sábado, 2 de junio de 2012

¿Un pecador en el cielo? Libro: El camino a Cristo




Los siguientes son párrafos extraídos del libro El camino a Cristo, escrito por Elena de White, fundadora de la iglesia adventista del séptimo día.



Párrafo 1


El hombre, en su estado de inocencia, gozaba de completa comunión con Aquel "en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia" (Colosenses 2: 3.) Mas después de su caída, no pudo encontrar gozo en la santidad y procuró ocultarse de la presencia de Dios. Y tal es aún la condición del corazón no renovado. No está en armonía con Dios, ni encuentra gozo en la comunión con él. El pecador no podría ser feliz en la presencia de Dios (pág. 13)


Este es el primero de una serie de párrafos que describen la idea que tenía la autora acerca de la condición del pecador con respecto al cielo y a los que allí habitan.
En principio el párrafo hace una conjetura incoherente:

“Después de su caída, no pudo encontrar gozo en la santidad”

El hombre caído que procuraba ocultarse de la presencia de Dios, no era santo: no está en armonía con Dios”, sin embargo el párrafo dice que no encontraba gozo en la santidad. ¿Cómo esperaba la autora que encontrara gozo en la santidad, si no era santo?
La misma autora corrobora esa situación:

Al caer, el hombre se apartó de Dios: la tierra fue cortada del cielo. A través del abismo existente entre ambos no podía haber ninguna comunión. Mas mediante Cristo, el mundo está unido otra vez con el cielo.” (pág. 16)


“No podría haber ninguna comunión”


Es posible que la autora utilizara la palabra “gozo” en otro sentido, es decir que pudiera no referirse al bienestar por una satisfacción, sino que gozo allí significaría: ser parte de una situación actual, por ejemplo: gozar de buena salud.  
La autora podría haber querido decir, por ejemplo:
-El hombre después de su caída no gozaba ya de la comunión con Dios-
Sin embargo, eso no condice con lo que dice después.

“El pecador no podría ser feliz en la presencia de Dios”

Lo cual disipa la duda, dejando en claro que cuando la autora utiliza la palabra “gozo” se refiere al sentimiento de complacencia.


Párrafo 2


El pecador no podría ser feliz en la presencia de Dios; le desagradaría la compañía de los seres santos. Y si se le pudiese permitir entrar en el cielo, no hallaría alegría en aquel lugar. (pág. 13)


Recién después de leer este párrafo se entiende la verdadera intención del anterior, a esto se quería llegar. Lo que se está diciendo es que mandar a los pecadores al infierno no es una decisión arbitraria de Dios, sino una situación lógica y razonable. Cabe señalar que una de las características propias de la doctrina adventista es esa, entender los designios de Dios con razonamientos.
Sin embargo, desde el comienzo la conjetura es necia y nada tiene de razonable porque un pecador no puede estar en presencia de Dios. ¿Cuál es el punto de decir que no sería feliz en presencia de Dios, si sencillamente no puede estar?
Es como si se dijera que un hombre no podría ser feliz estando muerto, por eso Dios les quita el conocimiento a los muertos. ¿A quién se le ocurre plantear una conjetura tan absurda?
A Elena de White se le ocurrían esas cosas. Los pecadores no entrarán al cielo porque allí no serían felices, pero entonces ¿Por qué les mandará al infierno, si allí tampoco hallarán alegría?
¿Desde cuándo se preocupa Dios por la felicidad de los condenados al infierno? Si esa hubiera sido la preocupación de Dios, entonces bien se le podría haber ocurrido crear un lugar donde los pecadores fueran felices, un cielo para ellos. ¿No tiene Dios tanta imaginación? ¿O es a la autora la que no se le ocurrió plantear eso?
Ese tipo de ideas hacen creer que Dios no ha creado el cielo y el infierno, sino que hace lo que puede con lo que hay.

“El pecador no sería feliz en el cielo” Esa es una declaración por demás cínica, muestra un desmedido desprecio hacia los pecadores. Está claro que esa declaración proviene de la mentalidad sectaria de la autora. Ella era la que no sería feliz si los pecadores fueran al cielo. No porque su presencia le molestara, sino porque su felicidad consistía en estar dentro de los elegidos cuando Dios haga justicia separando las dos partes para luego desechar a los otros, esa era su gran esperanza. 
Es una declaración que contiene también demagogia porque ese desprecio hacia los demás se convierte en un elogio hacia la misma autora y hacia los miembros de su iglesia.
Decir que ese pecador no sería feliz en el cielo, deja ver que al menos tiene capacidad de ser feliz. No en el cielo, dice la autora, pero capacidad tiene, tal vez pudiera ser feliz pecando. Si fuera así, entonces es impensable que no pudiera ser feliz en el cielo, sólo tendría que pecar y listo. Encontraría allí muchas personas con quienes pecar, no habría necesidad de recurrir a la compañía de los seres santos. Podría pecar aun estando solo, por ejemplo: envidiando a los demás, codiciando las mujeres de los otros, matando a los otros, etc.



