G. de
White, fundadora de la iglesia adventista del séptimo día.
“Dios no nos trata
como los hombres se tratan entre sí. Sus pensamientos son pensamientos de
misericordia, de amor y de la más tierna compasión. Satanás está pronto para
quitarnos la bendita seguridad que Dios nos da. Desea quitarnos toda vislumbre
de esperanza y todo rayo de luz del alma; mas no se lo permitáis. En la
parábola vemos cómo será recibido el extraviado: "Y estando todavía lejos,
le vio su padre; y conmoviéronsele las entrañas; y corrió, y le echó los brazos
al cuello, y le besó' (S. Lucas 15: 18 - 20).
Más aún esta
parábola, tan tierna y conmovedora, es apenas un reflejo de la compasión de
nuestro Padre celestial. El Señor declara por su profeta: "Con amor eterno
te he amado, por tanto te he extendido mi misericordia' (Jeremías 31: 3). Cuando el
pecador está aún lejos de la casa de su padre desperdiciando su hacienda en un
país extranjero, el corazón del Padre se compadece de él; y cada deseo profundo
de volver a Dios, despertado en el alma, no es sino la tierna invitación de su
Espíritu, que insta, ruega y atrae al extraviado al seno amorosísimo de su
Padre”. (El
camino a Cristo pág. 48)
Se podría hacer una comparación entre ese párrafo y el
siguiente, también escrito por la misma autora:
A una hija
consentida:
“Tienes un
temible informe del año pasado, que está abierto a la vista de la Majestad del
cielo y de las miríadas de ángeles puros e inmaculados. Pueden haber estado
ocultos a los mortales tus pensamientos y actos, tus sentimientos violentos y
no santificados. Tienes un registro manchado en el cielo. Allí están anotados
todos los pecados que has cometido.
Dios te mira
con desaprobación, no te percatas de tu condición perdida y arruinada. A veces
sientes remordimientos pero pronto se sobrepone tu espíritu independiente y
orgulloso y ahogas la voz de la conciencia.
No eres feliz;
y sin embargo imaginas que si pudieras hacer tu voluntad sin restricciones, lo
serías. ¡Pobre niña! Ocupas una posición semejante a la de Eva en el Edén.
Imaginaba ella que si tan sólo comía del fruto del árbol que Dios le había
prohibido tocar siquiera, so pena de muerte, se exaltaría grandemente. Comió, y
perdió todas las glorias del Edén”. (Mensajes para los jóvenes pág. 73)
Se puede apreciar un gran contraste entre el primer
párrafo y el segundo. El pecador mencionado en el primer párrafo, que está
siendo tratado como si fuera el hijo pródigo, bien podría ser un pecador semejante
o mucho peor al de la niña del segundo. También la niña podría estar pasando
por una situación similar a la del hijo pródigo, es decir, podría algún día regresar
de su viaje lejos del padre. Pero la autora no la trata como tal, la crítica es
llamativamente diferente en el segundo caso.
En el primer párrafo, el pecador está “desperdiciando su hacienda en un país
extranjero”. En el segundo, el pecador está en una condición “perdida y arruinada”.
En el primer párrafo, el corazón del Padre se
compadece de él. En el segundo, Dios lo mira con desaprobación.
En el primer párrafo, el pecador suele tener deseos
profundos de volver a Dios. En el segundo, el pecador no se da cuenta de nada y
parece desprovisto de sentimientos.
En el primero, el Espíritu influye en los sentimientos
del pecador. En el segundo, el pecador a veces siente remordimientos que no
logran conmoverle.
En el primero, Dios tiene
sentimientos de amor y misericordia. En el otro, Dios tiene un terrible informe
de todos los pecados que ha cometido.
En el primero, el pecador recibe una tierna invitación
de su Padre. En el segundo, se condena su actitud con sarcasmos y amenazas pero
no hay absolutamente ninguna invitación por parte del Padre.
En el primero, la autora pide al
pecador que no pierda la vendita seguridad de la compasión de Dios. En el
segundo, la autora explica al pecador que tiene el registro manchado en el
cielo, pero no le pide nada ni aporta la solución.
En el primero, Satanás desea
quitarnos toda vislumbre de esperanza y todo rayo de luz del alma. En el
segundo, Elena de White quita al pecador toda esperanza y todo rayo de luz del
alma. Incluso dice que su propio remordimiento resulta inútil.
