Los párrafos aquí presentados pertenecen
al libro: El gran conflicto, escrito por Elena de White, fundadora de la
iglesia adventista del séptimo día.
Histórica persecución a los cristianos
“Los que son
llamados a sufrir la tortura y el martirio, no hacen más que seguir las huellas
del amado Hijo de Dios. "El Señor no tarda su promesa." (2 Pedro 3:
9.) Él no se olvida de sus hijos ni los abandona, pero permite a los malvados
que pongan de manifiesto su verdadero carácter”. (pág. 51-52)
“Los que son
llamados…”
El libro “el gran conflicto” hace una extensa
narración de la persecución que padecieron los primeros cristianos. Junto a lo
relatado, la autora va sacando conclusiones de todas y cada una de las
situaciones presentadas, por ejemplo, ese párrafo dice: “los que son llamados”.
Esa es una conclusión basada en lo sucedido, no es parte del relato. Hacerlo
así tiene un propósito, sentenciar a futuro.
La autor sentencia a futuro para apoyar la idea de “la
gran persecución”, que según la doctrina adventista, sufrirán algún día los
cristianos inmediatamente antes del fin del mundo. Para los adventistas, el fin
del mundo ocurrirá simultáneamente con lo que ellos llaman la segunda venida de
Cristo al mundo.
¿De verdad ocurrirá esa persecución?
¿Serán los adventistas perseguidos algún día como
ellos creen?
¿Es posible que los perseguidos sean todos los
cristianos verdaderos en general, sin importar a que grupo religioso pertenezcan?
Elena de White menciona los siguientes párrafos
bíblicos para apoyar su creencia en la persecución:
"Acordaos
de la palabra que yo os he dicho: No es el siervo mayor que su señor. Si a mí
me han perseguido, también a vosotros perseguirán." (S. Juan 15: 20). (pág. 51)
“El apóstol
Pablo declara que todos los que quieren vivir píamente en Cristo Jesús,
padecerán persecución." (2 Timoteo 3: 12). (pág. 52)
El sermón del monte también menciona la persecución, allí
Cristo hace una descripción de la evolución del que busca y encuentra la
verdad. Paso a paso se va describiendo el proceso, primero se menciona la
necesidad espiritual, eso motiva a buscar a Cristo; después tristeza, propia de
alguien que ha encontrado el arrepentimiento; luego humildad, que es resultado de
un hombre renovado por Dios, etc. Pero llega el momento, según allí se
menciona, que el cristiano sufre persecuciones.
Según esa interpretación del sermón del monte, el
verdadero cristiano indefectiblemente sufrirá persecuciones.
Pero hay otro interrogante que la misma autora ha
planteado:
“El apóstol
Pablo declara que "todos los que quieren vivir píamente en Cristo Jesús,
padecerán persecución." (2 Timoteo 3: 12.) ¿Por qué, entonces, parece adormecida la persecución en nuestros días?
La religión que
se profesa hoy no tiene el carácter puro
y santo que distinguiera a la fe cristiana en los días de Cristo y sus
apóstoles.
Revivan la fe y
el poder de la iglesia primitiva, y el espíritu de persecución revivirá también
y el fuego de la persecución volverá a
encenderse”. (pág. 52)
Teniendo en cuenta que los adventistas nunca han sido
perseguidos:
¿Qué pasó en estos más de 100 años desde que Elena de
White escribió este párrafo hasta ahora que no ha ocurrido lo que ella ha
sentenciado?
Junto con el interrogante, la autora aportó la
solución: “Revivan la fe y el poder de la
iglesia primitiva”
¿Están haciendo lo que ella propuso?
Si lo están haciendo, todavía no lo lograron, porque
no están siendo perseguidos.
¿Cómo pueden los adventistas creer en la persecución y
a la vez no padecerla?
Las respuestas a esas preguntas se encuentran el esos
mismos relatos hechos por la autora. Sólo hay que saber encontrarlos para así
entender cómo han logrado eso.
Esperando la persecución
Lo declarado por la autora sobre este tema, tergiversa
lo que dice la biblia.
La biblia dice:
"todos los
que quieren vivir píamente en Cristo Jesús, padecerán persecución."
Sin embargo ella lo dice al revés:
“Los que son llamados a sufrir la tortura y el
martirio, no hacen más que seguir las huellas del amado Hijo de Dios. "El
Señor no tarda su promesa." (2 Pedro 3: 9.) (Pág. 51)
No funciona al revés, es decir, el hecho de ser perseguidos
no es prueba de que eso ocurre por causa de Cristo como asegura la autora, esa
es una declaración anti bíblica.
