sábado, 5 de marzo de 2016

Satanás: El justiciero



Los siguientes párrafos pertenecen al libro: El gran conflicto, escrito por Elena de White, fundadora de la iglesia adventista del séptimo día.


El libro relata extensamente lo acontecido durante destrucción de Jerusalén. Como puede verse en el siguiente párrafo, la autora también va sacando conclusiones basándose en esos hechos, lo cual según se avanza en la lectura va convirtiendo a Satanás en un justiciero.


“Los padecimientos de los judíos son muchas veces representados como castigo que cayó sobre ellos por decreto del Altísimo. Así es como el gran engañador procura ocultar su propia obra. Por la tenacidad con que rechazaron el amor y la misericordia de Dios, los judíos le hicieron retirar su protección, y Satanás pudo regirlos como quiso”. (pág.39)


La autora asegura que la destrucción de Jerusalén no fue un castigo de Dios. Pero según el siguiente párrafo, la destrucción da testimonio del proceder de Dios:  


“Nunca se dio un testimonio más decisivo de cuánto aborrece Dios el pecado y de cuán inevitable es el castigo que sobre sí atraen los culpables”. (pág. 40)


El párrafo habla de un testimonio, eso quiere decir que lo sucedido con Israel aporta evidencias del proceder de Dios, cuando antes se dijo que los padecimientos fueron resultado de la obra de Satanás. También habla de “culpables”, cuando antes había dicho que no habían sido castigados.
Al parecer, las obras de Satanás no sólo dan testimonio de la voluntad de Dios, sino que obedecen a su voluntad.

El párrafo destaca la grandeza esos acontecimientos diciendo: “nunca se dio un testimonio más decisivo”. Sin embargo, esa grandeza también dependía de Satanás y su ensañamiento. En otras palabras, nunca hubo un testimonio más grande acerca de la justicia de Dios, que el realizado por Satanás.
La autora confirma la idea de un Satanás justiciero cuando asegura que la destrucción de los malvados es un acto de justicia de Dios. Esas dos ideas, aquí puestas juntas, muestran a lo que nos llevan las conclusiones de la autora:


“Las horrorosas crueldades perpetradas durante la destrucción de Jerusalén demuestran el poder con que se ensaña Satanás sobre aquellos que ceden a su influencia”. (pág.39)

“para que todos puedan ver la justicia y la misericordia de Dios en la completa destrucción de aquéllos”. (pág. 52)


La autora refuerza aún más la idea de justica asegurando que esos acontecimientos son un castigo a los culpables:


“Los judíos habían forjado sus propias cadenas; habían colmado la copa de la venganza”. (pág. 39)

“cuán inevitable es el castigo que sobre sí atraen los culpables”.


Por increíble que parezca, la autora dice “castigo” y dice “culpables”. Luego, sin que le tiemble mucho el pulso, dice que Dios no castiga. No caben más dudas que Satanás es quien hace justicia.  
Satanás se encarga de destruir a los que Dios aborrece, está a su servicio. ¿No era que no había verdad en él? ¿No era un engañador? pareciera que no, hasta parece predecible y justo.
De pronto Satanás ya no es un engañador, es un esbirro de Dios. Hace lo que se espera de él y pone en la tierra un poco de orden.

Retírese todo cargo de destructor de personas y pueblos, culparle sería igual que culpar a un verdugo de asesinato. Los destruidos son los únicos culpables.
¿Así se conoce la justicia de Dios, gracias a ese testimonio?
Pareciera que Cristo, sus enseñanzas y su muerte en la cruz no significan nada a la hora de entender la justicia de Dios. Para Elena de White, la justicia de Dios no quedó demostrada con la muerte de Cristo, sino que vino a verse después, cuando Jerusalén fue totalmente destruido.

Ante la presencia de un Satanás tan predecible, el interrogante que aparece es: ¿Qué pasaría si Satanás no hiciera esa tarea? ¿Igualmente los malvados se destruirán a sí mismos victimas de su propia iniquidad?

“Dios no asume nunca el papel de verdugo”

Qué lástima que Satanás destruye a los malvados justo en el momento del abandono. Nos quedamos sin saber que haría Dios con esa copa colmada de venganza si Satanás no hiciera lo suyo. Ahora nunca sabremos cómo se comportaría Dios después de que alguien traspase los límites de su paciencia.
¿Se quedará así para siempre o se irá calmando a medida que pase el tiempo?

“Satanás pudo regirlos como quiso”

Qué falta de astucia la de Satanás, si pudo regirlos como quiso, entonces lo que hiso dependía de su voluntad, es decir, pudo no hacerlo. Sin embargo procedió igual y destruyó a los malvados. ¿No habría sido más astuto de su parte no destruirlos? Su causa avanzaría más rápido y tendría muchos más adeptos. Habría muchos más malvados en el mundo y para colmo sin esperanzas ya que Dios los había abandonado.
En vez de destruir a los judíos y culparle a Dios de verdugo, podría haberlos dejarlos vivir para después acusarle a Dios de que el pueblo que Él fundó es malvado. Dios quedaría como inepto, lo cual es peor que verdugo.
¿No sería bueno para su causa no destruir a los judíos para que Dios siga impacientado? Un Dios impacientado ya no puede derramar tanto amor hacia la humanidad. Hasta incluso es probable que quede frustrado y ansioso.

El siguiente párrafo habla de la destrucción de Israel, pero como está dicho en presente, trasforma los acontecimientos en sentencias que predicen el futuro.


“Dios permite que los malvados prosperen y manifiesten su enemistad contra él, para que cuando hayan llenado la medida de su iniquidad, todos puedan ver la justicia y la misericordia de Dios en la completa destrucción de aquéllos”. (pág. 52)


Es llamativa la falta de astucia de Satanás, no solamente destruye lo que Dios aborrece, sino que gracias a esa acción logra que los cristianos se hagan muy fieles a Dios, por temor a esa destrucción, claro, después de semejante testimonio, no querrán que les pase lo mismo.
Para colmo Satanás acusa a Dios de verdugo, que tonto, tranquilamente se podría proclamar él como el verdadero proveedor de justicia y orden, aunque esto último tal vez no lo puede hacer, es que la biblia dice que Satanás miente siempre. 

