miércoles, 31 de julio de 2024

La pecaminosidad del pecado. Enseñanzas del libro: Alza tus ojos

 

Enseñanzas del libro: Alza tus ojos, de Elena de White, profeta y pionera de la iglesia adventista del séptimo día.



1 Humildad

 

¿Qué es la humildad? Es ese sentimiento de pecaminosidad e indignidad que nos conduce al arrepentimiento”. (Pág. 14)

 

Es difícil para un cristiano imaginarse a Cristo, el más humilde de los humildes, teniendo sentimientos de “pecaminosidad e indignidad” que le condujeran al arrepentimiento.

Lo que el párrafo está describiendo se llama: remordimiento, ese tipo de sentimientos suelen tener los que actuaron por impulso, o ansiedad.

Los que han luchando contra alguna adicción, por ejemplo, los jugadores compulsivos suelen dar testimonio de haber padecido ese sentimiento. Eso es porque el ser humano tiene la capacidad de arrepentirse y luego volver a hacer lo que hizo, una y otra vez.

Los que desafían la autoridad, por más razón que tengan y por buena que sea su causa, suelen tener ese sentimiento que querer arrepentirse.

Por otra parte, están los culposos, ellos tienen ese sentimiento que describe la autora, no importa lo que hayan hecho, se arrepienten de lo que sea, sólo hace falta que alguien les reprenda.

A todo eso la autora le llama: humildad.

 

2 La pecaminosidad del pecado

 

Necesitamos estar convencidos de la malignidad de una enfermedad antes de sentir la necesidad de ser curados. Aquellos que no captan la pecaminosidad del pecado no están en condiciones de apreciar el valor de la expiación y la necesidad de ser limpiados de todo pecado”. (pág. 14)

 

Esta es la continuación del párrafo anterior. Seguramente cuando dice “captar”, se refiere al sentimiento que antes mencionó.

Mejor hubiese enseñado cómo se hace esa captación, porque absolutamente todos los que asisten a una iglesia cristiana creen haber comprendido el significado del pecado, más todavía si se comparan con “aquellos”, que no lo hicieron.

Después dice:

 

El pecador se mide a sí mismo por sí mismo y por aquellos que, como él, son pecadores. No contempla la pureza y la santidad de Cristo”. (pág. 14)

 

La deducción por comparación y descarte, debe ser uno de los métodos más utilizados por la autora para transmitir sus ideas sin tener que decirlas. Presenta dos elementos supuestamente opuestos, después señala lo erróneo a uno de ellos, así por descarte, el otro queda como acertado.

Por un lado, está el pecador midiéndose a sí mismo. Por el otro, alguien que contempla la pureza de Cristo.

Los lectores, se pondrán inmediatamente del lado del que contempla la pureza, por eso no creerán estar cometiendo el error de medirse a sí mismos, como los pecadores que creen no ser.

Es decir, terminarán haciendo lo que están tratando de evitar, compararse con los pecadores. Así se hallarán distintos a aquellos que se comparan entre sí, después de haberse comparado con ellos.

Mejor hubiera sido si aprovechaban, ya que estaban contemplando a los pecadores, para amarlos como Cristo nos ha ordenado.

 

3 Su dominio

 

Dios creó al hombre para su gloria. No soportará, no puede soportar la presencia del pecado en su dominio. Si en la iglesia hay individuos que están pecando voluntariamente contra Dios, hay que echar mano de todo medio posible para llevarlos al arrepentimiento. Si no se hace esto se deshonra el nombre de Dios”. (pág. 14)

 

Cuando dice: “su dominio”, no puede estar refiriéndose a las iglesias, porque lo pueda soportar o no, Dios no hace nada al respecto. Sin duda se refiere al reino de Dios venidero.

“No puede soportar”, dice la autora, seguramente para no presentar a un Dios autoritario. Sin embargo, tal vez sería preferible un Dios autoritario, a uno que recurre a sus impedimentos para justificar sus acciones.

Entonces, esos “que están pecando voluntariamente”, no irán al cielo, dice la autora que al parecer creía que su gente no sabía lo más esencial.

Hay que recurrir a todos los medios, pero no dice cuáles son esos medios para llevarles al arrepentimiento.

Antes dijo:

 

Aquellos que no captan la pecaminosidad del pecado no están en condiciones de apreciar el valor de la expiación y la necesidad de ser limpiados de todo pecado”.

 

Entonces habrá que con decirles que desistan para que tomen consciencia, pero los que pecan voluntariamente ya están conscientes de su condición, o no serían voluntarios. Habrá que encontrar la manera, no debe ser bueno deshonrar el nombre de Dios. Es posible que tampoco vayan al cielo.

Por otra parte, seguramente Dios tampoco tolerará en su dominio a esos que creen en un Cristo falso. Pero esos no sienten ninguna necesidad de ser limpiados, porque de seguro ya creen haberlo hecho. ¿Tenía la autora algún método para llevar a esos al arrepentimiento?

