Los siguientes párrafos pertenecen al libro: El gran
conflicto, escrito por Elena de White, fundadora de la iglesia adventista del
séptimo día.
El siguiente párrafo se refiere a la destrucción de
Jerusalén por parte de los romanos.
“Los judíos
habían forjado sus propias cadenas; habían colmado la copa de la venganza. En
la destrucción absoluta de que fueron víctimas como nación y en todas las
desgracias que les persiguieron en la dispersión, no hacían sino cosechar lo
que habían sembrado con sus propias manos. Dice el profeta: ¡Es tu destrucción,
oh Israel, el que estés contra mí;. . . porque has caído por tu
iniquidad!" (Oseas 13: 9; 14: 1)”. (pág. 39)
Nótese el modo de relatar que utiliza la autora, lo
hace en forma de sentencia, como si de cada situación sacara conclusiones, esa
característica está presente también en otros párrafos, hacerlo así tiene un propósito
específico, sentenciar también para el futuro, la autora afirma que todo lo
acontecido a Israel se repetirá.
“Entonces los
que no obedezcan al Evangelio serán muertos con el aliento de su boca y
destruidos con el resplandor de su venida.
(2 Tesalonicenses 2:8.) Así como le sucedió antiguamente a Israel, los
malvados se destruirán a sí mismos, y perecerán víctimas de su iniquidad”. (pág. 41)
El comportamiento de la gente de aquel entonces y el
comportamiento de la gente de la actualidad, son muy parecidos, es por eso que
la autora toma esas similitudes como evidencias para apoyar sus sentencias y
predicciones para el futuro.
La autora ha señalado otras similitudes además de esa,
por ejemplo, entre los primeros cristianos y los cristianos de la actualidad. El
propósito sigue siendo el mismo, sentenciar a futuro. Se supone que todo eso
sirve para que los cristianos de la actualidad sepan cuáles serán las
situaciones que deberán enfrentar y así no cometer los mismos errores que
judíos y en cambio aprender de los primeros cristianos.
“Los que son
llamados a sufrir la tortura y el martirio, no hacen más que seguir las huellas
del amado Hijo de Dios. "El Señor no tarda su promesa." (2 Pedro 3:
9.) Él no se olvida de sus hijos ni los abandona, pero permite a los malvados
que pongan de manifiesto su verdadero carácter”. (pág. 51-52)
Este párrafo se refiere a la persecución que padecieron
los primeros cristianos, pero, dada las similitudes antes mencionadas, también
predice una futura persecución. Sin embargo comete un error, seguramente por
estar dicho en forma de sentencia. No todos los perseguidos siguen las huellas
del Hijo de Dios como dice el párrafo.
No es un error cualquiera, es una artimaña, porque al
decir: “los que son llamados” no se especifica nada, así la autora está dejando
abierta esa sentencia a cualquier destinatario, eso es para apoyar la creencia
adventista de una persecución futura hacia ellos, que ahora está latente.
Los judíos también fueron perseguidos, pero ellos no
siguieron las huellas de Cristo, eso demuestra que la conclusión a la que ha
llegado la autora, está equivocada. La pregunta que surge es: ¿Estarán
equivocadas todas esas conclusiones y todas las similitudes?
Similitudes
Los adventistas tienen en su doctrina la creencia de
que algún día, al igual que los primeros cristianos, serán perseguidos.
Aseguran que eso ocurrirá en un futuro cercano, en lo que ellos llaman: “la
gran persecución”.
Los judíos también fueron perseguidos, perseguidos a
muerte, pero la mayor parte de la gente de Israel ni se imaginaba que su final
sería así de trágico. Elena de White describe a los judíos de esa época de la
siguiente manera:
“apóyanse
en Jehová diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre
nosotros." (Miqueas 3: 9-11.)
No lo decían sínicamente, de verdad lo creían. Los
adventistas y los judíos coinciden hasta aquí con estas tres similitudes: ser
perseguidos, creer ser el pueblo verdadero y que no vendrá castigo sobre ellos.
El siguiente párrafo contiene más similitudes entre
los adventistas y los judíos, el ser prósperos y esperar la destrucción de los
malvados.
“Dios permite que
los malvados prosperen y manifiesten su enemistad contra él, para que cuando
hayan llenado la medida de su iniquidad, todos puedan ver la justicia y la
misericordia de Dios en la completa destrucción de aquéllos”. (pág. 52)
La autora dijo eso cuando relataba la destrucción de
Jerusalén, el párrafo habla de malvados, se refiere a los judíos.
