lunes, 9 de diciembre de 2013

Un ignorante en el juicio final, enseñanzas de Elena de White




El siguiente párrafo pertenece al libro Mensajes para los jóvenes, escrito por Elena de White, profeta y pionera de la iglesia adventista del séptimo día.

La autora expresa sus ideas recurriendo a un supuesto ignorante en el juicio final, que acusa a un cristiano de haberle influenciado mal con su mal comportamiento y de no haberle enseñado el camino a la salvación.

 

Vuestra influencia

 

"¡Ojalá comprenda cada uno que él es el árbitro de su propio destino! En vosotros yace vuestra felicidad para esta vida y para la vida futura e inmortal. Si lo queréis, tendréis compañeros que, por su influencia, restarán valor a vuestros pensamientos, vuestras palabras y vuestras normas morales. Podéis dar rienda suelta a los apetitos y las pasiones, despreciar la autoridad, usar un lenguaje grosero, y degradaros hasta el más bajo nivel. Vuestra influencia puede ser tal que contamine a otros y podéis ser la causa de la ruina de aquellos a quienes podríais haber traído a Cristo. Podéis hacer apartar a otros de Cristo, de lo recto, de la santidad y del cielo. En el juicio podrán los perdidos señalaros y decir: "Si no hubiera sido por su influencia, yo no habría tropezado ni me habría burlado de la religión. Él tenía la luz, conocía el camino al cielo. Yo era ignorante y fui con los ojos vendados por el camino de la destrucción". Oh, ¿qué respuesta podremos dar a tal acusación?" (pág. 28)

 

El párrafo comienza diciendo que cada quien es árbitro de su destino. Ni bien termina de decirlo, asegura que el comportamiento de cada uno, depende de los otros.

El destino de esos jóvenes a quienes la autora dirige su mensaje, depende de sus compañeros, porque podrían apartarlos de Cristo. Esos mismos jóvenes, ya mal influenciados podrían apartar a otros de Cristo. El futuro de los que no tienen a Cristo también, porque podrían haberlos atraído a Cristo.

Finalmente, el futuro de los perdidos, también depende de quienes le harán tropezar.

Más que árbitro, acá todos parecen víctimas de los otros. Ni siquiera los cristianos verdaderos están a salvo de la influencia de los demás:

 

Podéis hacer apartar a otros de Cristo”

 

Entonces, la única manera que evitar que toda esta contaminación se apodere de las iglesias, o incluso del resto de la población, es hacerle caso a la autora y alejarse de las malas compañías.

Sin embargo, para poder hacer eso, habrá que tener a donde ir para alejarse, porque esas malas compañías podrían ser parientes o gente que siempre anda cerca de su entorno.

Tendrán que tener un hogar digno donde aprender a comportarse, no solo para saber identificar a las malas compañías, sino para evitar convertirse en una de ellas.

Tendrán que vivir en un barrio de gente bien y asistir a una buena escuela donde haya buenos compañeros para elegir. De no ser así, terminarán aislados sin poder hacer nada.

 

en vosotros yace la felicidad”

 

También tendrán que tener una cabal idea de lo que es la felicidad. Es decir, deberán tener padres impecables que le enseñen con el ejemplo, porque eso no se aprende mirando, o con teorías.

Eso es mucho pedirle a cualquiera, nadie podrá elegir tener todo eso. O lo recibe, o no lo tendrá.

En otras palabras, para poder alejarse de las malas compañías, primero es necesario estar rodeado de buena compañía.

La autora ilustra su idea diciendo que en el juicio final, los perdidos dirán que los otros tuvieron la culpa. Eso no significaría nada si los perdidos lo dijeran, los perdidos dicen esas cosas. Pero al parecer, la autora también lo creía porque exige una respuesta, asumiendo así que la acusación será válida.

Para alguien que creía con esa seguridad que cada quién es árbitro de su destino, ese mismo argumento podría ser la respuesta: no pueden los otros tener la culpa si cada quién es árbitro.

 

Serán entrampados

 

A menos que nuestros jóvenes tengan valor moral para cortar la relación con esas personas cuando descubran su incredulidad, serán entrampados y pensarán y hablarán como tales amistades lo hacen, expresándose con liviandad sobre la religión y la fe de la Biblia”. (Mensajes para los jóvenes. pág. 84)

 

Acá podemos ver que no alcanza con solo alejarse, también tendrán que aprender a descubrir su incredulidad a tiempo, no sea cosa que sean entrampados.

