Los párrafos que serán presentados y analizados a
continuación, fueron extraídos de libros escritos por Elena de White, fundadora
de la Iglesia adventista del séptimo día.
Ángeles inoperantes y predicadores haraganes
Los que
podrían haber ejercido su influencia para salvar almas, si hubieran seguido el
consejo de Dios y que en cambio han dejado de cumplir su deber por causa del egoísmo
y la indolencia, o porque se avergonzaban de la cruz de Cristo, no solo perderán
su alma, sino que tendrán sobre sus vestiduras la sangre de los pobres
pecadores. (Mensajes para los jóvenes pág. 202)
Pobres pecadores….
Esa última expresión manifiesta
claramente la verdadera intención del párrafo: meter culpa. Victimizar a los
unos, siempre mete culpa a los otros.
El mensaje está dirigido a
personas que pertenecen a la iglesia de la autora y tiene como objetivo, a
primer análisis, lograr que esos que ahora no les interesa mucho la salvación
de los demás, se pongan a trabajar en la tarea evangelizadora.
Elena de White no solamente recurre
al reproche para intentar que cambien de actitud, sino que recurre a la manipulación
a través de la culpa, la cual es muy efectiva a la hora de manipular, casi
tanto como lo son el reproche y el elogio, elementos que la autora también
utilizaba de seguido con el mismo objetivo.
¡Pobres pecadores!, dice la
autora, esa es una forma de expresarse que les quita un poco de culpa a los
pecadores para después trasladarla a los insensibles que no les evangelizan.
Sin embargo la autora
necesita que el mensaje no tenga apariencia de manipulación, es por eso que
pone a Dios en la situación.
Dios está de acuerdo con la
autora, ese es el mensaje, porque no sólo les quitará las almas a los perezosos,
sino que la sangre de los pobres pecadores irá a parar a las vestiduras de esos
vagos, seguramente como señal que los destacará, por poseer mayor culpa.
¡Pobrecitos los pecadores, no
van a ir al cielo! todo por culpa de los egoístas y haraganes. Pero no importa,
Dios ya se encargará de castigarlos; con rostro airado y mostrándoles los
dientes los mandará al infierno junto con los pobres pecadores sangrantes, a
quienes seguramente mirará con pena y resignación.
Aunque el párrafo no aclara
bien a cual sangre se refiere, se sobreentiende que será la que derramarán
cuando Dios los castigue. Quiere decir que los indolentes tendrán sobre sus
vestiduras el doble de sangre de lo normal, su propia sangre y también la de
los pobres pecadores, será una redada muy sangrienta para los perezosos.
Aunque parezca mentira, aun después
de amenazarles con ir al infierno, la autora consideró oportuno amenazarles
también con esa sangre, la cual supuso que sería un agravante terrible del
castigo.
Elena de White podría ser
calificada como tremenda metedora de culpa y miedo, pero esta vez pareciera que
se le fue la mano. Como dice un refrán: a
veces demasiado no es suficiente.
La autora observa a esos
perezosos y los reprende duramente, pero a pesar de ser ellos pecadores que
también irán al infierno no son calificados de “pobres pecadores” como los
otros ¿Por qué? “Tendrán la sangre sobre sus vestiduras”, dice amenazante, sólo
faltaba que dijera: serán culpables de los pecados de los otros, serán incluso
más culpables que los esos pecadores.
Por otra parte, los que sí
evangelizan, aparentemente no tendrán la sangre de los pobres pecadores cuando
vayan al cielo. ¿Por qué?
Deberían, puesto que ellos
tampoco les predicaron, seguramente estaban demasiado ocupados haciendo otra
cosa. Aun así, el párrafo sugiere que por haber trabajado o por haber hecho
todo lo que estaba a su alcance, se librarán de esa culpa. Es así como queda
expuesta la única y verdadera razón de la existencia de esa sangre: la culpa.
Esa sangre es símbolo de
culpa y quien se manche con ella será el culpable. La culpa será para los que
no trabajaron, no para los que sí lo hicieron sin éxito, ni para los que no lo
hicieron por estar ocupados haciendo otras cosas que Dios requiere.