En referencia a la astucia de Satanás, la autora dice lo siguiente:


“Él (Satanás) es demasiado astuto para presentarse abierta y osadamente con sus tentaciones, pues se despertarían entonces las adormecidas energías del cristiano, y confiaría en el fuerte y poderoso Libertador. Pero Satanás se presenta inadvertidamente y trabaja disfrazado a través de los hijos de la desobediencia que hacen profesión de piedad”. (Mensajes para los jóvenes Pág. 50)


Se nota que cuando Satanás destruyó a los judíos y a Jerusalén estaba haciendo una excepción a esa regla. Por haber actuado así, ahora los adventistas tienen un poderoso testimonio de cuanto aborrece Dios al pecado. De hecho ha logrado exactamente eso que la autora dice que, por astucia, no quiere lograr, les hace despertar a los adventistas las adormecidas energías del cristiano, y por es eso que confían en el fuerte y poderoso Libertador.
Es tan poca la astucia de Satanás, que no solamente destruyó a quienes estaban de su lado, sino que por esa acción sumó gente a la causa de Dios.
Oportuno es recordar un párrafo, escrito por la misma autora, que habla de cómo se hiso Dios para sumar gente para su causa.


“Si Satanás hubiera sido inmediatamente destruido, los ángeles y seres de otros mundos habrían servido a Dios por temor antes que por amor”. (La gran esperanza, Página 11)


Al parecer, la falta de astucia ahora es de Dios, por no querer que le teman y por no querer que le llamen verdugo, se rodea de gente que le teme a Satanás, a su poder y a su ensañamiento. Eso es peor, porque no solamente Dios se queda igual con la gente que no le ama, sino que además le tiene miedo a Satanás.
En conclusión, los cobardes que ni siquiera aman a Dios, serán salvos. Al igual que los ángeles esos, que ante las dos opciones, amar o temer, impera en ellos el temor.

La autora no dice nada de los romanos cuando relata la destrucción, ellos destruyeron a Jerusalén, engañados por Satanás, seguramente pensaron que estaban haciendo lo correcto. ¿Por qué Satanás no destruyó a los romanos, o a los griegos o a los pobladores de pueblos paganos? Tal vez porque si los hubiera destruido, estos no hubieran destruido a Israel, pareciera que de repente le volvió la astucia.
Refiriéndose al trato que Dios otorgó a los judíos, la autora declara lo siguiente:


“La parábola de la higuera estéril representa el trato bondadoso de Dios con la nación judía. Ya había sido dada la orden: "Córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra?" (S. Lucas 13: 7), pero la divina misericordia la preservó por algún tiempo” (pág. 31)


¿Por qué nunca se dio la orden de destruir a los romanos alegando que no hay motivos para que ocupen la tierra? Debería haberlo hecho, más aun teniendo en cuenta que los romanos serían responsables de fundar, según la autora, el satánico poder papal.


“La doctrina de la supremacía papal se opone abiertamente a las enseñanzas de las Santas Escrituras. Sólo por usurpación puede el papa ejercer autoridad sobre la iglesia de Cristo”. (pág. 55)


Alguien tendría que haberle explicado a Elena de White que ni el papa ni ella ni nadie pueden, por usurpación, ejercer autoridad sobre la iglesia de Cristo. En cambio sí pueden ejercer autoridad en una falsa iglesia de Cristo, lo cual ni siquiera es monopolio del papa.

A pesar del desastre que ocasionaría todo eso, Dios no les quitó la protección a los romanos. ¿Por qué?
Elena de White no explica nada de eso, pero asumimos que los romanos no le dieron motivos para que Satanás los destruyera, ellos no habían estado del lado de Dios, esa sería la razón. Eso quiere decir que una vez que alguien se pone del lado de Dios no debe volverse atrás, porque Satanás se cobrará venganza contra él.
Este es el punto donde se evidencia el propósito principal de toda esta enseñanza, se está haciendo una advertencia a los cristianos. Satanás es peligroso y hay que temerle. Con eso se consigue atemorizar a los creyentes, quienes harán lo que sea para que no los atrape.
Los cristianos que crean en esta enseñanza, creerán estar de parte de Dios, cuando en realidad estarán eludiendo la venganza satánica que suele ser terrible. Esto es como una especie de mafia, una vez que se entra en ella, uno queda protegido, pero no se puede salir más porque de hacerlo, será castigado por los enemigos. Esa situación es más que suficiente para que la lealtad de los miembros de esa mafia sea total.

Es evidente que todo eso no fue falta de astucia de Satanás como parecía al principio, sino que es parte de un plan bien elaborado por él para engañar a los cristianos y hacer que le tengan miedo. Ese testimonio del que habla la autora, no es acerca del accionar de Dios, sino de Satanás.
Es un buen plan, porque los temerosos no pertenecen al reino de Dios. Un cristiano que tenga miedo a Satanás o al infierno, debe saber que no está de lado de Dios verdadero.

Antes parecía que todo fue falta de astucia de Satanás, pero lamentablemente, todo indica que no es así. El engaño es su forma de actuar y lo hace por medio de Elena de White y sus enseñanzas. Destruir a los judíos no fue falta de astucia, la autora acusa a Satanás de haberlo hecho, logrando así aterrorizar a los adventistas.
Antes parecía que Satanás había logrado que los adventistas, por terror, confíen en el poderoso libertador, cuando en realidad ha logrado reclutar a los miedosos para que se sumen a la causa de los que huyen de él.
Llenar las iglesias de gente que le teme a Satanás y su destrucción, o a Dios y su abandono es el objetivo principal de todo el mensaje.

Varios son los logros de toda esta enseñanza, por ejemplo, hacer creer en un Dios que abandona, creer que el abandono no es un castigo, temer al poder destructivo de Satanás, creer que juzgar y hallar culpables a los demás está permitido, juzgar a Dios, creer que los castigados son culpables, etc.

Otra vez, como en todos sus escritos, la autora demuestra ser una devota del orden. Todos los devotos del orden sueñan con un superhéroe como Superman, que baje del cielo, que haga justicia y ponga orden en la ciudad destruyendo a los malvados ante la vista de todos.
Todas las historias de superhéroes tienen siempre la misma forma, la maldad crece y los malvados también crecen en poder hasta que, en el momento justo, baja del cielo un justiciero y hace justicia destruyéndolos. Restableciendo así el orden tan querido por sus adeptos.