Debería haber una manera, porque aparte de pasar desapercibidos, deben ser realmente muchos.

 

4 Evidencias

 

Tenemos abundantes evidencias de que en la iglesia de Dios la maleza crece junto con el trigo. Hay cristianos sinceros en la iglesia y también los hay tibios. Estos últimos tienen oportunidad de conocer la verdad; la Palabra de Dios les es presentada; concurren al banquete como Judas asistió a la Pascua pero, como Judas, no asimilan la Palabra de vida”. (pág. 33)

 

Aunque acá hay más de dos elementos, el método de comparación funciona igual. La conclusión será que los que se creen sinceros, no creerán ser Judas, malezas, ni tibios.

Hay sinceros, tibios, malezas, trigos, Judas y abundantes evidencias, pero gente que sinceramente cree ser cristiana verdadera y no es, no hay. La sinceridad es justamente una de sus características. De manera que, de lo primero que habría que desconfiar es de la sinceridad.

Tenemos abundantes evidencias”, dice la autora exhortando a sus fieles que son calificados de “trigo”, a creer que han asimilado la palabra de vida, porque la sinceridad con la que sostienen su creencia y las malezas que encontraron, les ha convencido que los tibios son otros.

Está claro que cada uno tiene derecho a creer en lo que considera verdad, pero más de uno habrá pensado que eso es no tener fe.

Sin embargo, esa es parte de la doctrina de la autora, como aclara el siguiente párrafo:

 

Nuestra fe debe reposar sobre evidencias, no sobre demostraciones. Los que quieran dudar tendrán oportunidad; al paso que los que realmente deseen conocer la verdad, encontrarán abundante evidencia sobre la cual basar su fe”. (El camino a Cristo, pág. 94)

 

Entonces, han encontrado evidencias de la existencia de los “tibios”. De seguro lo hicieron después de una minuciosa observación y búsqueda entre los miembros de su congregación. No para basar su fe seguramente, pero sí para no creerse uno de ellos.

Antes parecían no tener fe, ahora parece que no pueden evitar juzgar a los demás. Después, dice:

 

No debemos sentimos abrumados por el desánimo debido a que lo bueno y lo malo se hallan juntos en la iglesia. Judas se contaba entre los discípulos”. (pág. 33)

 

Este párrafo confirma que habían hecho esa búsqueda, encontraron los malos y algunos hasta se desaniman. Sin embargo, los discípulos no se desanimaban ante la presencia de Judas, dice la autora asumiendo que ellos sabían en qué condición estaba Judas, o qué haría después.

Pero según el siguiente párrafo, al parecer sí sabían.

 

Cristo sabía que no había recibido la verdad. No ingirió la verdad. Esta no llegó a formar parte de él. Sus viejos hábitos y prácticas se manifestaban constantemente. No obstante Cristo no tomó medidas de fuerza para apartar a Judas de los discípulos”. (pág. 33)

 

¿Por qué no tomó medidas? Antes dijo que había que echar mano para corregir a los que pecaban, ahora solo hay que evitar desanimarse. Cuando Cristo echó a los mercaderes del templo sí, tomó medidas de fuerza. Se nota que solamente lo hacía cuando la autora lo decidía.

Pero no, porque hay una explicación:

 

Nadie puede obligarlos a ingerir la Palabra de vida eterna a fin de que realicen una obra cabal de arrepentimiento para que puedan tener una experiencia cristiana genuina”. (Pág. 33)

 

Obligarlos al arrepentimiento no se puede, dice. Entonces, Cristo sabía que no lo lograría. Pero al menos tendría que haberlo intentado, antes dijo que echar mano de todo medio posible.

Tal vez porque estos que no se arrepienten cabalmente, no son los mismos que aquellos que pecaban voluntariamente.

En otros escritos dice lo siguiente:

 

Pero no hay unión entre el Príncipe de luz y el príncipe de las tinieblas, ni puede haberla entre los adherentes del uno y los del otro. Cuando los cristianos consintieron en unirse con los paganos que sólo se habían convertido a medias, entraron por una senda que les apartó más y más de la verdad”. (El conflicto de los siglos, pág. 48 y 49)

 

Entonces, es evidente que hay muchas categorías de pecadores en las iglesias. Por un lado están los pecadores voluntarios, con esos hay que tratar que desistan de su condición.

Otros, sirven como evidencia, pero con esos no se puede hacer nada, porque seguramente no están conscientes de ser malezas.

Otros, no han realizado un cabal arrepentimiento. A esos habrá que tolerarles, porque tampoco no se puede hacer nada.

Ahora también están los “paganos” que se han convertido a medias, esos serán causa del mal y ya no hay que unirse a ellos.

Qué lástima la autora no explicó cómo se hace para diferenciar a los paganos, de los otros, los que no tienen cabal arrepentimiento. Aunque lo más probable es que estos “paganos”, sean los mismos que los otros, pero a la autora le pareció que podía ponerlos en una categoría distinta, solo porque les llamó “paganos”.

