domingo, 6 de julio de 2014

Falsa libertad. Enseñanzas del libro: El gran conflicto




Elena de White enseña una falsa libertad.


La mayoría de los párrafos aquí presentados pertenecen al libro: El gran conflicto, escrito por Elena de White, fundadora de la iglesia adventista del séptimo día.





Elegir, en vez de creer


Elena de White en sus escritos, ha hecho un reemplazo de la palabra “creer”, la cual es base de la fe cristiana, por la palabra “elegir”, que pasó a ser la base de la doctrina adventista. El objetivo es inducir a los cristianos a creer en una falsa libertad.
Para la autora, en el mundo hay dos grupos de personas, los que han elegido a Cristo, y los que han elegido separarse de Él. Según esa doctrina, los dos grupos son opuestos pero tienen algo en común, sus integrantes han elegido libremente pertenecer al grupo donde están.


“Cuando Cristo se humanó, se unió a sí mismo a la humanidad con un lazo de amor que jamás romperá poder alguno, salvo la elección del hombre mismo. Satanás constantemente nos presenta engaños para inducirnos a romper este lazo: elegir separarnos de Cristo”. (El camino a Cristo pág. 64)


“Elegir” dice, pero esa situación no es compatible con la doctrina cristiana, porque una persona inducida por el engaño ya se ha separado de Cristo, y no por elección. ¿En qué momento la persona eligió estar engañada?  
El engaño impide que la persona descubra la mentira o la verdad a pesar de tener todos los elementos para hacerlo. Por lo tanto, elegir estar engañado no se puede, es como mentirse a uno mismo, es como intentar dejar de saber algo, no se puede hacer.
El engañado no elige separarse de Cristo, sencillamente porque el engañado no conoce a Cristo ni puede verle. Puede elegir separarse del Cristo verdadero que él considera que es falso, puede elegir unirse a un Cristo falso que él creerá que es verdadero. Pero hay algo que no puede hacer: una elección correcta. Puede elegir la doctrina correcta, pero a Cristo no puede elegir porque no lo conoce.

Para elegir separarse de Cristo hay que estar engañado, dice la autora. La verdad es que, para separarse de Cristo, con estar engañado ya alcanza, no hace falta andar eligiendo nada.
Alguno se preguntará, si con estar engañado ya alcanza, entonces: ¿Qué importancia tiene si la persona elije separarse de Cristo o elije quedarse? Justamente ese es el punto. Los engañados también elijen quedarse con Cristo, a esos son los que la autora engaña con su falsa doctrina, porque los engañados que eligen a Cristo, eligen a un Cristo falso. 

Para hacer una elección libre, primero hay que conocer las opciones. El que no acepta a Cristo no llega nunca a conocer la libertad que Él otorga, por lo tanto no conocerá las opciones. Es por esa falta de libertad que no puede nunca elegir al Cristo verdadero.

Lo único que logra separar a Cristo del hombre es no creer o no conocerle, que vienen siendo la misma cosa. Pero la elección, como dice la autora, nunca. No se puede elegir a Cristo, ni se puede elegir separarse de Él.
El objetivo de toda esta falsa doctrina es hacer creer que se puede hacer esa elección libremente aun sin tener a Cristo, una vez logrado eso, esas personas no creerán nunca que puedan estar todavía en la esclavitud.

Absolutamente todas las personas religiosas del mundo aseguran o creen de corazón y con total sinceridad que hay elegido la doctrina que profesan. ¿Eso significa que todos ellos son libres? ¿Todos son cristianos verdaderos? No.

Todos los ateos o no creyentes creen sinceramente han elegido no creer en Dios o en Cristo, pero ¿lo conocen? no, porque únicamente si lo conocieran tendrían la libertad de hacer esa elección. Si sólo Cristo otorga la verdadera libertad, entonces para separarse de Él con libertad, habría que recurrir a Él para lograrlo.
Entonces, elegir no ser libre es como una paradoja, es un enunciado que puede pronunciarse, pero no ponerse en práctica.