Párrafo 3


Y si se le pudiese permitir entrar en el cielo, no hallaría alegría en aquel lugar. (pág. 13)


Otra vez la conjetura está equivocada. Si a un pecador se le permitiera entrar al cielo, se daría cuenta de que a causa del pecado se estaba perdiendo de la verdadera alegría y de la verdadera libertad, no querrá volver atrás.
La autora hiso la tarea demasiado fácil, le pareció oportuno poner a un pecador en el cielo para que no encuentre alegría allí, porque eso cumple casi a la perfección con su idea del cielo, en vez de buscar y encontrar el reino de Dios, lo adaptó a sus propias ideas delirantes.
Lo que la autora seguramente no tuvo en cuenta es que todo eso también cumple con delatar la falsa imagen que tenía del cielo y de sus propias ideas acerca de la doctrina cristiana, ideas falsas que cuanto más se progresa en la lectura de todo el libro, más se evidencian.

El análisis está incompleto, por lo tanto es parcial y errado, hacerlo bien no es tan fácil como a Elena de White le gustaba.
Para hacer bien el análisis y antes de conjeturar una situación como la de ese pecador, hay que ir a los más básico, primero habría que creer que el cielo es un lugar donde es posible no hallar alegría, solamente así ese pecador cumpliría con lo declarado por la autora.
También habría que suponer que las personas que allí habitan, no harán nada por el pecador, y mucho menos darían su vida para liberarlo de su condición.
Otra cosa que habría que suponer es que el pecador iría sin la compañía de otros pecadores, ya que si fueran todos los pecadores, o muchos de ellos, entonces ya estaría un poco más alegre.
Además habría que asumir que Satanás iría con él, ya que sin Satanás no podría ser pecador, a no ser que la autora creyera que se puede pecar por iniciativa propia.
Por otra parte habría que suponer que Cristo no estaría en el cielo, ya que haría huir a Satanás.
También habría que mantener al pecador constantemente engañado, porque si no lo estuviera, se alegraría de estar allí y no en el infierno.
Finalmente habría que mantener intacta la ineptitud de los santos que allí habitan, pues así, aun entre todos, continuarán sin poder alegrar ni desengañar a uno solo.
Un cielo así no se diferencia mucho de la tierra, o al menos de la congregación adventista.



Párrafo 4


El espíritu de amor puro que reina allí donde responde cada corazón al corazón del Amor Infinito, no haría vibrar en su alma cuerda alguna de simpatía. (pág. 13 y 14)


Muy puro e infinito es ese amor que hay en ese cielo, pero bastante inepto, igual que los santos que allí habitan. Al parecer, en el cielo de la autora hay mucha simpatía pero nada de acción, nadie hace nada por el pecador ni se compadecen de él.
Aunque pudiera ser que no pueden hacer nada, de hecho la autora lo afirma. Eso es aún peor, porque justifica la condición de ese pecador. Ni el amor infinito, ni el amor puro que reina en el cielo transforman a esa persona, ni aun estando él en el cielo. ¿Cómo esperaban que lograra dejar de ser pecador aquí en la tierra?

Un pecador así, que es tan incapaz de estar en armonía con los demás, cuando nadie puede hacer nada por él, ¿realmente merece el infierno? Cristo estará también en el cielo, ¿ni siquiera Él puede darle alegría y sacarle sus engaños? y eso que está sin Satanás. ¿No será que esa persona directamente no tiene la capacidad de ser santo?

Y esos santos, todos los redimidos juntos, en un ambiente donde reina el amor infinito, donde la hermosura y la paz son infinitas también: ¿No pueden hacer feliz a una sola persona? ¿No será que no quieren hacerlo? ¿No será que diseñaron el cielo a medida su propio interés y se olvidaron de aquel que no puede participar de sus actividades? ¿Merecen el cielo?

¿Y qué hay de la influencia evangelizadora que la autora dijo tantas veces que hay que utilizar para conquistar adeptos? ¿Y qué hay de las malas influencias que la autora tantas veces dijo que hay que alejarlas?
Sólo hay que imaginarse, el pecador está solo, sin malas influencias, sin Satanás, está en un lugar que se supone que es hermoso. Se encuentra ahora bajo la fuerte influencia de todos los santos de la historia de la humanidad juntos, con Cristo de guía, con todo el tiempo infinito para lograr lo que se supone que quieren: alegrar al pecador o desengañarlo, no lo logran.
Una de dos, o el pecador no merece el infierno, o esos santos no merecen el cielo.
Aunque hay otra posibilidad, tal vez el cielo no es tan grandioso como la mayoría cree después de todo. El párrafo sugiere que el pecador no tiene lugar en el cielo, pero tal vez sea el cielo el que no se merezca a algunas personas, tal vez se merece albergar únicamente a ineptos.

El hecho de poner a un infeliz pecador en el cielo se supone que demostrará la justicia de Dios y su sabiduría. Pero a esta altura pareciera que demuestra lo contrario.


Párrafo 5


Sus pensamientos, sus intereses, sus móviles, serían distintos de los que mueven a los moradores celestiales. Sería una nota discordante en la melodía del cielo. El cielo sería para él un lugar de tortura. (pág. 14)


Es curioso el hecho que unos párrafos atrás, el pecador no encontraba gozo en el cielo, ahora ya es un lugar de tortura. Con razón no encontraba gozo.

Este párrafo podría estar dándole la razón a esos que dicen que el infierno no existe. Que vayan todos a cielo sería lo justo, porque si los pecadores fueran al infierno, más que un castigo sería un premio, un alivio, sería como un paraíso para ellos, sería liberarlos de la tortura. Sólo hay que imaginarse a los pecadores en el juicio final, estarán rogándole a Dios, por favor, que no les mande al cielo para así liberarse de la tortura que allí les espera.
Aunque también es probable que Dios, adelantándose a la situación, envíe a los pecadores al infierno por compasión, para que no sufran tanto.