Hay una sola manera de lidiar con estas ideas, hablando y no haciendo.

 

5 La tierra desaparece de la vista

 

Nuestros ojos no deben fijarse en la tierra, sino elevarse al cielo. Debemos pasar por peligros y dificultades, avanzando con cada paso, obteniendo victorias en cada conflicto, superándonos más y más; el aire se vuelve más puro a medida que el alma se acerca al cielo. La tierra ya no tiene atracción. El paisaje celestial se presenta con claridad y belleza. El cristiano ve la corona, el manto blanco, el arpa, la palma de victoria; la inmortalidad está a su alcance. Entonces la tierra desaparece de la vista...” (pág. 30)

 

Casi todo el párrafo habla de ver cosas, pero el verdadero cristiano ve al prójimo, a los necesitados, a los engañadores, ve la miseria en la que viven esos que no tienen oportunidad de nada.

Todas esas cosas están en la tierra, pueden haber desaparecido de la vista de la autora, tal vez detrás de la niebla que provoca la costumbre de “espaciarse”, en vaya a saber qué, pero definitivamente no han desaparecido de la vista de un cristiano.

 

6 Correcto equilibrio

 

La Palabra de Dios, cuando se estudia cuidadosamente y con oración, mantiene a los hombres en un correcto equilibrio. En ella encontramos claramente definido el camino de Dios. Ninguno que escudriña con sinceridad la Palabra andará en tinieblas”. (pág. 19)

 

Entonces, la razón de la existencia de iglesias con doctrinas falsas, es porque su gente no es sincera. Hay que tener realmente muchas ganas de que los otros estén equivocados para aceptar una idea como esa.

Al parecer, si se estudiara la biblia cuidadosamente y con oración, ya no habrían más desequilibrados.

Ni la sinceridad, ni el estudio de la biblia acompañada de oración, ni las tres cosas juntas, garantizan el entendimiento de la verdad. Ya lo habrían logrado, casi todos al menos.

Tampoco es verdad que estudiar la biblia mantenga a las personas en perfecto equilibrio. Ni siquiera hace falta buscar muchas razones para eso, lo sabe cualquiera. Fue muy ingenua la autora por haberlo dicho.

 

7 Suprimir la verdad

 

Todas las fuerzas de los ángeles malos combinadas con los hombres malvados tratarán de suprimir la verdad y la libertad de creer en la verdad”. (pág. 42)

 

Esa es una de las predicciones hechas por la autora que no se han cumplido, hasta ahora al menos. No son los malvados los que tratan de suprimir la verdad o la libertad, sino los falsos predicadores como señala la biblia.

Sin embargo, allí dice que tratarán, no dice que lo lograrán, ni siquiera dice que se notará el intento. El siguiente párrafo, escrito por la misma autora, parece confirmar esa idea.

 

Ni los hombres perversos ni los demonios pueden obstaculizar la obra de Dios ni impedir su presencia en las asambleas de su pueblo, si éste, con corazón contrito y sumiso, confiesa y aparta sus pecados, y reclama con fe sus promesas. (Mensajes para los jóvenes”. pág. 131)

 

Es decir que el intento de lo anterior pudo haber existido, aunque fallido e imperceptible.

El interrogante es ¿no podrían esos perversos también arrepentirse? Porque la autora directamente los ha agrupado con los demonios. También había agrupado a los malvados con los ángeles malos. Pero las cosas no están siempre tan ordenadas como a la autora le gustaba.

Algunos de esos perversos y malvados, después de fracasar en el intento de obstaculizar la obra, pudieron haber apartado sus pecados y hacerse parte del “pueblo” de Dios.

Otros, como ya sabían que no lo iban a lograr, la autora le dio el aviso, pudieron haber desistido sin haberlo intentado siquiera. Entonces se sumaron al pueblo, algunos arrepentidos, otros sin arrepentimiento.

Por otra parte, esos que son de “pueblo”, que antes mencionó, pudieran no haber apartado sus pecados todavía, o tal vez nunca. Esos también son perversos, pero están adentro de las iglesias y no creen ser socios de los demonios.

Entonces, ese “pueblo”, podría estar lleno de gente perversa y malvada sin arrepentimiento, mezclados con los que sí se arrepintieron, influenciándose entre sí, participando en esas asambleas, obstaculizando la obra de Dios y todos haciéndose llamar “su pueblo”, justo lo que la autora predijo que no pasaría. Qué lástima que la autora no explicó cómo se pone orden a esta situación.

Si todo eso estuviera pasando y alguno se diera cuenta, no va a poder hacer mucho.

 

No tienen tiempo para dedicar a los errores de otros. Presten atención a sus propios errores y hagan que los descarriados se sientan avergonzados por el interés amable y lleno de simpatía que ustedes manifiestan por ellos”. (Alza tus ojos, pág. 115)

 

En el párrafo anterior había perversos y socios de los demonios, ahora solo hay descarriados. Seguramente eso es porque no quería llamar perversos a la gente de adentro de la iglesia, es decir, seguía poniendo orden.