Eso parece algo muy obvio, pero el hecho es que hay quienes ocultan muy bien su condición de incrédulos. Otros, ni siquiera saben que son incrédulos, son falsos pero creen ser verdaderos y por eso se comportan como si lo fueran.

Además, con estos nunca se sabe, ni siquiera pueden evitar pensar como los demás, solo pueden alejarse.

Pero suponiendo que lo lograran, surgirá otro problema, esos también le acusarán de lo mismo que los otros en el juicio, aun con más razón.

Por ejemplo, podrán decir: él tenía la luz, pero la usó para cortar la relación para su propio beneficio. Cada vez que yo aparecía, se alejaba. Si hubiera usado su influencia, etc.

De manera que, si la autora estaba preocupada por qué dirán en el juicio, debería haber preparado algo, porque serán muchos los acusadores.

 

El poder convincente

 

Tu influencia puede dar testimonio de la verdad de Dios: puedes ser colaborador de Dios en la gran obra de la redención humana” (Mensajes para los jóvenes pág. 18)

 

El problema ahora, está en que hasta hace un rato había que alejarse y no dejarse influenciar, pero ahora tienen que influenciar. ¿Y cómo hacen? La autora no explica bien esa parte.

 

Podemos ejercer una influencia, una influencia poderosa en el mundo. Si nos acompaña el poder convincente de Dios, seremos capaces de conducir a las almas del pecado a la conversión”. (Mensajes para los jóvenes pág. 23)

 

El poder convincente es la solución. De ser eso verdad, ya habrían conducido a todos a la conversión.

La única explicación sería que sí es verdad, pero no lo han hecho porque no tienen ese poder convincente.

Entonces, es así: pueden ejercer una influencia poderosa en el mundo, pero no pueden evitar dejarse influenciar. Saben quiénes son los otros, pero no pueden evitar ser como ellos.

Eso ni siquiera tiene lógica. Con solo no comportarse como ellos, ya evitarán ser como ellos. Se ve que tienen de todo, menos poder de deducción. A no ser que no sepan cuáles son las cosas malas que ellos hacen o dicen. De ser así, tampoco podrán reconocerles.

Pudiera ser que, a pesar de saber comportarse, no puedan evitar contagiarse, porque su presencia les distrae. De ser esa la dificultad, entonces ese es el único problema que tienen, no pueden evitar imitar a los otros.

Incluso puede ser que eso sea lo único que saben hacer. ¿Cómo sabía la autora que sabían comportarse? Tal vez los vio comportarse bien cuando estaban con los buenos, pero eso no quiere decir que supieran, solo estaban imitando a los otros por no poder evitarlo.

A esta altura es probable que ni ellos sepan bien lo que están haciendo o quiénes son.

 

por su influencia, restarán valor a vuestros pensamientos”

 

Si no pueden controlar sus propios pensamientos, eso explica por qué no pueden influenciar bien a nadie, ni siquiera en los malos influyentes que están ahí, en su misma iglesia.

Tampoco en los perdidos que han sido perjudicados por esos.

La autora debería haberles enseñado a comportarse a los otros, a los que no tienen todo, no tienen buena educación en la casa, o vaya a saber en qué villa miseria está creciendo, o que dificultades o desamparos están enfrentando.

De seguro también debe haber de esos en la iglesia de la autora. ¿Qué tienen que hacer? Si hay algo que no podrán elegir, será a los padres, a los parientes ni a los vecinos.

Lejos están de tener un catálogo de compañeros a su disposición como tienen los otros. O peor, sí tienen, pero no pueden elegir porque los otros se alejan.

Es posible que esos sean justamente los de lenguaje grosero que la autora denuncia, es que ya vienen mal influenciados de la casa. De seguro ni siquiera saben lo que es la felicidad.

¿Qué les dice la autora a los otros, a los que tienen todo? Aléjense. Qué poca consideración, mejor hubiera sido que enseñara a amarlos como Cristo nos ha ordenado.

 

Un molde inferior

 

Los jóvenes que salen de su casa y dejan de estar bajo el cuidado vigilante de los padres, hacen hasta cierto punto solos la elección de sus compañeros. Deberían recordar que está sobre ellos la mirada del Padre celestial, y que él ve cada una de sus necesidades, de sus tentaciones. Siempre se encuentran en las escuelas jóvenes que por su conducta revelan que sus mentes han sido formadas en un molde inferior. La preparación desacertada que han recibido en la niñez no ha desarrollado equilibradamente sus caracteres” (Mensajes para los jóvenes, Pág. 162)

 

Realmente cuesta mucho creer en un Dios que parece estar atento y “ve cada una de sus necesidades”, de los que tienen todo.

