domingo, 28 de julio de 2013

Ángeles inoperantes y predicadores haraganes




Los párrafos que serán presentados y analizados a continuación, fueron extraídos de libros escritos por Elena de White, fundadora de la Iglesia adventista del séptimo día.


Ángeles inoperantes y predicadores haraganes



Los que podrían haber ejercido su influencia para salvar almas, si hubieran seguido el consejo de Dios y que en cambio han dejado de cumplir su deber por causa del egoísmo y la indolencia, o porque se avergonzaban de la cruz de Cristo, no solo perderán su alma, sino que tendrán sobre sus vestiduras la sangre de los pobres pecadores. (Mensajes para los jóvenes pág. 202)


Pobres pecadores….

Esa última expresión manifiesta claramente la verdadera intención del párrafo: meter culpa. Victimizar a los unos, siempre mete culpa a los otros.  
El mensaje está dirigido a personas que pertenecen a la iglesia de la autora y tiene como objetivo, a primer análisis, lograr que esos que ahora no les interesa mucho la salvación de los demás, se pongan a trabajar en la tarea evangelizadora.
Elena de White no solamente recurre al reproche para intentar que cambien de actitud, sino que recurre a la manipulación a través de la culpa, la cual es muy efectiva a la hora de manipular, casi tanto como lo son el reproche y el elogio, elementos que la autora también utilizaba de seguido con el mismo objetivo.

¡Pobres pecadores!, dice la autora, esa es una forma de expresarse que les quita un poco de culpa a los pecadores para después trasladarla a los insensibles que no les evangelizan.
Sin embargo la autora necesita que el mensaje no tenga apariencia de manipulación, es por eso que pone a Dios en la situación.
Dios está de acuerdo con la autora, ese es el mensaje, porque no sólo les quitará las almas a los perezosos, sino que la sangre de los pobres pecadores irá a parar a las vestiduras de esos vagos, seguramente como señal que los destacará, por poseer mayor culpa.

¡Pobrecitos los pecadores, no van a ir al cielo! todo por culpa de los egoístas y haraganes. Pero no importa, Dios ya se encargará de castigarlos; con rostro airado y mostrándoles los dientes los mandará al infierno junto con los pobres pecadores sangrantes, a quienes seguramente mirará con pena y resignación.

Aunque el párrafo no aclara bien a cual sangre se refiere, se sobreentiende que será la que derramarán cuando Dios los castigue. Quiere decir que los indolentes tendrán sobre sus vestiduras el doble de sangre de lo normal, su propia sangre y también la de los pobres pecadores, será una redada muy sangrienta para los perezosos.
Aunque parezca mentira, aun después de amenazarles con ir al infierno, la autora consideró oportuno amenazarles también con esa sangre, la cual supuso que sería un agravante terrible del castigo.
Elena de White podría ser calificada como tremenda metedora de culpa y miedo, pero esta vez pareciera que se le fue la mano. Como dice un refrán: a veces demasiado no es suficiente.

La autora observa a esos perezosos y los reprende duramente, pero a pesar de ser ellos pecadores que también irán al infierno no son calificados de “pobres pecadores” como los otros ¿Por qué? “Tendrán la sangre sobre sus vestiduras”, dice amenazante, sólo faltaba que dijera: serán culpables de los pecados de los otros, serán incluso más culpables que los esos pecadores.
Por otra parte, los que sí evangelizan, aparentemente no tendrán la sangre de los pobres pecadores cuando vayan al cielo. ¿Por qué?
Deberían, puesto que ellos tampoco les predicaron, seguramente estaban demasiado ocupados haciendo otra cosa. Aun así, el párrafo sugiere que por haber trabajado o por haber hecho todo lo que estaba a su alcance, se librarán de esa culpa. Es así como queda expuesta la única y verdadera razón de la existencia de esa sangre: la culpa.

Esa sangre es símbolo de culpa y quien se manche con ella será el culpable. La culpa será para los que no trabajaron, no para los que sí lo hicieron sin éxito, ni para los que no lo hicieron por estar ocupados haciendo otras cosas que Dios requiere.
Aparentemente, ni siquiera los mismos pecadores que no alcanzaron a ser evangelizados tendrán su propia sangre sobre sus vestiduras. La tendrán otros, los que no utilizaron su influencia.