Sin embargo, así dicho parecen inofensivos, solo comenten “errores”, y hasta se avergüenzan de lo que hicieron. Pero no debe ser tan sencillo lidiar con los verdaderos descarriados. Esos podrían ser tercos y tan malvados como aquellos. O tal vez dirigentes de la iglesia que no han apartado sus pecados como la autora dijo que era la solución.

Podrían estar haciendo cosas indebidas o predicando falsas doctrinas, o pervirtiendo la verdadera. Si alguien quisiera denunciar la situación, tampoco podrá hacer mucho, le dirán que no hay que expresar dudas porque les hará daño a los demás, tal como también enseña la autora.

 

cada duda que expreséis no reaccionará solamente sobre vosotros, sino que será una semilla que germinará y dará fruto en la vida de otros, y tal vez sea imposible contrarrestar la influencia de vuestras palabras”. (El camino a Cristo, pág. 107)

 

Entonces, a todos esos que quieran ser parte de su “pueblo”, que no creen ser perversos ni malvados, la autora les dice: con corazón contrito y sumiso, confiesen y aparten sus pecados.

Pero hay un problema, no importa a qué congregación religiosa pertenezcan, todos creen haberlo hecho así. Debe ser por eso que todos creen ser su “pueblo”.

Al final no sabemos si acertó o no en la predicción.

 

8 Divisiones

 

Las divisiones no son el fruto de la justicia, sino del diablo. El gran obstáculo para nuestro avance en este tiempo es el egoísmo que impide que los creyentes tengan verdadero compañerismo el uno con el otro”. (pág. 67)

 

Antes dijo que las malezas eran los tibios mezclados con los sinceros dentro de la iglesia, ahora dice que las divisiones son del diablo. ¿Pero qué quería la autora? Porque esas contradicciones no son inofensivas. No pueden, tanto las uniones como las divisiones ser resultado del diablo.

Unos párrafos más adelante, dice:

 

Quien fracasa en mantener constantemente delante de sí la norma de la santa Ley de Dios, crea una norma de su propia invención. (pág. 68)

 

A alguien así, resumidamente lo describe de la siguiente manera:

no es idóneo para ser miembro de la familia real

su vida es una farsa

espiritualmente está muerto

trabaja en un plano inferior

Cristo no lo sostiene

queda destituido de los principios

sus manifestaciones de lo que es la vida espiritual se deforman

no representa la norma de vida elevada de Dios

es un ciervo inútil

no asimila la vida que Cristo ha provisto

representa mal a Cristo

ha perdido el discernimiento

no está capacitado para ser vencedor

sus principios han sido pervertidos

(pág. 68)

 

¿La autora se mantuvo unida a gente como esa? Dijo que las divisiones eran fruto del Diablo.

Una cosa sí sabemos, mantenerse unido a personas así no es nada difícil, porque la autora las describió con una larga, redundante y tediosa lista, pero no dijo su principal característica: pueden pasar desapercibidas.

La autora aquí, otra vez hizo todo fácil y dejó todo ordenado. Ha puesto en análisis a uno que “representa mal a Cristo” y al mismo tiempo causa divisiones. Si, cómo no. Con solo pasar desapercibido, podría estar sin problemas dentro de su iglesia sin producir esas divisiones.

 

Las divisiones no son el fruto de la justicia, sino del diablo”

 

Ese es el error que cometió desde el comienzo. Porque si hay gente cuya “vida es una farsa” dentro de la congregación, entonces esa unión también es fruto del diablo. No las divisiones como ahí dice.

Antes, había dicho:

 

Cuando los cristianos consintieron en unirse con los paganos que sólo se habían convertido a medias, entraron por una senda que les apartó más y más de la verdad”. (El gran conflicto, pág. 49)

 

Entonces, Satanás triunfa cuando el que no es idóneo, está mezclado con los otros. Si hay división, también.

Eso explica por qué los adventistas le creen a la autora, primero dice una cosa y después lo contrario, así siempre tiene la razón.

También dice:

 

el egoísmo que impide que los creyentes tengan verdadero compañerismo”

 

También dice que la causa no avanza por culpa del egoísmo. Entonces, son egoístas, no tienen compañerismo y por eso la causa no avanza, sigue poniendo orden. Solo faltó que dijera: menos mal.

Cada vez que la autora menciona un elemento negativo, está convenientemente junto a otro elemento negativo, neutralizando el daño. Con solo tener un falso compañerismo, esos egoístas sí avanzan más rápido que nunca. Esos también están mezclados y también pasan desapercibidos.

O tal vez la autora creía que Satanás les puede convertir en egoístas, les puede hacer creer en un falso compañerismo, pero no puede hacerles creer que es el verdadero. ¿Creía la autora que Satanás hacía las cosas por la mitad?