“Pronto llega el día de la venganza del Señor, cuando todos los que hayan transgredido su ley y oprimido a su pueblo recibirán la justa recompensa de sus actos; cuando todo acto de crueldad o de injusticia contra los fieles de Dios será castigado como si hubiera sido hecho contra Cristo mismo”. (Pág. 52)


A la autora bien le habría venido leer Mateo 25, allí dice otras cosas acerca de quienes recibirán justa recompensa por sus actos, también dice cuales serán esos actos.

Los creyentes de Elena de White, seguros de estar haciendo algo que Dios aprueba, utilizan esa falsa imagen de un Satanás justiciero y también una falsa imagen de Dios que abandona, para disciplinar a quien se atreva a tratar de modificar o denunciar como errónea la doctrina engañosa de su iglesia
Cada vez que aparece un indeseable en su congragación, luego de intentar persuadirle que desista, sencillamente lo abandonarán a su propia suerte para luego decir que no le han castigado. Lo creen así de corazón, ya que no consideran que el abandono sea un castigo.

Los miembros de la iglesia de la autora no saben que están exactamente en el lugar que Satanás quiere que estén. En vez de temer de Dios, le temen al abandono, porque eso conlleva a enfrentarse con Satanás, al cual no sólo le temen, sino que le tienen terror y puede que ni siquiera se hayan dado cuenta, eso es porque desde chicos o muy jóvenes se les enseña a tenerle miedo.
Todo eso explica lo dicho por la autora en aquel párrafo, escrito en presente para presagiar un futuro, o incluso para amenazar:

“Las horrorosas crueldades perpetradas durante la destrucción de Jerusalén demuestran el poder con que se ensaña Satanás sobre aquellos que ceden a su influencia”. (pág.39)

Los siguientes son algunos ejemplos más de como la autora ha ido enseñando a los jóvenes miembros de su iglesia a tenerle miedo a Satanás.
Cabe aclarar que todo lo dicho en esos párrafos y también en los anteriores, son todas mentiras, principalmente aquella parte:

“la destrucción de Jerusalén demuestran el poder con que se ensaña Satanás sobre aquellos que ceden a su influencia”

Satanás no destruye a quienes ceden a su influencia, de hecho no puede hacerlo, en cambio les convence a los que huyen de él, de que son cristianos verdaderos, eso sí lo puede hacer y lo hace bien.

(Satanás) “Ensayará todo ardid, y si los que son objeto de estas tentaciones no buscan a Dios, serán cegados para no ver sus engaños, y se sentirán confiados en sí mismos, autosuficientes, ignorando su condición y su peligro”. (Mensajes para los jóvenes, pág. 85)

Los que se sienten confiados en sí mismos, autosuficientes, ignorando su condición, son los que han encontrado a un Dios falso, no sólo los que no buscan a Dios como dice la autora.

“Si Satanás lanzara un ataque abierto y atrevido al cristianismo, llevaría al cristiano afligido y agonizante a los pies de su Redentor, y el poderoso y fuerte Libertador haría huir atemorizado al osado adversario”. (Mensajes para los jóvenes, pág. 55)

Satanás ya ha lanzado un ataque abierto y atrevido al cristianismo, pero no ha llevado al cristiano afligido y agonizante a los pies de su Redentor, como asegura la autora, lo ha llevado a los pies de un Cristo falso. Eso es porque quien realizó ese ataque fue un Satanás también falso, que los falsos profetas hicieron creer a sus seguidores que era verdadero. 

“En todo momento siguen los ángeles malos nuestros pasos”. (Mensajes para los jóvenes, pág. 59)

En todo momento siguen los ángeles malos los pasos de los falsos cristianos. De los verdaderos, huye.

“Cuando los jóvenes intentan romper con el dominio de Satanás, él redoblará sus tentaciones. Sacando ventaja de la ignorancia y la inexperiencia de ellos, intenta oscurecer la distinción entre el bien y el mal”. (Mensajes para los jóvenes, pág. 80)

Satanás no saca ventaja de la ignorancia y la inexperiencia de los jóvenes, sino que hace exactamente lo opuesto. Saca ventaja de la experiencia y conocimientos.

“Aquellos que han tentado al demonio a que los tiente, tendrán que hacer esfuerzos desesperados para libertarse de su poder. Cuando empiecen a trabajar a favor de sí mismos, acudirán a rescatarlos los ángeles de Dios, a quienes han entristecido”. (Mensajes para los jóvenes, pág. 58)

Aquellos que han tentado al demonio a que los tiente, sepan que Satanás fue quien los ha tentado a hacerlo en primer lugar, aprovechándose de que seguramente estaban solos, ya que esos ángeles andaban taciturnos quien sabe dónde. Y si no estaban solos, peor aún, porque quiere decir que esos ángeles no sirven.

“No nos sentiríamos tan seguros si pudieran abrirse nuestros ojos para discernir a los ángeles caídos cuando trabajan con aquellos que viven descansadamente y se consideran seguros”. (Mensajes para los jóvenes, pág. 58)

 Si pudieran abrirse nuestros ojos para discernir a los ángeles caídos cuando trabajan con aquellos que viven predicando activamente al servicio de Satanás, no nos sentiríamos tan seguros de confiar en cualquier predicador que dice venir de Dios.

“Se separan de Dios y de los cuidados vigilantes de los ángeles de Dios, y Satanás, que siempre está al acecho para destruir las almas empieza a presentarles sus engaños y los pone en serio peligro”. (Mensajes para los jóvenes, pag.57, 58)

Se separan de Dios y de los cuidados vigilantes de los ángeles de Dios, y Satanás, que siempre está al acecho para destruir las almas, los deja tranquilos, pues ya ha logrado su cometido.

Elena de White oportunista



Los párrafos presentados a continuación fueron extraídos del libro: El gran conflicto, escrito por Elena G. de White, fundadora de la iglesia adventista del séptimo día.


La autora relata todo lo que pasó con Israel y con su pueblo, explica que sus errores y maldades le llevaron a su destrucción. Junto al relato, la autora va sacando conclusiones acerca de la forma en que proceden Dios y Satanás.
Según los siguientes párrafos, los judíos causaron su propia destrucción:


“Los judíos habían forjado sus propias cadenas; habían colmado la copa de la venganza. En la destrucción absoluta de que fueron víctimas como nación y en todas las desgracias que les persiguieron en la dispersión, no hacían sino cosechar lo que habían sembrado con sus propias manos. Dice el profeta: ¡Es tu destrucción, oh Israel, el que estés contra mí;. . . porque has caído por tu iniquidad!" (Oseas 13: 9; 14: 1)”. (pág. 39)


Sin embargo, luego la autora pareciera cambiar de postura y dice que no se destruyeron ellos mismos, sino que fue Satanás quien lo hiso.