Surgen unos interrogantes ¿Por qué los pecadores irán al infierno, si la culpa no es de ellos sino de los egoístas que no les predicaron? ¿Tal vez ambas partes tendrán la culpa? ¿De qué culpa nos liberó Cristo con su muerte en la cruz?
Así como está planteada la situación, la culpa no solamente sigue existiendo intacta, sino que al parecer ha ido en aumento. Si hasta pareciera que cuando la falta la cometen unos, la culpa les es imputada a otros. En este caso, los pecadores pecaron todo lo que quisieron y los que recibirán la culpa serán los cristianos perezosos.

Toda esta situación planteada en el párrafo nos ha puesto ante una muy particular situación, una encrucijada y es la siguiente: según la biblia, un cristiano verdadero no puede dejar de evangelizar, no puede dejar de hablar acerca de lo que ha visto y oído.
La misma autora comparte esta idea:


“Cuando el amor de Cristo está guardado en el corazón, como dulce fragancia no puede ocultarse. Su santa influencia será percibida por todos aquellos con quienes nos relacionemos”. (El camino a Cristo, pág. 68)


“no puede ocultarse”

Entonces ¿qué clase de influencia poseen los cristianos que asisten a la iglesia de la autora para evangelizar a los que no conocen a Cristo, si ni siquiera pueden influenciar y cambiar a los indolentes y egoístas que están en su misma iglesia?
Algunos dirán que no se dejan influenciar, o dirán que se les influye pero no lo aceptan, no quieren cambiar. Entonces es cuando surge la gran pregunta final: Personas así, imposibles de influenciar, que no van a cambiar, que son falsos cristianos ¿tienen la influencia para evangelizar?
Evidentemente no, ni siquiera conocen el amor de Cristo. De haber sido cristianos verdaderos, su influencia, como dulce fragancia no hubiera podido ocultarse, sino que se hubiera hecho realidad aun sin proponérselo, pues el amor de Cristo hubiera sido percibido por todas aquellas personas con quienes se relacionaron.
Sin embargo Elena de White les reclama que no han usado esa influencia, les echa la culpa de no haber utilizado algo que en realidad no tienen, exhorta a los que no son cristianos verdaderos a que salgan a evangelizar.
Debería haberles dado otro tipo de reprimenda, algo que les persuada o convenza de que busquen a Cristo, pero no,  En vez de enseñarles cómo se hace para encontrar a Cristo, dice:

han dejado de cumplir con su deber por causa del egoísmo y la indolencia, o porque se avergonzaban de la cruz de Cristo”;  “perderán su alma”

Menos mal que han dejado de cumplir con su deber, peor hubiera sido haber cumplido con ese deber. Habrían intentado evangelizar e influenciar en los demás para no perder su alma, pero lo habrían hecho tan mal, que los que no conocen a Cristo habrían recibido un mensaje cristiano totalmente distorsionado, eso los habría alejado de cualquier iglesia cristiana.
Peor aún, habrían influenciado a muchos convirtiéndolos también en egoístas, indolentes o vergonzosos de la cruz de Cristo, habrían influenciado incluso hasta a los verdaderos cristianos que están en su iglesia, pervirtiéndolos.

Elena de White, una vez más, como en muchos de sus escritos, demuestra ser devota del orden. Para ella las cosas siempre están bien ordenaditas, etiquetadas y puestas en el lugar que les corresponde.
Aquí dice que hay dos grupos de cristianos, por un lado los verdaderos, quienes usan su influencia para evangelizar. Por otro lado están los falsos, que no evangelizan, son haraganes y se avergüenzan de la cruz.
Sin embargo hay una triste realidad, las cosas no están tan ordenadas como ella quisiera, porque hay otro grupo, un tercer grupo, son los que no conocen a Cristo, creen ser cristianos cuando no lo son, sin embargo se  esfuerzan en extremo todos los días para evangelizar, es que están engañados. Otra vez, el engaño aquí, como en casi todos los escritos de esa autora, pareciera no existir, no se lo menciona siquiera.
Eso es porque la misma autora utiliza en engaño para convencer a esos egoístas que ni siquiera conocen a Cristo a que salgan a evangelizar para así liberarse de toda culpa. 