Pero claro, un grupo de egoístas trabajando todos juntos por la misma causa que los otros, es algo que la autora no podía manejar, por eso necesitaba el orden.

Es posible incluso que ahora tengan un buen compañerismo con aquellos cuyos “principios han sido pervertidos”, pero no se dan cuenta porque “han perdido el discernimiento”. Si no hubieran perdido el discernimiento, no habrían perdido el verdadero compañerismo, así de fácil.

Lo que la autora no explicó es qué tienen que hacer los otros, los que no son egoístas ni nada de todo eso. Si hay compañerismo, estarán unidos con los paganos, si no hay, serán el fruto del Diablo.

 

9 Juicio pervertido

 

Vio que la Palabra de Dios había sido mal interpretada y mal aplicada. Vio cuán difícil sería instruir a la gente para que leyera correctamente las Escrituras, debido a que sus maestros se las leían a la luz de su juicio pervertido. ¿Qué podía hacer para ablandar y subyugar sus corazones? Esta era la carga que presentaba en oración”. (pág. 78)

 

Este párrafo habla de Cristo en relación con los judíos. Dice que habían mal interpretado la palabra y que habían endurecido los corazones. A la pregunta ¿qué podía hacer? No contesta, pero seguramente no mucho porque después describe varias situaciones, todas sin solución.

 

El pueblo judío podría haberse arrepentido si así lo hubiera querido, pero sus integrantes estaban vestidos con la ropa de su justicia propia. Sostenían ser los descendientes de Abrahán y consideraban como propia toda promesa hecha a Israel”. (pág. 78)

 

Ni bien muestra la solución, dice “pero”, y aparece otro impedimento: -tenían su propia justicia-. Así no hay salida.

La pregunta obligada es ¿por qué no se arrepintieron de tener su propia justicia? Así lo otro se arreglaba solo. ¿Tampoco querían?

Se decían descendientes de Abrahán y consideraban como propia toda promesa. ¿Y qué quería, que no creyeran en las promesas ni en Abrahán? Los discípulos de Cristo también se decían descendientes de Abrahán y creían que las promesas eran para ellos.

Eso como si alguien de otra religión, por ejemplo, un musulmán dijese: -los cristianos podrían arrepentirse si lo quisieran, pero creen ser discípulos de Cristo y que pertenecen al reino de Dios-.

Después, dice:

 

La resistencia mostrada por los sacerdotes y gobernantes hacia su obra correspondía con las convincentes evidencias de su divinidad. Tenían celos de Él porque poseía un poder que atraía a la gente”. (pág. 78)

 

Antes dijo que tenían el “juicio pervertido”. Pero ahora resulta ser que sabían quién era Cristo. Esa es una sencilla contradicción.

Entonces: no querían arrepentirse, tenían su propia justicia, creían que eran para ellos las promesas. Ahora también sabían de su divinidad, pero tenían celos.

 

Cristo vio que su espíritu y principios eran totalmente contrarios a las Escrituras”. (pág. 78)

 

¿Por qué no se arrepentían de eso, a ver si así empezaban a querer arrepentirse de lo otro? Y así podríamos seguir monótonamente por la eternidad.

Tal vez, el origen de todo está en lo que dijo al principio:

 

-la palabra de Dios había sido mal interpretada-.

 

Pero entonces, una vez que alguien mal interpreta algo, ¿ya no se desconvence nunca más? De ser así, entonces la terquedad es un problema sin solución, al menos la de ellos.

La autora preguntó: ¿Qué podía hacer Cristo? Está claro que no estaba preguntando, era solo una expresión. Definitivamente, no podía hacer nada.

Esa era la carga que presentaba en oración. Es decir que ni Dios podía, creemos que habría contestado esa oración.

 

Vio cuán difícil sería instruir a la gente para que leyera correctamente las Escrituras”

 

Con eso quiso decir: la escritura tampoco podía hacer nada.

 

convincentes evidencias de su divinidad”.

 

Ni las convincentes evidencias convencían. O peor, es posible que convencieran, pero ni aun así. Sin embargo, ellos sí podían. Pero bueno, que cosas se aprenden acá.

Podría haber resumido todo diciendo:

 

-podían haberse arrepentido si así lo hubieran querido, pero no quisieron-

 

Claro, suena mal, por eso no lo dijo así. Sin embargo, la autora finalmente aporta la solución, Cristo había hecho nuevos planes.

 

Era la fuente misma del conocimiento, y sus parábolas e ilustraciones hacían clara la verdad a los que no poseían educación. Bajo su enseñanza, los que no podían aprender la verdad por medio de los libros, podían aprenderla de la naturaleza”. (pág. 78)

 

Los que no tenían educación sí pudieron, como si fuera que esos no eran parte del pueblo judío. Antes dijo que no querían. De todas maneras eso no es verdad, no estaba clara la verdad, menos aún para los que no poseían educación.

“los que no podían aprender de los libros”, dice la autora. No había libros en esa época, doña.