Lo único que explicaría esta situación es que la
autora haya conocido personalmente a esa niña, en cambio el pecador del primer
párrafo sólo es un personaje imaginario que hace referencia a los pecadores en
general.
Eso demuestra que no todos los que se muestran tolerantes
y usan palabras piadosas para describir una situación, pueden después ponerlas
en práctica. Cuando la autora se encuentra con un pecador de verdad termina
abruptamente la compasión y la tolerancia.
El mensaje del primer párrafo está dirigido a esas
personas que no creen que Dios pudiera perdonarles sus pecados por ser muchos,
también a aquellos que no creen que Cristo pudiera cambiarles sus temperamentos
o tendencias pecaminosas. Para lograr animarles, la autora utiliza palabras de
aliento, esperanza y compasión.
Sin embargo, el cambio es rotundo cuando amonesta a la
niña, quien probablemente había sido instruida en la doctrina adventista, por
eso no tenía escusas que justificaran su comportamiento, en cambio los otros
sí, ellos desconocían la doctrina.
Vaya forma de amonestar a los indisciplinados que
tenía Elena de White. Califica a la persona de “pobre niña”, lo cual es una
burla, porque seguramente no era pobre ni era niña. Le compara con Eva, lo cual
es una forma de desprecio, eso es para expresar su rechazo. Le predice un
destino trágico que le hará perder la gloria, eso es para que tenga miedo. Expone
su caso poniendo sus pecados a la vista de todo el cielo, eso es para
avergonzarla. Finalmente señala su mentalidad soñadora y casi delirante, eso es
para condenarla.
Así no se amonesta a los indisciplinados, así se
reprime.
La niña era una consentida, es muy probable que no
aceptara correcciones de nadie, menos aún de sus padres, probablemente hacía
berrinches cada vez que no obtenía lo que quería, o replicaba con ira cuando
recibía alguna crítica.
Seguramente tenía la costumbre de enfocar toda su
atención en trivialidades o hacer comentarios desvergonzados o escandalosos
acerca de esos temas, mientras que los temas religiosos no le importaban nada.
Es fácil suponer que fuera muy aceptada por algunos de
los jóvenes de su edad por su carácter muy atractivo y fácil de intimar, pero a
la vez fuera rechazada por el resto, por ser caprichosa o intolerante. Sin
embargo es casi seguro que nunca pasara desapercibida. Probablemente recurría a
su sensualidad para atraer la atención y ser siempre el centro de atención.
Es llamativa la frase: “Pueden haber estado ocultos tus pensamientos y tus sentimientos
violentos”, eso es lo más llamativo del párrafo, porque la autora pareciera
estar hablando de sí misma.
Es una tendencia natural del ser humano creer que los
otros son como uno. Se suele decir que para conocer bien a una persona hay que
escuchar que dice de los demás, cuando elogia o cuando reprocha a otros,
incluso cuando insulta, la persona suele, sin darse cuenta, estar hablando de
sí misma.
Para un ladrón todos son ladrones, un paranoico que se
cree perseguido es principalmente un perseguidor, un hipócrita desconfía de la autenticidad
de los demás, una persona muy trabajadora, suele insultar a los demás
llamándoles: haraganes.
Ese ataque tan feroz hacia esa niña, no era otra cosa
más que la prueba de que la manera que tenía la autora de conseguir lo que
quería era justamente atacando violentamente, muy propio de una consentida. Sus
propios sentimientos violentos brotaban cada vez que tenía permiso de dejarlos
en libertad sin restricciones.
¿Qué habría pasado si amonestaba con la misma
autoridad a esos que trataba de seducir en el primer párrafo? Probablemente
habrían salido corriendo lo más lejos que sea posible de la iglesia de la
autora, incluso es probable que le hubiesen devuelto todo el desprecio, las
ofensas y las maldiciones, por atrevida.
Pero no la niña, ella no podía hacer eso,
sencillamente porque la autora tenía autoridad sobre ella, tenía el permiso de
sus padres, quienes no sabían manejar la situación y recurrieron a la autora
por ayuda, eso explicaría la razón por la que se tomó el permiso para atacar
tan despiadadamente a la niña, que seguramente era una adolescente.