Probablemente haya convencido a muchos, esos andan ahora predicando y tratando de influenciar a otros sólo porque creen estar cumpliendo con su deber a fin de no ir al infierno. Esos son los tibios denunciados en el apocalipsis, allí Dios promete vomitarlos de su boca.
Seguramente Elena de White haya logrado eso, seguro que ese era originalmente su propósito, ejecutar un plan ideado por Satanás, traído a las iglesias de la mano de esa autora, que no era otra cosa más que su instrumento.

Al principio, parecía que la autora intentaba meter culpa para lograr que los perezosos se pongan a trabajar, sin embargo, queda claro que tenía objetivos ulteriores, realizar una evangelización adversa y engañosa realizada por falsos cristianos que quieren eludir al infierno y a la sangre que allí se derramará.

La culpa y la sangre que la simboliza, no era para aquellos perezosos que perderán su alma, como dice el párrafo. Queda claro que tenía como destinatario a las personas de la actualidad, huir de ella es su motivación. Los miembros de iglesia de la autora huyen de esa culpa evangelizando, se ponen a trabajar en la evangelización, no por amor a Cristo sino para no sentir culpa.
Quieren ir al cielo, para salvarse del infierno. No predican la palabra de Dios para salvar a los demás, sino para salvarse ellos. Así salen a evangelizar y convierten a otros en temerosos y culposos, los cuales no pertenecen al reino de Dios.
¿Cómo se pone orden a esa situación?

El siguiente párrafo, también habla de evangelización. Está relacionado con el párrafo anterior, porque es una continuación de la misma mentalidad que utiliza la autora para exhortar a salir a evangelizar.


“Dios podría haber encomendado el mensaje del Evangelio, y toda la obra del ministerio de amor, a los ángeles del cielo. Podría haber empleado otros medios para llevar a cabo su obra. Pero en su amor infinito quiso hacernos colaboradores con él, con Cristo y con los ángeles, para que participásemos de la bendición, del gozo y de la elevación espiritual que resultan de este abnegado ministerio”. (El camino a Cristo pág. 70)


Unos párrafos atrás, veíamos que los indolentes iban a ser castigados por las transgresiones de los otros. La situación aquí es parecida, algunos pagarán el precio de los beneficios que recibirán otros. En este caso, los redimidos recibirán el gozo y la bendición, pero eso tendrá un costo, serán todas esas personas que no llegarán a ser bien influenciadas y por lo tanto irán al infierno. ¿Es que no midió Dios las consecuencias de su decisión?

Es muy poco el motivo que Dios tuvo para decidir a quién darle la tarea de evangelización si tenemos en cuenta las terribles consecuencias de esa decisión: habrá personas no evangelizadas. Habrá pecadores que irán al infierno y habrá cristianos que también irán al infierno por no haber evangelizado. ¿Sólo para que los redimidos no se pierdan del gozo y la bendición?
Que mala decisión ha tomado ese Dios en que creía la autora, mejor hubiera sido encomendar a los ángeles el mensaje del evangelio para así evangelizar como tiene que ser y salvar a los que, ahora, están condenados al infierno.

Es un acto demasiado egoísta de parte de los verdaderos cristianos dejar que mayor parte de la humanidad no sea salvada y vaya al infierno sólo para recibir un par de beneficios.

Dada toda esa situación, y teniendo en cuenta que los redimidos serán todos esos que estén dispuestos a dar su vida por los demás, habría que proponer algo distinto, algo nuevo: renunciar a la bendición al gozo y la elevación espiritual resultantes de la evangelización y que vengan los ángeles o que se utilice otros métodos para evangelizar y así salvar a los pecadores.
Por lo tanto desde aquí, humildemente, lanzamos la propuesta. Todos los cristianos unidos pidamos a Dios en oración que nos otorgue ese pedido. Que nos quedemos sin la bendición, que nos quedemos incluso sin la vida, no importa. La próxima vez que nos reunamos en algún lugar de adoración y desde entonces pidamos:

Que vengan los ángeles, que se usen esos otros métodos para así salvar a los pecadores.

