Elena de White enseña una falsa libertad.
La mayoría de los párrafos aquí presentados pertenecen al libro: El gran
conflicto, escrito por Elena de White, fundadora de la iglesia adventista del
séptimo día.
Elegir, en vez de creer
Elena de White en sus escritos, ha hecho un reemplazo
de la palabra “creer”, la cual es base de la fe cristiana, por la palabra “elegir”,
que pasó a ser la base de la doctrina adventista. El objetivo es inducir a los
cristianos a creer en una falsa libertad.
Para la autora, en el mundo hay dos grupos de
personas, los que han elegido a Cristo, y los que han elegido separarse de Él. Según
esa doctrina, los dos grupos son opuestos pero tienen algo en común, sus
integrantes han elegido libremente pertenecer al grupo donde están.
“Cuando Cristo se humanó, se unió a sí mismo a la humanidad con un
lazo de amor que jamás romperá poder alguno, salvo la elección del hombre
mismo. Satanás constantemente nos presenta engaños para inducirnos a romper
este lazo: elegir separarnos de Cristo”. (El
camino a Cristo pág. 64)
“Elegir” dice, pero esa situación no es compatible con
la doctrina cristiana, porque una persona inducida por el engaño ya se ha
separado de Cristo, y no por elección. ¿En qué momento la persona eligió estar
engañada?
El engaño impide que la persona descubra la mentira o
la verdad a pesar de tener todos los elementos para hacerlo. Por lo tanto, elegir
estar engañado no se puede, es como mentirse a uno mismo, es como intentar
dejar de saber algo, no se puede hacer.
El engañado no elige separarse de Cristo,
sencillamente porque el engañado no conoce a Cristo ni puede verle. Puede
elegir separarse del Cristo verdadero que él considera que es falso, puede
elegir unirse a un Cristo falso que él creerá que es verdadero. Pero hay algo
que no puede hacer: una elección correcta. Puede elegir la doctrina correcta,
pero a Cristo no puede elegir porque no lo conoce.
Para elegir separarse de Cristo hay que estar engañado,
dice la autora. La verdad es que, para separarse de Cristo, con estar engañado
ya alcanza, no hace falta andar eligiendo nada.
Alguno se preguntará, si con estar engañado ya
alcanza, entonces: ¿Qué importancia tiene si la persona elije separarse de
Cristo o elije quedarse? Justamente ese es el punto. Los engañados también
elijen quedarse con Cristo, a esos son los que la autora engaña con su falsa
doctrina, porque los engañados que eligen a Cristo, eligen a un Cristo
falso.
Para hacer una elección libre, primero hay que conocer
las opciones. El que no acepta a Cristo no llega nunca a conocer la libertad
que Él otorga, por lo tanto no conocerá las opciones. Es por esa falta de
libertad que no puede nunca elegir al Cristo verdadero.
Lo único que logra
separar a Cristo del hombre es no creer o no conocerle, que vienen siendo la
misma cosa. Pero la elección, como dice la autora, nunca. No se puede elegir a Cristo, ni se
puede elegir separarse de Él.
El objetivo de toda esta falsa doctrina es hacer creer
que se puede hacer esa elección libremente aun sin tener a Cristo, una vez
logrado eso, esas personas no creerán nunca que puedan estar todavía en la
esclavitud.
Absolutamente todas las personas religiosas del mundo
aseguran o creen de corazón y con total sinceridad que hay elegido la doctrina
que profesan. ¿Eso significa que todos ellos son libres? ¿Todos son cristianos
verdaderos? No.
Todos los ateos o no creyentes creen sinceramente han
elegido no creer en Dios o en Cristo, pero ¿lo conocen? no, porque únicamente
si lo conocieran tendrían la libertad de hacer esa elección. Si sólo Cristo
otorga la verdadera libertad, entonces para separarse de Él con libertad,
habría que recurrir a Él para lograrlo.
Entonces, elegir no ser libre es como una paradoja, es
un enunciado que puede pronunciarse, pero no ponerse en práctica.
“Elegir” en vez de creer, es un reemplazo no sólo de
palabras sino de concepto y significado. El cambio es rotundo y tiene vital
importancia porque modifica totalmente la doctrina cristiana.
El siguiente párrafo bíblico no coincide con la
doctrina de Elena de White:
“Padre;
perdónalos porque no saben lo que hacen”. (Lucas 23:34)
Antes la autora había dicho que lo único que separa al
hombre de Cristo es la elección. ¿Es que tal vez, Elena de White creía que es
lo mismo decir: Padre; perdónalos porque han elegido no saber lo que hacen?