También pudiera ser que el cielo y el infierno estén en el mismo lugar, por ejemplo en la tierra. Eso explicaría la creencia de algunas doctrinas que afirman eso, suelen decir: -el cielo y el infierno están en la mente-.

El párrafo dice: “sería una nota discordante”, eso confirma que en el análisis de la autora el pecador está solo. ¿No se le ocurrió que pudieran ser muchos? Si fueran todos los pecadores al cielo, de seguro ya no habría una nota discordante.

¿Ser la nota discordante es buen motivo para no pertenecer al cielo? ¿No se le ocurrió a la autora poner a un solo santo en el cielo junto a todos los pecadores a ver qué pasa? ¿Quién sería la nota discordante?

Eso prueba una cosa, el cielo evidentemente no es un lugar donde se puede hallar amor y libertad, sino que la felicidad de los que allí habitan depende de quienes lo acompañan, o sea que ese pecador no será feliz en el cielo sencillamente porque estará solo y rodeado gente con quien no quiere estar.
Eso significa que los pecadores en el infierno la van a pasar bien, porque ya no estarán esos cristianos que le odian y no le dejan ponerse en armonía con ellos.
En otras palabras, el cielo de Elena de White es un lugar donde no estarán las personas que ella detesta. O lo que es peor aún, es un lugar donde sí, estarán los que ella detesta pero sólo para tener la oportunidad de decirles que no pertenecen allí, ni siquiera decirles, hacerles saber sería mejor. Dejar que el pecador se dé cuenta sólo al notar por sí mismo que sólo es una molesta nota discordante allí. Eso es histeria.

¿Habrá cucarachas en el cielo? ¿Habrá ratas o tal vez mosquitos? Alguien tendría que haberle preguntado eso a la autora. Aunque no es muy difícil suponer lo que habría contestado, Dios también ha decretado que las cucarachas no entren al cielo para que no pasen hambre, es que el cielo será un lugar tan limpio que no encontrarán nada para comer.


Párrafo 6


No es un decreto arbitrario de parte de Dios el que excluye del cielo a los malvados: ellos mismos se han cerrado las puertas por su propia ineptitud para aquella compañía. (pág. 14)


Este párrafo bien podría titularse: La gran esperanza. “se han cerrado las puertas
Este párrafo no está claro, ¿Los malvados están excluidos del cielo por decreto, o ellos mismos se han cerrado las puertas porque son ineptos para quedarse allí? Se evidencia que la autora creía que Dios decretaba cosas innecesarias. Si hasta pareciera que Dios decretó eso por orgullo, sólo para que se diga que Él tiene el mando.

Cuando la autora dice que ellos mismos se han cerrado las puertas, se está justificando, está eludiendo la ineptitud de su propia iglesia para hacerles conocer la verdad a esos pecadores.

“ellos mismos se han cerrado las puertas…” Con esa frase la autora está diciendo que solamente ellos tienen la culpa de su condición. Eso es anti bíblico, a veces la culpa la tiene otro:


“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorren mar y tierra en busca de seguidores, y una vez que los consiguen, los hacen dos veces más hijos del infierno que ustedes”. (Mateo 23: 15)


Con esa declaración, la autora se estaba defendiendo de la acusación de haberlos engañado ella misma y de haberles cerrado las puertas. Así engaña a los adventistas, quienes con su doctrina están reclutando y condenando a multitud de gente al infierno, pero ellos no lo creen así, sencillamente porque creen que los pecadores o “malvados” como ha dicho ahora, se condenan ellos mismos.

“se han cerrado las puertas por su propia ineptitud” ¿Qué significa? ¿Se han hecho ineptos ellos o ya eran de antes?
Si ya eran de antes, entonces no merecen el infierno, o Dios no pensó en ellos cuando hiso el cielo.
Si se hicieron ineptos, entonces también tienen la virtud de cambiar y hacerse aptos.

Si los malvados se han cerrado las puertas del cielo, debido a su ineptitud. ¿Cómo hiso la autora para plantear una supuesta entrada a ese lugar, siquiera para analizar la situación? ¿Cómo hiso para abrirles la puerta?
Sólo existe una forma: que dejen de ser ineptos. En la conjetura de la autora, ese pecador ha dejado de ser inepto y ha logrado entrar al cielo, pero sigue siendo inepto para todo lo demás. Claro, tenía que ser así, porque si no, el cielo ya no sería un lugar de tortura para él, ya podría encontrar alegría en ese lugar, hasta podría ser feliz allí, con el tiempo se pondría en armonía y todo.

Alguien tendría que haberle dicho a la autora, que Dios no ha decretado excluir a los malvados del cielo, tampoco se han cerrado las puertas por su propia ineptitud, de ser así, nadie entraría. Al contrario, Dios ha decretado que las puertas no estén cerradas. Cristo pagó el precio que hay que pagar para entrar al cielo, debido a que no hay absolutamente ningún ser humano que se lo haya ganado.