Ahora, supongamos que en respuesta a nuestras plegarias Dios empleara esos otros métodos que supone la autora, entonces: ¿Alcanzaremos igualmente bendición, gozo y elevación espiritual?

Aparentemente no, a no ser que lo que dice el párrafo sea otra mentira de la autora para convencer a sus fieles que salgan a evangelizar. 
Todo indica que Dios no podría usar otros métodos, al menos no con los ángeles. A no ser que se conciba a una obra de redención en donde la gente convertida no tuviese elevación espiritual, gozo ni bendición. ¿Qué clase de redención sería esa?

Elena de White, en otros escritos, asegura que Dios aprovechó la rebelión de Satanás en el cielo y el pecado que causó, para darles a conocer su amor y justicia a los ángeles y a seres de otros mundos, Igual que a nosotros acá, que recibiremos elevación espiritual gracias a la tarea evangelizadora, que no se podría hacer sin ese pecado. Aparentemente el pecado está siendo bastante bien aprovechado por Dios para beneficio de todos.  


“Si Satanás hubiera sido inmediatamente destruido, los ángeles y seres de otros mundos habrían servido a Dios por temor antes que por amor”. (La gran esperanza, Página 11)


Aparentemente ellos también tienen mucho que aprender todavía, también necesitan encontrar la elevación espiritual. Bien les vendría hacer esa tarea evangelizadora.
Al parecer no pueden, al final está bien nomás la decisión que tomó Dios de no darles a ellos la tarea evangelizadora, si lo hicieran, el hombre no tendría toda la bendición ni aquel gozo.
La pregunta que surge a todo eso es ¿Qué saben hacer esos ángeles? ¿Ni siquiera pueden evangelizar como corresponde?

Dadas las circunstancias, a Dios se le pudo ocurrir idear otro plan para evitar desde el principio toda esta situación, por ejemplo, encomendar a los ángeles la tarea evangelizadora antes de la caída de Satanás, cuando todavía no existía el pecado, así no habría tenido que recurrir al pecado primero y a la evangelización después para lograrlo.
Menos mal que no lo hiso, es que son tan ignorantes que de haber intentado esa tarea, posiblemente hubieran hecho ellos mismos el trabajo satánico de hacer caer al hombre en pecado.
Según el siguiente párrafo, los ángeles son tan inoperantes y endebles que ni siquiera supieron lo que estaban haciendo al momento de decidir ser fieles a Dios cuando ocurrió la caída de Satanás en el cielo.


“Satanás es un engañador. Cuando pecó en el cielo, ni siquiera los ángeles leales alcanzaron a discernir plenamente su carácter. Esta es la razón por la cual Dios no lo destruyó de inmediato. Si lo hubiera hecho, los ángeles santos no habrían comprendido la justicia y el amor de Dios”. (Alza tus ojos. pág. 75)


¿Todo eso quiere decir que el hombre sufre todo el mal causado por el pecado sólo por darles una lección de justicia divina a esos ángeles? ¿A esos que ni siquiera eran fieles por voluntad propia o por fe?
La autora confiesa, seguramente sin querer, que los ángeles no tienen fe, sólo creen en lo que ven. Si tuvieran fe, Dios podría haberles dicho que Satanás no era buena compañía y por eso era mejor destruirlo, pero no, porque aparentemente no le hubieran creído. Ellos se comportan de acuerdo con lo que ven solamente, es decir que no sólo no tienen fe, sino que son muy obsecuentes e inconstantes.
Aparentemente, los ángeles no solamente son ineficaces para evangelizar, sino que además son ignorantes de la justicia y amor de Dios, son ignorantes del carácter de Satanás, y como si eso fuera poco, son miedosos. Tienen más miedo que amor.