“Los padecimientos de los judíos son muchas veces representados como castigo que cayó sobre ellos por decreto del Altísimo. Así es como el gran engañador procura ocultar su propia obra. Por la tenacidad con que rechazaron el amor y la misericordia de Dios, los judíos le hicieron retirar su protección, y Satanás pudo regirlos como quiso. (pág.39)


Satanás “oculta su propia obra” dice la autora, pero después dice que los judíos cosecharon lo que “sembraron con sus propias manos”. Algunos dirán que no hay cambio de ideas, sino que la autora estaba tratando de explicar todas las partes implicadas en los hechos. Sin embargo, los que destruyeron a Jerusalén fueron los romanos, entonces. ¿Por qué quedan afuera al momento de encontrar a los responsables?
La autora incluso deja a Dios mismo afuera de esos acontecimientos. En el siguiente párrafo, Dios queda libre de participación:


“Pero cuando el hombre traspasa los límites de la paciencia divina, ya no cuenta con aquella protección que le libraba del mal. Dios no asume nunca para con el pecador la actitud de un verdugo que ejecuta la sentencia contra la transgresión; sino que abandona a su propia suerte a los que rechazan su misericordia, para que recojan los frutos de lo que sembraron sus propias manos”. (pág. 40)


Este párrafo vuelve a decir: “lo que sembraron sus propias manos”, dejando así más que claro que los judíos eran los autores de su propia destrucción.
Sin embargo, en la misma página del libro, la autora muestra una situación totalmente distinta:


“No podemos saber cuánto debemos a Cristo por la paz y la protección de que disfrutamos. Es el poder restrictivo de Dios lo que impide que el hombre caiga completamente bajo el dominio de Satanás. Los desobedientes e ingratos deberían hallar un poderoso motivo de agradecimiento a Dios en el hecho de que su misericordia y clemencia hayan coartado el poder maléfico del diablo”. (El gran conflicto, pág. 39-40)


Como se ve en este párrafo, no hace falta sembrar nada, y menos con las propias manos para que la destrucción satánica exista. Satanás está y estuvo siempre ahí listo para destruir, esa situación ya existía incluso antes de la existencia de los judíos.
No podemos saber cuánto debemos a Dios la protección, dice la autora, cuando antes había dicho que los judíos sembraron su propia destrucción. ¿Cómo es que no podemos saber? Solo hay que evitar sembrar la destrucción con nuestras propias manos y listo. ¿La autora no sabe cómo hacer eso?

“los judíos le hicieron retirar su protección”, dice la autora. Después dice que es la clemencia y misericordia de Dios lo que ha coartado el poder maléfico del diablo. Se pasa de un extremo a otro ¿no habrá un punto medio? ¿No será que si protege ahora a esos desobedientes e ingratos es porque  ellos no le están “haciendo retirar la protección”?

La destrucción no se puede sembrar, prueba de ellos son esos desobedientes y desagradecidos, ellos no están siendo destruidos. Los romanos tampoco fueron destruidos a pesar de no haber seguido a Cristo ni haberse sometido a Dios, ellos crucificaron a Cristo y aun así no fueron destruidos.
La única prueba que tiene la autora para decir que los judíos sembraron su propia destrucción es ese acontecimiento. Esa es una prueba anecdótica, es decir, no es una prueba.
Alguno dirá: todavía no están siendo destruidos, pero lo serán en el futuro. La autora comparte esa idea:


“Así como le sucedió antiguamente a Israel, los malvados se destruirán a sí mismos, y perecerán víctimas de su iniquidad”. (pág. 41)


“se destruirán a sí mismos”, dice la autora. ¿Y qué pasó con Satanás? la autora no menciona a Satanás esta vez, eso es porque había dicho que estaba restringido. Los malvados serán destruidos, también serán destruidos aquellos desobedientes e ingratos antes mencionados ¿No es todo eso resultado del accionar de Satanás? Pues no parece muy restringido.

¿Esa es la idea de libertad que tiene Dios? ¿Tener a Satanás medio atado? ¿No era que la persona liberada por Cristo era verdaderamente libre? Pareciera que no, la autora más bien ha puesto a los cristianos y a los desobedientes en una misma condición de libertad.

El Dios de Elena de White, más que un protector parece un oportunista. Cuando las personas viven en paz, es porque Dios en su misericordia sujeta a Satanás, pero cuando Dios ya no protege, es porque los hombres le hacen quitar esa protección.
Cuando hay castigo a los culpables, es Dios quien hace justicia. Cuando son destruidos, es obra de Satanás.
Cuando hay muerte y destrucción, es Satanás el verdugo. Cuando la destrucción hace justicia, eso da testimonio del accionar de Dios.

La autora probablemente no se haya dado cuenta, pero sus conclusiones le han convertido a Satanás en un justiciero.


“Nunca se dio un testimonio más decisivo de cuánto aborrece Dios el pecado y de cuán inevitable es el castigo que sobre sí atraen los culpables”. (pág. 40)


Castigo a los culpables. Muy oportuno, hace unos párrafos atrás, Dios no tenía nada que ver con la destrucción, sin embargo a la hora de atribuirse un acto de justicia en la destrucción, se presenta otra vez.
Una de dos, o el Dios de la autora se atribuye logros ajenos, o la autora es demasiado oportunista con sus conclusiones.

¿Dónde está la falla en el análisis? La falla está en juzgar, eso no debe hacerse, menos aún a Dios.
Sacarle la culpa a Dios para ponérsela a los judíos es lo que la autora estuvo haciendo en todos esos párrafos, pero no es un error cualquiera, eso tiene un propósito ulterior perverso: liberar de culpa a los cristianos seguidores de Elena de White. Ellos no creen estar “sembrando con sus propias manos” su propia destrucción como lo hicieron los judíos ni como lo están haciendo ahora aquellos desobedientes, desagradecidos o malvados.