Una vez más, como en otros escritos, la autora demuestra ser una devota del orden y creía que Dios también lo era. Elena de White creía que los malvados se ganaban el infierno y los buenos el cielo, eso era lo correcto y lo justo, así todo estaba en orden.
Evidentemente la imagen que tenía de Dios era un producto reflejo de su propia mente. Seguramente debe ser por eso que una de las primeras cosas que Dios decretó fue que el hombre no tuviera permiso para hacerse una imagen de Él.

La autora seguramente ni se imaginaba la cantidad de pecadores que irían al cielo, esa sola circunstancia sería una pesadilla para ella, por eso dice que Dios decretó que los malvados vayan al infierno, eso ordena otra vez la situación y hace justicia.
Un pecador en el cielo no sería una nota discordante, sería un elemento desordenado para la autora y en su cielo tan querido habría desorden por no estar todas las cosas donde ella quería que estén.

Es llamativo que la autora haya mandado al infierno a los “malvados”, repentinamente ya no son los pecadores los que irán allá. Claro, tuvo que decir malvados esta vez, porque la palabra pecadores la incluía. Además si hubiera excluido del cielo, por ejemplo, a los engañados, entonces sus seguidores hubieran empezado a cuidarse de ella y de engañadores como ella.
La mala noticia para ellos es que, además de los malvados, también irán al infierno los engañados, los engañadores, los ingenuos, los temerosos, los soberbios, los que juzgan a los demás y los que no les dan de comer a los que tienen hambre.


Párrafo 7


Dios sería para ellos un fuego consumidor. Desearían ser destruidos para esconderse del rostro de Aquel que murió por salvarlos. (pág. 14)


El párrafo hace otra conjetura equivocada, para lograr lo que allí dice, no se necesita llevarlos al cielo, ya que los pecadores cumplen con esa tarea en el mundo. Los pecadores siempre están huyendo o escondidos de Dios, puede que las dos cosas, ya que esconderse es una forma de huir.
Otra vez el infierno y el cielo parecieran estar en el mismo lugar, ahora también hay un fuego consumidor en el cielo, se supone que eso debería estar en el infierno.

Nótese que la autora repentinamente ya no habla de un pecador que está solo en el cielo, habla de malvados y además son muchos. Por eso ya no habla de notas discordantes ni de falta de felicidad, directamente el cielo para ellos es el mismísimo infierno, con un fuego consumidor y todo. Eso confirma que cuando antes dijo: “la nota discordante” se refería a un pecador solo.

La autora dejó, otra vez, todo bien ordenadito para cumplir con su propósito. Pero si pudo poner a los malvados en el cielo con propósito de análisis. ¿Por qué no puede ponerlos en el cielo sin ese fuego consumidor, a ver qué pasa?
Porque así claro, nunca van a ser felices; los malvados fueron al cielo pero se llevaron al infierno con ellos. Aquella idea de que el cielo y el infierno están en la mente, pareciera ahora estar cobrando mucha fuerza.


Párrafo 8


Es imposible que escapemos por nosotros mismos del abismo del pecado en que estamos sumidos. Nuestro corazón es malo y no lo podemos cambiar. (pág. 14)


Al parecer, la autora escribió esta parte después de haberse olvidado de lo que escribió antes, la parte que hablaba de la propia ineptitud de los pecadores. Ahora resulta ser que los santos también son ineptos.

ellos mismos se han cerrado las puertas por su propia ineptitud

“Nuestro corazón es malo y no lo podemos cambiar”

No tiene ningún sentido llamar inepto a un grupo de personas, si después se verá que el resto grupo también lo es.  
La autora dice que nosotros mismos no podemos escapar del abismo del pecado, pero nosotros mismos sí podemos cerrarnos las puertas del cielo. No nos es posible abrir las puertas del cielo, pero sí, podemos cerrarla, algo no está claro en el análisis.

Si el corazón es malo y no se puede cambiar, entonces ¿Cómo es que los corazones en el cielo sonarán al unísono con la armonía del cielo?
¿Cristo hará el cambio?, entonces, ¿Por qué se les acusa de ineptos a aquellos pecadores?
Está claro que la ineptitud no será tenida en cuenta al momento de seleccionar quien irá al cielo y quién no. ¿Entonces, por que mencionarla al momento de acusar?

La respuesta está clara, otra vez, como en casi todos sus escritos, la autora utilizaba una especie de metalepsis para evitar hacer declaraciones refutables. La autora no lo dice, pero para ella hay dos grupos: los pecadores y los adventistas; los pecadores irán al infierno a causa de su ineptitud, allí termina lo declarado. Entonces los miembros de la iglesia de la autora se creerán salvados por deducción, después de descartar a los malvados.
Acusar a los pecadores de ineptos es totalmente incoherente con la doctrina cristiana, pero la autora necesitaba hacerlo para que, por descarte, ella y sus seguidores quedaran en la posición de aptos.
Declarar que los pecadores son ineptos es lo que estuvo haciendo en todos esos párrafos, por supuesto que también estuvo haciendo la comparación y el descarte. En este caso, el descarte de los pecadores.