Sin embargo, tal vez los ángeles sí conocían el amor y justicia de Dios, pero también es posible que sean tan miedosos que, de presenciar la destrucción de los desobedientes, el miedo imperaría más que el amor. Tal vez dudaban de su propia fidelidad, entonces, de ver la destrucción de los desobedientes, reprimirían esa duda en vez de resolverla.
Una fidelidad así, tan raquítica, hace dudar de esa fidelidad. Hasta Dios se dio cuenta de eso, seguramente por eso no destruyó a Satanás.

La autora dice que los ángeles no conocían el amor y la justicia de Dios, además no tenían fe. Entonces, los leales no tenían otros motivos para quedarse de su lado más que el servilismo, costumbre, pereza o incluso inercia, si hasta es posible que muchos de los ángeles que ahora están de parte de Dios hayan sido fieles por equivocación.
Al parecer, en el cielo había como una especie de inconsciente colectivo, los ángeles no discernían el carácter de Satanás, dice la autora, pero después asegura que tampoco conocían el amor ni la justicia de Dios, estaban engañados por donde se los mire.
Incluso pareciera que tampoco saben a dónde fueron a parar los ángeles caídos, no saben que fueron exiliados al infierno, donde seguramente no deben estar ahora cantando el rap del exilio. De saber eso, en vez de servir a Dios por amor, le temerían aún más.

Hay una antigua imagen poética y un poco irónica del infierno, la cual dice que en la parte alta hay una ventanita donde se ve el cielo, para aumentar el sufrimiento de los que están abajo. También dice que desde el cielo no debe verse el infierno por esa ventana, para que la felicidad de los que están allí no se vea perturbada.
Se ve que la autora también compartía esa idea, porque si los ángeles leales vieran donde están ahora los ángeles caídos, nunca comprenderían el amor de Dios, por considerar que la inmediata destrucción hubiera sido más piadosa que vivir en el infierno.
Por otra parte, ¿Qué pasó con los ángeles caídos? ¿Tienen o tuvieron oportunidad de aprender o corregir sus errores como los leales? Aparentemente Dios considera que la endeble mentalidad de los leales debe ser reparada, no importa si eso les cuesta la vida de las clases más bajas, como la del ser humano. Sin embargo, la ignorancia de los caídos no, para ellos no hay otra oportunidad ni nada.
Que mala estrategia, por no querer que los ángeles le teman, se quedó con los serviles, con los conservadores, ignorantes e incluso con los mismos temerosos que no quería.
A los ángeles rebeldes Dios no los elimina, les manda al infierno donde hay sufrimiento eterno. Si los ángeles fieles se llegaran a enterar de eso, no podrían servir a Dios por amor ni por temor siquiera, directamente quedarían paralizados a causa del pánico.

Esos ángeles eran ignorantes del carácter de Satanás, ignorantes del amor y la justicia de Dios, no saben a dónde fueron a parar los ángeles rebeldes, no saben evangelizar bien, tienen más miedo que amor y no tienen fe. ¿En que estaba pensando Dios cuando los creó? ¿En que estaba pensando Dios cuando se quedó con ellos y los llamó leales?

Dado el tan frágil equilibrio emocional y de conocimiento de los ángeles, la rebelión de Satanás era predecible, el pecado era algo totalmente inexorable, desde el mismo momento en que fueron creados estaban más cerca de la revolución que de la lealtad. Entonces, ¿Por qué tuvo Dios que recurrir al pecado y dejar vivir a Satanás para darles una lección de su amor y justicia a los ángeles y seres de otros mundos?
¿Por qué no los creó con la capacidad de aprender eso por virtud propia?