Aparentemente, ni siquiera
los mismos pecadores que no alcanzaron a ser evangelizados tendrán su propia
sangre sobre sus vestiduras. La tendrán otros, los que no utilizaron su
influencia.
Surgen unos interrogantes ¿Por
qué los pecadores irán al infierno, si la culpa no es de ellos sino de los
egoístas que no les predicaron? ¿Tal vez ambas partes tendrán la culpa? ¿De qué
culpa nos liberó Cristo con su muerte en la cruz?
Así como está planteada la
situación, la culpa no solamente sigue existiendo intacta, sino que al parecer
ha ido en aumento. Si hasta pareciera que cuando la falta la cometen unos, la
culpa les es imputada a otros. En este caso, los pecadores pecaron todo lo que
quisieron y los que recibirán la culpa serán los cristianos perezosos.
Toda esta situación planteada
en el párrafo nos ha puesto ante una muy particular situación, una encrucijada
y es la siguiente: según la biblia, un cristiano verdadero no puede dejar de
evangelizar, no puede dejar de hablar acerca de lo que ha visto y oído.
La misma autora comparte esta
idea:
“Cuando el amor de Cristo está guardado en el corazón, como
dulce fragancia no puede ocultarse. Su santa influencia será percibida por
todos aquellos con quienes nos relacionemos”. (El camino a Cristo, pág. 68)
“no puede ocultarse”
Entonces ¿qué clase de
influencia poseen los cristianos que asisten a la iglesia de la autora para
evangelizar a los que no conocen a Cristo, si ni siquiera pueden influenciar y
cambiar a los indolentes y egoístas que están en su misma iglesia?
Algunos dirán que no se dejan
influenciar, o dirán que se les influye pero no lo aceptan, no quieren cambiar.
Entonces es cuando surge la gran pregunta final: Personas así, imposibles de
influenciar, que no van a cambiar, que son falsos cristianos ¿tienen la
influencia para evangelizar?
Evidentemente no, ni siquiera
conocen el amor de Cristo. De haber sido cristianos verdaderos, su influencia,
como dulce fragancia no hubiera podido ocultarse, sino que se hubiera hecho
realidad aun sin proponérselo, pues el amor de Cristo hubiera sido percibido
por todas aquellas personas con quienes se relacionaron.
Sin embargo Elena de White
les reclama que no han usado esa influencia, les echa la culpa de no haber
utilizado algo que en realidad no tienen, exhorta a los que no son cristianos
verdaderos a que salgan a evangelizar.
Debería haberles dado otro
tipo de reprimenda, algo que les persuada o convenza de que busquen a Cristo,
pero no, En vez de enseñarles cómo se
hace para encontrar a Cristo, dice:
“han dejado de cumplir con su deber por causa del egoísmo y la indolencia, o porque se avergonzaban de la cruz de
Cristo”; “perderán su alma”
Menos mal que han dejado de
cumplir con su deber, peor hubiera sido haber cumplido con ese deber. Habrían
intentado evangelizar e influenciar en los demás para no perder su alma, pero
lo habrían hecho tan mal, que los que no conocen a Cristo habrían recibido un
mensaje cristiano totalmente distorsionado, eso los habría alejado de cualquier
iglesia cristiana.
Peor aún, habrían
influenciado a muchos convirtiéndolos también en egoístas, indolentes o vergonzosos
de la cruz de Cristo, habrían influenciado incluso hasta a los verdaderos
cristianos que están en su iglesia, pervirtiéndolos.
Elena de White, una vez más,
como en muchos de sus escritos, demuestra ser devota del orden. Para ella las
cosas siempre están bien ordenaditas, etiquetadas y puestas en el lugar que les
corresponde.
Aquí dice que hay dos grupos
de cristianos, por un lado los verdaderos, quienes usan su influencia para
evangelizar. Por otro lado están los falsos, que no evangelizan, son haraganes
y se avergüenzan de la cruz.
Sin embargo hay una triste
realidad, las cosas no están tan ordenadas como ella quisiera, porque hay otro
grupo, un tercer grupo, son los que no conocen a Cristo, creen ser cristianos
cuando no lo son, sin embargo se esfuerzan en extremo todos los días para
evangelizar, es que están engañados. Otra vez, el engaño aquí, como en casi
todos los escritos de esa autora, pareciera no existir, no se lo menciona
siquiera.