Ese
cambio de actitud entre los dos párrafos es muy típico de una histérica, primero
suplica ser aceptada para después encontrar un motivo para rechazar o para
irse, así el otro se queda con culpa.
La
autora trasladó esa histeria a Dios, a ese Dios falso en el que ella creía, que
no era otra cosa más que un producto de sus delirios. Habla de una tierna
invitación del Espíritu, que insta, ruega y atrae al extraviado, es evidente
que ella es la que ruega y trata de atraer.
Después
dice: tienes un terrible informe, el registro manchado, ¡pobre niña!, eres
semejante a Eva; eso es para rechazar y despreciar a quien ya tiene cerca, para
que se quede con toda la culpa.
La autora dice: ¡pobre niña!, no eres feliz, luego le
quiere hacer creer que esa infelicidad es gloriosa comparada con lo que sería
si hiciera su propia voluntad:
“ocupas una
posición semejante a la de Eva” “comió y perdió todas las glorias del Edén”
Que crueldad por parte de la autora, tratar así a una persona
que no es feliz.
Lo que se logra con eso es ponerla en una encrucijada,
la pobre niña estará entre Escila y Caribdis, tendrá dos opciones, una peor que
la otra.
Una de las opciones será hacer su voluntad sin
restricciones, seguramente es lo que estuvo haciendo hasta ese entonces, lo
cual la llevaría a merecer el castigo de Dios, la presión de sus padres y el
desprecio de la autora por ser culpable.
De seguro la niña quería ser feliz, todos quieren eso,
pero lamentablemente es posible que no supiera cómo hacerlo, las consentidas
suelen no ser felices. Pero si además de eso ha recibido, por su actitud, todo
el desprecio de sus propios hermanos de iglesia, definitivamente no será feliz,
será infeliz y rencorosa.
Segunda opción, hacerle caso a la autora y quedarse
nomás con esa infelicidad creyendo que eso es correcto y es la voluntad de Dios
que así sea. Para eso deberá reprimir todo sentimiento de infelicidad,
frustración, o ansiedad para así terminar creyendo que logró quedarse con la
gloria que Eva no supo conservar, creerá haberse librado de la culpa a Eva le
correspondió. Lamentablemente, se convertirá en infeliz y culposa.
¿Y qué hay del hijo pródigo? ¿Qué pasó con el viaje de
ida y vuelta que hiso?
¿Es que tal vez esa parábola enseña a reprimir o a
reprimirse? ¿Enseña a meter culpa o a sentirla?
De seguro fue exactamente eso lo que Elena de White hiso
de adolescente: reprimirse, por eso nunca conoció la verdadera doctrina del
Padre. A ella habría que decirle:
“Pueden haber
estado ocultos a los mortales tus pensamientos y actos, tus sentimientos
violentos y no santificados”.
Pueden haber estado ocultos, pero no para todos, porque
los hipócritas siempre tienen momentos en que se delatan.
Todo lo que dice el párrafo es anti bíblico. Lo que la
autora dice de Eva demuestra que no entendió nada del relato del génesis.
Al parecer, creía que Eva se comportó como esa pobre
niña consentida ¡Pobre Eva! No era feliz. La pobre no tuvo una niñez en donde
aprender las verdades de la vida y no recibió las correcciones pertinentes que
pusieran límites a sus caprichos, Eva tuvo que ejercer el rol de niña
consentida, de grande. Eso le saca un poco de culpa porque, al parecer, fue un
error de Dios. De manera que ni siquiera Eva es tan culpable como la niña.
La idea de que Eva no fuera feliz en el Edén, para
muchos sería inconcebible, aunque no para Elena de White.
Según la biblia, Eva fue engañada, creyó que Dios
estaba celoso. Es una mentira de la autora que Satanás haya aprovechado la condición
de consentida para hacer caer a Eva en pecado.
“Ocupas una posición semejante a la de Eva en
el Edén Comió, y perdió todas las glorias del Edén”
¿Qué habrá querido decir con “semejante a Eva”?
¿Estaba reprochándole a la niña su habitual condición
de pecadora? Es muy poco probable que fuera eso, porque la niña habría podido
deducir muy fácilmente que la autora estaba equivocada, sencillamente porque
todos pecan, incluso la autora. Cualquier semejanza de pecadora que tuviera la
niña con Eva, también la tenía la autora con Eva.