Pero no fue un error cualquiera, la autora utiliza ese
error para su propósito, quiere hacer creer a los adventistas que la
persecución que ellos deberían tener y no tienen, vendrá algún día. Si lo
hubiera dicho al derecho, el resultado sería obvio: los adventistas sospecharán
de que algo está mal con ellos ya que nunca han sido perseguidos.
Con ese mismo propósito agrega y manipula un versículo
bíblico:
"El Señor
no tarda su promesa." (2 Pedro 3: 9)
Como si ese versículo apoyara el disparate dicho
antes, como si estuvieran hablando de la misma cosa.
Cuanto más se leen los escritos de Elena de White más
se nota que a esa autora no le importaba mucho el mandato bíblico de no agregar
ni quitar nada de la biblia. Ella añadía escritos previos y posteriores a
fragmentos de versículos bíblicos.
“No añadas a
sus palabras, no sea que Él te reprenda y seas hallado mentiroso”. (Proverbios 30:6)
“No añadiréis
nada a la palabra que yo os mando, ni quitaréis nada de ella, para que guardéis
los mandamientos del SEÑOR vuestro Dios que yo os mando”. (Deuteronomio 4: 2)
“El señor no tarda su promesa”. Esa frase situada
justo en ese lugar significa: la persecución está cerca.
Eso tiene un doble propósito, lograr que los adventistas sigan esperando
la persecución y lograr que los adventistas crean que aún no ha empezado.
Hay
una pregunta planteada por la autora:
¿Por qué,
entonces, parece adormecida la persecución en nuestros días?
Teniendo en cuenta que la autora tergiversó el párrafo
bíblico que ella mencionó y lo dijo al revés, ¿De verdad los adventistas
todavía creen que serán perseguidos?
Probablemente sí. Creen que si no hay persecución es
porque su fe todavía está un poco aletargada y habrá que seguir luchando para
revivirla.
¿Están los adventistas tratando de revivir la fe de la
iglesia primitiva como propuso Elena de White?
Si, hacen todo lo que está a su alcance para avivar la
fe y el poder de la iglesia primitiva que ellos creen poseer pero que ahora está
“adormecida”, es decir hacen exactamente lo que Elena de White propuso.
Esperan la persecución y creen que cuando aparezca les
confirmará por fin que siempre estuvieron en lugar correcto, esa es su
esperanza.
Una mentalidad semejante les ha hecho preocuparse por
su salvación de tal forma que se pasan trabajando para salvarse ellos mismos en
vez de buscar la forma de lograr lo que Cristo demanda, negarse a sí mismo.
Le creen tanto a la autora acerca de la persecución
que algunos llegan al patético extremo de tener miedo al futuro, por el
sufrimiento que les espera, allí se supone que sufrirán martirio y dolor.
La creencia de estar dormidos les motiva a trabajar tanto
para su causa, que esa iglesia ha crecido como ninguna otra y todavía creen que
están un poco dormidos.
¿Pero cómo es que no ocurre lo que ella predijo? ¿Por
qué no aparece esa persecución?
La respuesta es sencilla: Los adventistas nunca van a ser perseguidos.
La autora sutilmente pregunta: ¿por qué parece
adormecida? La pregunta en sí misma es un engaño porque la respuesta ya está
incluida en la pregunta.
Resulta claro que decir “parece adormecida” tiene el
propósito de hacer una pregunta que no necesita ser contestada. La pregunta así
formulada no deja posibilidades de responder la verdad: los adventistas no
están siendo perseguidos.
“Adormecida”, significa que se manifestará pronto,
está viva.
“Parece adormecida”. Claramente quiere decir que la
persecución está latente, aun no manifiesta. Pues no, no parece ni está
adormecida. Está claro que no hay persecución hacia ellos. No hubo y no habrá.
Los falsos perseguidos y los falsos perseguidores
“Los que son
llamados a sufrir la tortura y el martirio, no hacen más que seguir las huellas
del amado Hijo de Dios. "El Señor no tarda su promesa." (2 Pedro 3:
9.) Él no se olvida de sus hijos ni los abandona, pero permite a los malvados
que pongan de manifiesto su verdadero carácter para que ninguno de los que
quieran hacer la voluntad de Dios sea engañado con respecto a ellos”. (pág. 52)
El párrafo no lo dice, pero insinúa que los hijos de
Dios, en un futuro no muy lejano, serán perseguidos por los malvados, quienes
entonces mostrarán su verdadero carácter.