“Elegir” en vez de creer, es un reemplazo no sólo de palabras sino de concepto y significado. El cambio es rotundo y tiene vital importancia porque modifica totalmente la doctrina cristiana.
El siguiente párrafo bíblico no coincide con la doctrina de Elena de White:


“Padre; perdónalos porque no saben lo que hacen”. (Lucas 23:34)


Antes la autora había dicho que lo único que separa al hombre de Cristo es la elección. ¿Es que tal vez, Elena de White creía que es lo mismo decir: Padre; perdónalos porque han elegido no saber lo que hacen?
¿Elena de White creía que Cristo le mintió a Dios?
La siguiente enseñanza bíblica tampoco coincide con la doctrina de la autora:


“Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mateo 14: 29-31)


Es que la autora creía que es lo mismo decir: ¿Por qué elegiste dudar?
El párrafo bíblico no dice la respuesta a esa pregunta, pero no hace falta, la duda es un síntoma de que la creencia no está.
El siguiente párrafo también habla de elegir:


“Nos invita a entregarnos a él a fin de que pueda hacer su voluntad en nosotros. A nosotros nos toca decidir si queremos ser libres de la esclavitud del pecado para participar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios”.  (El camino a Cristo pág. 39)


Antes se dijo: “elegir separarse de Cristo”, ahora dice: elegir entregarse a Él, pero otra vez no coincide con la doctrina cristiana. Los esclavos del pecado no creen en Cristo, por lo tanto no conocen la verdadera libertad. Si le hicieran caso al párrafo, es decir, si decidieran liberarse, elegirían una falsa libertad que para ellos será verdadera.
Es probable también que, al abandonar esos pecados que lo dominaban, encuentren una libertad que creerán provenientes de Cristo, es así como creerán en un Cristo también falso. Creerán que abandonar la vida que tenían y entregarse a Cristo son la misma cosa.

El mensaje engañoso de la autora no solamente invita a los incrédulos a que elijan a un cristo falso, sino que sirve para convencer a esos falsos cristianos de haber hecho la elección correcta.
Los únicos que no creen en esa elección son los cristianos verdaderos. Ellos no dirían nunca “elegir”, ellos dicen: creer.  


Dos grupos, los cristianos libres y los malvados también libres.


“Dios permite que los malvados prosperen y manifiesten su enemistad contra él, para que cuando hayan llenado la medida de su iniquidad, todos puedan ver la justicia y la misericordia de Dios en la completa destrucción de aquéllos”. (El gran conflicto, pág. 52)


Lo primero que hay que señalar acerca de este párrafo es la existencia de los dos grupos, la palabra “aquellos” lo confirma. El párrafo insinúa que “aquellos” actúan con libertad.
No hay engañados en ese párrafo, hay malvados. Así la autora da a entender que la decisión de ser malvados la tomaron concienzudamente y sin engaños.

¿Dios muestra misericordia en la destrucción de los malvados? Tal vez la autora quiso decir que verán la misericordia que tuvo con ellos antes, es decir, cuando les dejaba prosperar sin intervenir. Eso confirma que la autora creía que los malvados eran libres.
¿Esos son los planes de Dios? ¿Dejar que los malvados prosperen en libertad para que todos vean su justicia y misericordia destruyéndolos? ¿No habrá alguna falla en la planificación?

Las personas que alguna vez han sido víctimas de personas malvadas son las que más fácilmente quedarán seducidas con la doctrina de la autora, porque creerán que esa destrucción les dará la justicia que esperan. Lamentablemente, si esperan la justicia de Dios es porque todavía no la conocen.
Los adventistas puede que no se den cuenta, pero la espantosa muerte y destrucción que les espera a “aquellos” malvados, les consuela, incluso puede ser que hasta se alegran de su existencia, por considerarse agraciados de no pertenecer a esa clase.

Lo que dice el párrafo es mentira, si la justicia de Dios se manifestara destruyendo a los malvados, entonces todos estaríamos condenados a la destrucción. A no ser que los adventistas crean que no serán destruidos sencillamente porque no creen ser tan malvados como “aquellos”. Eso sería aún peor, porque para eso deberían juzgarse a sí mismos y hallarse inocentes.

Los cristianos verdaderos no necesitan ver la destrucción de los malvados para ver la justicia de Dios, ellos ya la conocen. Dios no necesita destruir a nadie para mostrar su justicia y misericordia. Los malvados tampoco lo necesitan, porque eso no les servirá de nada ya que serán completamente destruidos.
Entonces ¿Quiénes son los que necesitan la destrucción para ver la justicia de Dios?
Elena de White y sus seguidores. Eso es no tener fe. Si la autora no vio justicia en los actos de Dios fue por falta de fe, no por falta de oportunidad.
Si la autora creía que esos malvados del párrafo tenían libertad, eso es porque ella no conocía la verdadera libertad.