Ese era el objetivo de la autora, liberar de culpa a sus seguidores sin necesidad de Cristo, que no apareció en todo el análisis. Mientras sigan el camino que creen correcto no creerán ser lo suficientemente culpables como para merecer la destrucción.
Una vez adoptada esa mentalidad, se pone peor. Los seguidores de Elena de White creerán espuriamente que Cristo les ha liberado de culpa, cuando en realidad es la culpa es la que los mantendrá en ese lugar donde están. Esos no son libres, huyen de la culpa, son víctimas de ese satánico método de manipulación.

Utilizar la culpa como método de persuasión es muy efectivo, sin embargo, tiene sus fallas, la autora en su afán de echarles la culpa a los judíos llegó a conclusiones parciales. Al parecer, eran tan merecedores del castigo que hasta Satanás estaba de acuerdo y ejecutó él mismo la sentencia.

Eso explica por qué la autora no culpa a los romanos de la destrucción, si lo hubiera hecho, alguien podría decir que Dios debería abandonarles también por ser culpables, pero como Satanás no destruyó a los romanos, la autora se guarda de no decir nada, eso es ser oportunista.
La iglesia que formaron los romanos, según la autora, es Satánica. ¿Por qué Dios nunca les quitó a ellos la protección?


“La doctrina de la supremacía papal se opone abiertamente a las enseñanzas de las Santas Escrituras. Sólo por usurpación puede el papa ejercer autoridad sobre la iglesia de Cristo”. (pág. 55)


A esta altura los católicos ya deben haber sembrado con sus propias manos la destrucción que se merecen, ¿no? Una de dos, o el poder papal no es tan satánico como asegura la autora, o no se siembra la destrucción y el destino fatal con las propias manos.

La autora se toma el derecho de afirmar que los judíos sembraron su destino, por una razón puntual, porque fueron destruidos y ahora es fácil decirlo, la autora utiliza ese tipo de frases para no tener que decir directamente que los judíos tenían la culpa de lo que les pasó.

La autora juzgó a Dios y lo halló inocente de la destrucción, después juzgó a Satanás y lo halló autor de la situación, finalmente juzgó a los judíos y los halló culpables de todo. Ninguna de esas cosas debería haber hecho.


Artimaña del error


El siguiente párrafo contiene la misma estructura presente en los anteriores, la autora saca conclusiones oportunistas basándose en lo sucedido.


“Los que son llamados a sufrir la tortura y el martirio, no hacen más que seguir las huellas del amado Hijo de Dios. "El Señor no tarda su promesa." (2 Pedro 3: 9.) Él no se olvida de sus hijos ni los abandona, pero permite a los malvados que pongan de manifiesto su verdadero carácter”. (pág. 51-52)


No es verdad lo que dice el párrafo, no todos los que son llamados a sufrir tortura y martirio están siguiendo las huellas de Cristo. De ser eso verdad, entonces los judíos no serían culpables como dijo la autora, sino que la persecución hacia ellos tendría que haber ocurrido por estar siguiendo el verdadero camino de Cristo.
Es tan extremo el oportunismo de la autora que hasta funciona por adelantado, en este caso, el error que comete el párrafo logra que los adventistas sigan creyendo en la futura persecución porque, como se ve, está latente.

Los mismos dichos de la autora aportan pruebas de que sus conclusiones son parciales, porque son válidas solamente a cada situación descripta. Por ejemplo:

Cuando los judíos fueron perseguidos, fue por culpa de haber rechazado a Cristo.

Cuando los cristianos fueron perseguidos, fue por seguir a Cristo.

Cuando los cristianos sean perseguidos, los malvados harán la tarea.

Cuando los malvados sean destruidos, ellos se destruirán a sí mismos.

Cuando los malvados progresan, es gracias a que Dios lo permite.

Hay una sentencia más que no se dijo en ningún momento, pero probablemente los adventistas lo deduzcan, por descarte:

Cuando los cristianos progresan es logro de Dios.

Obviamente los adventistas se posicionan dentro de ese último grupo. Los siguientes párrafos muestran la parcialidad de las conclusiones.
Refiriéndose a los judíos en su destrucción relata lo siguiente:


“Los jefes romanos procuraron aterrorizar a los judíos para que se rindiesen. A los que eran apresados resistiendo, los azotaban, los atormentaban y los crucificaban frente a los muros de la ciudad”. (pág. 36)


Refiriéndose a los cristianos en su persecución relata lo siguiente:


“Muchos eran arrojados a las fieras o quemados vivos en los anfiteatros. Algunos eran crucificados; a otros los cubrían con pieles de animales salvajes y los echaban a la arena para ser despedazados por los perros”. (pág. 44)


A las dos partes les estaba pasando lo mismo, pero decir ahora que los judíos estaban siendo castigados por ser culpables y que los cristianos eran víctimas inocentes es muy fácil, porque ya tenemos la situación resuelta: los cristianos triunfaron en su lucha.
Otro de los párrafos, también oportunista, dice lo siguiente:


“Ni un solo cristiano pereció en la destrucción de Jerusalén. Cristo había prevenido a sus discípulos, y todos los que creyeron sus palabras esperaron atentamente las señales prometidas”. (pág. 33)


Puede que no hayan muerto en ese acontecimiento, pero muchos de ellos murieron afuera después de haberse liberado de la destrucción de Jerusalén.
¿Cuál es la diferencia entre morir en Jerusalén en manos de los romanos y morir en otro sitio también en manos de los romanos?
La culpa, este párrafo confirma que la culpa es el tema central de todo este análisis. Como era de esperarse, la culpa, base de la doctrina adventista y poderosa herramienta de manipulación, está siendo utilizada aquí otra vez por la autora para persuadir a los miembros de su iglesia a seguir firmes en su postura.
Para la autora, todos los que fueron asesinados en Jerusalén eran culpables, pero los que fueron asesinados afuera eran inocentes.
Los asesinados en Jerusalén estaban siendo castigados, y los asesinados afuera estaban siendo martirizados.

¿Ningún cristiano murió en la destrucción de Jerusalén? ¿Y aun así Satanás procedió con su tarea? ¿En que estaba pensando? Al parecer, Satanás estaba tan enceguecido por destruir, que no pensó bien lo que hacía y actuó por ansiedad.