En cambio los otros, los que recibieron una “preparación desacertada”, por no decir que sus padres y su entorno son un desastre, pues que se arreglen.

A esos no les dice si deberían recordar que Dios está atento a sus necesidades o qué. Tal vez porque tienen tantas, que no sabrán qué hacer con esa información. Al menos podría haber aprovechado para decirles que Dios les ama.

La autora de seguro sabía que los defectos también son necesidades, sobre todo si se pueden corregir. Pero estos, no podrán mejorar ni aprender porque nadie les enseña nada ni les da nada. No solo porque la autora les dijo a los otros que se alejaran, ya de antes nadie les daba nada.

Tampoco parece importarle con quienes harán amistad. Solo se preocupaba por los otros, -pobrecitos, tienen que elegir solitos a sus compañeritos-.

No deja de llamar la atención que los del molde superior podrán ser mal influenciados por los inferiores. Vaya molde superior.

Llegará el día en que los del molde superior corregirán su debilidad y ya no podrán ser mal influenciados. O eso habrá que suponer, porque la autora tampoco dijo eso.

Entonces habrán desarrollado sus caracteres como a la autora le gustaba, así creerán haber cumplido con el deber de recordar que estaba sobre ellos la mirada del Padre, cuando en realidad, lo único que hicieron fue recibir todo lo que necesitaban mientras repudiaban a los del “molde inferior”.

Seguramente en el juicio, esos últimos también serán hallados culpables al igual que aquellos a quienes mal influenciaron.

 

Yo era un ignorante

 

Elena de White ilustra toda esta enseñanza con un imaginario juicio final donde hay una especie de careo, un incidente en el juicio.

Pero sabemos que eso no va a ocurrir, el juicio final será un momento en que la culpabilidad de los perdidos será probada. No habrá alegatos, argumentaciones ni nada.

Claro está que la autora solo utilizó un supuesto como una forma de expresar sus ideas. Sin embargo, los supuestos también sirven para evidenciar las fallas en esas mismas ideas que se están analizando. Por eso habrá que suponer bien, o concluir bien, no de esa manera parcial como lo ha hecho.

Los “perdidos” como les llama en el párrafo, están siendo juzgados por burlarse de la religión y no aceptar a Cristo. Sin embargo, en el juicio se defienden diciendo: “yo era ignorante”.

Sin ánimos de hacer lío con la gramática, vamos a llamarle: el “perdido”. Entonces, en el juicio apela a la ignorancia y hasta se muestra arrepentido. ¿Igual será hallado culpable? Al menos parece ser un reclamo justo.

 

El perdido

 

Él tenía la luz, conocía el camino al cielo”

 

Con respecto a eso, la autora hace una pregunta clave: ¿Qué respuesta podremos dar a tal acusación?

Sin embargo, ese “perdido” que hace semejante acusación en medio del juicio, en realidad no está acusando a aquel mal influyente, como creyó la autora, sino que está acusando a Dios de haberle puesto injustamente en las filas de los perdidos.

Hubo una confabulación en su contra, señala a quienes fueron sus autores y la manera en que le hicieron caer, poniéndole una trampa.

El perdido, acusa a quien ahora le juzga, de haberle dado luz a la persona equivocada, o peor aún, a la persona que tenía la intención y los medios para hacerle tropezar.

El “perdido” no habla con el mal influyente ni espera su respuesta, le señala sí, pero le habla al Juez. No le acusa de juzgar mal, sino de ser el mismísimo autor de la situación.

Entonces ¿por qué la autora supone que es el mal influyente el que tiene que contestar? Pareciera que no sabía bien que hacían los personajes de sus propias historias.

O peor, porque es como si estuviera hecho con doble sentido, como si la misma autora estuviera denunciando lo injusto del proceder de Dios.

Solo faltó que dijera: -oh, ¿qué respuesta dará Dios a tal acusación?-

El “perdido”, está siendo juzgado por burlarse de la religión y no aceptar a Cristo. Sin embargo, tuvo razones para hacerlo, eran hipócritas, groseros, daban rienda suelta a sus pasiones y ninguno de ellos hacía nada para salvar a otros.

De manera que esa burla, en realidad fue un acto de resistencia y por qué no, de tolerancia. De no haber sido tan tolerante, es posible que hubiera hecho algo mucho más drástico. Por ejemplo, podría haber perseguido y exterminado a todos los miembros de esa iglesia cuando tuvo la oportunidad, así al menos habrían hecho menos daño a la humanidad.