Los adventistas ¿han encontrado a Cristo y la verdadera libertad que Él otorga? Suponiendo que sí, entonces ¿Cómo pueden creer haber encontrado la libertad en Él, y a la vez creer que antes también la poseían?
¿Cómo puede alguien llegar a conocer la verdadera libertad que Cristo otorga y a la vez creer que los demás también la conocen?

Es evidente que esos que han elegido a Cristo por haberle creído a la autora, siguen igual que antes, es decir, tan engañados como estaban antes.

El siguiente párrafo, no solamente vuelve a manifestar la idea de “elegir” en vez de “creer”, sino que de alguna forma va poniéndola en práctica, porque va mezclando esa idea con el comportamiento del cristiano. Allí, la existencia de esos dos grupos es resultado de una elección:


“No podemos saber cuánto debemos a Cristo por la paz y la protección de que disfrutamos. Es el poder restrictivo de Dios lo que impide que el hombre caiga completamente bajo el dominio de Satanás. Los desobedientes e ingratos deberían hallar un poderoso motivo de agradecimiento a Dios en el hecho de que su misericordia y clemencia hayan coartado el poder maléfico del diablo”. (El gran conflicto, pág. 39-40)


Con ese párrafo, la autora utiliza la demagogia para manipular a los miembros de su iglesia, reprocha a otro grupo de personas y entonces los que le escuchan se sienten elogiados por no merecer tal reprimenda.
Antes, la autora había dicho “aquellos” refiriéndose a los malvados, ahora lo hace otra vez, nótese los detalles:

El párrafo no dice: “nosotros somos agradecidos”. El párrafo tampoco dice: “ellos son ingratos”, pero ambas ideas quedan sobreentendidas y claramente están presentes los dos grupos.


“Los desobedientes e ingratos deberían hallar un poderoso motivo de agradecimiento a Dios”


¿De dónde habrá sacado tremebundo disparate? ¿Cómo van a agradecer a Dios los que no creen en Él?
Es como si un budista le exigiera a un adventista que encuentre un poderoso motivo para venerar la imagen del Buda en agradecimiento a la luz que le ha dado. Es como si un musulmán les reprochara a los adventistas por no rezar apuntando a la mezquita.

Aquí es donde se va poniendo en evidencia la idea de “decidir” en vez de creer. No se puede agradecer a Dios si sencillamente no se cree en Él, pero la autora no les reprocha su incredulidad sino su ingratitud.
Todo eso les hace pensar a los adventistas, que esos desobedientes e ingratos mencionados en el párrafo, cambiarían su actitud si tan solo decidieran hacerlo.
Esos desobedientes e ingratos son incrédulos, si tuvieran que decirle algo a Dios, difícilmente le agradecerían a por limitar a Satanás, más bien le reprocharían su falta de voluntad para eliminarlo del todo ¿o será que no puede hacerlo? Si no puede, entonces Dios es tan limitado como Satanás, dirán.

“poderoso motivo”, dice la autora, algunos creerán que se estaba refiriendo a cómo enfrentar a Satanás y su poder, eso es porque al final del párrafo habla del “poder maléfico del Diablo”. Otros creerán que la palabra “poderoso”, estaba siendo utilizada para poner énfasis en la gran diferencia que hay entre esos desobedientes y los adventistas.
Pero no. El engaño está en la palabra “motivo”.
El párrafo da a entender, por supuesto sin decirlo, que es posible agradecer a Dios sin tener a Cristo. Según la autora, no hace falta fe para agradecer a Dios, sino algún “poderoso motivo”. 
Si de motivo, o “poderoso motivo” se tratara la doctrina cristiana o la fe, entonces no habría razón para creer en Cristo. Eso es porque existen muchísimos más motivos y muchísimos más poderosos para no creer en Él que para creer.

La autora ha puesto a esos desobedientes y desagradecidos, otra vez, en una especie de paradoja, Satanás los ha convertido en desobedientes, pero ellos deben agradecer a Dios por haber coartado a Satanás, el mismo que les ha convertido en desagradecidos, pero no lo hacen porque Satanás les ha convertido en desagradecidos. Parece un círculo vicioso ¿Cómo se sale de ese círculo?
Según la autora, se sale agradeciendo a Dios. ¿Y qué hay de las doctrinas cristianas falsas? Los miembros de iglesias cristianas falsas suelen ser muy obedientes y agradecidos. ¿Eso quiere decir que tienen la verdadera fe? ¿Ya se han liberado de Satanás? No, pues entonces la salida que mostró la autora es falsa.