“Ni un solo cristiano pereció en la destrucción de Jerusalén”

¿Y qué pasó con los niños que murieron en la destrucción?
La autora asegura que todos los judíos eran culpables. Pero entonces los niños, los muy jóvenes o incluso adolescentes que eran judíos, de haber creído en Cristo, ¿qué se supone que tendrían que haber hecho? ¿Huir con los cristianos abandonando a sus padres? Eso estaba prohibido por la doctrina judía y, como era de esperarse, por la doctrina adventista. ¿Qué habría hecho un adventista en esa misma situación? ¿Se habría ido, desobedeciendo a sus padres?
En el siguiente párrafo, la autora vuelve a cambiar de postura, porque ahora admite la participación de Dios en la destrucción de Jerusalén, dice que fue resultado de sus juicios.
El párrafo no solamente vuelve a juzgar a Dios, sino que directamente lo elogia.


“Dios aplazó sus juicios sobre la ciudad y la nación hasta cosa de cuarenta años después que Cristo hubo anunciado el castigo de Jerusalén. Admirable fue la paciencia que tuvo Dios con los que rechazaran su Evangelio y asesinaran a su Hijo”. (pág. 30)

“aplazó sus juicios” ¿no era que la destrucción no provenía de los juicios de Dios?
A cuarenta años la autora llama “admirable paciencia” ¿la autora cría que cuarenta años eran muchos? Es mucho si analizamos la destrucción de los judíos.
La destrucción ocurrió cuando ya había gente adulta que nunca conoció a Cristo ¿merecían morir también? Cuarenta años no eran muchos, eran demasiados ¿Cuál era su culpa, no creer en Cristo? Misma culpa que tiene la gente de la actualidad.
¿Y qué hay de los falsos cristianos que hace dos mil años andan predicando, engañando y mandando gente al infierno? ¿Qué calificativo le cabe a la paciencia que tiene con ellos? Porque “admirable” ya es poco.

La autora, esta vez haciendo una excepción a su costumbre, se dio cuenta de que sus conclusiones eran disparatadas y trató de corregirlas, claro, cuanto más tiempo pasaba, menos resultado tendría la paciencia de Dios, porque más gente había en la población sin haber conocido a Cristo. Es por eso que arregló esa falla diciendo, esta vez sí como de costumbre, diciendo otro disparate:

“rechazaron la luz adicional que a ellos mismos les fuera concedida”

La autora explica todo eso diciendo lo siguiente:


“Había todavía muchos judíos que ignoraban lo que habían sido el carácter y la obra de Cristo. Y los hijos no habían tenido las oportunidades ni visto la luz que sus padres habían rechazado. Por medio de la predicación de los apóstoles y de sus compañeros, Dios iba a hacer brillar la luz sobre ellos para que pudiesen ver cómo se habían cumplido las profecías, no únicamente las que se referían al nacimiento y vida del Salvador sino también las que anunciaban su muerte y su gloriosa resurrección. Los hijos no fueron condenados por los pecados de sus padres; pero cuando, conociendo ya plenamente la luz que fuera dada a sus padres, rechazaron la luz adicional que a ellos mismos les fuera concedida, entonces se hicieron cómplices de las culpas de los padres y colmaron la medida de su iniquidad”. (pág. 31)


Nótese detalladamente una parte de ese párrafo:

“Por medio de la predicación de los apóstoles y de sus compañeros, Dios iba a hacer brillar la luz sobre ellos para que pudiesen ver cómo se habían cumplido las profecías”

Qué poca o ninguna fe le tenía la autora a las enseñanzas de Cristo. Ahora resulta ser que para aceptar a Cristo se necesita la predicación de los apóstoles para poder “ver” cómo se cumplen las profecías. ¿A eso la autora llama luz adicional? ¿A eso le llama fe, ver para creer?
La autora, a través de muchos de sus escritos ha ido entremezclando el término “luz espiritual” con el conocimiento de la biblia, insinuando que son la misma cosa. Ese párrafo es una prueba más que eso.

Otra vez como era su costumbre, a la autora se le fue la mano. En el afán de que Dios no sea culpable ni autor de la muerte de gente inocente, se pasó al otro lado, ¿Luz adicional? ¿Por qué no muestra luz adicional también a la gente de la actualidad? ¿Por qué a ellos sí y a nosotros no? Aparentemente, por razón de que esos judíos estaban por morir jóvenes, quedándose sin la oportunidad de arrepentirse. A Dios se le ocurrió darles luz adicional para que la muerte de esos jóvenes o niños no sea injusta. Como si fuera que en la actualidad nadie muere joven.
Hace dos mil años que existen iglesias cristianas falsas, esos son peores que los judíos y aun así no pasan nunca los límites de la paciencia divina, pero sin embargo esos jóvenes judíos que ni siquiera conocieron a Cristo, sí, colmaron la admirable paciencia de Dios en tan sólo cuarenta años, ¿no será medio injusto?
La situación de las personas de la actualidad que rechazan a Cristo y su luz es la misma que en Israel, o incluso peor porque muchos de ellos tienen más de cuarenta años, entonces ¿son ellos “cómplices” de haber matado a Cristo? ¿Por qué no los abandona Dios? ¿Por qué no los destruye Satanás?
Otros de los párrafos dice lo siguiente:


“Vanos eran los esfuerzos de Satanás para destruir la iglesia de Cristo por medio de la violencia. La gran lucha en que los discípulos de Jesús entregaban la vida, no cesaba cuando estos fieles portaestandartes caían en su puesto. Triunfaban por su derrota. Los siervos de Dios eran sacrificados, pero su obra seguía siempre adelante”. (pág. 45)


Si “triunfaron por su derrota” fuera la prueba para creer que los cristianos eran el pueblo verdadero, entonces también sería prueba para los judíos, por ejemplo se podría decir: -vanos fueron los esfuerzos de Satanás para destruir al pueblo judío. Triunfaron por su derrota, los judíos fueron sacrificados, pero su obra sigue adelante-
Si lo que dice ese párrafo viniera de Dios, los judíos pueden y tienen toda la autoridad divina de decir que ellos son el pueblo verdadero.


Dijo un cristiano, reconviniendo a los jefes paganos que atizaban la persecución: "Atormentadnos, condenadnos, desmenuzadnos, que vuestra maldad es la prueba de nuestra inocencia. . .  De nada os vale. . . vuestra crueldad." (pág. 45)


“vuestra maldad es la prueba de nuestra inocencia” Es la frase que resume toda la doctrina de la autora. Eso es lo que estuvo haciendo en todo el relato, echarles la culpa a algunos para que, por deducción, los otros queden como inocentes.
En vez de decir “dijo un cristiano”, debería haber dicho, -dijo un adventista-

Si de verdad la maldad romana fuera prueba de la inocencia de los atormentados, si de verdad esas enseñanzas vinieran de Dios, entonces cuando un judío dijera lo mismo de su pueblo, lo estaría diciendo en el nombre de Dios.