Sin embargo hay otra similitud, porque los judíos
decían exactamente lo mismo de sus opresores romanos. La destrucción de los
malvados romanos era algo que los judíos esperaban como resultado de la venida
del mesías, cuando en realidad, los malvados que estaban prosperando y que en
un futuro serían destruidos, según la autora, eran ellos mismos, no los otros.
Los adventistas utilizan ese mismo párrafo para
referirse a las personas malvadas de la actualidad, es decir, a los mundanos
que ahora progresan pero en un futuro serán sus perseguidores y también serán
destruidos. Pareciera que el mismo párrafo sirve para describir tres
situaciones diferentes.
Teniendo en cuenta que no hay muchas iglesias
cristianas que hayan crecido tanto desde su fundación como la iglesia
adventista, los adventistas podrían estar cometiendo un error similar al que cometían
los judíos al pensar que el párrafo se refiere a otros, porque podría estar
señalándoles a ellos.
Ellos no lo creen así, porque están convencidos de que
su progreso se debe a que Dios así lo permite.
Los adventistas tratan de imitar a los primeros
cristianos, pero según lo visto hasta ahora en esos párrafos, ellos tienen las mismas
características que tenían los judíos.
Creer ser el pueblo verdadero
Ser prósperos
Creer que Dios les permite progresar
Creer que Dios está de su lado
Ser perseguidos
Esperar la destrucción de los malvados
Creer que no vendrá un castigo sobre ellos.
¿Es posible entonces que los adventistas hayan
equivocado el camino, a tal punto de convertirse en ese pueblo al que Dios
permite que progresen para después destruiros?
¿Es posible probar que sí, son ellos?
¿Es posible probar lo contrario?
La autora utiliza
esas similitudes para engañar y confundir. Los adventistas que le crean a la
autora, creerán estar comportándose igual que los primeros cristianos cuando en
realidad se comportarán igual que los judíos y cometerán todos sus errores.
No hay que minimizar esas similitudes, la biblia
asegura que habrá similitudes y diferencias entre los verdaderos y falsos
cristianos que serán difíciles de apreciar a simple vista:
“Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será
dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la
otra será dejada.” (Mt 24: 40-41)
La autora menciona el siguiente párrafo bíblico para
apoyar su doctrina:
“El apóstol
Pablo declara que todos los que quieren vivir píamente en Cristo Jesús,
padecerán persecución." (2 Timoteo 3: 12.) (pág. 52)
Elena de White tergiversa ese párrafo bíblico, y
comete el error de decirlo al revés.
“Los que son
llamados a sufrir la tortura y el martirio, no hacen más que seguir las huellas
del amado Hijo de Dios”.
Los adventistas no solamente tienen un comportamiento
similar a los judíos, sino que nunca han sido perseguidos, es decir no tienen las
características de los primeros cristianos.
Incluso los judíos tienen más elementos que los
adventistas si quisieran proclamarse como el pueblo verdadero, porque ellos sí
han sido perseguidos. Sin embargo aun así, los adventistas creen ser el pueblo
verdadero a pesar de tener esos elementos en contra.
También creen que, a pesar de ser pecadores como
cualquier ser humano, estarán exentos de todo castigo que vendrá del cielo
hacia los malvados pecadores. ¿Qué les ha convencido de todo eso?
La respuesta está en los mismos párrafos mencionados y
en otros que aparecen en esas páginas, analizándolos con detalle se evidencia
la razón.
Enseñanza engañosa
La autora convenció a su iglesia de que ellos son el
verdadero pueblo de Dios, que estarán libres de todo castigo, mas no de las
persecuciones hechas por los malvados.
Logró todo eso utilizando la artimaña del error.
Luego, utilizando párrafos bíblicos fuera de contexto y tergiversados.
Finalmente utilizando un razonamiento muy particular que la autora implementó
con ese fin.
Así es como se hiso:
Primero, la autora asegura que Israel se destruyó a sí
misma porque le había llegado la hora de la venganza. Luego, en el mismo
párrafo, compara a ese pueblo con los malvados de los últimos tiempos y predice
que les pasará lo mismo. Esa comparación entre los judíos y los malvados de los
últimos tiempos está allí con un propósito:
Hacer creer al lector que los judíos eran malvados y
por lo tanto merecían ser destruidos.