¿Era una amenaza? Muy poco efectiva, porque la niña no
estaba en la gloria como Eva. ¿De qué gloria se perdería? ¿Perderá la gloria de
no ser feliz?
¿Era una predicción? Una predicción muy poco creíble y
fácil de comprobar que no se cumplirá, sencillamente porque la niña no vivió
jamás en el Edén o en su gloria.
¿Se estaba condenando una actitud? Errada observación
de la autora, porque aunque la niña cambiara su actitud no se quedaría en la
gloria que Eva perdió. La diferencia es rotunda, la niña no tenía un Edén que
perder.
¿Hay algo que la niña pudiera hacer para no tener que
dar a luz a sus hijos con dolor? No, no podía.
“Ocupas una
posición semejante a la de Eva” dice la autora. ¿Y qué pasó con el antiguo pacto y todas las
leyes de Moisés? ¿De repente todo eso ya no es importante? ¿Todo eso fue una
pérdida de tiempo, el pueblo de Dios no evolucionó ni mejoró nada? ¿Y qué pasó
con Cristo y el nuevo pacto?
Qué poca fe le tenía Elena de White a Cristo. Creía
que todo lo realizado por Dios y por su pueblo no servía para nada, el hombre
sigue ocupando la misma posición que al principio. La muerte de Cristo en la
cruz como sacrificio, al parecer, no sirvió de nada ni cambió nada la condición
del hombre.
Alguien tendría que haberle explicado a la autora que
nadie ocupa una posición semejante a Eva, sin embargo, todos ocupan una
posición semejante al hijo pródigo o al de su hermano. Algunos aún no han
emprendido el viaje, otros están lejos de la casa y otros han regresado ya.
Lamentablemente también están los que, pudiendo emprender el viaje o queriendo
hacerlo, no lo harán jamás por miedo a la desaprobación del padre, esos ocupan
una posición semejante al hermano del hijo pródigo. Eso último es lo que logra
Elena de White con su doctrina represora.
Entonces, ¿cuál era la semejanza que la autora vio
entre la niña y Eva?
La autora necesitaba poner a la niña en una posición
semejante a Eva para poder entrar con el mismo engaño que utilizó la serpiente,
separarla de Dios.
Eva quiso ser como Dios. Para querer ser como Dios,
primero hay que creerse distante, ese es el trabajo más antiguo y constante de
Satanás, negar la comunión con Dios.
“Una y otra vez
la Biblia nos muestra como somos Uno solo en Cristo y que nuestro concepto de
separación obedece a una estrategia, del demonio, en donde desde la misma
creación del mundo con la caída de Lucifer, se inició el proceso de la
separación del creador”.
Reflexión sobre la soberbia (evangelio en línea)
Eso es exactamente el trabajo que hace la autora con
su reprimenda, cuando dice: Dios te mira con desaprobación, está haciéndole
creer que no puede tener comunión con Él. Cuando dice: tienes el registro
manchado en el cielo a la vista de todos, está poniendo distancia entre ella y
el cielo.
Eva no creyó estar en comunión con Dios y creyó
entonces que se puede vivir sin Él. Ese fue el logro de Satanás.
La niña no creerá estar en comunión con Dios, y creerá
entonces que ha estado viviendo sin Él. Ese será el logro de Elena de White.
Esa distancia y esa separación no existen, menos aún
por decisión de Dios y culpa del pecador como insinúa Elena de White. Cristo es
el mediador, lo único que se debe hacer para estar en comunión con Dios es
tener fe en Él, ese es su logro.
La niña podrá cambiar, podrá abandonar su actual
condición, podrá arrepentirse de todos sus pecados, pero nunca encontrará a
Cristo. No mientras siga creyendo que el pecado logra que Dios mire al hombre
con desaprobación.
En los dos párrafos el pecador podría ser el hijo
pródigo, pero es evidente que la autora no entendió la parábola, eso explica
que haya dicho a la niña que Dios le miraba con desaprobación. Ni siquiera está
de acuerdo con lo que ella misma dice de la parábola: “tierna y conmovedora”
eso explica tanto maltrato verbal hacia esa niña.
Él hijo pródigo, al igual que la niña, imaginaba que
si pudiera hacer su voluntad sin restricciones sería feliz. Sin embargo, a la
autora en ningún momento se le ocurrió compararla con el hijo pródigo, ni
siquiera le da algo de aliento, compasión o esperanza. En el párrafo no hay
nada ni parecido a: Dios te ama.