Eso es porque la misma autora
utiliza en engaño para convencer a esos egoístas que ni siquiera conocen a
Cristo a que salgan a evangelizar para así liberarse de toda culpa.
Probablemente haya convencido
a muchos, esos andan ahora predicando y tratando de influenciar a otros sólo
porque creen estar cumpliendo con su deber a fin de no ir al infierno. Esos son
los tibios denunciados en el apocalipsis, allí Dios promete vomitarlos de su
boca.
Seguramente Elena de White
haya logrado eso, seguro que ese era originalmente su propósito, ejecutar un
plan ideado por Satanás, traído a las iglesias de la mano de esa autora, que no
era otra cosa más que su instrumento.
Al principio, parecía que la
autora intentaba meter culpa para lograr que los perezosos se pongan a
trabajar, sin embargo, queda claro que tenía objetivos ulteriores, realizar una
evangelización adversa y engañosa realizada por falsos cristianos que quieren
eludir al infierno y a la sangre que allí se derramará.
La culpa y la sangre que la
simboliza, no era para aquellos perezosos que perderán su alma, como dice el
párrafo. Queda claro que tenía como destinatario a las personas de la
actualidad, huir de ella es su motivación. Los miembros de iglesia de la autora
huyen de esa culpa evangelizando, se ponen a trabajar en la evangelización, no
por amor a Cristo sino para no sentir culpa.
Quieren ir al cielo, para
salvarse del infierno. No predican la palabra de Dios para salvar a los demás,
sino para salvarse ellos. Así salen a evangelizar y convierten a otros en
temerosos y culposos, los cuales no pertenecen al reino de Dios.
¿Cómo se pone orden a esa
situación?
El siguiente párrafo, también
habla de evangelización. Está relacionado con el párrafo anterior, porque es
una continuación de la misma mentalidad que utiliza la autora para exhortar a
salir a evangelizar.
“Dios podría haber encomendado el mensaje del Evangelio, y
toda la obra del ministerio de amor, a los ángeles del cielo. Podría haber
empleado otros medios para llevar a cabo su obra. Pero en su amor infinito
quiso hacernos colaboradores con él, con Cristo y con los ángeles, para que
participásemos de la bendición, del gozo y de la elevación espiritual que
resultan de este abnegado ministerio”. (El camino a Cristo pág. 70)
Unos párrafos atrás, veíamos
que los indolentes iban a ser castigados por las transgresiones de los otros.
La situación aquí es parecida, algunos pagarán el precio de los beneficios que
recibirán otros. En este caso, los redimidos recibirán el gozo y la bendición,
pero eso tendrá un costo, serán todas esas personas que no llegarán a ser bien
influenciadas y por lo tanto irán al infierno. ¿Es que no midió Dios las
consecuencias de su decisión?
Es muy poco el motivo que
Dios tuvo para decidir a quién darle la tarea de evangelización si tenemos en
cuenta las terribles consecuencias de esa decisión: habrá personas no
evangelizadas. Habrá pecadores que irán al infierno y habrá cristianos que
también irán al infierno por no haber evangelizado. ¿Sólo para que los
redimidos no se pierdan del gozo y la bendición?
Que mala decisión ha tomado
ese Dios en que creía la autora, mejor hubiera sido encomendar a los ángeles el
mensaje del evangelio para así evangelizar como tiene que ser y salvar a los que,
ahora, están condenados al infierno.
Es un acto demasiado egoísta
de parte de los verdaderos cristianos dejar que mayor parte de la humanidad no
sea salvada y vaya al infierno sólo para recibir un par de beneficios.
Dada toda esa situación, y
teniendo en cuenta que los redimidos serán todos esos que estén dispuestos a
dar su vida por los demás, habría que proponer algo distinto, algo nuevo:
renunciar a la bendición al gozo y la elevación espiritual resultantes de la
evangelización y que vengan los ángeles o que se utilice otros métodos para
evangelizar y así salvar a los pecadores.