Hacer creer sin decirlo, esa es la clave. El párrafo hace
una predicción, incluso porfiándole al párrafo bíblico que ella misma menciona,
el cual dice otra cosa totalmente distinta.
“Entonces los
que no obedezcan al Evangelio serán muertos con el aliento de su boca y
destruidos con el resplandor de su venida.
(2 Tesalonicenses 2:8.) Así como le sucedió antiguamente a Israel, los
malvados se destruirán a sí mismos, y perecerán víctimas de su iniquidad”. (pág. 41)
Llamativamente, el párrafo bíblico mencionado, que se
supone está allí para apoyar lo dicho por la autora, no habla de malvados, no
habla de judíos y tampoco dice que haya quienes se destruirán a sí mismos. Pero
lo más importante es que no dice que los malvados serán destruidos.
Entonces, ¿Cuál es la razón por la que la autora
manipula la biblia y menciona, en el mismo párrafo, a los malvados, a los
judíos y a los que no obedecen el evangelio?
Para hacer creer que los malvados y los que no obedecen
el evangelio son la misma cosa.
Esa tergiversación de conceptos no solamente logra hacer
creer cosas que no se han dicho, sino que impone una forma de pensar y razonar.
Los lectores que le crean a Elena de White, terminarán razonando igual que
ella. Incorporarán una compulsiva forma de deducir cosas, pero a la vez se
creerán personas razonables.
Es como un juego, hay una comparación primero y una
deducción por descarte después. Es como una especie de metalepsis que les lleva
a deducir por sí mismos cosas que no se han dicho. Así, la autora no necesita
explicar lo que dice, sus lectores deducirán la idea que ella quiere trasmitir,
sin ver siquiera las tergiversaciones bíblicas que hace y los errores que
comete.
Por otra parte, la cercanía entre el párrafo bíblico
mencionado y lo que dice después, hace creer que lo declarado por la autora
tiene ese sustento bíblico que lo hace creíble.
Nótese detalladamente que el párrafo no dice que Israel
era un pueblo malvado, pero la idea quedó sobreentendida.
El propósito:
Hacer creer a los miembros de su iglesia que no serán
destruidos, por no ser malvados.
El mecanismo de pensamiento implementado por la autora
aquí está siendo utilizado para trasmitir ideas e interpretar la biblia. Ese
mismo mecanismo será utilizado por sus seguidores para interpretar la biblia de
una manera equivocada cada vez que la estudian.
¿Los adventistas son el pueblo de Dios verdadero
porque no son malvados? Por increíble que parezca ¡Se han juzgado a sí mismos y
se han hallado inocentes!
Si lo que dice ese párrafo fuera verdad, es decir, si
los malvados estuviesen destinados a destruirse a sí mismos, entonces en esa
destrucción no quedará nadie vivo. Los adventistas no lo creen así por una sola
razón, no creen ser malvados.
Ahora sabemos cuáles eran los errores de
comportamiento que tenían los judíos, según Elena de White, eran malvados.
Dos grupos
Claramente en la enseñanza de todos estos párrafos hay
dos grupos, los que se condenarán a la destrucción final y los que se salvarán.
Lo llamativo es que la autora sólo se dedica a exponer y señalar donde está el
primer grupo, los que se condenarán. Así es como, por descarte, los adventistas
se posicionan en el otro, eso es porque tener un comportamiento distinto o
simplemente por estar en otra parte.
El siguiente párrafo contiene otra artimaña igual a la
anterior y está hablado del mismo tema:
“Los que son
llamados a sufrir la tortura y el martirio, no hacen más que seguir las huellas
del amado Hijo de Dios. “El Señor no tarda su promesa”. (2 Pedro 3: 9.) Él no
se olvida de sus hijos ni los abandona, pero permite a los malvados que pongan
de manifiesto su verdadero carácter para que ninguno de los que quieran hacer
la voluntad de Dios sea engañado con respecto a ellos”. (pág. 52)
El párrafo dice: “no se olvida de sus hijos”, acto
seguido habla de los malvados que gozan de una libertad dada por Dios. Ese
contraste entre los dos grupos, es decir, los malvados y los hijos de Dios, les
hace deducir a los adventistas, por no ser o no creerse malvados, que estarán
dentro del grupo de los que serán llamados “hijos de Dios”. Otra vez la
deducción por descarte está siendo utilizada para creerse en el lugar correcto.