¿Elena de White creía que Cristo le mintió a Dios?
La siguiente enseñanza bíblica tampoco coincide con la
doctrina de la autora:
“Y él
dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a
Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio
voces, diciendo ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de
él, y le dijo ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mateo
14: 29-31)
Es que la autora creía que es lo mismo decir: ¿Por qué
elegiste dudar?
El párrafo bíblico no dice la respuesta a esa
pregunta, pero no hace falta, la duda es un síntoma de que la creencia no está.
El siguiente párrafo también habla de elegir:
“Nos invita a entregarnos a él a fin de que pueda hacer su voluntad en
nosotros. A nosotros nos toca decidir si queremos ser libres de la esclavitud
del pecado para participar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. (El camino a Cristo pág.
39)
Antes se dijo: “elegir
separarse de Cristo”, ahora dice: elegir entregarse a Él, pero otra vez no
coincide con la doctrina cristiana. Los esclavos del pecado no creen en Cristo, por lo tanto no
conocen la verdadera libertad. Si le hicieran caso al párrafo, es decir, si decidieran
liberarse, elegirían una falsa libertad que para ellos será verdadera.
Es probable también que, al abandonar esos pecados que
lo dominaban, encuentren una libertad que creerán provenientes de Cristo, es
así como creerán en un Cristo también falso. Creerán que abandonar la vida que
tenían y entregarse a Cristo son la misma cosa.
El mensaje engañoso de la
autora no solamente invita a los incrédulos a que elijan a un cristo falso, sino
que sirve para convencer a esos falsos cristianos de haber hecho la elección correcta.
Los únicos que no creen
en esa elección son los cristianos verdaderos. Ellos no dirían nunca “elegir”,
ellos dicen: creer.
Dos grupos, los cristianos libres y los
malvados también libres.
“Dios permite
que los malvados prosperen y manifiesten su enemistad contra él, para que
cuando hayan llenado la medida de su iniquidad, todos puedan ver la justicia y
la misericordia de Dios en la completa destrucción de aquéllos”. (El gran conflicto, pág. 52)
Lo primero que hay que señalar acerca de este párrafo
es la existencia de los dos grupos, la palabra “aquellos” lo confirma. El
párrafo insinúa que “aquellos” actúan con libertad.
No hay engañados en ese párrafo, hay malvados. Así la
autora da a entender que la decisión de ser malvados la tomaron concienzudamente
y sin engaños.
¿Dios muestra misericordia en la destrucción de los
malvados? Tal vez la autora quiso decir que verán la misericordia que tuvo con
ellos antes, es decir, cuando les dejaba prosperar sin intervenir. Eso confirma
que la autora creía que los malvados eran libres.
¿Esos son los planes de Dios? ¿Dejar que los malvados
prosperen en libertad para que todos vean su justicia y misericordia
destruyéndolos? ¿No habrá alguna falla en la planificación?
Las personas que alguna vez han sido víctimas de
personas malvadas son las que más fácilmente quedarán seducidas con la doctrina
de la autora, porque creerán que esa destrucción les dará la justicia que
esperan. Lamentablemente, si esperan la justicia de Dios es porque todavía no la
conocen.
Los adventistas puede que no se den cuenta, pero la
espantosa muerte y destrucción que les espera a “aquellos” malvados, les
consuela, incluso puede ser que hasta se alegran de su existencia, por
considerarse agraciados de no pertenecer a esa clase.
Lo que dice el párrafo es mentira, si la justicia de
Dios se manifestara destruyendo a los malvados, entonces todos estaríamos
condenados a la destrucción. A no ser que los adventistas crean que no serán
destruidos sencillamente porque no creen ser tan malvados como “aquellos”. Eso
sería aún peor, porque para eso deberían juzgarse a sí mismos y hallarse
inocentes.
Los cristianos verdaderos no necesitan ver la
destrucción de los malvados para ver la justicia de Dios, ellos ya la conocen. Dios
no necesita destruir a nadie para mostrar su justicia y misericordia. Los
malvados tampoco lo necesitan, porque eso no les servirá de nada ya que serán
completamente destruidos.
Entonces ¿Quiénes son los que necesitan la destrucción
para ver la justicia de Dios?
Elena de White y sus seguidores. Eso es no tener fe. Si
la autora no vio justicia en los actos de Dios fue por falta de fe, no por
falta de oportunidad.
Si la autora creía que esos malvados del párrafo
tenían libertad, eso es porque ella no conocía la verdadera libertad.