Por lo tanto desde aquí,
humildemente, lanzamos la propuesta. Todos los cristianos unidos pidamos a Dios
en oración que nos otorgue ese pedido. Que nos quedemos sin la bendición, que
nos quedemos incluso sin la vida, no importa. La próxima vez que nos reunamos
en algún lugar de adoración y desde entonces pidamos:
Que vengan los ángeles, que
se usen esos otros métodos para así salvar a los pecadores.
Ahora, supongamos que en
respuesta a nuestras plegarias Dios empleara esos otros métodos que supone la
autora, entonces: ¿Alcanzaremos igualmente bendición, gozo y elevación
espiritual?
Aparentemente no, a no ser
que lo que dice el párrafo sea otra mentira de la autora para convencer a sus
fieles que salgan a evangelizar.
Todo indica que Dios no podría
usar otros métodos, al menos no con los ángeles. A no ser que se conciba a una
obra de redención en donde la gente convertida no tuviese elevación espiritual,
gozo ni bendición. ¿Qué clase de redención sería esa?
Elena de White, en otros
escritos, asegura que Dios aprovechó la rebelión de Satanás en el cielo y el
pecado que causó, para darles a conocer su amor y justicia a los ángeles y a
seres de otros mundos, Igual que a nosotros acá, que recibiremos elevación
espiritual gracias a la tarea evangelizadora, que no se podría hacer sin ese
pecado. Aparentemente el pecado está siendo bastante bien aprovechado por Dios
para beneficio de todos.
“Si Satanás hubiera sido inmediatamente destruido, los
ángeles y seres de otros mundos habrían servido a Dios por temor antes que por
amor”. (La
gran esperanza, Página 11)
Aparentemente ellos también
tienen mucho que aprender todavía, también necesitan encontrar la elevación
espiritual. Bien les vendría hacer esa tarea evangelizadora.
Al parecer no pueden, al
final está bien nomás la decisión que tomó Dios de no darles a ellos la tarea
evangelizadora, si lo hicieran, el hombre no tendría toda la bendición ni aquel
gozo.
La pregunta que surge a todo
eso es ¿Qué saben hacer esos ángeles? ¿Ni siquiera pueden evangelizar como
corresponde?
Dadas las circunstancias, a
Dios se le pudo ocurrir idear otro plan para evitar desde el principio toda
esta situación, por ejemplo, encomendar a los ángeles la tarea evangelizadora
antes de la caída de Satanás, cuando todavía no existía el pecado, así no
habría tenido que recurrir al pecado primero y a la evangelización después para
lograrlo.
Menos mal que no lo hiso, es
que son tan ignorantes que de haber intentado esa tarea, posiblemente hubieran
hecho ellos mismos el trabajo satánico de hacer caer al hombre en pecado.
Según el siguiente párrafo, los
ángeles son tan inoperantes y endebles que ni siquiera supieron lo que estaban
haciendo al momento de decidir ser fieles a Dios cuando ocurrió la caída de
Satanás en el cielo.
“Satanás es un engañador. Cuando pecó en el cielo, ni
siquiera los ángeles leales alcanzaron a discernir plenamente su carácter. Esta
es la razón por la cual Dios no lo destruyó de inmediato. Si lo hubiera hecho,
los ángeles santos no habrían comprendido la justicia y el amor de Dios”. (Alza tus ojos. pág. 75)
¿Todo eso quiere decir que el
hombre sufre todo el mal causado por el pecado sólo por darles una lección de
justicia divina a esos ángeles? ¿A esos que ni siquiera eran fieles por
voluntad propia o por fe?
La autora confiesa,
seguramente sin querer, que los ángeles no tienen fe, sólo creen en lo que ven.
Si tuvieran fe, Dios podría haberles dicho que Satanás no era buena compañía y
por eso era mejor destruirlo, pero no, porque aparentemente no le hubieran
creído. Ellos se comportan de acuerdo con lo que ven solamente, es decir que no
sólo no tienen fe, sino que son muy obsecuentes e inconstantes.
Aparentemente, los ángeles no
solamente son ineficaces para evangelizar, sino que además son ignorantes de la
justicia y amor de Dios, son ignorantes del carácter de Satanás, y como si eso
fuera poco, son miedosos. Tienen más miedo que amor.