 

Pero el Israel de Dios está formado por aquellos que se convierten, no por los que son descendientes de Abrahán”. (pág. 78)

 

Entonces, seguramente esa era la respuesta que Cristo recibió por sus pedidos: tienen que convertirse. Sabemos que eso sigue siendo así en la actualidad, el pueblo de Dios está formado por los que se convierten.

Pero hay un problema, para poder convertirse, primero tendrán que saber cuál es la iglesia correcta, porque a diferencia de aquella época, ahora hay realmente muchas y muchas falsas.

Los maestros que allí enseñan, tienen que saber instruir a la gente a leer correctamente las escrituras, solo así evitarán cometer aquellos errores que Cristo no pudo solucionar.

También tendrán que evitar que los maestros lean la palabra con el juicio pervertido. Sabemos que Cristo no supo cómo hacerlo.

Los predicadores tendrán que evitar vestirse ropas de su propia justicia y tendrán que saber cómo se hace para ablandar y subyugar los corazones de los que asisten a ella. Dios mismo no encontró la solución ni por pedido de Cristo. Tal vez aprendiendo de la naturaleza.

También tendrán que saber cómo se hace para querer arrepentirse y no considerar como propia toda promesa. Eso sí les va a costar mucho, porque hay realmente muchos predicadores anunciando mensajes de esperanza basadas en las promesas bíblicas.

Finalmente, deberán evitar tener el espíritu y los principios opuestos a las escrituras a causa de haberlas mal interpretado. Pero eso también parece no tener solución, solo hay que ver la cantidad de iglesias diferentes que hay, todas se acusan mutuamente de estar equivocadas.

En resumen, estamos igual que antes. Para completar, ya nadie parece estar interesado en aprender de la naturaleza. Debe ser porque prefieren los libros.

Al final la autora tenía razón, esta es una situación sin salida.

 

10 Deben despertar

 

Los hombres y las mujeres deben despertar a fin de prepararse para los grandes acontecimientos que están delante de ellos. . .

La razón por la cual los hombres y las mujeres de hoy día no creen en la verdad, se debe a que ella condena las prácticas de su vida. Se dan cuenta de que demanda una reforma, y la combaten debido a que detestan la obra involucrada en la santificación. . .” (pág. 138)

 

El caso que analiza la autora, otra vez no tiene salida. Tienen que despertar, pero combaten la reforma que la doctrina demanda.

En vez de “tienen que despertar”, mejor hubiera dicho -tienen que dejar de combatirla- A ver si así dejan de estar tan estancados.

Detestan la “obra”, dice la autora, pero no explica si lo intentaron y después dijeron que la detestaban, o lo dijeron sin haberlo intentado. Porque tal vez la detestan por ignorancia, no conocen lo que están detestando. O tal vez era solo opinión de la autora.

Pero suponiendo que existieran razones para detestarla, entonces es detestable nomás, tal como ellos lo dijeron. Habría que ir a preguntarles a esos que, a pesar de lo detestable que les parecía, decidieron realizar igual la reforma requerida, a ver qué opinan ahora.

Tal vez dirán: parecía detestable, pero no era.

Otros dirán: sí, es detestable, pero necesario.

Algún otro podría decir: con razón parecía detestable.

 

La razón por la cual los hombres y las mujeres de hoy día no creen en la verdad”

 

Ese es el error que cometió desde el principio. No existe ninguna razón para no creer, que pueda señalarse como tal. Menos aún esa que ha señalado, porque si no creen en la verdad, dirán que no existe tal “obra”.

O dirán que esa verdad no es tal, es mentira. A nadie le parece detestable algo en lo que no cree. A lo sumo dirán que esa “obra”, es innecesaria. O dirán que es un invento de algunos, que los tontos creen porque necesitan agarrarse de algo. Así hablan los que no creen.

Pero la autora quería señalar una razón, seguramente con la única finalidad de hacerles creer a sus seguidores que están haciendo lo que otros detestan.

 

11 Placer egoísta

 

Que nadie, ni los padres ni los jóvenes, comiencen a creer que las diversiones son esenciales, y que desestimar livianamente al Espíritu Santo durante las horas de placer egoísta debe ser considerado un asunto sin importancia”. (pág. 136)

 

Este párrafo es un ejemplo más de cómo la autora mezcla sus dichos con elementos bíblicos para aparentar estar hablando en nombre de Dios. En este caso, recurre al Espíritu Santo para repudiar algo que realmente le molestaba, las diversiones, que ahora ya son placeres egoístas.

En otras palabras, dice: las diversiones desestiman al Espíritu Santo.

La pregunta es ¿cómo hacen los adventistas para creer que su doctrina se basa en la biblia? Porque no es verdad lo que dice del Espíritu Santo, las diversiones ni siquiera son placeres egoístas.

Además, le guste o no a la autora, sí son esenciales. Si una persona quiere tener una vida normal, durante el aprendizaje y todo el crecimiento no son esenciales, son imprescindibles.