Los adventistas ¿han encontrado a Cristo y la
verdadera libertad que Él otorga? Suponiendo que sí, entonces ¿Cómo pueden creer
haber encontrado la libertad en Él, y a la vez creer que antes también la poseían?
¿Cómo puede alguien llegar a conocer la verdadera
libertad que Cristo otorga y a la vez creer que los demás también la conocen?
Es evidente que esos que han elegido a Cristo por haberle
creído a la autora, siguen igual que antes, es decir, tan engañados como
estaban antes.
El siguiente párrafo, no solamente vuelve a manifestar
la idea de “elegir” en vez de “creer”, sino que de alguna forma va poniéndola
en práctica, porque va mezclando esa idea con el comportamiento del cristiano. Allí,
la existencia de esos dos grupos es resultado de una elección:
“No podemos
saber cuánto debemos a Cristo por la paz y la protección de que disfrutamos. Es
el poder restrictivo de Dios lo que impide que el hombre caiga completamente bajo
el dominio de Satanás. Los desobedientes e ingratos deberían hallar un poderoso
motivo de agradecimiento a Dios en el hecho de que su misericordia y clemencia
hayan coartado el poder maléfico del diablo”. (El gran conflicto, pág. 39-40)
Con ese párrafo, la autora utiliza la demagogia para
manipular a los miembros de su iglesia, reprocha a otro grupo de personas y
entonces los que le escuchan se sienten elogiados por no merecer tal
reprimenda.
Antes, la autora había dicho “aquellos” refiriéndose a
los malvados, ahora lo hace otra vez, nótese los detalles:
El párrafo no dice: “nosotros somos agradecidos”. El
párrafo tampoco dice: “ellos son ingratos”, pero ambas ideas quedan
sobreentendidas y claramente están presentes los dos grupos.
“Los desobedientes
e ingratos deberían hallar un poderoso motivo de agradecimiento a Dios”
¿De dónde habrá sacado tremebundo disparate? ¿Cómo van
a agradecer a Dios los que no creen en Él?
Es como si un budista le exigiera a un adventista que
encuentre un poderoso motivo para venerar la imagen del Buda en agradecimiento
a la luz que le ha dado. Es como si un musulmán les reprochara a los
adventistas por no rezar apuntando a la mezquita.
Aquí es donde se va poniendo en evidencia la idea de
“decidir” en vez de creer. No se puede agradecer a Dios si sencillamente no se
cree en Él, pero la autora no les reprocha su incredulidad sino su ingratitud.
Todo eso les hace pensar a los adventistas, que esos
desobedientes e ingratos mencionados en el párrafo, cambiarían su actitud si
tan solo decidieran hacerlo.
Esos desobedientes e ingratos son incrédulos, si
tuvieran que decirle algo a Dios, difícilmente le agradecerían a por limitar a
Satanás, más bien le reprocharían su falta de voluntad para eliminarlo del todo
¿o será que no puede hacerlo? Si no puede, entonces Dios es tan limitado como
Satanás, dirán.
“poderoso motivo”, dice la autora, algunos creerán que
se estaba refiriendo a cómo enfrentar a Satanás y su poder, eso es porque al
final del párrafo habla del “poder maléfico del Diablo”. Otros creerán que la
palabra “poderoso”, estaba siendo utilizada para poner énfasis en la gran
diferencia que hay entre esos desobedientes y los adventistas.
Pero no. El engaño está en la palabra “motivo”.
El párrafo da a entender, por supuesto sin decirlo,
que es posible agradecer a Dios sin tener a Cristo. Según la autora, no hace
falta fe para agradecer a Dios, sino algún “poderoso motivo”.
Si de motivo, o “poderoso motivo” se tratara la
doctrina cristiana o la fe, entonces no habría razón para creer en Cristo. Eso
es porque existen muchísimos más motivos y muchísimos más poderosos para no
creer en Él que para creer.
La autora ha puesto a esos desobedientes y
desagradecidos, otra vez, en una especie de paradoja, Satanás los ha convertido
en desobedientes, pero ellos deben agradecer a Dios por haber coartado a
Satanás, el mismo que les ha convertido en desagradecidos, pero no lo hacen
porque Satanás les ha convertido en desagradecidos. Parece un círculo vicioso ¿Cómo
se sale de ese círculo?
Según la autora, se sale agradeciendo a Dios. ¿Y qué
hay de las doctrinas cristianas falsas? Los miembros de iglesias cristianas
falsas suelen ser muy obedientes y agradecidos. ¿Eso quiere decir que tienen la
verdadera fe? ¿Ya se han liberado de Satanás? No, pues entonces la salida que
mostró la autora es falsa.