A Dios se le pudría haber ocurrido una idea mejor para darles todo el conocimiento, por ejemplo, pudo idear un plan lúdico didáctico para enseñar a los ángeles en que consiste el amor y la justicia de Dios, todo eso antes de la caída de Satanás. Con buena didáctica para que no falle el aprendizaje, así la humanidad no habría tenido que sufrir tanto las consecuencias del pecado.
Podría haber ideado algún seminario como hacen los padres católicos, tendría que ser un lugar donde se pueda aprender bien todo lo que se necesita saber para estar al lado de Dios y que el amor llegase a ser parte de la religión que profesen.
También pudo haberles enseñado a no tener miedo, como se hace con los soldados. Así esa lección de amor y justicia que necesitaban aprender para servirle a Dios por amor en vez de temor, no habría sido necesaria. Habrían servido a Dios por ser muy valientes; ignorantes pero al menos valientes, y al final, después de ver todo lo que hiso Dios por la humanidad, habrían aprendido igual su amor y justicia.
Podría haber hecho como hiso Iván Pavlov con sus perros, condicionar sus reflejos para que hagan lo que corresponde, aun sin proponérselo. Así la voluntad no hubiera interferido distorsionando el objetivo correcto.

Claro, ninguno de esos métodos mencionados le pareció oportuno a Dios, o mejor dicho, a la autora, es que ella siempre afirmó que Dios no fuerza la voluntad, le da libertad al hombre para elegir. Pero como se ve acá, también les dio libertad a los ángeles.  
Qué situación la que hubo en el cielo, a los ángeles se les dio libertad para elegir, pero sin que conocieran realmente cuales eran las opciones, eso es perverso. Al parecer, el Dios en el que creía Elena de White era más perverso que el mismísimo diablo.

Elena de White dio la siguiente enseñanza para los jóvenes:


“Cristo soportó sin murmurar las pruebas y privaciones de que se quejan muchos jóvenes. Y esta disciplina es la experiencia que necesitan los jóvenes, la que dará firmeza a sus caracteres y los hará como Cristo, fuertes en espíritu para resistir la tentación”. (Mensajes para los jóvenes pág. 78)


Disciplina es la palabra clave, pero ¿Por qué los ángeles no están obligados a hacer lo mismo y aprender de esa manera?
Es posible que la respuesta a esa pregunta sea que Dios cometió un error con los ángeles y ya no quiere volver a cometerlo con los hombres. Los ángeles no conocían el amor de Dios porque eran muy consentidos, tenían todo, vivían el cielo, tenían amor en su casa, o mejor aún, tenían una casa donde volver, a diferencia de muchos jóvenes que no tienen nada de eso y para colmo deben soportar esa situación sin murmurar. Es medio injusto, pero seguramente necesario para no cometer de nuevo el mismo error.

El primer párrafo dio a entender que los indolentes pagarán la culpa de los pecadores; después se dijo que los pecadores pagarán el precio de la bendición que recibirán los redimidos. Ahora resulta ser que el ser humano sufre el pecado y todas sus consecuencias por culpa de la ineptitud de los ángeles, otra vez el error es de unos y las consecuencias las sufren los otros.

Bueno, ojalá hayan aprendido, que la lección les haya sido provechosa. Lo que es seguro es que Dios sí, aprendió. Ya no cometerá otra vez ese error. Según la biblia, la manera en que Dios separará a los fieles de los engañados del mundo será distinta a la que hiso en el cielo.
La manera en que Dios enseña a los hombres su amor y justicia no es la misma que la empleada con los ángeles y seres de otros mundos. Eso se nota, porque cuando les dio las leyes a través de Moisés, les obligó a cumplirlas bajo pena de muerte. Claro, para entonces ya estaba seguro que era la única manera, sino no la cumplirían y habría tenido que ir a buscar a quien culpar de todo el desastre.
Dios ya no aceptará en el cielo a todos los que dicen creer en Él y no lo hacen; los que no conocen la justicia y el amor de Dios tampoco se salvarán, como pasó con los ángeles. No todos los que le dicen “señor, señor” entrarán al reino de Dios; tampoco los que no saben identificar al engañador como pasó con los ángeles, no sea que por danos una lección a los seres humanos tengan que sufrir otros seres de otras galaxias.
Dios ya no aceptará en el cielo a los que no conocen el amor de Dios, como hiso con los ángeles. Seguramente fue por eso que Cristo ordenó a los hombres que amen incluso a los enemigos, para que aprendan. Tampoco aceptará en el cielo a los temerosos, como los ángeles. Seguramente fue es por eso que la biblia dice y repite 370 veces: “no temas”.