Elena de White, otra vez, lo dijo todo exactamente al
revés. Los perseguidores son personas engañadas, no muestran su verdadero
carácter, muestran uno falso, que ellos consideran que es verdadero.
La humanidad en general que no conoce a Dios, establece
sociedades en la que tanto los educadores seculares como los falsos
predicadores enseñan a las personas a tener un carácter falso. Viven una
mentira, sencillamente porque no conocen la verdad, es decir a Cristo, esa
mentira en la que viven está íntimamente relacionada con el orgullo.
El orgullo manifestándose es lo que les motivará a
defenderse y aun perseguir a quienes intenten herirlo. La verdad de Cristo hace
esa tarea, daña al orgullo. El orgulloso, es decir el engañado, se defiende, a
veces huyendo, despreciando o abandonando, pero otras veces también atacando o
persiguiendo.
La persecución es inevitable entonces para quienes
prediquen o tan sólo muestren la verdad de Cristo.
La verdad de Dios está en todos, incluso en los
perseguidores, aunque no la vean. Los que persiguen a Cristo se persiguen a
ellos mismos por temor a esa verdad, no por pertenecer a ella como asegura la
autora.
Según Elena de White, los malvados ahora tienen su
verdadero carácter oculto y sólo muestran un carácter falso. Pero en un futuro
cercano, en la persecución, mostrarán el verdadero.
“Él permite que
pongan de manifiesto su verdadero carácter para que ninguno de los que quieran
hacer la voluntad de Dios sea engañado con respecto a ellos”
La autora asegura que los perseguidores se ocultan
ahora y se disfrazan de buenos, pero llegado el momento se mostrarán tal cual
son.
Alguien tendría que haberle explicado a la autora que
ni los disfrazados de buenos ni los que persiguen a Cristo se muestran tal cual
son. Sólo una persona humilde se muestra tal cual es. Ese no tiene engaños y
tampoco engaña a los demás, pero principalmente, no persigue a nadie.
Por increíble que parezca, la autora creía que el
comportamiento de los malvados eliminará el engaño de los cristianos. Al
parecer, eliminar el engaño de los demás ya no estará a cargo de los
cristianos, sino de los malvados. Los malvados predicarán la verdad de Cristo,
sin saberlo. Eso sí que es original.
Ahora
resulta ser que las personas que muestran la verdad que desengaña a los demás
pueden, al mismo tiempo, no tener a Cristo.
Pero como se dijo antes, la autora lo dijo todo al
revés. Los cristianos verdaderos son los que se muestran tal cual son, no los
malvados. Los cristianos son los que tienen que lograr que los incrédulos y
malvados eliminen sus engaños.
¿Qué hará un adventista si se encuentra con un malvado
como ese que persigue a los cristianos, que les hace pasar martirio o tortura?
En vez de darle testimonio de Cristo, creerá que él lo
está haciendo. No le mostrará la verdad, pues creerá que ya la tiene y la
ostenta. No creerá que está engañado, al contrario, creerá que el malvado le ha
quitado los engaños a él.
La situación parece un chiste, los cristianos que
ahora están engañados, mantienen firme su doctrina creyendo que oportunamente
Dios ya se encargará de mostrarles la verdad. ¿O los malvados lo harán?
No se puede creer que haya cristianos que están
engañados ahora, creyendo que eso es algo que Dios aprueba.
Los que crean en esta doctrina se volverán un poco
paranoicos, las personas que les rodean y no pertenecen a su iglesia son, para
ellos, potenciales perseguidores, por lo tanto intentarán siempre mantenerse a
salvo de ellas.
No se dan cuenta, pero una de las formas que tienen de
mantenerse a salvo de esos perseguidores es alejándose de ellos. Si no pueden
alejarse los rechazan de alguna forma, los desprecian y hasta incluso los
persiguen.
Buscan a los potenciales perseguidores, los observan y
analizan, miran sus defectos y tratan de no cometer sus errores ni tenerlos
cerca.
“y finalmente
para que su conducta intachable condene a los impíos y a los incrédulos”. (Pág. 52)
Ahora resulta ser que la conducta intachable de los
cristianos ya no otorga esperanza a los que no conocen a Cristo, ni da
testimonio de Él a los perseguidores, sino que los condena.
Habría que darles un buen consejo o más bien una
advertencia a los adventistas.
Antes de encontrarse con personas malvadas que, según
ustedes, están mostrando su verdadero carácter, primero asegúrense de conocer
ustedes la verdad.