“No podemos saber cuánto debemos a Dios”, dice la
autora. “Es el poder restrictivo de Dios”, asegura. El siguiente párrafo
bíblico refuta esa idea:
“Por tanto,
someteos a Dios. Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros”. (Santiago 4:7)
La biblia dice: Satanás huye de vosotros.
Elena de White dice: Tenemos paz porque Satanás es
restringido por Dios.
Sí, podemos saber cuánto debemos a Dios, pues Satanás
huye de nosotros. ¿Cómo es que la autora no sabe cuánto significa eso?
¿Elena de White no encontró luz en su vida que
motivara el agradecimiento? No, lo que encontró fue un refugio en donde está
protegida de Satanás.
Si hubiera encontrado la luz, la paz, y la verdadera
libertad que Cristo otorga, la compararía con la obscuridad y engaño que tenía
antes, entonces sí, sabría cuánto le debía.
La libertad de los ingratos
“Los
desobedientes e ingratos deberían hallar un poderoso motivo de agradecimiento a
Dios”
Según la doctrina de la autora, mientras los malvados
prosperan Dios no interviene, les da libertad. Después, mientras Satanás
pervierte a la gente y los convierte en ingratos y desobedientes, tampoco
interviene, le da cierta libertad de acción también a Satanás. Cuando la gente
pervertida se hace malvada tampoco interviene, finalmente cuando los malvados
son destruidos, tampoco.
Sin embargo, según ese párrafo, Dios sí interviene.
“Es el poder
restrictivo de Dios lo que impide que el hombre caiga completamente bajo el
dominio de Satanás”.
Así como está planteado todo, la libertad del hombre
ya no depende de creer en Cristo como aseguran algunos cristianos, sino que
depende del largo de la cadena con la que Dios ata a Satanás, el cual pareciera
que es como una especie de monstruo invisible que si se lo soltara, atacaría y
destruiría a toda la humanidad.
¿Esa es la idea que tenía Elena de White acerca de la
justicia de Dios? ¿Así otorga Dios libertad al hombre?
Lo malvados creen ser libres, los desagradecidos creen
ser libres, los incrédulos creen ser libres, Elena de White afirma que ellos
son libres, entonces la pregunta que surge es: ¿Cristo otorga libertad a todos,
independientemente de si creen en Él o no?
La creencia de la autora está equivocada, Satanás no
está limitado por Dios, eso es mentira. La autora creía que Satanás era más
poderoso de lo que se muestra, eso es mentira también, porque Satanás no se
muestra. No puede matar, no puede destruir. Él solo puede engañar y mentir y en
eso no está restringido en absoluto.
El siguiente párrafo cuenta la versión de la autora
acerca de lo que pasó cuando Satanás pudo actuar libremente en contra de Israel
después de haber sido abandonado por Dios:
“Dios les
retiró entonces su protección y dio rienda suelta a Satanás y a sus ángeles, y
la nación cayó bajo el dominio del caudillo que ella misma se había elegido.
Sus hijos menospreciaron la gracia de Cristo, que los habría capacitado para
subyugar sus malos impulsos, y estos los vencieron. Satanás despertó las más
fieras y degradadas pasiones de sus almas”. (Pág. 31)
Es decir, no pasó nada inusual. Los mismos o incluso
peores errores fueron cometidos antes, cuando todavía tenían protección. Tan graves
fueron esos errores que hasta Dios se dio por vencido por considerar que ya no
tenían salvación. ¿A eso la autora le llama estar protegido?
¿Creía la autora que la presencia de Satanás fue
agravada ante la ausencia de Dios?
“Sus hijos menospreciaron
la gracia de Cristo, que los habría capacitado para subyugar sus malos
impulsos, y estos los vencieron”.
¿Menospreciar la gracia de Cristo, no responde también
a los malos impulsos? ¿Esos malos impulsos no los habían vencido ya?
Rechazaron a Cristo y eso que sus impulsos estaban
subyugados, todavía estaban protegidos. A esta altura, la protección de Cristo
parece aún más limitada que el alcance de Satanás.
Esos impulsos, aun subyugados, los habían llevado a rechazar
a Cristo, nada menos. Sin embargo la autora todavía no los consideraba vencidos
por los malos impulsos.
La explicación a esta situación es la misma, la falsa
libertad que la autora les otorga a esos que rechazaron a Cristo. Esa falsa
libertad explica la existencia de aquellos desobedientes y desagradecidos a los
que la autora les reprocha su actitud.
La autora explica lo que pasó cuando Satanás quedó
liberado.