“No podemos saber cuánto debemos a Dios”, dice la autora. “Es el poder restrictivo de Dios”, asegura. El siguiente párrafo bíblico refuta esa idea:


“Por tanto, someteos a Dios. Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros”. (Santiago 4:7)


La biblia dice: Satanás huye de vosotros.

Elena de White dice: Tenemos paz porque Satanás es restringido por Dios.


Sí, podemos saber cuánto debemos a Dios, pues Satanás huye de nosotros. ¿Cómo es que la autora no sabe cuánto significa eso?
¿Elena de White no encontró luz en su vida que motivara el agradecimiento? No, lo que encontró fue un refugio en donde está protegida de Satanás.
Si hubiera encontrado la luz, la paz, y la verdadera libertad que Cristo otorga, la compararía con la obscuridad y engaño que tenía antes, entonces sí, sabría cuánto le debía.


La libertad de los ingratos


“Los desobedientes e ingratos deberían hallar un poderoso motivo de agradecimiento a Dios”


Según la doctrina de la autora, mientras los malvados prosperan Dios no interviene, les da libertad. Después, mientras Satanás pervierte a la gente y los convierte en ingratos y desobedientes, tampoco interviene, le da cierta libertad de acción también a Satanás. Cuando la gente pervertida se hace malvada tampoco interviene, finalmente cuando los malvados son destruidos, tampoco.
Sin embargo, según ese párrafo, Dios sí interviene.


“Es el poder restrictivo de Dios lo que impide que el hombre caiga completamente bajo el dominio de Satanás”.


Así como está planteado todo, la libertad del hombre ya no depende de creer en Cristo como aseguran algunos cristianos, sino que depende del largo de la cadena con la que Dios ata a Satanás, el cual pareciera que es como una especie de monstruo invisible que si se lo soltara, atacaría y destruiría a toda la humanidad.
¿Esa es la idea que tenía Elena de White acerca de la justicia de Dios? ¿Así otorga Dios libertad al hombre?

Lo malvados creen ser libres, los desagradecidos creen ser libres, los incrédulos creen ser libres, Elena de White afirma que ellos son libres, entonces la pregunta que surge es: ¿Cristo otorga libertad a todos, independientemente de si creen en Él o no?

La creencia de la autora está equivocada, Satanás no está limitado por Dios, eso es mentira. La autora creía que Satanás era más poderoso de lo que se muestra, eso es mentira también, porque Satanás no se muestra. No puede matar, no puede destruir. Él solo puede engañar y mentir y en eso no está restringido en absoluto.
El siguiente párrafo cuenta la versión de la autora acerca de lo que pasó cuando Satanás pudo actuar libremente en contra de Israel después de haber sido abandonado por Dios:


“Dios les retiró entonces su protección y dio rienda suelta a Satanás y a sus ángeles, y la nación cayó bajo el dominio del caudillo que ella misma se había elegido. Sus hijos menospreciaron la gracia de Cristo, que los habría capacitado para subyugar sus malos impulsos, y estos los vencieron. Satanás despertó las más fieras y degradadas pasiones de sus almas”. (Pág. 31)


Es decir, no pasó nada inusual. Los mismos o incluso peores errores fueron cometidos antes, cuando todavía tenían protección. Tan graves fueron esos errores que hasta Dios se dio por vencido por considerar que ya no tenían salvación. ¿A eso la autora le llama estar protegido?
¿Creía la autora que la presencia de Satanás fue agravada ante la ausencia de Dios?

“Sus hijos menospreciaron la gracia de Cristo, que los habría capacitado para subyugar sus malos impulsos, y estos los vencieron”.

¿Menospreciar la gracia de Cristo, no responde también a los malos impulsos? ¿Esos malos impulsos no los habían vencido ya?
Rechazaron a Cristo y eso que sus impulsos estaban subyugados, todavía estaban protegidos. A esta altura, la protección de Cristo parece aún más limitada que el alcance de Satanás.
Esos impulsos, aun subyugados, los habían llevado a rechazar a Cristo, nada menos. Sin embargo la autora todavía no los consideraba vencidos por los malos impulsos.
La explicación a esta situación es la misma, la falsa libertad que la autora les otorga a esos que rechazaron a Cristo. Esa falsa libertad explica la existencia de aquellos desobedientes y desagradecidos a los que la autora les reprocha su actitud.  
La autora explica lo que pasó cuando Satanás quedó liberado.