Cada vez que crean que su conducta intachable está
condenando a los impíos, asegúrense primero de haberles enseñado la verdad.
Antes de concluir que los malvados se muestran tal
cual son, asegúrense ustedes de estar haciendo lo mismo, no sea que sea verdad
que fue Dios quien lo puso allí para beneficio de ustedes.
Antes de juzgar a sus perseguidores y hallarles
culpables ser malvados, asegúrense de haberles mostrado ustedes en que consiste
ser buenos.
Antes de creer que Dios les abrió la mente a ustedes
para poder ver a un malvado tal cual es, asegúrense de que pueden amarle de
verdad, sólo así podrán verle sin engaños.
Antes de creerse hacedores de la voluntad de Dios en
contraste con ese que los persigue, asegúrense de haberle dado de comer cuando
tuvo hambre.
Los adventistas esperan la persecución, pero llamativamente,
se la pasan persiguiendo a todos los hermanos de su iglesia que tratan de
cambiar lo erróneo de su doctrina.
Ellos están convencidos de que no persiguen a nadie, eso
es porque creen que la persecución aún no ha empezado, creen que los malvados
harán la persecución y creen que el abandono no es un castigo. Esas tres cosas
son mentiras.
Al que intenta cambiar el engaño por la verdad, le
acusan de rebeldía, le comparan con Satanás quien realizó una revolución en el
cielo; le abandonan; le rechazan y hasta le desprecian, entre todos se unen
para desplazarle.
El siguiente párrafo también es autoría de Elena de
White:
“Satanás es el
enemigo personal de Cristo. Es el originador y director de toda clase de rebelión
en el cielo y en la tierra”. (Mensajes para los jóvenes, pág. 58)
Si aparece algún sacerdote o laico que intente cambiar
la doctrina errónea de la iglesia es inmediatamente destituido. Le califican de
apóstata y le rechazan de todas las formas posibles. No solamente le dejan sin
trabajo y sin todas sus prebendas, sino que los miembros de su propia iglesia
no le ayudan en nada, ni le saludan si se cruzan con él en la calle.
Los adventistas cuando predican la palabra o
evangelizan, se muestran muy atentos, son muy amables en su forma de hablar,
muestran una actitud pacífica, derrochan afecto y son un manantial de cordialidad
para con la gente que les rodea.
Pero al momento de deshacerse de alguno que no respeta
los lineamientos impuestos por la doctrina de su iglesia cambian rotundamente.
La actitud es, resumidamente, de desprecio. El rechazo en todas las formas
conocidas es empleado en virtud de apartar al indeseable y abandonarlo. Es
entonces cuando muestran su faceta oculta. Casualmente, lo que la autora
predice que harán los malvados.
Elena de White enseña a tener esa actitud de
amabilidad con las personas a pesar de no tener intención de formar amistad con
ellas. Es natural entonces que ella creyera que los demás hacen lo mismo.
Es muy humano el punto de vista de la autora, existe
una tendencia natural del ser humano a creer que los demás son como uno. Los
ladrones ven a los demás como potenciales ladrones; los hipócritas desconfían
de la sinceridad de los demás; los
paranoicos son esencialmente perseguidores y ven a los demás potenciales
perseguidores también.
Es comprensible entonces que los adventistas piensen
que los demás son iguales que ellos. No les cuesta mucho creer que los demás
esconden su verdad por dentro y no la muestran.
El siguiente párrafo ilustra un poco la manera de
comportarse que se les enseña desde jóvenes a los adventistas.
“No escatimen
palabras fervientes y tiernas, y acciones amables. Atraigan a la cruz del
Calvario a los que los rodean” (alza tus ojos pág. 69)
“Recurrid a la oración,
persuadid con mansedumbre y humildad de espíritu a los que se oponen” (Mensajes para los jóvenes pág. 20)
Sin embargo, más allá de esa manera de comportarse,
hay una mentalidad que no muestran, algo que tienen bien sabido y bien oculto.
Según la autora, las personas escépticas son peligrosas.