Si hasta hubiera sido preferible que hiciera eso, en vez de que tantos inocentes vayan al infierno por culpa de gente como esa.

Esa burla, incluso puede que haya salvado a otros, porque se burlaba tan despiadadamente, que la gente rehuía de esas iglesias por creer que eran burlas merecidas, o por temor a convertirse también en blanco de los mismos ataques. O peor, por miedo a convertirse en falsos cristianos como esos.

Pero el juez, en vez de premiar esa tolerancia y comprender la burla, ahora le está condenando. Eso explica un poco el berrinche que hará en el juicio.

No sabemos qué respuesta dará Dios, ni que contestará aquel mal influyente si la pregunta hubiera sido dirigida a él, la autora no lo dijo. Pero teniendo en cuenta que una respuesta ha sido requerida, habrá que encontrar una, aunque sea supuesta.

 

El mal influyente

 

El mal influyente, seguramente contestará que el “perdido” realizó su defensa acusatoria con mentiras.

Primero dijo haber sido un ignorante, después dijo que el otro tenía luz y conocía el camino al cielo. ¿Cómo es que repentinamente sabe que el otro tenía la luz y conocía el camino? ¿En el juicio verá toda la verdad?

Todo indica que ya lo sabía de antes, sabía de la existencia de ese camino y sabía también que el otro no lo transitaba. Cualquiera se daba cuenta, por el lenguaje grosero y por todo el resto.

Cuando dice: “él tenía la luz”, demuestra que hasta conocía la jerga cristiana. En otras palabras, no se puede ser ignorante y al mismo tiempo saber todo.

Además ¿Cómo es que se dejó influenciar sabiendo que eran falsos cristianos? No pudo haber sido mal influenciado por la misma persona de quien se estaba burlando.

Sin embargo, pudiera haber pasado otra cosa, tal vez por culpa de ese, creyó que todos los cristianos eran iguales. Puede que hasta quedara convencido que el Dios de los cristianos, ni siquiera existía.

De ser así, entonces era verdad que se enteró de todo recién cuando llegó al juicio. En ese caso, podría tener razón en apelar a la ignorancia en su defensa.

Excepto porque dice: él conocía el camino al cielo y tenía luz. Está bien que sepa todo pero ¿también lee las mentes? No puede saber quiénes tienen luz y quienes no, porque hay quienes no la tienen ni aun estando en la iglesia verdadera.

Lo más probable es que ese, que estaba siendo juzgado también, no tuviera luz.

Pero dándole un crédito y suponiendo que de alguna manera puede distinguir a los verdaderos de los falsos. En vez de señalar quiénes son los que tenían luz, debería aprovechar para decir cómo se hace para saber quiénes son los cristianos falsos y cómo distinguirlos de los verdaderos.

Porque si no dice nada, está haciendo lo mismo que la persona a quien acusa, sabe toda la verdad, pero no la comparte.

Entonces, justo cuando llegamos al origen mismo del problema que generó todo el resto, donde podríamos saber cómo diferenciar a los falsos cristianos que dicen ser verdaderos, o como en este caso, a los verdaderos que se comportan como falsos, no explica.

Pero dándolo un crédito más y suponiendo que sepa distinguirlos, pero no puede enseñar cómo, porque lo sabe por una dádiva que le es concedida recién cuando llega al juicio.

De ser así, entonces definitivamente tiene razón de reclamar su ignorancia, nadie puede solucionarla, ni siquiera estando en el cielo le pueden enseñar a hacerlo. Si él no lo puede explicar, los otros tampoco habrían podido.

Ni siquiera él puede hacerlo ahora que sabe todo. Menos le habrían podido enseñar cuando estaba en el mundo.

 

¿Qué respuesta daremos?

 

El problema está en que nada de lo que dijo el perdido era verdad, los malos influyentes no tienen luz como él afirma. Según la doctrina cristiana, no es posible tener luz de Cristo y a la vez andar por ahí haciendo tropezar a los otros.

Si hubiera tenido luz, habría sido cristiano verdadero. De ser así, no estaría siendo juzgado. ¿Lo tiene ahí delante de él y no se da cuenta?

Todo indica que sigue igual de ignorante como antes, solo está tratando de defenderse sacando conclusiones apresuradas y tratando de culpar a otros.

Por otra parte, apela a la ignorancia. ¿Pero es válido hacerlo? Los otros conocían el camino y no le enseñaron, ese es el reclamo. De ser válido el reclamo, debería ser declarado inocente, porque ahora sí probó ser ignorante.