“la nación cayó bajo el dominio del caudillo que ella misma se había elegido”

Otra vez, más de lo mismo. ¿Y bajo el dominio de quién estaban antes, cuando rechazaron a Cristo?
¿Bajo el dominio de quién estaban cuando eligieron a ese caudillo? ¿De Cristo? No. ¿Bajo el dominio de Satanás? Según la autora, todavía no estaban.

Ese es el punto central, si decimos que estaban bajo el dominio de Cristo, entonces Él quedaría como perverso, o peor, como ineficiente.
Si decimos que de Satanás, la autora quedaría como mentirosa.

Bajo el dominio de nadie entonces, esa es la creencia de la autora, “había elegido” es la frase clave, es decir: eran libres.

La parábola del hijo pródigo podría enseñarles a los adventistas que se elige mal cuando no se conoce la verdadera libertad. No conocer las opciones es no tener libertad para elegir, eso es lo que hiso el hijo pródigo antes de irse.
El otro hijo no conocía la libertad a pesar de estar haciendo lo correcto y en el lugar correcto. Los dos habían elegido bien, pero uno era libre y el otro no. Ese estaba engañado, por eso creía haber elegido bien y también creía que su hermano había elegido mal. Se parece mucho a la doctrina de Elena de White.


Libertad de los que no tienen a Dios


“Los judíos habían forjado sus propias cadenas; habían colmado la copa de la venganza. En la destrucción absoluta de que fueron víctimas como nación y en todas las desgracias que les persiguieron en la dispersión, no hacían sino cosechar lo que habían sembrado con sus propias manos”. (El gran conflicto, pág. 39)


Los judíos no crearon a Satanás, no lo pusieron allí donde estaba medio atado, no lo liberaron después, no forjaron esa copa de la venganza, ni determinaron su tamaño.
¿Entonces por qué la autora dice que los judíos forjaron sus propias cadenas?
Es evidente que cuando la autora dice: ellos forjaron su destino, estaba asegurando que vivían en libertad.
La autora también asegura que Dios abandonó a los judíos “a su propia suerte”.


“Dios no asume nunca para con el pecador la actitud de un verdugo que ejecuta la sentencia contra la transgresión; sino que abandona a su propia suerte a los que rechazan su misericordia” (El gran conflicto, pág. 40)


Cuando Dios retiró la protección, los abandonó para que Satanás los destruya inevitablemente. Eso no es abandonar a su propia suerte.
 “a su suerte” sería, sin la protección de Dios, pero sin Satanás. Así habría que probar a ver qué pasa.

La autora ha declarado tantas mentiras que no se puede creer como alguien puede sostener tanto disparate.

Dios no restringe a Satanás como asegura la autora.
Dios no abandona a su propia suerte a nadie.
Los hombres no tienen libertad ni paz gracias a que Dios restringe a Satanás.
Los hombres que aún no han aceptado a Cristo no tienen libertad.
Satanás no destruyó a Israel, ni a ninguna otra nación. 


“No podemos saber cuánto debemos a Cristo por la paz y la protección de que disfrutamos”.


Se nota que la autora nunca estuvo en guerra o desprotegida, de haber estado, sabría cuánto le debía a Dios. O incluso es posible que haya sido peor que eso, tal vez ella nunca estuvo en paz, la verdadera.
Claro, hay que entender que en la época de la autora no había televisión. Le era muy difícil ver las guerras que había en el mundo, los niños que mueren o sufren hambre y no tienen nada de protección.
Seguramente cuando dice: no podemos saber, se refería a ella y a la gente que le rodeaba, quienes gozaban de cierta protección, o tal vez había alguien junto ella cuando dijo eso, tal vez dictaba en vez de escribir.
Aparentemente tampoco había hospitales ni cárceles ni villas miserias cerca de la casa donde ella vivía. Asumimos que ella habría ido a esos lugares a visitar a los que sufren y a los desprotegidos, si los hubiera visto se habría comparado con ellos y así hubiera sabido todo lo que le debía a Dios.

No hay otra forma de conocer la verdadera libertad que Cristo otorga que escuchando sus enseñanzas y poniéndolas en práctica. Cuando Cristo les muestre lo que significa la verdadera libertad, verán que no había absolutamente ninguna posibilidad de elegir nada antes de conocerle.
Los que logren poner en práctica, por ejemplo lo siguiente, conocerán la verdadera libertad:


“Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen” (Mateo 5: 44)

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