“la nación cayó
bajo el dominio del caudillo que ella misma se había elegido”
Otra vez, más de lo mismo. ¿Y bajo el dominio de quién
estaban antes, cuando rechazaron a Cristo?
¿Bajo el dominio de quién estaban cuando eligieron a
ese caudillo? ¿De Cristo? No. ¿Bajo el dominio de Satanás? Según la autora,
todavía no estaban.
Ese es el punto central, si decimos que estaban bajo
el dominio de Cristo, entonces Él quedaría como perverso, o peor, como ineficiente.
Si decimos que de Satanás, la autora quedaría como
mentirosa.
Bajo el dominio de nadie entonces, esa es la creencia
de la autora, “había elegido” es la
frase clave, es decir: eran libres.
La parábola del hijo pródigo podría enseñarles a los
adventistas que se elige mal cuando no se conoce la verdadera libertad. No
conocer las opciones es no tener libertad para elegir, eso es lo que hiso el
hijo pródigo antes de irse.
El otro hijo no conocía la libertad a pesar de estar
haciendo lo correcto y en el lugar correcto. Los dos habían elegido bien, pero
uno era libre y el otro no. Ese estaba engañado, por eso creía haber elegido
bien y también creía que su hermano había elegido mal. Se parece mucho a la
doctrina de Elena de White.
Libertad de los que no tienen a Dios
“Los judíos
habían forjado sus propias cadenas; habían colmado la copa de la venganza. En
la destrucción absoluta de que fueron víctimas como nación y en todas las
desgracias que les persiguieron en la dispersión, no hacían sino cosechar lo
que habían sembrado con sus propias manos”. (El gran conflicto, pág. 39)
Los judíos no crearon a Satanás, no lo pusieron allí
donde estaba medio atado, no lo liberaron después, no forjaron esa copa de la
venganza, ni determinaron su tamaño.
¿Entonces por qué la autora dice que los judíos
forjaron sus propias cadenas?
Es evidente que cuando la autora dice: ellos forjaron
su destino, estaba asegurando que vivían en libertad.
La autora también asegura que Dios abandonó a los
judíos “a su propia suerte”.
“Dios no asume
nunca para con el pecador la actitud de un verdugo que ejecuta la sentencia
contra la transgresión; sino que abandona a su propia suerte a los que rechazan
su misericordia” (El gran conflicto, pág. 40)
Cuando Dios retiró la protección, los abandonó para
que Satanás los destruya inevitablemente. Eso no es abandonar a su propia
suerte.
“a su suerte”
sería, sin la protección de Dios, pero sin Satanás. Así habría que probar a ver
qué pasa.
La autora ha declarado tantas mentiras que no se puede
creer como alguien puede sostener tanto disparate.
Dios no restringe a Satanás como asegura la autora.
Dios no abandona a su propia suerte a nadie.
Los hombres no tienen libertad ni paz gracias a que
Dios restringe a Satanás.
Los hombres que aún no han aceptado a Cristo no tienen
libertad.
Satanás no destruyó a Israel, ni a ninguna otra
nación.
“No podemos
saber cuánto debemos a Cristo por la paz y la protección de que disfrutamos”.
Se nota que la autora nunca estuvo en guerra o
desprotegida, de haber estado, sabría cuánto le debía a Dios. O incluso es
posible que haya sido peor que eso, tal vez ella nunca estuvo en paz, la
verdadera.
Claro, hay que entender que en la época de la autora
no había televisión. Le era muy difícil ver las guerras que había en el mundo,
los niños que mueren o sufren hambre y no tienen nada de protección.
Seguramente cuando dice: no podemos saber, se refería
a ella y a la gente que le rodeaba, quienes gozaban de cierta protección, o tal
vez había alguien junto ella cuando dijo eso, tal vez dictaba en vez de
escribir.
Aparentemente tampoco había hospitales ni cárceles ni
villas miserias cerca de la casa donde ella vivía. Asumimos que ella habría ido
a esos lugares a visitar a los que sufren y a los desprotegidos, si los hubiera
visto se habría comparado con ellos y así hubiera sabido todo lo que le debía a
Dios.
No hay otra forma de conocer la verdadera libertad que
Cristo otorga que escuchando sus enseñanzas y poniéndolas en práctica. Cuando
Cristo les muestre lo que significa la verdadera libertad, verán que no había
absolutamente ninguna posibilidad de elegir nada antes de conocerle.
Los que logren poner en práctica, por ejemplo lo
siguiente, conocerán la verdadera libertad:
“Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen” (Mateo 5: 44)
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