 

12 El hombre es transformado

 

La verdad está escrita allí. El hombre es transformado a la imagen de Cristo. Un mundano puede acercarse y no advertir el cambio, pero los que han tenido comunión con Cristo discernirán su expresión en las palabras y el espíritu”. (pág. 26)

 

Este párrafo plantea un tema delicado: saber que el otro ha sido transformado a imagen Cristo. Los que han tenido comunión, según el párrafo, sí pueden.

Entonces, hagamos un supuesto: de pronto alguien, miembro de una iglesia falsa, por alguna razón ha podido encontrar la comunión con Cristo y por lo tanto, ahora discierne por medio de “su expresión en las palabras y el espíritu”, o por otros indicios, que todos los miembros de su propia iglesia no conocen a Cristo verdadero, es decir, son todos mundanos. ¿Qué puede hacer?

Irse, sería la respuesta inmediata. Pero, antes de irse, aunque sea para análisis ¿cómo puede mostrarles a los demás su situación? Según el párrafo, no podrá mostrarles nada, porque los demás no lo notarán. -el mundano no notará el cambio-.

Los miembros de las iglesias, cuando se encuentran con uno así, suelen decirle cosas como:

-¿piensas que estamos haciendo todo mal?, entonces empieza a hacer algo para cambiar lo que está mal, porque si te vas, desde afuera no podrás hacer nada, ¿eh?-

Si se queda y quiere hacer algo, otros se preguntan: -si ya tomó su decisión y tiene su propia postura, ¿por qué no se va?-

Otros le preguntan: ¿y cómo te convencieron?

Otros, mostrándose abiertos, dicen ¿crees que estás en el camino correcto, que ahora sí, has encontrado a Cristo? Sigue, sigue adelante. Cuando en realidad, le está insultando, porque es como si le dijera que vaya a hablar tonterías a otra parte hasta que se le pase.

O como si le dijera, recién estás empezando, recién encontraste a Cristo ¿y ya vienes a explicar cosas?

Entonces ¿puede mostrarles que su doctrina no coincide con la biblia como suelen decir infantilmente algunas doctrinas? De ser eso posible, ya habrían logrado evangelizar a todo el mundo y eliminar todas las iglesias falsas, quedaría únicamente esa iglesia.

Asumiendo que fuera verdad que los cristianos verdaderos se reconocen entre sí, a esta altura ya deben estar todos reunidos en una misma iglesia. ¿Esos son los adventistas?

El problema con esa idea está en que los engañados también creen poder discernir, todos creen tener comunión con Cristo.

Entonces, tanto los que pueden discernir como los que no pueden, estarán todos juntos en la misma congregación, creyendo poder discernirse mutuamente, pero nadie puede señalar correctamente quién lo hace y quién no. Es decir, no pueden.

No se encuentra la solución ni en forma teórica a esta situación, porque la misma consigna estaba mal. En este caso:

 

-los que han tenido comunión con Cristo, discernirán su expresión en las palabras y el espíritu-

 

No queda claro si metió más la pata cuando dijo “palabras”, o cuando dijo “espíritu”. Porque el espíritu puede ser engañoso, pero las palabras, esas sí que engañan.

Entonces, cuando aparezca ese, que está tratando de cambiar lo erróneo de la doctrina, los otros no le creerán, porque creen poder discernir.

Le pondrán resistencia y todo tipo de argumentos en contra. Si insiste, harán lo que sea para que no siga, luego ya no le escucharán y hasta llegarán al extremo de no dejarle hablar. Por último, le perseguirán.

Ahí recién empezará a discernir un poco, no solo quién es quién, sino qué tiene que hacer.

 

13 Lastimar el alma

 

Cuando se vea expuesto a las diversas circunstancias de la vida, y se hablen palabras que están calculadas para zaherir y lastimar el alma, dígase a sí mismo: "Soy un hijo de Dios, un heredero con Cristo, un colaborador de Dios. No debo tener, por lo tanto, una mente vulgar que se ofende fácilmente, no debo pensar siempre en mí, porque esto producirá un carácter falto de armonía. Es indigno de mi noble vocación”. (pág. 34)

 

Al parecer, para la autora: “dar la otra mejilla”, significa distraerse de la situación pensando en otra cosa.

Cuando un cristiano es atacado y ese ataque puede “ofender el alma”, eso significa que tiene una parte débil. En este caso, es el orgullo el que se ofende, no “el alma” como dijo. Aunque pudo ser solo una forma de expresarse.

Dar la otra mejilla, significará enfrentar o incluso vencer esas debilidades.

En este caso, no se habría enterado siquiera que tenía esa debilidad, si el otro no le hubiera atacado así. Pero como siempre, Elena de White tenía sus propios métodos, todos destinados a eludir poner en práctica las enseñanzas de la biblia.

Dice que no hay que pensar siempre en uno mismo, pero en todo el párrafo no hace otra cosa más que dialogar con sigo mismo, exaltándose, “noble vocación, dice, ignorando totalmente al otro, en una actitud de alta pedantería narcisista.