Sin embargo, tal vez los
ángeles sí conocían el amor y justicia de Dios, pero también es posible que
sean tan miedosos que, de presenciar la destrucción de los desobedientes, el
miedo imperaría más que el amor. Tal vez dudaban de su propia fidelidad,
entonces, de ver la destrucción de los desobedientes, reprimirían esa duda en
vez de resolverla.
Una fidelidad así, tan raquítica,
hace dudar de esa fidelidad. Hasta Dios se dio cuenta de eso, seguramente por
eso no destruyó a Satanás.
La autora dice que los
ángeles no conocían el amor y la justicia de Dios, además no tenían fe.
Entonces, los leales no tenían otros motivos para quedarse de su lado más que
el servilismo, costumbre, pereza o incluso inercia, si hasta es posible que
muchos de los ángeles que ahora están de parte de Dios hayan sido fieles por
equivocación.
Al parecer, en el cielo había
como una especie de inconsciente colectivo, los ángeles no discernían el
carácter de Satanás, dice la autora, pero después asegura que tampoco conocían
el amor ni la justicia de Dios, estaban engañados por donde se los mire.
Incluso pareciera que tampoco
saben a dónde fueron a parar los ángeles caídos, no saben que fueron exiliados
al infierno, donde seguramente no deben estar ahora cantando el rap del exilio.
De saber eso, en vez de servir a Dios por amor, le temerían aún más.
Hay una antigua imagen poética
y un poco irónica del infierno, la cual dice que en la parte alta hay una
ventanita donde se ve el cielo, para aumentar el sufrimiento de los que están
abajo. También dice que desde el cielo no debe verse el infierno por esa
ventana, para que la felicidad de los que están allí no se vea perturbada.
Se ve que la autora también
compartía esa idea, porque si los ángeles leales vieran donde están ahora los
ángeles caídos, nunca comprenderían el amor de Dios, por considerar que la
inmediata destrucción hubiera sido más piadosa que vivir en el infierno.
Por otra parte, ¿Qué pasó con
los ángeles caídos? ¿Tienen o tuvieron oportunidad de aprender o corregir sus
errores como los leales? Aparentemente Dios considera que la endeble mentalidad
de los leales debe ser reparada, no importa si eso les cuesta la vida de las
clases más bajas, como la del ser humano. Sin embargo, la ignorancia de los
caídos no, para ellos no hay otra oportunidad ni nada.
Que mala estrategia, por no
querer que los ángeles le teman, se quedó con los serviles, con los
conservadores, ignorantes e incluso con los mismos temerosos que no quería.
A los ángeles rebeldes Dios
no los elimina, les manda al infierno donde hay sufrimiento eterno. Si los
ángeles fieles se llegaran a enterar de eso, no podrían servir a Dios por amor
ni por temor siquiera, directamente quedarían paralizados a causa del pánico.
Esos ángeles eran ignorantes
del carácter de Satanás, ignorantes del amor y la justicia de Dios, no saben a
dónde fueron a parar los ángeles rebeldes, no saben evangelizar bien, tienen
más miedo que amor y no tienen fe. ¿En que estaba pensando Dios cuando los
creó? ¿En que estaba pensando Dios cuando se quedó con ellos y los llamó
leales?
Dado el tan frágil equilibrio
emocional y de conocimiento de los ángeles, la rebelión de Satanás era
predecible, el pecado era algo totalmente inexorable, desde el mismo momento en
que fueron creados estaban más cerca de la revolución que de la lealtad. Entonces,
¿Por qué tuvo Dios que recurrir al pecado y dejar vivir a Satanás para darles
una lección de su amor y justicia a los ángeles y seres de otros mundos?
¿Por qué no los creó con la
capacidad de aprender eso por virtud propia?
A Dios se le pudría haber
ocurrido una idea mejor para darles todo el conocimiento, por ejemplo, pudo idear
un plan lúdico didáctico para enseñar a los ángeles en que consiste el amor y
la justicia de Dios, todo eso antes de la caída de Satanás. Con buena didáctica
para que no falle el aprendizaje, así la humanidad no habría tenido que sufrir
tanto las consecuencias del pecado.
Podría haber ideado algún
seminario como hacen los padres católicos, tendría que ser un lugar donde se
pueda aprender bien todo lo que se necesita saber para estar al lado de Dios y
que el amor llegase a ser parte de la religión que profesen.