No, no es válido apelar a la ignorancia. Es decir que, ni siquiera sabe defenderse.

La autora propuso: ¿qué respuesta daremos? Respuesta: No sabe lo que está diciendo. Dijo haber sido ignorante, pero sus declaraciones demostraron que no había dejado de serlo.

Incluso aquel acto de tolerancia al que apeló no era tal, sólo tenía esa apariencia.

Si de verdad hubiera creído que ese cristiano andaba por ahí mal influenciando a los demás y que así les estaba condenando a la perdición eterna, entonces sí, habría sido un acto de tolerancia, sólo burlarse y nada más. Pero no, porque se burlaba porque creía que todos los cristianos eran tontos.

O peor aún, porque de haber sabido lo peligrosa de la situación, habría sido negligencia, por no haber hecho nada al respecto. O incluso complicidad, por no haberlos denunciado.

Podría haber denunciado la situación a algunos de esos organismos activistas contra sectas destructivas. Incluso podría haber trabajado para organizar una protesta o denuncia pública. No hizo nada de todo eso porque era un incrédulo en el mundo. Estaba engañado, por eso no entrará al reino de Dios.

Ahora que sabemos que el perdido ha mentido, ¿Será que el mal influyente entrará al cielo? Debería, porque la acusación era falsa. No, igual irá al infierno junto a los que le quisieron culpar falsamente. Entonces, ¿por qué a la autora le importaba lo que fueran a decir en su defensa?

Es posible incluso que sí estén diciendo algo, tal vez ese comportamiento sea su manera de expresar su rechazo o una manera de reaccionar ante este tipo de enseñanzas.

 

Él tenía la luz

 

él tenía la luz y conocía el camino al cielo

 

Eso fue lo que dijo aquel “perdido” en el juicio, pero la autora no aclaró que era mentira.

O sea que le hizo decir al perdido, algo que ella quería decir, para hacerles creer a los jóvenes de su iglesia que tienen luz y que transitan por el buen camino, porque seguramente tienen un comportamiento distinto a esos malos influyentes.

Si aquel “perdido”, en su defensa hubiera dicho por ejemplo: -él me predicó una doctrina falsa y yo le creí-, eso sería como advertir al lector que tenga cuidado de no dejarse engañar por cualquiera que se dice cristiano.

O si hubiera dicho: -yo creí que los cristianos eran todos iguales-. Eso también podría ser. Pero no, la autora dice: “él tenía la luz”, el lector distraído miembro de su iglesia, asumirá que era verdad. Ni siquiera el juez le dijo que eso no era verdad.

También describió a los malos influyentes como groseros, que desprecian la autoridad, degradan todo al más bajo nivel y dan rienda suelta a sus pasiones, etc. ¿Así piensan alejarse de los malos influyentes? Ni siquiera saben cómo son.

Los verdaderos malos influyentes son otros, usan un lenguaje de alto nivel, respetan totalmente la autoridad, no dan rienda suelta a sus pasiones, pero no conocen a Cristo.

Aun así, andan tratando de influenciar bien a los demás por creer que son verdaderos. O peor, para eludir aquella acusación en el juicio.

La iglesia, tan querida por la autora, ahora debe estar llena esos que por estar haciendo la tarea evangelizadora, se creen árbitros de su propio destino.

Sienten alivio o incluso hasta se sienten elogiados de no ser uno de esos que desprecian la autoridad, reprendidos en el párrafo. Para ellos era el mensaje.

La autora pareciera que tenía su propia versión de Mateo 25. El Rey, quien separará a los cabritos de las ovejas, dialoga con los benditos primero y los malditos después.

La pregunta ¿Señor, cuando te vimos hambriento? Al parecer, no será necesaria, porque tanto los malos influyentes como los perdidos sabrán todo lo que hicieron y dejaron de hacer.

Además, las cosas mencionadas en Mateo 25 pareciera que no importan demasiado.

Cristo acusó a aquellos que se hacían llamar religiosos, llamándoles ciegos:

 

Déjenlos: son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo.” (S. Mateo 15: 14)

 

No para la autora, quien afirma que existen esos que conocen el camino al cielo, tienen luz espiritual, es decir que no son ciegos y aun así hacen tropezar a otros.

Lamentablemente la autora suele tener éxito, hay muchos ciegos que andan por ahí tratando de influenciar a otros. Seguramente, ellos también tendrán éxito.

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