El propósito:
Lograr que los adventistas deduzcan que estarán dentro
del grupo de los perseguidos.
Nótese detalladamente que la autora no dice que los
malvados harán la persecución, tampoco dice que la persecución está pronto a
suceder, ni siquiera predice una persecución. Pero esas ideas se deducen y
quedan sobreentendidas.
Hay otra situación muy notoria en ese párrafo, dice
que los hijos de Dios no estarán engañados porque Él permite que los malvados se
muestren tal cual son.
“para que
ninguno de los que quieran hacer la voluntad de Dios sea engañado respecto a
ellos”
Solamente con esa frase, la autora no necesita decir
que habrá dos grupos. Los malvados y los adventistas. Los perseguidores son
“ellos”, eso es todo lo que dice, así por deducción, los adventistas quedan
afuera de ese grupo.
Los dos grupos están siempre presentes en sus
enseñanzas, de otra manera no se podría hacer esa comparación y descarte.
Los que crean en todo eso, se pasarán buscando a los
malvados y potenciales perseguidores. Una vez que los encuentren, dirán que
Dios fue quien les ha mostrado donde están. Encontrarlos sólo tiene un
propósito, lograr que los adventistas se comparen con ellos a fin de confirmar
que los malvados son otros, los destruidos serán otros.
En vez de buscar y encontrar la forma de amarlos como
Cristo ordenó, se pasarán la vida empeñados en no ser uno de ellos.
En vez de poner empeño en obedecer el evangelio como
enseña la biblia, pondrán empeño en no ser malvados, como enseña Elena de
White.
Al principio parecía que se habían juzgado ellos
mismos y hallado inocentes, pero resulta que no es así. Ellos juzgan a todo el
mundo y lo hallan culpable.
Al principio parecía que toda esta enseñanza de la
autora era compararse con los judíos malvados a fin de quedar como buen
cristiano, pero resultó que no fue así. La intención fue compararse con todo el
mundo y trabajar para no cometer sus errores. Los adventistas llaman a esa
actitud: “salirse del mundo”.
Uno de los objetivos que tienen los adventistas es no
pertenecer al mundo, en el cual se encuentran todos los que no pertenecen al
reino de Dios. Por no parecerse ni hacer lo mismo que los mundanos, creen no
pertenecer al mundo. Deducen entonces que pertenecen al reino de Dios.
El siguiente párrafo confirma la idea de que por no
ser parte de ellos, es decir de los mundanos, ya están del lado de Dios. La
autora manifiesta esa idea muy sutilmente, utilizando muy eficazmente el mismo
método anterior.
“No podemos
saber cuánto debemos a Cristo por la paz y la protección de que disfrutamos. Es
el poder restrictivo de Dios lo que impide que el hombre caiga completamente
bajo el dominio de Satanás. Los desobedientes e ingratos deberían hallar un
poderoso motivo de agradecimiento a Dios en el hecho de que su misericordia y
clemencia hayan coartado el poder maléfico del diablo”. (El gran conflicto, pág. 39-40)
El párrafo acusa a un determinado grupo de personas de
estar viviendo sin agradecer a Dios por la gracia que reciben. Los adventistas
se identifican con el grupo de los agradecidos puesto que todos trabajan
activamente en las actividades de su iglesia y agradecen a Dios en oración por
todo lo que tienen. Además, la autora muy oportunamente dice: “desobedientes e
ingratos”. Los adventistas no creen ser para nada desobedientes, otra vez por
descarte, pertenecen al grupo de los bien vistos por Dios.
Para los que le creen a Elena de White la situación
está muy clara, los malvados, desobedientes y desagradecidos son los que están
en contra de Dios. Los adventistas no creen ser ni una de esas tres cosas, por
eso deducen que son el pueblo verdadero.
Definitivamente el engaño y los engañados no existían
para Elena de White.
Como era de esperarse, la biblia no coincide en
absoluto con el criterio de Elena de White, Mateo 25 nada dice que los
rechazados por el Rey serán los desobedientes, desagradecidos o malvados.
Mateo 25
“Entonces el
Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino
preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”. (Mateo 25: 34-36)
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”. (Mateo 25: 34-36)
“Entonces dirá
también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno
preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me
disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; forastero, y no me
recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no
me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la
cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os
digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo
hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”. (Mateo 25: 41-46)