También pudo haberles
enseñado a no tener miedo, como se hace con los soldados. Así esa lección de
amor y justicia que necesitaban aprender para servirle a Dios por amor en vez
de temor, no habría sido necesaria. Habrían servido a Dios por ser muy
valientes; ignorantes pero al menos valientes, y al final, después de ver todo
lo que hiso Dios por la humanidad, habrían aprendido igual su amor y justicia.
Podría haber hecho como hiso
Iván Pavlov con sus perros, condicionar sus reflejos para que hagan lo que
corresponde, aun sin proponérselo. Así la voluntad no hubiera interferido
distorsionando el objetivo correcto.
Claro, ninguno de esos
métodos mencionados le pareció oportuno a Dios, o mejor dicho, a la autora, es
que ella siempre afirmó que Dios no fuerza la voluntad, le da libertad al
hombre para elegir. Pero como se ve acá, también les dio libertad a los
ángeles.
Qué situación la que hubo en
el cielo, a los ángeles se les dio libertad para elegir, pero sin que
conocieran realmente cuales eran las opciones, eso es perverso. Al parecer, el
Dios en el que creía Elena de White era más perverso que el mismísimo diablo.
Elena de White dio la
siguiente enseñanza para los jóvenes:
“Cristo soportó sin murmurar las pruebas y privaciones de que
se quejan muchos jóvenes. Y esta disciplina es la experiencia que necesitan los
jóvenes, la que dará firmeza a sus caracteres y los hará como Cristo, fuertes
en espíritu para resistir la tentación”. (Mensajes para los jóvenes pág. 78)
Disciplina es la palabra
clave, pero ¿Por qué los ángeles no están obligados a hacer lo mismo y aprender
de esa manera?
Es posible que la respuesta a
esa pregunta sea que Dios cometió un error con los ángeles y ya no quiere
volver a cometerlo con los hombres. Los ángeles no conocían el amor de Dios
porque eran muy consentidos, tenían todo, vivían el cielo, tenían amor en su
casa, o mejor aún, tenían una casa donde volver, a diferencia de muchos jóvenes
que no tienen nada de eso y para colmo deben soportar esa situación sin
murmurar. Es medio injusto, pero seguramente necesario para no cometer de nuevo
el mismo error.
El primer párrafo dio a
entender que los indolentes pagarán la culpa de los pecadores; después se dijo
que los pecadores pagarán el precio de la bendición que recibirán los
redimidos. Ahora resulta ser que el ser humano sufre el pecado y todas sus
consecuencias por culpa de la ineptitud de los ángeles, otra vez el error es de
unos y las consecuencias las sufren los otros.
Bueno, ojalá hayan aprendido,
que la lección les haya sido provechosa. Lo que es seguro es que Dios sí,
aprendió. Ya no cometerá otra vez ese error. Según la biblia, la manera en que
Dios separará a los fieles de los engañados del mundo será distinta a la que
hiso en el cielo.
La manera en que Dios enseña
a los hombres su amor y justicia no es la misma que la empleada con los ángeles
y seres de otros mundos. Eso se nota, porque cuando les dio las leyes a través
de Moisés, les obligó a cumplirlas bajo pena de muerte. Claro, para entonces ya
estaba seguro que era la única manera, sino no la cumplirían y habría tenido
que ir a buscar a quien culpar de todo el desastre.
Dios ya no aceptará en el
cielo a todos los que dicen creer en Él y no lo hacen; los que no conocen la
justicia y el amor de Dios tampoco se salvarán, como pasó con los ángeles. No
todos los que le dicen “señor, señor” entrarán al reino de Dios; tampoco los que
no saben identificar al engañador como pasó con los ángeles, no sea que por
danos una lección a los seres humanos tengan que sufrir otros seres de otras
galaxias.
Dios ya no aceptará en el
cielo a los que no conocen el amor de Dios, como hiso con los ángeles.
Seguramente fue por eso que Cristo ordenó a los hombres que amen incluso a los
enemigos, para que aprendan. Tampoco aceptará en el cielo a los temerosos, como
los ángeles. Seguramente fue es por eso que la biblia dice y repite 370 veces:
“no temas”.