Ahora, conjeturemos otra situación totalmente distinta, sólo para análisis, supongamos que ese pecador en el cielo sí entiende todo sin engaños, que los santos logren desengañarle, que sepa perfectamente donde está, que conozca las dos opciones, es decir el cielo y el infierno, pero igualmente sepa, sin que haya ninguna duda para nadie, que no sería feliz allí. ¿No le daría un poco de tristeza tener que elegir la muerte eterna en vez de la infelicidad eterna? ¿No será injusto que sólo tenga esas dos opciones?
Suponiendo también que esa persona sí tenga la capacidad de aprender a ser feliz en el cielo, pero no le interesa. ¿Por qué elegiría el infierno, por evitar ser feliz, o por evitar el esfuerzo que lleva lograrlo?
Suponiendo que sea por evitar el esfuerzo, entonces la pereza sería el mayor de los pecados, o más bien el único, sería la única razón de la existencia del infierno.
Otra vez, como en todos los escritos de Elena de White, el engaño no existe.


Conclusión


El primer acto perverso de esa conjetura, inventada por la autora, es haber creado un espacio nuevo, entre el cielo y el infierno, para ubicar a un pecador destinado a análisis. ¿Cómo se llama ese lugar en el que se encuentra ese pecador? Podríamos llamarle: lugar neutro.
Ese lugar neutro es anti bíblico. Por un lado está el infierno donde están los condenados, allí están los engañados. Por otro lado está el cielo, donde están los santos, no hay engaños allí. Finalmente está ese lugar neutro, donde se encuentra un pecador, que está en el cielo pero continúa engañado.

Todo ese análisis, proveniente de una mente delirante, pretende tener una clara visión de la realidad del reino de Dios, de los santos y de los pecadores. Sin embargo en vez de clara visión, más bien parece un análisis hecho por una persona con claras intenciones de crear y compartir una mentalidad sectaria.

Para que un pecador vaya al cielo, primero tiene que dejar de estar engañado. ¿Puede alguien estar en el cielo, sin engaños y aun así no ser feliz? No, no puede. Si así ocurriera, entonces en vez de culparle al pecador, habría que decir que el cielo es tan buen lugar como la mayoría piensa.
Pero sin embargo, a ese pecador se lo puso en el cielo todavía engañado, allí está el punto central, un engañado no puede estar en el cielo; el análisis de esa situación es totalmente absurdo desde el comienzo.

La autora, una vez más, como en casi todos sus escritos, niega la existencia del engaño, no lo menciona y todo su análisis lo ignora, es como si no existiera. Negar la existencia del engaño en los demás, conduce a negar la existencia del engaño propio.
El hecho de que el pecador fuera al cielo aun engañado lo confirma, tanto se olvidaba la autora del engaño que olvidó también quitárselo al pecador antes de llevarlo al cielo.

¿Por qué la autora no puso a un pecador en el cielo como tiene que ser, es decir sin estar engañado? La respuesta es sencilla, porque el pecador al instante se daría cuenta de toda la verdad y por lo tanto merecería estar allí, donde además encontraría felicidad y gozo.
Eso haría caer absolutamente toda la mentalidad sectaria de la autora, basada en la creencia de que Dios aprueba a un determinado grupo de gente, pero no puede aceptar al otro grupo.
La autora, haciendo una réplica de esa mentalidad, rechazaba e incluso despreciaba a la gente que vive en lo que ella llamaba “mundo”. No toleraba tener que estar en la tierra con ellos. Probablemente sea por eso que su mente trastornada recurría al delirio, que era la única forma que le permitía relacionarse con ellos. 

Por otra parte, la autora expuso esa teoría por demagogia, un desprecio así de sutil hacia los allí llamados pecadores, es un elogio escondido a los miembros de su iglesia, es un patético intento de hacerles creer que están en el lugar correcto, es una palmadita en la espalda en un acto de felicitación. Un acto despreciable disfrazado de reflexivo.
La autora no dice que los adventistas tienen la aprobación del cielo, pero lo insinúa.
Un pecador no sería feliz en el cielo, dice la autora. ¿Y qué hay de la orden bíblica de no juzgar? Los adventistas que crean en eso están juzgando a los pecadores, los hallan ineptos y probablemente ni se han dado cuenta de ello. Peor aún, se juzgan ellos mismos y se hallan aptos.

Acciones vergonzosas como esas, son propias de personas que esconden su desprecio hacia los demás detrás de una creencia religiosa o una postura intelectual. Si hasta pareciera poder visualizarse a un adventista leyendo ese material, con media sonrisa irónica y triunfante, endereza la espalda y alinea los hombros cada vez que recibe un elogio así. Se alegra de la existencia del pecador, lo usa como contraste, se compara, no lo ama, menea la cabeza sínicamente cuando lo mira. No lo sabe, pero es cómplice de su existencia.

La mentalidad resultante es nada menos que la soberbia. Por creerse parte de un grupo y no de otro; por creer que ese grupo les pertenece y creerse pertenencia de él.
Ese tipo de rechazo a los mundanos es, en realidad, un rechazo hacia esa parte de ellos mismos que la tienen escondida como consecuencia de la represión. Creen que reprimir ciertos impulsos es la virtud del cristiano, pues ese es el punto central de todas estas declaraciones equivocadas hechas por la autora. Reprimir, produce un cambio interior y exterior muy parecido al cambio producido en una persona que verdaderamente ha aceptado a Cristo.
Elena de White habla de un cambio interior, al cual señala como verdadero, en contraste con un cambio exterior, al cual señala como falso. También, muy acertadamente, afirma que diferenciar al falso del verdadero es muy difícil o más bien imposible.


“Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Debe haber un poder que obre en el interior, una vida nueva de lo alto, antes de que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo”. (El camino a Cristo, Pág. 14)


Ese párrafo no dice toda la verdad.  Una corrección externa de la conducta no necesariamente indica un cambio en el corazón, en eso tiene razón. Pero también es verdad que un cambio en el comportamiento puede indicar un cambio de mentalidad y así confundirse con el cambio de corazón.

Otra vez la autora lo hiso todo muy fácil, habla de una “corrección externa” en contraste con un cambio verdadero hecho por Cristo. Aquí, como en muchos de sus escritos, el contraste engañoso está siendo otra vez utilizado para engañar.
La corrección solamente externa es errónea, dice la autora. Así, el cambio interior queda como si fuera el de corazón, por ser sincero. En eso no tiene razón.

Un cambio en la personalidad puede no haber sido realizado por Cristo, sino que puede ser resultado de la represión. Un cambio de mentalidad podría ser producido por métodos de persuasión coercitiva, lavado de cerebro, manipulación psicológica, disociación, o por otros motivos como ser el síndrome de Estocolmo. Esa es la parte que la autora omitió explicar.

¿Entonces como se hace para saber de dónde proviene el cambio?

No es posible para los demás saber si la persona ha sido transformada por Cristo. Pero sí, a veces hay indicios que indican que no lo ha hecho.
Ese es el caso de Elena de White y de todos los que creen en ella, hacer una conjetura así de delirante como lo ha hecho la autora no es propio de un cristiano verdadero, el verdadero cristiano ama a los demás, no los considera un bicho del que hay que deshacerse.

La persona que ha sido transformada por Cristo es verdaderamente libre, libre para amar, no para rechazar y despreciar.
Una persona que verdaderamente ha sido liberada por Cristo no diría jamás que un esclavo no sería feliz si se liberara. Un ciego, después de haber recuperado la vista, no diría nunca que los ciegos no serían felices si pudieran ver, menos aun dando esos argumentos disparatados: -sus pensamientos ideas y acciones serían distintos a los moradores del mundo de los que ven-.

Los que le dan la razón a la autora seguramente han experimentado un cambio en sus vidas, pero no conocen a Cristo. Han renunciado a un yo, pero solamente para substituirlo por otro yo resultante de un cambio de mentalidad y por eso creen haber renunciado a sí mismos. Tienen pruebas de ese cambio por todos lados, son los demás, así eran ellos antes del cambio, se comparan, por eso creen que el cambio es verdadero.

Ellos tienen siempre presente a ese antiguo yo que se parece tanto a los pecadores que hay en el mundo, pero sólo para compararse y mantenerlo controlado para que no vuelva, eso explica el rechazo. No se dan cuenta que siguen siempre vinculados y comunicados con él, sus ideas y pensamientos se entremezclan, eso explica tanto delirio.
Ese nuevo falso yo está sistematizado en su iglesia, allí funciona bien, allí es aceptado, allí se deja ver, se cree libre. Por eso cree que quedará algún día totalmente establecido en su cielo, sólo allí funcionará en absoluta libertad, eso explica la necesidad de excluir a los pecadores.

En cambio, los que verdaderamente han aceptado a Cristo, lo ven también en los otros, incluso en ese pecador que la autora asegura que no sería feliz en el cielo, ¿a quién se le ocurre eso? A un falso cristiano que no cree en el engaño.

Esos falsos cristianos tienen bien ocultos sus sentimientos de culpa, tan ocultos que ni siquiera sospechan que esos sentimientos existen e influyen sobre ellos. En vez de renunciar a ellos mismos como Cristo ordenó, cambian su mentalidad por otra supuestamente correcta que proporciona a la persona buenos pensamientos o actos de superación y aprobación del cielo.
La biblia enseña que todos los verdaderos cristianos serán perseguidos, pero en el análisis de la autora no parece muy perseguida, nunca fue perseguida, los adventistas nunca fueron perseguidos.
Han puesto a un pecador en el cielo, donde se suponen que hay cristianos y ni entonces reciben persecución. En vez de decir que el pecador no sería feliz, ¿no se ocurrió a la autora pensar que un pecador en el cielo sería un perseguidor?
¿Y si ese pecador fuera un perseguidor de cristianos? Perseguiría a los que están allí hasta exterminarlos a todos y que no quede ni siquiera uno. Los cristianos tampoco estarían muy felices que digamos con una situación semejante. Si eso pasara, los cristianos tampoco serían felices en el cielo. ¿A Dios no se le ocurrió que eso podría suceder? ¿O a la autora no se le ocurrió?

Si se tuviera que hacer una imagen pictórica del cielo de la autora, seguramente habría que poner un grupo de adventistas en el cielo con un hermoso paisaje al aire libre, todos sentados en círculo en la hierba. Uno de ellos tendrá la biblia abierta en sus manos y compartirán una charla sobre temas puros y elevados.
Cristo estará a su lado de pie con sonrisa dulce, con la túnica larga y todo, con los brazos abiertos y las palmas apuntando al círculo con actitud de estar protegiéndolos, aprobándolos; en un gesto que deja entender lo que piensa: -estos son mis hermanos-
Por ahí nomás no muy lejos estará el pecador, comiéndose las uñas, sufriendo su desorientación, estará mirando para donde enfilar para irse. Estará pensando y preguntándose: ¿Qué hice? ¿Qué haré?
El hombre está totalmente solo, ni sus amigos ni Satanás lo acompañan. Las mujeres que hay allí, no le atraen siquiera por su forma de vestir, no muestran nada; hasta se avergüenza de su propia forma de vestirse, aritos, tatuajes, piercings, etc. se ve ridículo. Los reunidos no lo miran, lo ignoran por completo.