“Los jóvenes se
relacionan a menudo con personas de tendencias escépticas, y sus padres ignoran
el hecho hasta que se consuma la terrible obra del mal y los jóvenes quedan
arruinados. Se debería instruir diligentemente a los jóvenes para que no sean
engañados en cuanto al verdadero carácter de tales personas, y no formen
amistades con ellas, ni escuchen sus palabras de sarcasmo y sofistería. A menos
que nuestros jóvenes tengan valor moral para cortar la relación con esas
personas cuando descubran su incredulidad, serán entrampados y pensarán y
hablarán como tales amistades lo hacen, expresándose con liviandad sobre la
religión y la fe de la Biblia”. (Mensajes para los jóvenes pág. 84)
“personas de
tendencias escépticas”
“los jóvenes
quedan arruinados”
“no formen
amistades con ellas”
“cortar la
relación con esas personas”
“serán
entrampados”
Cabe recordar que a esas mismas personas, la autora
insta a que se trate con “palabras
fervientes y tiernas”.
Si desde jóvenes aprenden relacionarse de esa manera con
gente de afuera de su iglesia, sólo hay que imaginarse lo que harán de adultos,
esa mentalidad estará impuesta.
Si así tratan a los de afuera de su iglesia, no es muy
difícil deducir lo que hacen cuando encuentran un escéptico adentro. Lo
consideran realmente peligroso y un potencial enemigo. ¿Cómo lidian los
adventistas con alguien como ese?
Utilizan el abandono como recurso para poner orden en
la congregación de su iglesia. Como ellos no creen que eso sea un castigo, no creen
estar castigando a nadie. Como era de esperarse, eso también lo han aprendido
de Elena de White.
“Dios no asume
nunca para con el pecador la actitud de un verdugo que ejecuta la sentencia
contra la transgresión; sino que abandona a su propia suerte a los que rechazan
su misericordia, para que recojan los frutos de lo que sembraron sus propias
manos”. (El
gran conflicto, pág. 40)
Más conclusiones, vez tras vez junto con lo relatado, la
autora va sacando conclusiones, pero como se vio antes, todas están equivocadas
y son resultado de su opinión personal.
“Dios no asume
nunca la actitud de un verdugo”
“abandona a su
propia suerte”
Si Dios utiliza el abandono y no considera que sea un
castigo, obviamente los adventistas tampoco lo creerán así.
Sin embargo lo es, es un castigo terrible para
cualquiera, pero para un adventista eso es un castigo casi imposible de
sobrellevar. Están muy acostumbrados a ser un grupo selecto que se protege y
contiene a sí mismo. La iglesia es su hogar y los miembros sus hermanos, así
creen no pertenecer al “mundo”.
“Mundo” para ellos significa todo lo que no pertenece
a su iglesia, su gente sus instituciones y sus actividades.
La mayoría de los adventistas nacieron y crecieron con
esa doctrina. Les enseñan a los niños a no pertenecer al “mundo”, cuando en
realidad los apartan de las actividades normales de la sociedad violando todos
sus derechos.
A los adventistas les desagrada la compañía de gente
que no comparte su creencia, no encuentran alegría en las actividades
mundanales, sus corazones no laten al ritmo de los mundanos.
Sus pensamientos y sus intereses son distintos a los
moradores del mundo. Se sienten como una nota discordante en la música
mundanal. Pertenecer al “mundo” es para ellos una tortura.
Sus miembros se mantienen alejados del mundo para que
este no les influya mal. Sin embargo, lo que hacen es rechazar y despreciar a
los demás.
Pueden relacionarse con personas del “mundo” y
compartir sus actividades, pero no se identifican con ellos, en sus mentes hay
lugares más elevados donde refugiarse. Eso es hipocresía, deberían aprender de
aquellos malvados que se muestran tal cual son.
Poseen su propio mundo: la iglesia, la cual es segura,
los recibe y contiene como si fuera un hogar. Eso es soberbia, porque creen
pertenecer a una clase de personas, pero no a la otra.
Los abandonados por ellos, son entonces alejados de
todo eso y de pronto quedan exiliados de su propio hogar. El resultado es
desastroso.
El abandono genera odio, es por eso que el abandonado
no volverá, es decir que el método funciona. Eso es persecución.
Pero los que le abandonaron no creerán nunca que eso haya
sido un castigo, creerán que él solo se buscó su destino y que Satanás fue el
que le ha castigado.
“El apóstol
Pablo declara que "todos los que quieren vivir píamente en Cristo Jesús,
padecerán persecución." (2 Timoteo 3: 12.) ¿Por qué, entonces, parece
adormecida la persecución en nuestros días? (pág. 52)
Al final la autora decía la verdad acerca de la
persecución: parece adormecida.
“Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos
aquí, y velad conmigo”. (Mateo 26:38)
Eso fue lo que dijo Jesús, en los
momentos en que sus propios hermanos de Iglesia le rechazaron, despreciaron y
persiguieron.
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