Sabe perfectamente que el otro estaba usado palabras “calculadas para zaherir”, pues con no creerle ya alcanzaba. Pero no, se ofende igual. No debe ser tan noble esa vocación si es así de inestable.

¿Solución? Huir mentalmente.

El problema de dialogar con uno mismo, es que cuesta mucho convencerse. Por algo ya le creyó al otro por encima de lo que él mismo creía. Debe ser porque ni siquiera estaba convencido, porque tiene que volver a hacerlo cada vez que alguien trata de ofenderle.

Dicen que para lograr que alguien escuche, primero hay que captar su atención. Por eso el método de la autora es tan difícil, porque no podrá captar su propia atención cuando el otro le está ofendiendo, eso le distrae.

Pero podría probar, por ejemplo, preguntarse cosas en forma de reclamo ¿no que eras hijo de Dios? ¿No que eras un colaborador? ¿No te das cuenta que esas palabras están calculadas para zaherir? ¿Te das cuenta y te han zaherido igual? ¿Qué, eres tonto, o qué? Y así.

El verdadero problema vendrá cuando el que vino a zaherir le diga una verdad, eso sí le va a doler, ¿huirá también? Sí, con más razón dirá: soy un heredero, etc., y seguirá igual sin hacer nada para cambiarlo.

O peor aún, podrá venir alguien a decirle algún elogio y este quedará contento, cuando en realidad, el elogio también podría haber sido una mentira que solo dijo para burlarse.

¿Y si le ofende alguien de quien no puede huir? Por ejemplo, podría ser el jefe del lugar donde trabaja. Le dice por ejemplo, mi abuela trabaja más rápido.

Lo de la abuela es para zaherir, pero suponiendo que de verdad trabaja más lento que los otros.

Ahí no va a quedar zaherido, va a quedar desorientado, porque ¿qué se hace en ese caso? tendrá que arreglar lo que provocó el agravio o le seguirá agraviando.

Ahí es cuando el método de decirse cosas a sí mismo, ya no le servirá para nada.

 

14 El ejercicio de su gracia

 

Un cristiano no puede exaltarse a sí mismo, porque no es propio de la semejanza con Cristo. El Redentor del mundo, el sustituto y garantía del pecador, dice: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar (Mat. 11:28).” (pág. 34)



Este es un ejemplo de algo muy reiterado en los escritos de la autora, agrega párrafos bíblicos para apoyar sus dichos, pero que no tienen nada que ver con lo que está diciendo.

El verdadero cristiano no puede exaltarse a sí mismo, porque el Redentor les dijo “vengan a mí que yo os haré descansar”. ¿De verdad?

Luego dice:

 

Los vastos dominios sobre los cuales los potentados terrenales ejercen señorío no constituyen un escenario adecuado para el ejercicio de su gracia, la expresión de su amor y la manifestación de su gloria. Quien ama al Señor Jesucristo en verdad y con sinceridad, amará a aquellos por los cuales Cristo murió para salvarlos y aprovechará toda oportunidad de servir a Cristo en la persona de sus discípulos”. (pág. 34)

 

Alguno dirá que en esta enseñanza hay discriminación y sectarismo. Sin embargo, para poder hacer lo que el párrafo enseña, primero habrá que juzgar a todo el mundo, hallar a los mundanos, hallar a los cristianos verdaderos y posicionarse entre esos últimos.

Finalmente, habrá que encontrar las fronteras que dividen los dominios mundanales del reino de Dios. Recién después, ejercer la discriminación.

Qué lástima que la autora no enseñó cómo se hace ese juicio y selección, la gente tiene necesidad de saber, que cuente todo si va a contar.

Luego dice:

 

Debemos consideramos hijos e hijas de Dios, obreros juntamente con Jesucristo, que vivimos con un propósito noble. Somos representantes de Cristo en carácter y debemos servirle con afectos indivisos. No solamente revelaremos que amamos a Dios, sino que, en armonía con su carácter santo, viviremos vidas puras y perfectas”. (pág. 34)

 

Al principio había dicho que no debíamos exaltarnos. Pero no lo va a lograr si continúa usando esos términos como: “viviremos vidas puras y perfectas”, “colaborador de Dios”, “noble vocación”, “indigno de mí”.

También dice: debemos servir a Cristo con afectos indivisos, pero seguramente eso tendrá que ser después de haber hecho la división que señaló antes.

Si hasta pareciera que lo dijo en forma de burla: afectos indivisos, pero solo dentro de este grupo.

 

Los vastos dominios sobre los cuales los potentados terrenales ejercen señorío no constituyen un escenario adecuado el ejercicio de su gracia”

 

Debería haber explicado mejor, porque así, es como si hubiera dicho que hay lugares que no constituyen un escenario adecuados para amar al prójimo.

¿Cómo se hace para amar a otros, a los enemigos, y al mismo tiempo no poder ejercer su gracia?

Hablando y no haciendo, típico.

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