El paisaje es el real paraíso, pero de esos histéricos; el cielo para ellos es un lugar donde podrán rechazar, despreciar, darle vuelta la cara a quienes odian para que les entre la culpa y les carcoma, el cielo es para ellos la revancha, su momento de demostrar que tenían razón.

Alguien dijo alguna vez, que para que el infierno sea realmente un lugar de castigo, debe haber allí una ventana donde se vea el cielo, así el escarmiento sería aún mayor, porque los que allí habitan tendrán siempre presente todo aquello que perdieron.
Pero al parecer, el infierno de Elena de White no concibe esa ventana, porque de haber una, más bien sería para alivio de los condenados, porque les recordaría todo aquello de lo que se salvaron: el lugar de tortura, el fuego consumidor, etc.
También se suele decir que  desde el cielo no debe verse el infierno, para que su felicidad no se vea perturbada por el sufrimiento de los otros.
Sin embargo, el cielo de la autora sí pareciera tener esa ventana, para poder deleitarse viendo el infierno y lo mucho que los pecadores merecen estar allí. Pero fundamentalmente para ver a los pecadores y compararse con ellos, para recordar constantemente lo muy distinta que fueron sus vidas, lo mucho que padecieron y lo mucho que sufren ahora aquellos que antes se divertían.

Buscaron un pecador y lo encontraron, lo han puesto en frente suyo para juzgarle, no para ir a ayudarle. Pero no pueden, no tienen ni idea de cómo se hace. ¿Cómo se hace para amar a lo que se detesta? ¿Cómo se hace para amar a una rata?
¿Un pecador en el cielo, no sería una buena noticia, una oportunidad?
Lo único que vio la autora en ese pecador en el cielo fue la oportunidad para expresar su rechazo diciéndole que no pertenece allí.
En cambio, un verdadero cristiano vería la oportunidad de hacer algo por él.
La autora nunca tendrá esa oportunidad, por eso necesitó imaginar esa situación para poder expresarse. En cambio, un verdadero cristiano tiene todos los días esa oportunidad.

Para los adventistas, ese pecador allí en el cielo con ellos sería un elemento desordenado que hay que empaquetarlo, etiquetarlo y ponerlo en el lugar que le corresponde, y eso que se supone que es un ser amado.
Debe ir a donde se merece, al infierno. De no ser así, sería la nota discordante que impedirá a los que están en el cielo disfrutar plenamente de lo que se creen merecer.
En el cielo no será feliz, dicen muy cínicamente. Creen que el cielo se gana modificando sus pensamientos, motivaciones, etc.
Los pensamientos son parte de la persona, si alguien recurre a ellos para ir a Cristo es porque no ha renunciado a sí mismo, ese tampoco pertenece al reino de Dios.



Cuento

¿Por qué nacen los bebés?


Esa fue la pregunta que les hiso el profesor a un grupo de principiantes estudiantes de filosofía.
Un alumno levantó la mano y dijo en tono de broma: El papá le regaló una semillita a la mamá y ella le hiso crecer en la panza, después de nueve meses nació el bebé.
Otro alumno adivinando que el profesor esperaba una respuesta filosófica, dijo: Los bebes nacen porque todo el mundo,… no… mejor: todo el universo está al servicio de que eso pase.
Muy bien dijo el profesor, festejando esta última afirmación. Allí mismo levantó la mano otro alumno y acordándose de alguna declaración de aquel artista argentino Facundo Cabral, intentó repetir sus palabras y dijo: Nacen los bebes, porque hay esperanza.
El profesor entusiasmado con lo logrado hasta allí, pidió la opinión de otro que estaba callado y con una clara actitud de que no se salía de la vaina por participar.
El callado, después de una pausa que dejó adrede para hacer creer que pensaba, dijo: Nacen los bebes, porque Dios en su infinita sabiduría divina, supo que un adulto no sería feliz en el vientre de la madre. 
El profesor conocía bien el significado de la falacia y como se estructura, de hecho era la materia a estudiar la semana siguiente, pero no se había encontrado de frente con ella hasta entonces en su clase.
Ese día el profesor aprendió algo nuevo. Hay veces que necesitamos hacer nuestro propio juicio personal con respecto a algunas ideas, ya que no siempre es posible refutar los argumentos erróneos de los demás.


Cuento:

La bosa de semillas


Dentro de una bolsa llena de semillas de lapacho, destinadas a forestación, ocurría algo maravilloso, las semillas hablaban entre ellas, se comunicaban, se hacían amigas y hasta eventualmente se enemistaban y argumentaban cosas como las siguientes:
Una de las semillas se enteró de su destino y les contó a las demás lo que pasaría con ellas, -ocurrirá algo terrible- dijo: dejaremos la bolsa, es decir todo nuestro mundo para ir a morir bajo la tierra.
Eso no es enteramente verdad, dijo otra, que había visto un árbol una vez. En uno de mis viajes por la bolsa, contó, había una pequeña abertura y pude ver que las semillas no mueren sino que sólo se transforman y se convierten en árboles, lo cual es mejor que lo que somos ahora, además un árbol vivirá en un ambiente muy distinto al nuestro, servirá al planeta de muchas maneras y además de eso, escuché que llegan a ser gigantes y los pájaros hacen nidos en sus ramas.
Yo no quiero irme de aquí, dijo la más conservadora, acá está todo lo que quiero, mi vida, mis intereses, mis pensamientos, ¿Quién puede saber lo que piensa un gigante de nosotras? No quiero convertirme en árbol. Además, ustedes son mis pares, yo no quiero vivir con esos gigantes que ustedes llaman árboles; además ¿para qué querría a los pájaros a mi lado? Preguntó con justa razón, ya que las semillas consideraban a los pájaros como enemigos, porque se las podían comer.
No te preocupes dijo otra, como reflexionando, eso del árbol y todo ese cuento no es más que un mentira inventada por algunos para consolarnos de la muerte bajo la tierra que nos espera.
Finalmente otra, aún más incrédula, agregó, eso de la muerte bajo tierra tampoco debe ser verdad.

Llegó el día en que las semillas fueron plantadas, de alguna forma murieron para convertirse en árboles de lapacho, una de las variedades de árboles más hermosos del mundo.
La incrédula creció hasta convertirse en un gigante, entonces pensó, con razón no creía en esto, un poco por justificarse, ¿cómo podría haber creído en algo que no pude ni siquiera imaginarme? lo del cuento para consolarnos no tenía nada que ver con todo esto.
Otro árbol, resultado de la semilla reflexiva, se preguntó, mientras miraba que algunos pajaritos ya se preparaban para hacer un nido nuevo; ¿Cómo se pueden elaborar conclusiones desde un punto de vista tan limitado como lo es una bolsa como aquella?
Aquel árbol, producto de la que en vida fuera la semilla muy conservadora, dijo: No veía el propósito de convertirme en árbol, no quería cambiar mi mundo por otro desconocido. Sin embargo, en realidad, así renunciaba a lo que verdaderamente importaba: la verdad, la libertad y la vida.  


Cuento:


Un hombre que miraba al mundo.

Rogelio Pascual, vivía en un asentamiento ubicado en la frontera misma que hay entre el reino de Dios y el mundo. No estaba ni en un lugar ni en el otro, vivía con sus pares en un gran valle.
Detrás de las zonas altas al oeste estaba el mundo, todos los días solían ir hasta la sima de esas mesetas pues la gente del pueblo criaba allí sus ovejas y cabras. Así contemplaban el mundo, sus espectáculos y sus horrores, pero nunca iban allá. Las personas que allí habitaban eran bien conocidas por él, ya que siempre, aunque de lejos, las contemplaba.
Nunca jamás se le ocurrió conocer el otro lado de las montañas que estaban al este, donde quedaba el reino de Dios. Nunca fue allí a pasear ni siquiera por curiosidad, ya que creía que el espectáculo mundanal era interesante y con elementos lo suficientemente complejos como para captar toda su atención, además tenía la referencia del predicador Quique Chagas, de su amigo Gary Smith y de casi todos sus vecinos, quienes le decían que allá no había diversiones como las del mundo, ni luces ni ruidos semejantes a lo mundano.

En el pueblo, el predicador y sus fieles iban una vez por semana al reino de Dios, era su lugar de adoración. Rogelio aprovechaba el día libre para pasear por las zonas altas y observar el mundo, actividad no aconsejada por su amigo Gary.
Un día vino Cristo desde el cielo y les dijo que había llegado la hora de llevar al cielo a los redimidos y dejar en el infierno a todos mundanos cautivos de Satanás y que Rogelio había sido destinado al infierno, puesto que en nuestras vidas en la tierra decidimos cual será nuestro futuro después, en el fin de los tiempos.
Rogelio aceptó la decisión pero murmuró lo injusto del fallo, ya que él no conocía el cielo. ¿Cómo pudo haber decidido? Está bien que siempre se la pasó mirando hacia el mundo, pero de allí a que lo haya elegido comparándolo con el reino de Dios, eso no era verdad, ya que él jamás había mirado hacia allí.
Su amigo Smith le dijo: no tienes nada de que quejarte, puesto que tú mismo has elegido tu destino. Te has pasado la vida mirando al mundo, si se te permitiese ir al cielo, allí no encontrarías nada interesante, todo sería desconocido, no serias feliz allí.
Antes de partir y como acto de despedida, el hombre se tomó un instante para mirar hacia el lugar al que nunca le había puesto interés: el reino de Dios; al verlo sintió la paz que allí existe, la verdad en contraste con todo lo que conocía. Sólo entonces comprendió la verdad, toda su vida había estado engañado.
Rogelio volvió a murmurar, ahora sí muy apenado diciendo: lo que dijo Smith tampoco es verdad, puesto que no es posible no ser feliz en el cielo. Además, yo no he elegido entre el cielo y el infierno, yo no conocí nunca el cielo, ¿cómo pude haber elegido?
Entonces Cristo le contestó: No es por haberte pasado la vida mirando al mundo que te ha sido designado al infierno, es por haber estado engañado, creías que ese lugar que mirabas era el mundo y que el lugar donde estabas era un lugar neutro. Ese lugar no existe, sólo existe en la mente de los engañados y los engañados no entran al reino de Dios, el valle en el que vivían pertenece al mundo.
Enrique se fue al infierno con Smith, el predicador Chagas y todos sus fieles, culpables de lo mismo que Enrique.

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