Oportuno es volver a leer el párrafo inicial:


“Los que podrían haber ejercido su influencia para salvar almas si hubieran seguido el consejo de Dios y que en cambio han dejado de cumplir su deber por causa del egoísmo y la indolencia, o porque se avergonzaban de la cruz de Cristo, no solo perderán su alma, sino que tendrán sobre sus vestiduras la sangre de los pobres pecadores”. (Mensajes para los jóvenes pág. 202)


Por increíble que parezca, ese párrafo logra motivar a muchos perezosos, pero no a esos ángeles, ellos siguen con el corazón de hormigón aun después de haber sido desenmascarados como ineptos serviles e ignorantes. Aun después de enterarse que la tarea evangelizadora proporciona elevación espiritual, que bien les vendría.
En vez de sacrificarse y al menos intentar hacer algo por la humanidad, prefieren que la gente se pierda para siempre. Claro, eso pasa por que están mal acostumbrados, cada vez que cometen un error, los que pagan la culpa son otros.
Aunque tal vez no debamos ser tan duros con ellos, porque es posible que ellos no puedan venir a evangelizar porque todavía no han aprendido lo que es el amor.
¿Aman a alguien los ángeles? ¿Alguien los ama?

Tal vez no, esa sería una triste realidad, puede que sean como “Juan Represión” víctimas totales de situaciones cotidianas.
Es posible que todavía no conozcan el amor y la justicia, por eso no pueden venir a difundirla. La verdad del mundo, de la humanidad y de los ángeles caídos es demasiada cruel para ellos y el miedo les paraliza.
Probablemente, Dios mismo no les permite ver la verdad tal cual es, para que el terror no les mate. Esa sería su condición, vivir una ilusión, la realidad es demasiado compleja para ellos y ya han demostrado que no saben manejarla.
Es posible que sea por eso que son invisibles, por temor. Si quisieran venir a evangelizar, tendrían que dejarse ver y eso no lo pueden hacer porque temen que algún ser humano les pegue un tiro por odio.
No son haraganes, en realidad son temerosos, por eso se esconden. Cada vez que aparecen, lo hacen disfrazados de buenos, es que sueñan con ser superhéroes como Batman. Pero su disfraz resultó ser ineficaz, no se esperaban que la humanidad se diera cuenta, o mejor dicho, que Elena de White contara todo.
Qué lástima, no saben que nosotros los humanos esperamos más de ellos y le tenemos alta estima. Nosotros también sufrimos y la realidad también es difícil para nosotros. Si supieran que nosotros sí podríamos tener empatía por ellos tal vez aceptarían nuestra amistad, incluso hasta pudieran dejar de ser invisibles.

Hasta hace unas líneas atrás, parecía que Dios mismo había aprendido la lección, pero resulta claro que no es así, la misma situación persiste. Dios sigue utilizando el mismo método y probablemente espere un resultado distinto.
Por un lado, se espera que los que no conocen el amor de Cristo salgan a evangelizar, esa situación ya ocurrió con los ángeles, no conocían el amor de Dios y aun así se les permitió quedarse en el cielo y se les llamó: leales.
Por otra parte, se sigue castigando a los unos por el pecado que cometen los otros, los que no evangelizan tendrán la sangre de los que pecaron, eso es semejante a lo ocurrido con los ángeles y los hombres, los hombres pagan el precio de la lección que aprenden los ángeles.

Si hasta pareciera oportuno no acusarle a ese Dios en el que creía la autora, de no haber aprendido la lección o de tomar malas decisiones. Podríamos, por ejemplo, culparles a los ángeles de todas las malas decisiones que toma, ¿y que esperaban? Con tantos miles de ángeles así a su alrededor influenciándole, es natural que alguna que otra mala decisión termine tomando.

Este es el momento oportuno para terminar con este análisis, no sea que sigamos y terminemos descubriendo que Satanás es totalmente inocente, o peor aún, puede que haya sido creado con la única finalidad de tener a alguien a quien culpar de todo.


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