Antes, la autora había dicho que ningún cristiano murió en Jerusalén, porque ellos se fueron a tiempo obedeciendo el mandato de Cristo.
Pero lo que no dijo, fue que no todos los judíos murieron en Jerusalén, no todos los cristianos que escaparon sobrevivieron a los romanos y no todos los que se escaparon y sobrevivieron eran cristianos o judíos.
Pareciera que el abandono de Dios no significa destrucción infalible, algunos sobreviven sin su protección. La protección de Dios, aparentemente tampoco es infalible, muchos son asesinados aun con su protección. ¿Cómo explicaría eso la autora?

Puede ser que los judíos hayan sido, como dice la autora, corruptos y malvados. Pero lo que hiso el cristianismo fue realmente mucho peor. ¿Qué pasó con las conclusiones de la autora acerca del comportamiento de Dios? ¿Sólo están vigentes cuando hay judíos? ¿Cuál era la doctrina de la autora, fascismo o nazismo?


“La longanimidad de Dios hacia Jerusalén no hizo sino confirmar a los judíos en su terca impenitencia. Por el odio y la crueldad que manifestaron hacia los discípulos de Jesús rechazaron el último ofrecimiento de misericordia. Dios les retiró entonces su protección y dio rienda suelta a Satanás y a sus ángeles, y la nación cayó bajo el dominio del caudillo que ella misma se había elegido” (pág. 31)


Terca impertinencia es lo que tienen los cristianos corruptos falsos que mezclaron la doctrina con el paganismo, lo hicieron durante muchísimo más tiempo que los judíos y con muchísimo más intensidad ¿Y qué pasó con la paciencia de Dios?
Los judíos sobrevivieron sin Dios de su lado y con Satanás en su contra. ¿Cómo lo lograron? ¿Qué debe hacer un cristiano para convencerles de que acepten a Cristo? Que lastima que Doña Elena de White no pueda responder esa pregunta, la autora le ha atacado tan mal a los judíos, que a los cristianos que lean esto les dará un poquito de ganas de hacerse judío, porque así como está planteado todo, ellos parecen más buenos y más fuertes que los cristianos.
Antes parecía que fue mala estrategia de Satanás destruir a los malvados, pero aparentemente no fue así, porque destruyó a algunos malvados pero dejó ir a los peores. Parece incluso más astuto que Dios, quien en ese entonces le dio rienda suelta para que destruya, cuando en realidad lo que hiso Satanás fue llevar a cabo sus planes perversos que dieron como resultado un pueblo mucho peor que los judíos.


“Bajo el manto de un cristianismo falso, Satanás se introducía en la iglesia para corromper la fe de los creyentes y apartarlos de la Palabra de verdad”. (pág. 47)


¿No será que era ese su propósito original? O mejor aún, podría no haber sido ese su plan, pero supo aprovechar muy bien la situación, tan bien que triunfó de nuevo. Parece un buen plan destruir a los judíos, quienes conocían la verdad a pesar de haberla rechazado por corruptos, para dejar ir libres a los cristianos y formar una iglesia totalmente corrupta.
Según la historia y según lo relatado por la autora, el cristianismo fue corrompiéndose y mezclándose con el paganismo.


“En vista de esto Satanás se propuso oponerse con más éxito al gobierno de Dios implantando su bandera en la iglesia cristiana”. (Pág. 46)

“El gran adversario se esforzó entonces por obtener con artificios lo que no consiguiera por la violencia. Cesó la persecución y la reemplazaron las peligrosas seducciones de la prosperidad temporal y del honor mundano”. (Pág. 46)

“Cuando los cristianos consintieron en unirse con los paganos que sólo se habían convertido a medias, entraron por una senda que les apartó más y más de la verdad. Satanás se alegró mucho de haber logrado engañar a tan crecido número de discípulos de Cristo” (pág. 49)

“Los que habían sido una vez defensores de la fe cristiana eran los que mejor sabían cómo combatirla”. (pág. 49)


“ningún cristiano murió en Jerusalén”, dijo la autora casi con aire de triunfo, o incluso con tono de burla. Pues al parecer da lo mismo, es que la mayoría de ellos eran corruptos o se hicieron corruptos después.
Al final la autora tenía razón, Satanás es astuto, lo suficiente como para no destruir a una iglesia cristiana así de corrupta. Es posible incluso que a esta altura, Dios ya le haya sacado la protección a los falsos cristianos, pero Satanás, por ser muy astuto y no tan predecible como se creía, no actúa destruyendo sino engañando.
Antes no se explicaba la razón por la que Dios ya no perdía la paciencia con la iglesia corrupta de la actualidad como lo hiso con los judíos, probablemente sea para no cometer otra vez el mismo error. Claro, darle rienda suelta a Satanás, resultó ser realmente mala idea.


Los verdaderos cristianos


¿Cómo eran los primeros cristianos verdaderos? En principio sabemos que cuando estaban mezclados con los judíos en Israel eran minoría. Después, cuando se corrompieron, los verdaderos eran minoría también. ¿Pero cómo era su doctrina y mentalidad?
Porque si hay que sacarle algún provecho a toda esta enseñanza, habrá que sacar eso, para aprender de ellos.
Necesitamos saber cómo ser un cristiano verdadero a pesar de que probablemente estemos rodeados de falsos y engañadores. ¿Cómo se sabe si se está en el camino correcto o sólo siguiendo el engaño de los demás?
La mayoría de las iglesias, incluso la católica que no es la excepción, usan el erróneo método del descarte para saber si son la iglesia correcta o no.
La clave está en aquella postura: “vuestra maldad es la prueba de nuestra inocencia”.
Siguiendo esa idea, juzgan a todas las demás iglesias, las hallan erróneas y por descarte quedan ellos como la correcta. Los adventistas también hacen lo mismo, pero a ellos les gusta más compararse con los católicos y con los judíos de la época de Cristo, es decir, con los fariseos. Como creen no cometer sus errores, entonces creen ser la congregación correcta.