Leyendo con detalle esa parábola, veremos que en
ningún momento el padre le aconsejó al hijo que no se fuera, tampoco le rogó
que volviera, pero lo más importante de todo es que nunca, bajo ningún aspecto,
jamás le amenazó con un destino trágico si se iba, no le reprochó su actitud al
irse ni al volver, no registró con manchas sus acciones, no le comparó con nada
ni le calificó de nada, no despreció su condición, no condenó su forma de
pensar ni su imaginación.
Muy por el contrario, el padre le dio entera libertad
sin reproches y no hubo ningún intento siquiera de reprimir su actitud. La
situación es exactamente opuesta a lo hecho por la autora con la niña.
El hijo pródigo nunca fue temeroso ni culposo, nunca dudó
de sí mismo, no reprimió nada de sí mismo ni temió al momento de decidir irse o
cuando decidió volver.
Si hubiera tenido miedo o si hubiera reprimido sus
sentimientos o si hubiera controlado sus pensamientos, nunca se habría ido.
Pero de haberse ido igual, jamás hubiera vuelto, por miedo a no ser recibido,
por haberse ganado la desaprobación del padre.
¿Qué habría pasado si el hijo pródigo hubiera recibido
una enseñanza igual a la que Elena de White le dio a esa hija consentida?
En el mejor de los casos se habría ido para no volver
jamás, pero sin embargo, podría haber pasado algo mucho peor: Podría haber
aprendido a reprimir sus sentimientos y nunca haberse ido, habría quedado de
por vida creyendo que la represión es una virtud, se habría convertido en una
persona semejante a su hermano, el que no se fue, quien en la parábola está
allí justamente para mostrar ese contraste.
El hermano que nunca se fue, muestra la diferencia y
la similitud que hay entre una persona que entiende la doctrina del padre y otra
que no entiende. Después de su regreso, el hijo pródigo siguió haciendo las
tareas que hacía antes, las mismas tareas que hacía su hermano, esa es la
similitud.
El hijo pródigo entendió la doctrina de su padre, el
otro no, esa es la diferencia. ¿Quién puede notarla? Nadie más que el que hiso
el viaje.
Nadie, por más conocedor que sea de las escrituras
puede revelar a otra persona los misterios del reino de Dios, ni Cristo pudo
hacerlo, “no entienden” decía. Sólo la persona puede acceder a esas revelaciones
de Dios, lo hará poniendo en práctica la palabra.
La autora calificó a la parábola como “tierna y
conmovedora”, eso no solamente rebaja la palabra de Dios hasta sus raquíticos
niveles de conocimiento, sino que evidencia que no ha sacado de ella ninguna
revelación de los misterios del reino de Dios.
Probablemente los adventistas, al igual que la autora,
no consideran necesario aprender mucho de la parábola. Un adventista que no
cumple con las reglas de la iglesia, como se vio con el caso de la niña, no es
considerado un hijo pródigo. Un adventista muy obediente y cumplidor de todo,
tampoco.
¿Hay hijos pródigos entre los adventistas? Al parecer
no, porque creen que la enseñanza es para otros, al igual que la autora. Para
ella, un hijo pródigo es alguien que se ha alejado de su iglesia o alguien que
aún no ha entrado.
Esa patética interpretación de la parábola es lo que
lleva a los adventistas a ni siquiera intentar ponerla en práctica.
Hay algo que deberían saber, las enseñanzas de Cristo
jamás son para otros.
Al principio mismo del primer párrafo la autora dice:
“Dios
no nos trata como los hombres se tratan entre sí. Sus pensamientos son
pensamientos de misericordia, de amor y de la más tierna compasión”
Lo que dice el párrafo es totalmente
falso. Otra vez está hablando de sí misma, es muy evidente que la autora creía
que todos eran como ella. Al parecer no conoció nunca a un verdadero cristiano,
si eventualmente se encontró con alguno, no lo reconoció como tal. Eso
demuestra que tampoco entendió Mateo 25.
Un verdadero cristiano aprende de
Cristo y no trata a las personas como lo hacía Elena de White.
“Entonces el
Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino
preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”. (Mateo 25: 34-36)
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”. (Mateo 25: 34-36)