Oportuno es volver a leer el
párrafo inicial:
“Los que podrían haber ejercido su influencia para salvar
almas si hubieran seguido el consejo de Dios y que en cambio han dejado de
cumplir su deber por causa del egoísmo y la indolencia, o porque se avergonzaban
de la cruz de Cristo, no solo perderán su alma, sino que tendrán sobre sus
vestiduras la sangre de los pobres pecadores”. (Mensajes para los jóvenes pág. 202)
Por increíble que parezca,
ese párrafo logra motivar a muchos perezosos, pero no a esos ángeles, ellos
siguen con el corazón de hormigón aun después de haber sido desenmascarados
como ineptos serviles e ignorantes. Aun después de enterarse que la tarea
evangelizadora proporciona elevación espiritual, que bien les vendría.
En vez de sacrificarse y al
menos intentar hacer algo por la humanidad, prefieren que la gente se pierda
para siempre. Claro, eso pasa por que están mal acostumbrados, cada vez que
cometen un error, los que pagan la culpa son otros.
Aunque tal vez no debamos ser
tan duros con ellos, porque es posible que ellos no puedan venir a evangelizar
porque todavía no han aprendido lo que es el amor.
¿Aman a alguien los ángeles?
¿Alguien los ama?
Tal vez no, esa sería una
triste realidad, puede que sean como “Juan Represión” víctimas totales de
situaciones cotidianas.
Es posible que todavía no
conozcan el amor y la justicia, por eso no pueden venir a difundirla. La verdad
del mundo, de la humanidad y de los ángeles caídos es demasiada cruel para
ellos y el miedo les paraliza.
Probablemente, Dios mismo no
les permite ver la verdad tal cual es, para que el terror no les mate. Esa
sería su condición, vivir una ilusión, la realidad es demasiado compleja para
ellos y ya han demostrado que no saben manejarla.
Es posible que sea por eso
que son invisibles, por temor. Si quisieran venir a evangelizar, tendrían que
dejarse ver y eso no lo pueden hacer porque temen que algún ser humano les
pegue un tiro por odio.
No son haraganes, en realidad
son temerosos, por eso se esconden. Cada vez que aparecen, lo hacen disfrazados
de buenos, es que sueñan con ser superhéroes como Batman. Pero su disfraz
resultó ser ineficaz, no se esperaban que la humanidad se diera cuenta, o mejor
dicho, que Elena de White contara todo.
Qué lástima, no saben que
nosotros los humanos esperamos más de ellos y le tenemos alta estima. Nosotros
también sufrimos y la realidad también es difícil para nosotros. Si supieran
que nosotros sí podríamos tener empatía por ellos tal vez aceptarían nuestra
amistad, incluso hasta pudieran dejar de ser invisibles.
Hasta hace unas líneas atrás,
parecía que Dios mismo había aprendido la lección, pero resulta claro que no es
así, la misma situación persiste. Dios sigue utilizando el mismo método y
probablemente espere un resultado distinto.
Por un lado, se espera que
los que no conocen el amor de Cristo salgan a evangelizar, esa situación ya
ocurrió con los ángeles, no conocían el amor de Dios y aun así se les permitió
quedarse en el cielo y se les llamó: leales.
Por otra parte, se sigue
castigando a los unos por el pecado que cometen los otros, los que no
evangelizan tendrán la sangre de los que pecaron, eso es semejante a lo ocurrido
con los ángeles y los hombres, los hombres pagan el precio de la lección que
aprenden los ángeles.
Si hasta pareciera oportuno
no acusarle a ese Dios en el que creía la autora, de no haber aprendido la
lección o de tomar malas decisiones. Podríamos, por ejemplo, culparles a los
ángeles de todas las malas decisiones que toma, ¿y que esperaban? Con tantos
miles de ángeles así a su alrededor influenciándole, es natural que alguna que
otra mala decisión termine tomando.
Este es el momento oportuno para
terminar con este análisis, no sea que sigamos y terminemos descubriendo que
Satanás es totalmente inocente, o peor aún, puede que haya sido creado con la
única finalidad de tener a alguien a quien culpar de todo.
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