El siguiente es un resumen de lo que dice la autora acerca de los primeros cristianos:


“Bueno sería para la iglesia y para el mundo que los principios que aquellas almas vigorosas sostuvieron revivieran hoy en los corazones de los profesos hijos de Dios”. (pág. 50)

“No hay duda de que los cristianos primitivos fueron un pueblo peculiar. Su conducta intachable y su fe inquebrantable constituían un reproche continuo que turbaba la paz del pecador”. (pág. 50)

“Desde el tiempo de Cristo hasta hoy, sus verdaderos discípulos han despertado el odio y la oposición de los que siguen con deleite los senderos del mal”. (pág. 50)

“El apóstol Pablo declara que todos los que quieren vivir píamente en Cristo Jesús, padecerán persecución." (2 Timoteo 3: 12). (pág. 52)

¿Por qué los adventistas no son como ellos?

¿La paz de quienes turban los adventistas? ¿De la iglesia católica? Más bien pareciera que la situación es opuesta. La paz de los adventistas siempre es bien perturbada ante la presencia de un pecador. Es por eso que se deshacen de él lo más pronto posible. Así claro, cualquier congregación es intachable, a los indeseables los echan para que otro se encargue.
¿El odio y la oposición de quienes han despertado los adventistas? ¿Del gobierno norteamericano?
¿Persecuciones de que tipo y de parte de quienes han sufrido los adventistas?


“La providencia misteriosa que permite que los justos sufran persecución por parte de los malvados, ha sido causa de gran perplejidad para muchos que son débiles en la fe. Hasta los hay que se sienten tentados a abandonar su confianza en Dios porque él permite que los hombres más viles prosperen, mientras que los mejores y los más puros sean afligidos y atormentados por el cruel poderío de aquéllos”. (pág. 51)


¿Quién o qué aflige y atormenta a los adventistas? ¿Dónde están los adventistas sufriendo opresión por parte de los malvados?
En ninguna parte, los adventistas no sufren persecuciones, no han sufrido nunca y nunca la sufrirán.
La autora hace una reflexión acerca del tema de los falsos y verdaderos cristianos y los describe un poco, seguramente para señalar cuáles son sus errores y aciertos elementales.


“Entre los que profesan el cristianismo ha habido siempre dos categorías de personas: la de los que estudian la vida del Salvador y se afanan por corregir sus defectos y asemejarse al que es nuestro modelo; y la de aquellos que rehúyen las verdades sencillas y prácticas que ponen de manifiesto sus errores. Aun en sus mejores tiempos la iglesia no contó exclusivamente con fieles verdaderos, puros y sinceros”. (pág. 47)


A esto quería llegar la autora, este era el objetivo de tanta artimaña oportunista. Después de tanto análisis, de tanto relato de lo ocurrido, sobre todo la parte donde los cristianos se pervirtieron por engaño de Satanás, la autora concluye diciendo eso. Claro, es una buena conclusión porque tiene bases históricas e incluso actuales.

La autora ha dicho una verdad a medias, dice que hay dos categorías, los verdaderos y los falsos cristianos, pero el resto es totalmente falso. El párrafo habla de dos categorías de cristianos cuando en realidad allí se describe sólo una.
Entonces, para entender bien donde está el engaño en ese párrafo hay que dividir los comportamientos en grupos para ver bien como son.

Primero grupo, los que se afanan por corregir sus defectos como dice el párrafo, seguramente la mitad de los adventistas entran en esa categoría. Cabe aclarar que los que rehúyen de las verdades sencillas y prácticas que ponen de manifiesto sus errores, no pertenecen al segundo grupo como dice la autora, pertenecen al primero también, son los mismos. Eso es porque tratar de corregir los errores propios y rehuir de poner en práctica las enseñanzas de Cristo son actividades compatibles, se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo, todo el tiempo.
Segundo grupo, los que pertenecen a una iglesia cristiana sólo por una cuestión cultural, costumbre, inercia u otros motivos más complejos, por ejemplo, los que han sido víctimas de métodos de persuasión coercitivas o que han sido manipulados por medio de la culpa y otros. Esos seguramente constituyen la otra mitad de los adventistas.
Tercer grupo, los verdaderos cristianos. Estos escuchan las palabras de Cristo y las ponen en práctica. No hacen lo que enseña la autora, no tienen a Cristo como modelo, sino como maestro.  

La autora muy astutamente utiliza la palabra “sincero”, insinuando que los cristianos sinceros son verdaderos, pues es otra verdad a medias, porque los engañados también son sinceros. Seguramente así es la mayoría de la congregación adventista, sinceramente tratan de corregir sus errores. Por eso es que logran cambiar el comportamiento, pero lamentablemente cofunden ese cambio con el comportamiento del verdadero cristiano, no conocen la verdad porque rehúyen de poner en práctica las enseñanzas de Cristo.
En casi toda la biblia están descriptos esos dos grupos, hay dos mentalidades. Las enseñanzas de Cristo, todas ellas nos hablan de esos dos grupos. ¿Creía la autora que las enseñanzas de la biblia han caducado ya y no está vigente para los cristianos de ahora?
¿En qué parte de la biblia están los dos grupos presentados por la autora?

El hijo pródigo también habla de esas dos clases, justamente allí se puede aprender que quien se afana por corregir sus defectos y asemejarse al que es su modelo como lo hiso el hijo que no se fue de la casa, por más sincero que sea, podría estar equivocado sin darse cuenta siquiera.

Finalmente la autora nos regala el siguiente relato:

“La gran puerta del oriente, que por su enorme peso era difícil de cerrar entre veinte hombres y que estaba asegurada con formidables barras de hierro afirmadas en el duro pavimento de piedras de gran tamaño, se abrió a la media noche de una manera misteriosa”. (pág. 33)


La autora hace una predicción:

así como sucedió en tiempo de la destrucción de Jerusalén, el pueblo de Dios será librado” (pág. 41)

Pues esa es otra verdad a medias, porque para liberarse de la destrucción hay que irse. ¿Dónde está esa puerta por la cual huirán los verdaderos cristianos de la actualidad? ¿O donde estará?
La puerta está, les será abierta a todos aquellos que escuchen las enseñanzas de Cristo y las pongan en práctica. Por ejemplo las siguientes:


“De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover”. (Mateo 23: 3-4)

No juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados”. (Lucas 6: 37)